PADRE LEONARDO CASTELLANI: NUEVA CRÍTICA LITERARIA – RELIGIÓN Y FILOSOFÍA

Conservando los restos

LOS ELEGIDOS Y LOS RÉPROBOS

Dinámica Social N° 63

Buenos Aires, noviembre de 1955

En el número de septiembre, nuestra revista publicó un extracto del periódico The Tablet, de Londres, acerca de Teilhard de Chardin, el famoso paleontólogo jesuita, decedido en Nueva York en marzo de este año. Consideramos conveniente añadir algunas precisiones a lo que dice el periódico católico; lo cual desde luego no está mal.

Además de sus exploraciones en China y Java en busca del “eslabón perdido” (o sea del simio-hombre), Teilhard de Chardin es autor de muchas contribuciones a revistas de historia natural —como las recogidas en el tomo Paleontologie et Transformisme, editado por André George en Albin Michel, París, año 1950, págs. 89 y 169—; algunos artículos de sociología publicados en la revista Etudes, y una veintena de opúsculos teológicos impresos a mimeógrafo sin el imprimatur de la Iglesia.

The Tablet indica que esos opúsculos son por lo menos sospechosos en la fe; y dice bien.

Pero es menos exacto lo siguiente: “En el veredicto de la Historia… permanece con su ortodoxia católica intacta...” porque “jamás repudió la autoridad de la Iglesia, sino que sostuvo que había sido mal comprendido” y además —risum teneatis— porque en Nueva York “nunca se quitó el cuello clerical”.

Non sequitur.

La verdad es lo que escribió en 1950 el abajo firmante en la pág. 15 de Cristo ¿Vuelve o no Vuelve?, a saber: “Quien dudare de esto (de que se está formando ante nuestros ojos una nueva y vasta religión herética) puede leer las obras de … o recorrer los numerosos opúsculos a mimeógrafo y sin imprimatur del P. Teilhard de Chardin; principalmente:

Comment Je Crois.

Esquise d’u n Univers Personnel,

L’Esprit de la Terre.

Comment Je Vois.

Les Phases d’une Planete Vivante.

Le Milieu Vivant.

Introduction a la Vie Chretienne.

y otros menores; mezcla de buena ciencia, mala filosofía y teología herética sutilmente paliada; mezcla detonante que constituye un vasto y complejo programa de neocatolicismo profundamente heterodoxo y “modernista”.”

Esta nota nuestra fue reprochada en nuestro país por alguien que dijo: “no había que tratar de hereje a nadie anticipándose al juicio de la Iglesia; sino que había que probar las herejías sin calificarlas”.

No se puede probar en una nota; y tampoco tratamos al autor de “hereje” —lo cual supone contumacia—, sino de teología herética a la doctrina que el exponía: cosa que pertenece a mi oficio.

Por lo demás, el juicio de la Iglesia ya estaba dado en la encíclica Humani Generis y en la Pascendi.

Teilhard de Chardin estaba entonces a punto de venir aquí a dar conferencias, traído por sus cofrades y el Museo de Historia Natural de La Plata; sus opúsculos los encontré en Salta; una parte del clero joven francés, español e italiano se los pasan de mano en mano; el opúsculo Introduction a la Vie Chretienne que yo leí, había sido transcripto a máquina —muy mal por cierto— por el profesor de metafísica de la Universidad de Barcelona, canónigo N.N.

Por eso consideré obligatorio —aunque penoso— escribir aquella nota, y estotra que escribo ahora.

No cabe en ella una descripción de la “teología” de Teilhard de Chardin, que tampoco es necesaria.

Baste decir que en ella se contiene, entre otros —sutilmente paliados, no en forma categórica—, los siguientes errores:

1. El transformismo darwiniano dado como verdad cierta.

2. La negación de la Parusía o Segunda Venida de Cristo tal como la entiende la Iglesia.

3. La negación de la Redención por la obra personal de Cristo.

4. La negación del pecado original, a la manera de Pelagius.

5. Monismo materialista evolucionista parecido al de Spencer y Haeckel.

6. Panteísmo sutil a la manera de Bergson.

7. Interpretación modernista de todos los Sacramentos, empezando por la Eucaristía, a la manera de Guenther.

8. Negación del fin primario del Matrimonio y constitución del fin primario del matrimonio en la “ayuda espiritual mutua de los esposos”.

9. Aprobación de los medios contraconcepcionistas en el matrimonio, a la manera de Malthus.

10. Negativa implícita de la autoridad de la Iglesia para definir, a la manera de Loisy, Tyrrell y otros.

Si he escrito negaciones es para abreviar; pero más que negaciones son adulteraciones capciosas y tangentes del dogma cristiano, lo cual es propio de la herejía modernista, condenada por San Pío X en la Pascendi.

Creo que no era un protervo, sino un débil: dos años viví con él como vecino de cuarto en el tercer piso de la 42 rue de Grenelle, Paris, y ni una sola vez me dirigió la palabra, ni para darme los buenos días.

Era uno de esos “sabios” de hoy, que, porque dominan una técnica de investigación, reciben de la tilinguearía contemporánea el sagrado título de “sabios”; como Enrique Fermi y aun el mismo Einstein.

Como dijo Max Scheler, su sabiduría no se diferencia de la sabiduría del chimpancé en género, sino solamente en grado; con razón este tenía tanto empeño en descender del chimpancé, a través del Eoanthropus, el Sinanthropus y el Quasianthropus.

Habrá que inventar una nueva palabra para designar la sabiduría de los que conocen los primeros principios y las últimas causas; porque sabio hoy día los llaman a los técnicos; y a imitación de Pitágoras, que se llamó modestamente Filó-Sofo (aficionado a la sabiduría) para distinguirse de los hinchados Sofos (sabios) de su tiempo, habrá que llamar a Max Scheler, a Carrel, a Belloc, a Kirkegor… filotécnicos o sub-sabios.

En 1947 lo volví a encontrar en Roma. Los dos habíamos sido llamados por el General de los jesuitas para “explicamos”. Él volvió a París con todos los honores, nombrado miembro de la Academia de Ciencias de Londres y apoteosado por la revista Etudes y la Revue des Questions Scientifiques.

Recuerdo esto como un simple hecho histórico, signo de nuestros tiempos, sin apoyar en él ni concluir nada.

Ahora eso ya poco importa. Lo que debe quedar es que el paleontólogo Teilhard de Chardin fue quizá un gran hombre de ciencia —en lo cual no puedo juzgarlo—, pero un mal filósofo y un teólogo heretizante, a más de un hombre altanero y débil.