PADRE CERIANI: CARTA ABIERTA AL PADRE CARLOS HERRERA

Padre Carlos Herrera
Presente
De mi consideración:

Antes de Semana Santa, usted escribió una carta a un feligrés de Buenos Aires, expulsado de la Neo-F₪₪PX. La misma se ha hecho pública.

Pasadas ya las ceremonias del Triduo Sacro y la Octava de Pascua, paso a responderle públicamente.

En dicha carta, usted me nombra dos veces. La segunda vez, involucrándome con otros sacerdotes, usted expresa lo siguiente:

“Solo están de acuerdo en una cosa: en unir sus esfuerzos para atacar a la Fraternidad San Pío X, porque ellos no aceptan superiores”.

Con los sacerdotes nombrados, y con otros muchos, estoy de acuerdo en muchísimas cosas, no en una sola; especialmente me unen todas las que se refieren a la defensa de la Fe Católica y de la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo.

Sin embargo, no uno mis esfuerzos con ellos para atacar a la Fraternidad San Pío X, sino a todos los enemigos de la Fe y de la Iglesia, entre los cuales se alista hoy la citada Neo-F₪₪PX.

Aclarado esto, paso a responder al fundamento de su cargo: porque no acepto superiores.

Primero le recuerdo que, antes de presentar mi dimisión de la que ya se perfilaba como Neo-F₪₪PX, durante 26 años fui miembro de la Fraternidad fundada por Monseñor Lefebvre, ocupando en dos mandatos diferentes el cargo de Prior del Priorato de Buenos Aires, donde conocí y formé, con la doctrina asimilada en la verdadera FSSPX, al feligrés ahora expulsado por no aceptar el cambio de la misma.

Destaco que el involucrado comenzó a asistir a dicho Priorato diez años antes de que usted llegase al Seminario de La Reja. Cuando usted fue ordenado, diciembre de 1999, el Superior General ya había comenzado a pergeñar los cambios, pero de modo que sólo más tarde pudo advertirse.

Según su criterio, yo tendría que haber aceptado todos los cambios introducidos por mis Superiores a partir, al menos, de agosto del año 2000, y haberme sometido a todas sus consecuencias.

Mi respuesta servirá, pues, para refrescar nociones y principios muy olvidados (o guardados en cajones para que no molesten…); y ayudará también a recordar actitudes y hechos, tomas de posición y declaraciones (también todo muy escondido, cuando no tergiversado…).

***

Comencemos con los límites de la obediencia.

Toda autoridad humana tiene límites. Si bien representa a Dios, el superior no tiene la omnipotencia ni la infalibilidad divinas.

De la santa obediencia, del poder de hacerse obedecer, se puede abusar.

Para que se le obedezca, la autoridad debe permanecer en los límites de su poder. La orden que ella imparta no debe ser contraria, o simplemente peligrosa, para la fe o para la moral.

La fe es la primera sumisión de la inteligencia; seguir la ley moral es la primera obediencia de la voluntad.

Santo Tomás rechaza el pensamiento de que nuestra obediencia a toda autoridad humana debe ser sin reservas.

Cuando nos ordenan hacer algo contrario a la ley de Dios, tenemos el deber de desobedecer. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

Además, Santo Tomás enumera otras tres circunstancias en las que tenemos el deber de rechazar obedecer:

— cuando un superior sobrepasa los límites de su autoridad.

— cuando un superior ordena algo que es contrario a la voluntad de una autoridad superior.

— cuando un superior manda una ley injusta.

Con estas limitaciones de la autoridad del superior, corresponde la obediencia de parte del súbdito.

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Y ahora entramos en la cuestión de la resistencia a la autoridad.

Para que no quepan dudas, vayamos directamente a la potestad suprema; porque, si legítimamente puede resistirse a ella, con mayor razón a las que le son inferiores.

Entonces, ¿será legítimo, en casos extremos, resistir inclusive las decisiones del Soberano Pontífice?

a) “Si el Romano Pontífice fuera sorprendido en una desviación de la fe podría a su vez ser redargüido” (Pablo IV, Bula Cum ex apostalatus officio).

b) Santo Tomás enseña en diversas obras suyas que, en casos extremos, es lícito resistir públicamente a una decisión papal, como San Pablo resistió cara a cara a San Pedro:

«Habiendo peligro próximo para la fe, los prelados deben ser argüidos, inclusive públicamente, por los súbditos. Así San Pablo, que era súbdito de San Pedro, le arguyó públicamente en razón de un peligro inminente de escándalo en materia de fe». (cfr. II-II, q. 33, a. 4, ad 2; ad Gal. II, 11-14, lect. III).

c) El eminente teólogo dominico del siglo XVI, Vitoria, dice:

«Si el Papa, con sus órdenes y sus actos, destruye la Iglesia, se le puede resistir e impedir la ejecución de sus mandatos».

d) Suárez escribe:

«Si el Papa dictara una orden contraria a las buenas costumbres, no se le ha de obedecer; si tentara hacer algo manifiestamente opuesto a la justicia y al bien común, será lícito resistirlo; si atacara por la fuerza, por la fuerza podrá ser repelido, con la moderación propia a la defensa justa». (De Fide, disp. X, sect. VI, n. 16).

e) San Roberto Belarmino enseña:

«Así como es lícito resistir al Pontífice que agrede al cuerpo, así también es lícito resistir al que agrede las almas, o que perturba el orden civil, o, sobre, todo, a aquél que tratase de destruir a la Iglesia. Digo que es lícito resistirlo no haciendo lo que ordena e impidiendo la ejecución de su voluntad; no es lícito, con todo, juzgarlo, castigarlo o deponerlo, pues estos actos son propios de un superior». (De Rom. Pont., lib. II, c. 29).

f) Cornelio A Lapide, ilustre exégeta, muestra que, según San Agustín, San Ambrosio, San Beda el Venerable, San Anselmo y muchos otros Padres, la resistencia de San Pablo a San Pedro fue pública… «Para que de ese modo el escándalo público dado por San Pedro fuese remediado por una represión también pública».

Después de analizar las diversas cuestiones teológicas y exegéticas suscitadas por la actitud asumida por San Pablo, escribe:

«Que los superiores pueden ser reprendidos, con humildad y caridad, por los inferiores, a fin de que la verdad sea defendida, es lo que declaran, con fundamento en este pasaje, San Agustín, San Cipriano, San Gregorio, Santo Tomás y otros más arriba citados. Ellos claramente enseñan que San Pedro, siendo superior, fue reprendido por San Pablo. Con razón, pues, enseña San Gregorio: «Pedro se calló a fin de que, siendo el primero en la jerarquía apostólica, fuese también el primero en la humildad». Y San Agustín escribió: «Enseñando que los superiores no rehúsen dejarse reprender por los inferiores, San Pedro dio a la posteridad un ejemplo más inusual y santo del que dio San Pablo al enseñar que, en la defensa de la verdad, y con caridad, a los inferiores es dado tener la audacia de resistir sin temor a los mayores»» (Cornelio A Lapide, ad Gal., 2, 11).

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Puede plantearse aquí una objeción: Pero el católico tiene que estar en comunión con las autoridades de la Iglesia.

Respuesta: El católico no tiene ningún deber de estar en comunión con las opiniones, puntos de vistas, orientaciones personales, invenciones, etc. del sucesor de Pedro y de los sucesores de los Apóstoles («Aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo os predicase un Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema»; Gál. II: 8).

Si esas orientaciones, además, están en conflicto con la pureza y la integridad de la fe, la fidelidad a Jesucristo y a su Iglesia exige resistir a quien quisiera deformarla.

Una cosa es la obediencia debida a la autoridad y otra cosa muy distinta es la adhesión a orientaciones personales de los que poseen la autoridad.

Se aprovecha este equívoco para hacer sentir remordimientos de conciencia a los católicos fieles.

Instancia: ¿No se rompe la comunión con esto?

Respuesta: El Papa Pío XI enseña, con toda la Tradición, que «la unidad de la fe es la que debe ser el vínculo principal que una a los discípulos de Cristo».

Siendo la unidad de la fe el fundamento necesario de la comunión eclesial, se sigue que nadie tiene el derecho de exigir una comunión que haga abstracción de la unidad de la fe.

Si los católicos están hoy perplejos por tener que optar entre la unidad de la fe o una pretendida comunión con la actual jerarquía conciliar, se debe precisamente a que se reclama una comunión que no está fundada sobre la unidad de la fe, sino sobre una adhesión a puntos de vista personales más o menos erróneos.

La comunión con la jerarquía actual conciliar no puede ni debe separarnos de la comunión con la jerarquía de ayer.

La comunión con el Papa o con el Obispo es necesariamente una comunión en la Verdad, la cual es inmutable.

Por lo tanto, es comunión con todos los Papas y Obispos de ayer (y de mañana, si cabe).

Cuando se impone la necesidad de tener que elegir entre la comunión con los Papas de ayer o la comunión con los Papas de hoy, es un signo de que hay algo que no anda bien en la Iglesia.

Quien rompe la comunión eclesial es la jerarquía conciliar, que reclama comunión en oposición con la unidad de la fe.

Instancia: «Quien os escucha, a Mí escucha».

Respuesta: Si existe hoy una crisis en la Iglesia, es precisamente porque la voz de los pastores conciliares se ha cambiado en voz de extraños; y las ovejas no reconocen más en esas voces a la del único Pastor del rebaño.

Las ovejas, en cambio, en las palabras de Monseñor Lefebvre y en la de los sacerdotes fieles a la Tradición de la Iglesia, reconocen la palabra del Pastor Eterno.

Cuando Jesús dijo «Quien os escucha, a Mí escucha», no ha conferido a los miembros de la Jerarquía la facultad de decir lo que les plazca, ni mucho menos hacerle decir a Él lo que a ellos se les ocurra.

Por eso también dijo «Cuidaos de los falsos pastores»… «Por sus frutos los conoceréis»… Y ya conocemos bien los malos frutos del Concilio y de la reforma posconciliar.

Cuando los fieles resisten a los malos pastores, no es por gusto o espíritu de rebelión; es porque «las ovejas no siguen a un extraño, sino que huyen, porque no conocen la voz de los extraños».

Esto es lo que aprendí en mi Parroquia y luego, con mayor razón, en la FSSPX. Esto es lo que enseñé mientras fui miembro de la FSSPX (Profesor, Prior, etc.). Esto es lo que aprendieron de mí los fieles que me fueron encomendados. Esto es lo que siguen sosteniendo y practicando los que tuvieron coraje para enfrentar ayer a los conciliares y hoy se hallan en la no tan imprevisible situación de tener que rechazar la Neo-F₪₪PX…

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Seguramente usted argumentará que en mi caso y en el de estos fieles no estaba o no está en juego la Fe, que se trata de medidas puramente disciplinarias, etc., etc.

Lo mismo argumentaron los conciliares en su momento… Pero, vengamos, pues, a las actitudes y hechos, a las tomas de posición y declaraciones.

Comencemos por el llamado “Caso Monseñor Lefebvre”.

Una carta de Monseñor Mamie, obispo de Friburgo, fechada el 6 de mayo de 1975 decretaba la supresión inmediata de la Fraternidad y del Seminario.

En cuanto a que el obispo de Friburgo no tenía poder para suprimir la Fraternidad, Monseñor Tissier, en la biografía que escribió, afirma que este argumento de Monseñor Lefebvre es discutible… Ver página 534.

El cardenal Villot, Secretario de Estado, envió una carta a las conferencias episcopales de todo el mundo, según la cual los ordinarios eran invitados a no conceder la incardinación en sus diócesis a los seminaristas de la Fraternidad San Pío X que fueran ordenados.

Se trataba, pues, de una cuestión disciplinaria. Monseñor Lefebvre, según usted, tendría que haber cerrado el Seminario, y los miembros de la FSSPX tendrían que haber sido incardinados en sus diócesis.

¡Obedezca, Padre!

El 10 de junio de 1975, Paulo VI escribe una carta, de su puño y letra, a Monseñor Lefebvre, en la que le pedía que, en un acto público, declarase su “sumisión al Concilio, a las reformas posconciliares y a las orientaciones que imparte el mismo Papa”.

En cuanto al Concilio, Monseñor Fellay dijo que aceptaba el 95%… Y Monseñor Tissier desmintió a Monseñor Lefebvre en su biografía, pues sostiene que el Prelado firmó todos los documentos conciliares… Ver páginas 346 y 545.

¡Obedezca, Padre!

Sin embargo, Monseñor Lefebvre, en su Carta número nueve a los amigos y benefactores, escrita en septiembre de 1975, expresó:

“El problema de Ecône es el de miles y miles de conciencias católicas desgarradas, divididas, trastornadas desde hace seis años por un martirizante dilema: obedecer, a riesgo de perder la fe, o desobedecer y conservar la fe intacta. Obedecer y colaborar en la destrucción de la Iglesia; desobedecer y trabajar en su preservación y continuidad. Aceptar la Iglesia reformada y liberal, o conservar la militancia en la Iglesia católica (…) Así llegamos al tema que nos preocupa: ¿cómo explicar, en nombre del Concilio Vaticano II, que es posible oponerse a las tradiciones seculares y apostólicas hasta cuestionar el carácter mismo del sacerdocio católico y del santo sacrificio de la Misa?”

¡Claro! Monseñor Lefebvre no conocía como se celebraba la misa bastarda en una abadía cercana a Florencia… De haberlo conocido, ciertamente no hubiese dado el paso que dio… Así lo dijo Monseñor Fellay…

¡Cambie sus argumentos, Padre! ¡Obedezca!

El 21 de abril de 1976, monseñor Benelli, sustituto del cardenal Villot en la Secretaría de Estado, envía una carta a Monseñor Lefebvre en la que detalla las condiciones de un posible acuerdo: “aceptar el Concilio Vaticano II y todos sus documentos, adhesión a la persona del Papa Paulo VI y a todas sus enseñanzas y seguir el Novus Ordo como prueba concreta de sumisión”.

Monseñor Lefebvre no aceptó, no adhirió, no se sometió…

¿Qué dice sobre esto, Padre?

Paulo VI, en el Consistorio del 24 de mayo de 1976 pronuncia una alocución en la que denuncia públicamente a Monseñor Lefebvre como “desobediente”, especialmente en lo que se refería a la nueva misa, y califica el tema como “grave y amargo”.

Monseñor Lefebvre no prestó oídos a estas reprensiones papales…

¿Y, entonces, qué, Padre?

El 12 de junio de 1976 monseñor Benelli amenaza de parte de Paulo VI a Monseñor Lefebvre con la “suspensión a divinis”, si llevaba a cabo las ordenaciones anunciadas para el 29 de junio de ese año.

Monseñor Lefebvre procederá igualmente a dichas ordenaciones… Parece que no tenía superiores, ¿no es cierto, Padre?

El 25 de junio, cuatro días antes de esa fecha, monseñor Benelli envía la famosa carta, en la cual expresó:

“El Santo Padre me encarga, hoy mismo, que confirme la medida que ha sido intimada en su nombre, de mandato speciale, de abstenerse de conferir toda ordenación en este momento. No tome como pretexto el desconcierto de los seminaristas ordenandos: esta es, precisamente, la oportunidad de explicarles a ellos, así como a sus familias, que usted no puede ordenarlos al servicio de la Iglesia contra la voluntad del Supremo Pastor de la Iglesia. No hay nada desesperante en sus casos, porque, si ellos son de buena voluntad y si están seriamente preparados para un ministerio presbiteral en verdadera fidelidad a la Iglesia conciliar, entonces nos ocuparemos de encontrar la mejor solución para ellos; pero que ellos comiencen primero con este acto de obediencia a la Iglesia”.

¡Se exigía “verdadera fidelidad a la iglesia conciliar”! La actual Neo-F₪₪PX se jacta de figurar en el “Anuario Pontificio” de la iglesia oficial, la conciliar, la bastarda… ¡Qué cambios, Padre!

El 29 de junio de 1976 Monseñor Lefebvre ordena sacerdotes a trece seminaristas de Ecône, así como a catorce diáconos, formados todos íntegramente en su Seminario.

En el sermón anunció:

“Tal vez mañana, en los periódicos, aparecerá nuestra condena, y yo mismo seré sancionado con la suspensión. Pues bien, yo invoco a San Pío V y, en consecuencia, sus censuras son absolutamente inválidas”.

Actitud propia de quien no reconoce superiores, ¿no es cierto, Padre?

El 1° de julio de 1976 se le confirma a Monseñor Lefebvre la “suspensión a collatione ordinum”, es decir, la prohibición de ordenar sacerdotes por un año, así como la suspensión de los trece ordenados, y se los declaró “irregulares”.

Monseñor Pierre Mamie, obispo de Friburgo, le prohibió, además, predicar en todo el territorio de la Diócesis, así como al sacerdote suizo Denis Roch celebrar Misa, confesar o ejercer cualquier otro ministerio sacerdotal.

Ya conoce los resultados de dichas prohibiciones… ¡Claro! Monseñor Mamie no era superior…

***

Llegados a este punto, ¿se atrevería, usted Padre, a decir que Monseñor Lefebvre y los miembros de la FSSPX no aceptaban superiores?

Es lo que se afirmaba entonces por todo el ámbito de la iglesia oficial, la conciliar…

Son sus mismos actuales argumentos, Padre…

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Pasemos directamente a las Consagraciones Episcopales del 30 de junio1988.

El 9 de junio de 1988, Juan Pablo II escribió a Monseñor Lefebvre:

“Con corazón paterno, pero con toda la gravedad que exigen las presentes circunstancias, le exhorto, Venerable Hermano, a renunciar a su proyecto que, si se lleva a cabo, sólo podrá aparecer como un acto cismático, cuyas consecuencias teológicas y canónicas inevitables son conocidas por usted. Os invito ardientemente a regresar, en la humildad, a la obediencia plena al Vicario de Cristo”.

En su sermón de la ceremonia de consagraciones episcopales, el día 30 de junio de 1988, Monseñor Lefebvre expresó:

“Excelencia, querido Monseñor de Castro Mayer, mis queridos amigos, mis queridos hermanos, estamos reunidos para una ceremonia que es ciertamente histórica, permítanme primero daros alguna información. La primera de ellas puede sorprenderles un poco, como me sorprendió un poco a mí mismo. Anoche llegó un visitante, enviado de la Nunciatura en Berna, con un pliego que contenía una llamada de Nuestro Santo Padre el Papa. Simplemente puso a mi disposición, un automóvil que me iba a llevarme anoche mismo a Roma para impedirme hacer estas consagraciones hoy. Esto sin decirme por qué o a dónde debo ir en Roma. Juzgad por vosotros mismos la oportunidad y la sabiduría de esta petición. Fui a Roma durante muchos días durante este año, incluso semanas, el Santo Padre no me invitó a venir a verlo. Ciertamente me habría alegrado de verlo, si los acuerdos hubieran sido definitivos”.

Y pensar que en la Entrevista a Monseñor Fellay por la Revista 30 Giorni, publicada en septiembre de 2000, leemos: “Si el Papa me llama, yo voy. Rápido. Más aún, corriendo”.

Padre Herrera, ¿se atrevería usted a decir que estas dos actitudes se debieron a que Monseñor Lefebvre no aceptaba superiores, mientras que Monseñor Fellay sí los reconocía?

Pasemos…

Una vez llevadas a cabo las consagraciones, el cardenal Gantin, Prefecto de la Congregación para los Obispos, en su Decreto de declaración de las excomuniones, del 1° de julio de 1988, expresó:

“Advertimos a los sacerdotes y a los fieles que no se adhieran al cisma de monseñor Lefebvre, porque incurrirían ipso facto en la gravísima pena de excomunión”.

Como respuesta a este Decreto, todos los Superiores de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X firmaron, el 6 de julio de 1988, una Carta Abierta al Cardenal Gantin.

Esto es muy importante Padre, porque, si usted “acepta los Superiores”, salvo un evolucionismo darwiniano o un teilhardismo aplicados a lo doctrinal, usted no debería haberse apartado de las claras consignas establecidas en esta Carta. Y no me diga que usted llegó a la Fraternidad después de julio de 1988, porque también lo hizo después de 1970, 1974, 1975, 1976, etc.

En esta olvidada o desconocida Carta leemos:

“Eminencia, reunidos en torno a su Superior general, los Superiores de los distritos, seminarios y casas autónomas de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, piensan conveniente expresarle respetuosamente las reflexiones siguientes.

Usted creyó deber suyo, por su carta del 1º de julio último, hacer saber su excomunión latæ sententiæ a Su Excelencia Monseñor Marcel Lefebvre, a Su Excelencia Monseñor Antonio de Castro Mayer y a los cuatro obispos que ellos consagraron el 30 de junio último en Ecône.

Quiera usted mismo juzgar sobre el valor de tal declaración que viene de una autoridad que, en su ejercicio, rompe con la de todos sus antecesores hasta el papa Pío XII, en el culto, enseñanzas y el Gobierno de la Iglesia.

En cuanto a nosotros, estamos en plena comunión con todos los Papas y todos los Obispos que han precedido el Concilio Vaticano II, celebrando exactamente la Misa que ellos codificaron y celebraron, enseñando al Catecismo que ellos compusieron, oponiéndonos contra los errores que ellos condenaron muchas veces en sus encíclicas y cartas pastorales.

Quiera usted entonces juzgar de qué lado se encuentra la ruptura.

Estamos extremadamente apenados por la ceguera de espíritu y el endurecimiento de corazón de las autoridades romanas.

En cambio, nosotros jamás quisimos pertenecer a ese sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar y se define por el Novus Ordo Missæ, el ecumenismo indiferentista y la laicización de toda la sociedad. Sí, nosotros no tenemos ninguna parte, nullam partem habemus, con el panteón de las religiones de Asís; nuestra propia excomunión por un decreto de Vuestra Eminencia o de otro dicasterio no sería más que la prueba irrefutable.

No pedimos nada mejor que el ser declarados ex communione del espíritu adúltero que sopla en la Iglesia desde hace veinticinco años; excluidos de la comunión impía con los infieles.

Creemos en un solo Dios, Nuestro Señor Jesucristo, con el Padre y el Espíritu Santo, y seremos siempre fieles a su única Esposa, la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana.

El ser asociados públicamente a la sanción que fulmina a los seis obispos católicos, defensores de la fe en su integridad y en su totalidad, sería para nosotros una distinción de honor y un signo de ortodoxia delante de los fieles.

Estos, en efecto, tienen absoluto derecho de saber que los sacerdotes a los cuales se dirigen no están en comunión con una iglesia falsificada, evolutiva, pentecostal y sincretista”.

***

Una vez más, ¿se atrevería, usted, Padre, a decir que Monseñor Lefebvre, los Superiores y los miembros de la FSSPX no aceptaban superiores?

Es lo que se afirmaba en 1988 por todo el ámbito de la iglesia oficial, la conciliar, la bastarda…

***

Dejando de lado muchas sorprendentes declaraciones, entrevistas, conferencias, sermones, cartas de Monseñor Fellay, Superior General desde 1994, llegamos, finalmente, a los años 2007 y 2009.

Con ocasión del Motu proprio Summorum pontificum, el 7 de julio de 2007 Monseñor Fellay emitió un Comunicado dirigido a todos los fieles de la Fraternidad, que decía:

“El Motu Proprio Summorum Pontificum del 7 de julio de 2007 restituye la Misa Tridentina en su derecho. Se reconoce claramente que nunca fue abrogada”.

Padre, por mucho que usted acepte a sus superiores, ¿cómo hace para concordar este Comunicado que afirma que el Motu proprio “restituye la Misa Tridentina en su derecho” si el mismo afirma que la misa bastarda montiniana “es la expresión ordinaria de la Lex orandi de la Iglesia católica de rito latino”, mientras que “el Misal Romano promulgado por San Pío V debe considerarse como la expresión extraordinaria de la misma Lex orandi”?

¿Cómo hace usted para sostener que ese nefasto Motu proprio “restituye la Misa Tridentina en su derecho”, cuando del mismo se infiere que la Misa tradicional ha sido abrogada en cuanto forma ordinaria?

¿Cómo hace usted para sostener que ese nefasto Motu proprio “restituye la Misa Tridentina en su derecho”, cuando el mismo afirma que “Estas dos expresiones de la «lex orandi» de la Iglesia no inducen ninguna división de la «lex credendi» de la Iglesia”, es decir, que ambas expresan la misma fe…?

¿Ha olvidado usted lo dicho por los Cardenales Bacci y Ottaviani?: “El nuevo Ordo Missæ se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada por la XXª sesión del Concilio de Trento”.

El domingo 7 de julio de 2007, ¿leyó usted a los fieles ese Comunicado de Monseñor Fellay, cantó usted e hizo cantar el Te Deum, como pidió el Superior General?

Por si no lo sabe, a mis fieles de Guadalupe les dije que ese Motu proprio no merecía un Te Deum, sino que había que cantar el Dies iræ, la Secuencia de la Misa de Difuntos…

¿Es consciente usted de la clase de superiores a los que obedece, y de las directivas que estos imparten y a las cuales usted se somete?

Para que no queden dudas, pasemos al último punto.

***

El 22 de enero de 2009 el Vaticano dio a conocer una resolución de la Sagrada Congregación para los Obispos por medio de la cual el Papa Benedicto XVI levantó la excomunión de los cuatro Obispos decretada el 1° de julio de 1988.

El Decreto del 21 de enero dice:

“Por medio de la carta del 15 de diciembre de 2008 enviada a Su Eminencia el Cardenal Darío Castrillón Hoyos, Presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, Mons. Bernard Fellay, en su nombre y en el de los otros Obispos consagrados el 30 de junio de 1988, volvía a solicitar el levantamiento de la excomunión latae sententiae formalmente declarada por Decreto del Prefecto de esta misma Sagrada Congregación para los Obispos con fecha del 1º de julio de 1988.

(…) Su Santidad Benedicto XVI, paternalmente sensible al malestar espiritual manifestado por los interesados a causa de la sanción de excomunión (…) ha decidido reconsiderar la situación canónica de los Obispos Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson y Alfonso de Galarreta relativa a su consagración episcopal.

(…) Conforme a las facultades que me han sido expresamente concedidas por el Santo Padre, Benedicto XVI, en virtud del presente Decreto, remito a los Obispos Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson y Alfonso de Galarreta la censura de excomunión latae sententiae declarada por esta Congregación el 1º de julio de 1988 y declaro privado de efectos jurídicos a partir del día de hoy el Decreto entonces publicado”.

Padre Herrera, ¿cómo hacer concordar «Nosotros jamás quisimos pertenecer a ese sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar y se define por el Novus Ordo Missæ, el ecumenismo indiferentista y la laicización de toda la sociedad … No tenemos ninguna parte, nullam partem habemus, con el panteón de las religiones de Asís; nuestra propia excomunión no sería más que la prueba irrefutable», de la Carta de todos los Superiores, con “Mons. Bernard Fellay, en su nombre y en el de los otros Obispos consagrados el 30 de junio de 1988, volvía a solicitar el levantamiento de la excomunión latae sententiae formalmente declarada por Decreto del Prefecto de esta misma Sagrada Congregación para los Obispos”?

¿A qué Superiores reconoce y obedece usted?

Por su parte, en la Carta dirigida a los fieles, el 24 de enero de 2009, Monseñor Fellay dijo:

“El decreto del 21 de enero cita la carta del 15 de diciembre último al Cardenal Castrillón Hoyos en la que expresé nuestro apego «a la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, que es la Iglesia Católica», y reafirmando nuestra aceptación de sus dos mil años de enseñanza y nuestra fe en el Primado de Pedro. Recordé cuánto sufrimos con la situación actual de la Iglesia donde se violan esta enseñanza y esta primacía, y agregué: «Estamos listos para escribir con nuestra sangre el Credo, a firmar el juramento antimodernista, la profesión de fe de Pío IV, aceptamos y hacemos nuestros todos los concilios hasta el Concilio Vaticano II, sobre el cual expresamos reservas”. En todo esto, tenemos la convicción de mantenernos fieles a la línea de conducta establecida por nuestro fundador, Monseñor Marcel Lefebvre, a quien esperamos que se rehabilite con prontitud”.

Y mandó cantar un Magnificat en acción de gracias…

Padre, ¿leyó, usted, a los fieles la Carta de Monseñor Fellay? ¿Leyó la frase que dice: “aceptamos y hacemos nuestros todos los concilios hasta el Concilio Vaticano II, sobre el cual expresamos reservas”?

Para su conocimiento, esa escandalosa frase fue modificada, y ya no se la encuentra tal cual en el sitio oficial de la Neo-F₪₪PX.

En Martinica y Guadalupe, mi Prior y yo no cantamos el Magnificat y no hemos leído a los fieles esa Carta. Mi Prior se lo dijo personalmente a Monseñor Fellay el lunes 26 de enero de 2009 en París. Y el Superior General le dijo que nosotros habíamos hecho bien.

¡Sí, Padre! Le respondió que habíamos hecho bien en no leer esa carta a los fieles.

Y, entonces, los que sí la leyeron, ¿hicieron mal?

De habérsele formulado la pregunta, seguramente Monseñor Fellay hubiese respondido que no, que no hicieron mal, que también hicieron bien en leerla… ¿Cómo? Sí, Padre, sólo se trata de política…

Reitero la pregunta, Padre: ¿leyó, usted, a los fieles la Carta de Monseñor Fellay? ¿Leyó la frase que dice: “aceptamos y hacemos nuestros todos los concilios hasta el Concilio Vaticano II, sobre el cual expresamos reservas”?

¿Obedeció, usted a su Superior General? ¿Hizo, usted bien? ¿Hizo mal?

Pero lo más vergonzoso ha sido la “Carta de agradecimiento al Papa” de los obispos de la Neo-F₪₪PX. Del 29 de enero de 2009:

“Santo padre,

Es por medio de la acción de gracias que nosotros deseamos expresar a Vuestra Santidad nuestro profundo reconocimiento por el acto de Su paternal bondad y de Su coraje apostólico por el cual Ella ha hecho inoperante la medida que nos afectó hace ya veinte años en seguida de nuestra consagración episcopal. Su decreto del 21 de enero de 2009 rehabilita de alguna manera el venerado fundador de nuestra Fraternidad sacerdotal, S. Exc. Monseñor Marcel Lefebvre”.

Padre Herrera, ¿cómo se las ingenia usted para que esta Carta no contradiga la de todos los Superiores, que expresaron: «No pedimos nada mejor que el ser declarados ex communione del espíritu adúltero que sopla en la Iglesia desde hace veinticinco años; excluidos de la comunión impía con los infieles … El ser asociados públicamente a la sanción que fulmina a los seis obispos católicos, defensores de la fe en su integridad y en su totalidad, sería para nosotros una distinción de honor y un signo de ortodoxia delante de los fieles»?

***

Para no alargarme más, en conclusión, queda claro, Padre, que usted, al igual que los Superiores y miembros de la Neo-F₪₪PX, utiliza los mismos argumentos, despliega exactas fórmulas y aplica idénticos procederes de la iglesia conciliar. En los años ’70 y ’80 hemos escuchado y leído hasta el hartazgo cosas semejantes y sufrido las mismas actitudes.

Esto indica que la incorporación a esa iglesia falsificada, evolutiva, pentecostal y sincretista no es solamente jurídica (como lo prueban las jurisdicciones para confesar y recibir el consentimiento matrimonial, entre otras cosas), sino también doctrinal e incluso espiritual: los anima un mismo espíritu, que no es católico.

En cuanto a mí, concluyo con el verso 20 del Cantar del mio Cid, el gran poema épico hispánico:

¡Dios, qué buen vasallo si oviesse buen señor!

Padre Juan Carlos Ceriani
25 de abril de 2022
Fiesta de San Marcos Evangelista