Padre Juan del Corazón de Jesús Dehon: Coronas de amor al Sagrado Corazón
Extraídas del libro
“CORONAS DE AMOR AL SAGRADO CORAZÓN”
del Reverendo Padre Juan del Corazón de Jesús (León Gustavo Dehon),
Fundador de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.
Día 17
TERCER MISTERIO: VIDA DE SACRIFICIO
QUINTA MEDITACIÓN: El Corazón Sacerdotal de Jesús
Jesús es sacerdote. En el salmo 109, David dice: “Dios juró a su Ungido, tu eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. Desde que una Persona Divina se encarnó, debía ser, antes de todo, el sacerdote de Dios, porque la glorificación del Nombre Divino es el fin esencial de las obras divinas, y porque un Dios que se hace hombre debe ser el jefe de la religión de toda criatura.
Jesús es sacerdote, pero vamos a ver que, en su sacerdocio, es preciso, sobretodo, considerar su Corazón.
I. Es por su Corazón como Jesús ejerce principalmente su sacerdocio
Es su amor, de hecho, el que lo inspira y lo guía en su inmolación para la gloria de su Padre y para nuestra salvación.
La Iglesia nos lo recuerda en la santa Liturgia. En el himno del tiempo pascual, Ad regias agni dapes, nos muestra el amor-sacerdote, o el Corazón sacerdotal de Jesús ofreciendo el Sacrificio Redentor.
Divina cujus caritas
Sacrum propinat sanguinem
Almique membra corporis
Amor sacerdos immolat.
“Fue la Caridad, es el amor-sacerdote, quien derramó la Sangre e inmoló la Carne del Divino Cordero sobre la cruz”.
La vida de Jesús fue totalmente un sacrificio de amor. Escogió la pobreza y el trabajo, para su vida escondida; las fatigas, los desprecios y las contradicciones, para su vida pública.
“Como amaba a los suyos, los amó hasta el final” (Jn 13). Va de frente a sus enemigos a Jerusalén, se entrega a sus perseguidores, a sus verdugos, a Judas que lo traicionó, a los sacerdotes y a Pilatos que lo condenan, a los soldados que lo flagelan, lo insultan y lo crucifican. “Es, dice, para que el mundo sea testigo del amor que Yo tengo a mi Padre” (Jn 14).
S. Pablo nos muestra también la fuerza del Sacrificio Redentor en el amor: “Él me amó y se entregó por mí” (Gal 2).
Nuestro Señor dice también: “¿No es la mayor señal de amor dar su vida por los amigos? (Jn 15).
Fue sobre todo, entonces, por su Corazón como Jesús ejerció su sacerdocio.
II. El Corazón sacerdotal de Jesús es el órgano de un culto perfecto de amor y de reparación a su Padre
La alabanza infinita que este Verbo es, en persona, en la eternidad, lo transportó al mundo. A esta alabanza eterna se unen la adoración, la gratitud, la oración de la humanidad que hipostáticamente unió a Sí.
Y como Cristo, aunque puro y perfecto en Sí mismo, es el jefe de la humanidad caída, ofrecerá también a su Padre un sacrificio de expiación para reparar la gloria de su Padre ultrajada.
Pero, ¿qué víctima ofrecerá Él a su Padre? Una víctima de un precio infinito, solo una Víctima Divina puede ser adecuada a la gloria de Dios.
El Corazón de Jesús, ofreciéndose, por tanto, a Sí mismo, será sacerdote y víctima. Él se inmolará como una hostia de amor, de gratitud, de reparación y de oración. Se inmolará muriendo de amor, dando su vida, al mismo tiempo que sus verdugos se esfuerzan por quitarla. “Yo doy mi alma por Mí mismo, dice, y nadie podrá arrebatármela” (Jn 10).
III. Fue también por amor a nosotros que el Corazón sacerdotal de Jesús ofreció su Sacrificio
Es para rescatarnos y para ganar nuestros corazones por el carácter de esta redención.
Pensaste, sin duda, oh Jesús, que no bastaría para emocionar nuestros corazones tan duros decirnos tu amor y mostrarlo también rescatándonos por algunas humillaciones, y te dijiste a Ti mismo: “Les di mi amor en un lenguaje cuya fuerza les toque. Después de haber vivido en la debilidad, en los trabajos, en la oscuridad, en los sufrimientos, moriré por ellos en la cruz, Yo, el Hijo de Dios”.
No es todo, Señor; para partir el hielo de nuestros corazones, quisiste aún multiplicar tu Sacrificio por toda la tierra y eternizarlo.
¡Víctima ofrecida y aceite desde el primer instante de tu concepción, permaneciste sacerdote y víctima para la eternidad! Tú lo eras en Nazareth, en el Calvario, Tú lo eres en el cielo, donde los ángeles y los santos te adoran como el Cordero inmolado.
Sacerdote y víctima, todo cristiano debe serlo en una cierta medida. Todo sacerdote de la Nueva Ley debe tener un corazón de sacerdote y de víctima como Jesús.
Resolución.- Jesús, sacerdote y víctima, hazme compartir tu gracia, vuélveme semejante a Tí; tu Corazón de sacerdote intercederá por mí, bendíceme, consuélame, guíame.
¡Pueda mi corazón sacerdotal inmolarse, a su vez, sin reservas, por Tí!