15ª VISIÓN = LAS SIETE COPAS
(XV: 1 – XVI: 12)
Grabado en vivo en nuestros estudios el 23 – 24 y 25 de octubre del año del Señor 2012.
Audios para escuchar y bajar:
1º) EL MILENIO
(Fuera del programa oficial sobre el Apocalipsis y a propósito de los comentarios de los últimos días)
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2º) ESPECIAL SOBRE EL APOCALIPSIS:
A) LAS SIETE COPAS DE LA IRA DE DIOS:
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B) LA GRAN RAMERA:
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A modo de introducción, según el plan del Apocalipsis, este septenario es para darnos conocimiento del castigo de los culpables. Y según el cuadro del P. Castellani, lo hace comenzar desde el protestantismo, que fue la cuarta tuba.
«Vi en el cielo otra señal grande y sorprendente: siete Ángeles con siete plagas, las postreras, porque en ellas la ira de Dios queda consumada. Vi como un mar transparente, mezclado de fuego, y a los vencedores de la bestia, de su imagen y de la cifra de su nombre, de pie sobre el mar transparente, con cítaras de Dios.
Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: «Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justos y verdaderos tus caminos, rey de las naciones.
¿Quién no temerá, Señor, y no glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti, porque tus actos de justicia han quedado manifiestos.»
El Templo y Trono de Dios abre el Apocalipsis, permanece como un marco a lo largo dél, y lo encierra en la última Visión de la Nueva Jerusalén: y referidos a él y pendientes dél aparecen los sucesos desconcertantes de la tierra por medio de los cuales los perversos se castigan a sí mismos, y los elegidos alcanzan su destino.
«Los vencedores de la bestia, de su imagen y de la cifra de su nombre». En esta escena se anticipa por segunda vez, como presente, la victoria de Cristo todavía futura, que ha de decidirlo todo; de esta manera los fieles de Cristo vienen confirmados con certeza profética en la esperanza de la salvación definitiva totalmente cierta, antes de ser introducidos juntamente con los incrédulos en el difícil período del último juicio de Dios que les amenaza.
Deben estar totalmente y sin vacilación del lado de Cristo; la dependencia de la bestia está expresada allí de manera figurada, como galanteo con Babilonia, símbolo de la metrópoli del reino del anticristo. La libertad del amor perfecto une a los elegidos con su Señor; están de su lado en obediencia incondicional y le siguen por todos los caminos por los que los lleva. Su buena disposición no conoce obstáculos; incluso cuando los guía por el camino que él mismo siguió como hombre, por la persecución y la muerte a la glorificación, no se retraerán ante el testimonio de su propia sangre. Como característico del séquito del Cordero se menciona un cierto distintivo: la veracidad incondicional. Quien pertenece a Dios, cuya esencia es verdad y fidelidad, no puede ya tener nada en común con el «padre de la mentira», cuya naturaleza es fundamentalmente la mentira. Rectitud de pensamiento y de sentimientos, veracidad en las palabras, lealtad en el modo de proceder, un ser franco, sin discrepancia entre las palabras y las acciones; en una palabra: la personalidad transparente, sin nubes, con la que se puede contar, sólo puede existir en la luz de Dios, que es la verdad. En resumen se dice que son sencillamente intachables. Si los mismos animales que se ofrecían en sacrificio en la antigua alianza debían ser sin tara, esta exigencia se aplica sobre todo a las «primicias» de la alianza perfecta y consumada que constituyen el séquito del Cordero «sin defecto ni tacha».
Rey de las naciones, igual que en:
Jer 10: 7-8 ¿»Quién no te temerá a ti, oh rey de las naciones? Porque tuya es la gloria; entre todos los sabios de las naciones, y en todos los reinos no hay ninguno semejante a ti. De necios e insensatos quedarán convencidos todos ellos; el leño, que adoran, es la prueba de su vanidad o insensatez».
Monseñor Straubinger comenta: Los expositores señalan aquí un verdadero mosaico bíblico: «El v. 3 se inspira en el Salmo 96, 2, comentando en el Salmo 96:2: El nuevo Salterio Romano resume así el contenido de este Salmo: «El salmista contempla en su mente al Señor viniendo al fin de los tiempos para constituir el reino mesiánico, el P. Callan se pregunta cuál es la situación que hoy hallamos en el mundo, y si hay algo sobre la tierra que corresponda al cuadro pintado en el Salmo, yaque «ante todo debe notarse que el salmista no estaba soñando ni exagerando cuando escribió este poema, sino hablando como mensajero de Dios y declarando realidades por venir».
Después de señalar que las multitudes están lejos de conocer a Cristo, se pregunta si alguna vez será diferente la situación, y concluye que tal renovación parece seguramente remota, pero aun cuando «poco se ve que dé esperanza de semejante cambio, Él debe finalmente llegar si es conforme al plan divino que la visión del salmista se verifique en esta parte temporal de la era mesiánica». Y añade ese mismo autor, que entretanto cada uno puede, mediante la imitación de la vida de nuestro Señor Jesucristo, «apresurar la venida de ese tiempo bendito en que hombres y naciones, tierra y mar y toda la naturaleza viviría y se alegrarán en paz y armonía, unidos en un cántico nuevo universal y sin fin, de amor y fraternidad». «Viene para gobernar la tierra», etc. (. 13): «A restablecer la justicia y a implantar en el mundo la felicidad de la era mesiánica» (Páramo). El S. P. Pío XII ha citado este Salmo al decir que después de las tribulaciones que en la actualidad sufre la Iglesia, llegará la hora, de santo regocijo, en que el Padre celestial, por medios desconocidos por las mentes o los deseos de los hombres, restaurará la justicia, la calma y la paz entre las naciones. Cf. S. 97, 9.
«Después de esto miré, y fue abierto en el cielo el Templo del Tabernáculo del Testimonio; y del Templo salieron los siete Ángeles que llevaban las siete plagas, vestidos de lino puro y resplandeciente, ceñidos alrededor del pecho con ceñidores de oro. Y uno de los cuatro Vivientes entregó a los siete Ángeles siete copas de oro llenas de la ira del Dios que vive por los siglos de los siglos. Y el Templo se llenó del humo de la gloria de Dios y de su poder; y nadie pudo entrar en el Templo hasta que se consumaran las siete plagas de los siete Ángeles. Oí una gran voz procedente del Templo que decía a los siete Ángeles: «Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.»»
Las Siete Copas simbolizan las calamidades extraordinarias de los últimos tiempos; castigos de Dios a la Gran Apostasía; la parte causal y eficiente de lo que llamó Jesucristo la Gran Tribulación; castigos que, exacerbados y puros en los tiempos últimos, han existido siempre en la humanidad que resiste a Cristo.
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Monseñor Straubinger: Jer. 25, 15; La copa
se toma aquí como imagen de la cólera del Señor. Cf. Apoc. 16, 1 ss., etc. Jeremías ha de pasar la copa a todos los pueblos que Dios le señala, primeramente a Jerusalén (v. 18), «porque habiendo sido sus moradores más favorecidos del Señor, habían pecado más gravemente contra Él. Y aquí se echa de ver al mismo tiempo su grande misericordia y clemencia. Castiga primeramente con penas temporales a aquellos de quienes tiene mayor cuidado, para que, volviendo sobre sí, se conviertan a ti, y para acrisolarlos como el oro con el fuego de la tribulación y de las penas; y aquellos de quienes tiene menor cuidado, como son los réprobos, los castiga temporalmente con menos rigor, porque están reservados para las penas eternas» (Scio).
PRIMERA COPA
«Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra; y se produjo una úlcera horrible y maligna en los hombres que tenían la marca de la Bestia y adoraban su estatua».
La Primera Copa significa la sífilis; la cual aparece como enfermedad endémica desde el siglo XVI. Gran novedad para las gentes del llamado Renacimiento, que comenzaron a achacársela a los vecinos unos a otros.
Sabido es que ataca a los que no tienen el signo de Dios sobre la frente, casi sin excepciones; ataca a los que siguen el signo de la Bestia.
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Las plagas de este capítulo, más terribles que las anteriores (cf. 15, 1) y que las que Dios descargó sobre los enemigos de su pueblo en Egipto (Éxodo.
caps. 7-10), conservan mucha semejanza con éstas. Como en las trompetas, empiezan por tierra, mar, ríos y sol; pero la calamidad es total, en tanto que allí era de un tercio, y en los sellos era de un cuarto.
El SIDA, plaga peor, es la continuación de ésta.
El sida espiritual, en palabras de Mons. M. Lefebvre.
Después de la última trompeta, el Concilio Vaticano II, San Juan recapitula y nos presenta el castigo que justamente derrama el Ángel sobre la religión: «úlcera horrible y maligna, «la parte causal y eficiente de lo que llamó Jesucristo la Gran Tribulación». En este tiempo escatológico-histórico, el tipo de la gran tribulación, tiene su origen en el modernismo, que fue la causa del Concilio Vaticano II. Quien lo denuncia claramente es el Papa Gregorio XVI en la Carta Encíclica Mirari vos, sobre los errores modernos, 15 agosto 1832.
Libertad de conciencia
10. De esa cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando la impudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión. ¡Y qué peor muerte para el alma que la libertad del error! decía San Agustín (21). Y ciertamente que, roto el freno que contiene a los hombres en los caminos de la verdad, e inclinándose precipitadamente al mal por su naturaleza corrompida, consideramos ya abierto aquel abismo (22) del que, según vio San Juan, subía un humo que oscurecía el sol y arrojaba langostas que devastaban la tierra. De aquí la inconstancia en los ánimos, la corrupción de la juventud, el desprecio —por parte del pueblo— de las cosas santas y de las leyes e instituciones más respetables; en una palabra, la mayor y más mortífera peste para la sociedad, porque, aun la más antigua experiencia enseña cómo los Estados, que más florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria y ansia de novedades.
CARTA ENCÍCLICA QUAS PRIMAS DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI
SOBRE LA FIESTA DE CRISTO REY
Contra el moderno laicismo
23. Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad. Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, venerables hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad. Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.
Esta primera plaga nos recuerda la sexta plaga de Egipto, que hirió a los magos del faraón Jannes y Jambres que contradecían a Moisés, y les impidió presentarse en público; Fue la úlcera el castigo de la idolatría y de la inobservancia de los mandatos del Señor. Esta primera es Antitipo de la sexta plaga egipcia. «Mala;». El mismo sustantivo griego que en la Versión de los Setenta.
Eze 9:6 «Matad al anciano, al jovencito, y a la doncella, y a los niños, y a las mujeres, hasta que no quede nadie; pero no matéis a ninguno en quien viereis la Tau; y comenzaréis por mi santuario. Comenzaron, pues, por aquellos ancianos que estaban delante del templo». Monseñor Straubinger comenta: tremendo exterminio que se repitió en la caída final de Jerusalén después de Cristo, y que será superado por lo que anuncia el Apocalipsis (cf. Mat. 24, 21 s.; Apoc. 4, 20, etc.). Por mi Santuario, por los sacerdotes y ancianos, que conocían mejor la ley de Dios y por ende pecaban más al quebrantarla (cf. 8, 11). El Señor habla dicho a Aarón: «Tú y tus hijos seréis responsables de la iniquidad del Santuario» (Núm 18, 1). Cf. Mal. 2, 1 ss.; y para el Nuevo Testamento 1 Pedro 4, 17.
Segunda Copa
Significa el ensangrentamiento de las relaciones internacionales; de las cuales el mar es vehículo, y es también su símbolo en la Sagrada Escritura. Dicho envenenamiento produce nuestro permanente estado de guerra.
El mar no separa, sino más bien une y relaciona a las naciones (quienes separan y dividen son las montañas, los desiertos, los bosques, e incluso los ríos). Este símbolo responde a la predicción de Jesucristo: «y habrá odios entre las naciones». Vemos que hoy la diplomacia está podrida, como sangre de muerto: se trata de engañarse y de atemorizarse mutuamente, con pretexto de amistad y coexistencia; y nada digamos del espionaje ejercido por criminales con métodos criminales.
El dominio del mar (que tuvieron fenicios, cartaginenses, venecianos, ingleses y ahora Yanquilandia) está al servicio del monstruo del Supercapitalismo, con sus conflictos bélicos atroces e inevitables.
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No dice el Profeta «murieron todos los peces», ni tampoco «zozobraron un tercio de las naves», como en la Segunda Tuba; sino «murió todo ser viviente».
El segundo ángel derrama su copa sobre el mar, y su efecto fue el mismo que el de la primera plaga de Egipto: se convirtió el agua del mar en sangre (v.3). Aquí el autor sagrado acentúa la nota, diciendo que la sangre era como sangre de muerto, como sangre podrida. Es el mismo azote que el de la segunda trompeta. Pero con la diferencia de que la plaga no afecta sólo a un tercio de los vivientes del mar, como sucedía en la segunda trompeta, sino que aquí murieron todos los vivientes del mar.
Pero fuera de este caso apenas si se ocupa la Biblia más que de la sangre derramada (cruor), asociada siempre a la vida perdida o dada.
TERCERA COPA
«El tercero derramó su copa en los ríos y en las fuentes de las aguas; y se convirtieron en sangre. Y oí al Ángel de las aguas que decía: «Justo eres tú, «Aquel que es y que era», el Santo, pues has hecho así justicia: porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas y tú les has dado a beber sangre; lo tienen merecido.» Y oí al altar que decía: «Sí, Señor, Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos»».
La Tercera Copa significa la corrupción y perversión de la cultura; envenenamiento del mundo cultural; la pudrición de la enseñanza, la literatura, el arte, el periodismo, los espectáculos…: bocales y cántaros donde el hombre cotidianamente bebe y ha de beber si quiere vivir. Y eso porque han derramado la sangre de los santos y profetas, a los hombres iluminados cuya misión específica es estar regulando, con su visión en la cima de las relaciones culturales, las vertientes de las aguas.
La Cultura no es un lujo ni un divertimiento; ella es necesaria, es tajamar contra la barbarie, siempre latente en el hombre.
La Religión verdadera necesita de una verdadera Cultura: la Religión Católica es una religión cultural, no primitiva; por eso Ella conservó la cultura antigua amenazada durante el Bajo Imperio y los Siglos de Hierro.
Hombres religiosos se hacían monjes para copiar manuscritos. San Benito fundó una Orden y redactó una Regla admirables: vio que era necesario que algunos hombres se dedicasen al estudio, y otros trabajasen manualmente para mantenerlos, y otros, a la tarea intermedia de copiar y conservar el depósito de la antigua cultura, amenazado por los bárbaros; y al mismo tiempo cantasen todos juntos el Oficio Divino, y enseñasen la agricultura a los bárbaros y toda cultura, junto con los Cuatro Evangelios.
Vemos hoy cómo se corrompe la cultura, que se le puede aplicar lo que Tácito dijo de la de su tiempo: «Al corromper y ser hecho corrupto, a eso llaman cultura».
Mucha música y poca lógica; esteticismos y no razón… Y ese esteticismo, no para acarrear el puro goce estético, sino para divertir, distraer, hacer reír como bestias…; en suma disipar, cuando no afrodisiar.
Existe una relación entre ese veneno que corre hoy a ríos y la sangre derramada de los profetas: pues son los profetas los que mantienen sana la cultura, porque toda gran arte y gran filosofía tiene una raíz religiosa. Suprimidos los profetas, se pudre la cultura.
Hay que ver la estofa de los falsos profetas que ahora imparten a mares cultura corrompida desde los diarios, revistas, libros, radio, televisión y cátedras… Nadie puede abrevarse allí asiduamente y sobrevivir…
Por consiguiente, la tercera copa viene a ser como una repetición más completa de la tercera trompeta. Y es, a su vez, como una prolongación, una ampliación del azote de la segunda copa. Lo mismo que el río Nilo, con sus brazos y canales, se convirtió en sangre en la primera plaga de Egipto, así también sucede ahora con los ríos y fuentes de la tierra.
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CUARTA COPA
«El cuarto derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado abrasar a los hombres por su fuego. Y los hombres fueron abrasados con grandes ardores, y blasfemaron del Nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, mas no se arrepintieron para darle gloria».
La Cuarta Copa significa los daños y las amenazas de la desviación de la técnica moderna, que se ha vuelto diabólicamente mortífera y antihumana, productora de armamentos letales, devoradora de la vida y de la alegría humanas con su maquinaria.
Es sabido que todas las fuerzas que la técnica puede usar y usa (fuego, calor, vapor, dinamita y energía atómica) proceden del sol, energía que ahora en manos del hombre se ha vuelto peligrosa.
Ese calor hoy recrecido en manos del hombre atormenta a los mortales con temor y aprensión, pues se emplea principalmente en construcción de instrumentos de destrucción horríficos.
Incluso cuando se aplica a la industria, produce desocupación, sobreproducción, carestía, luchas sociales y, finalmente, guerras.
Todo esto atormenta, quema, mantiene temor y angustia en los ánimos de la humanidad actual.
El remedio que se aconseja aplicar es la restricción antinatural de los nacimientos.
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El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol (v. 8), cuyo calor se hizo más intenso para atormentar a los moradores de la tierra. Estos, lejos de reconocer sus pecados y hacer penitencia de ellos, se desahogan en blasfemias contra Dios. La cuarta copa tiene cierta semejanza con la cuarta trompeta, en cuanto que la plaga afecta al sol; pero aquí, en lugar de oscurecerse, parece brillar con mayor ardor.
La cuarta copa es derramada sobre el sol; su contenido causa, como aceite que se derrama sobre el fuego, no la disminución de su claridad, como en la correspondiente plaga de las trompetas, sino una intensificación de su calor, como fuego que todo lo abrasa. En este último tiempo, los castigos de Dios no mueven ya, como antes (cf. 11,13), a los hombres a penitencia y conversión; de los labios de los empedernidos en el mal, que seguramente saben quién les envía estos correctivos y por qué lo hace, sólo salen ya blasfemias y maldiciones.
Mons. Straubinger comenta: ¡No se arrepintieron! (cf. vv. 11 y 20; 21 y nota). ¿No es acaso lo que ya estamos viendo? Dios castiga
al mundo con terribles azotes y sin embargo la sociedad humana sigue sus propios planes sin preocuparse por saber cuáles son los de Él. Dios Todopoderoso respeta entonces la libertad de sus creaturas (cf. 22, 11) porque, siendo Padre, no exige por la fuerza el amor de sus
hijos; pero derramará sobre los hombres la copa de su ira porque éstos preferirán seguir siendo «hijos de ira», como cuando eran paganos sin redención (cf. Ef. 2, 3 ss.; 5, 6), y quedar sujetos a la potestad de las tinieblas, rehusando trasladarse «al reino del Hijo muy amado» (Col. 1, 12 s.). La venganza del amor ofendido (cf. Cant.
8, 6 y nota) será tan terrible como acabamos de ver en 14, 20 y como lo veremos en 19, 17 ss. Pirot observa que estas plagas caen sobre todas las naciones de la gentilidad y es de notar que su apostasía contrasta con la conversión de Israel (véase 11, 13 y nota) como ya lo advirtió S. Pablo a los Romanos (cf. Rom. 11, 20 y 31 y notas). Tan claro anuncio hecho por Dios bastaría para argüir de falsos profetas a todos los creyentes en el progreso indefinido de la humanidad, que la halagan (cf. II Tes. 4, 3) y la adormecen pronosticándole días mejores. Jesús mostró que así será hasta el fin (Luc. 18, 8; Mat. 24, 24.30). Cuando digan paz y seguridad vendrá la catástrofe (I Tes. 5, 3). Cf. 11, 15 y nota.
QUINTA COPA
«El quinto derramó su copa sobre el trono de la Bestia; y quedó su reino en tinieblas, y los hombres se mordían la lengua de dolor. Y blasfemaron del Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, pero no se arrepintieron de sus obras».
La Quinta Copa significa la confusión, entenebrecimiento e impotencia política de los gobernantes; la oscuridad, el desorden y la incertidumbre de la cosa política.
La Sede de la Bestia es el poder político. Es maravilloso comprobar hoy el desconcierto de los estadistas, que manotean como en medio de espesas tinieblas. Los gobernantes no saben qué hacer.
Los problemas políticos actuales han devenido tan vastos y complejos que la mente de los estadistas no puede ya ni resolverlos, ni tan siquiera comprehenderlos, es decir, ni abarcarlos.
En la alocución de Navidad de 1947, Pío XII habló de «las tinieblas que han caído sobre el mundo».
Dirá alguno que los políticos hoy no se muerden la lengua, antes al contrario, hablan demasiado. Nos son ésos los políticos, sino los politiqueros. Los verdaderos políticos no saben a punto cierto qué decir.
Y a osadas, eso de darle a la lengua, es una manera de evitar el «comérsela» o «mascársela», como dice el texto…
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El quinto ángel derrama su copa sobre el trono de la bestia; el poder del mundo, que está al servicio de Satán, experimenta por primera vez cómo se han puesto limites a su violencia, pese a toda sagaz reflexión, a todo planeamiento consecuente y a todas sus amplias disposiciones. Su resplandor, manifestado como obvio y natural, se extingue; los hombres se sienten repentinamente inseguros al nublarse aquello en que habían puesto toda su fe y en que estribaba su esperanza; a ello se añaden como una plaga dolores físicos insoportables. Las insinuaciones son demasiado concisas para que se pueda deducir de ellas algo un tanto concreto. Probablemente no es posible utilizar para su inteligencia los detalles de la correspondiente plaga de las trompetas, ampliamente desarrollada (9, 1-11). El empleo de correctivos más fuertes no da lugar a la conversión, sino que incrementa, con furor encarnizado, la rebelión contra Dios. El Dios que había sido declarado depuesto y «muerto» vuelve a aparecer de repente y es culpable de todo.
La plaga de la quinta copa nos recuerda el oscurecimiento de los astros y del aire de la quinta trompeta y la novena plaga de Egipto. El autor del libro de la Sabiduría comenta la novena plaga de Egipto, ponderando los tormentos que los egipcios padecieron envueltos en espantosas tinieblas y como aprisionados por ellas. Esto mismo hace nuestro autor al decirnos que de dolor se mordían la lengua y blasfemaban del Dios del cielo a causa de las penas y úlceras que sufrían (v. 11). Comenta Monseñor Straubinger: Rechazar las obras evidentemente divinas y obstinarse en la senda del mal, es, según San Atanasio y San Ambrosio, pecar contra el Espíritu Santo; pues estas obras de la bondad y santidad de Dios son un don del Espíritu Santo.
Monseñor Straubinger continúa comentando el texto de
(Sab; 17, 17).En la vida espiritual «la cadena de tinieblas»
consiste en el hábito del pecado. «La sugestión del demonio engendra el placer del pensamiento; el placer engendra el consentimiento, el consentimiento la acción; la acción lleva a otra acción; y de ahí viene en seguida el hábito, luego viene el abandono de Dios, el endurecimiento, la condenación.»
SEXTA COPA
«El sexto derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y sus aguas se secaron para preparar el camino a los reyes del Oriente».
La Sexta Copa significa la caída de la barrera que protegía a la Europa del Asia.
Llegamos a la Granguerra. El río Éufrates era para los romanos cosa muy definida y conocida: era la frontera del Imperio con el Oriente, frontera entra la Civilización y la Barbarie, celosamente conservada.
La sexta plaga allana el camino al Oriente en armas contra el Occidente.
¿Se ha retirado hoy día alguna gran barrera o cintura entre Oriente y Occidente? Pero claramente. En las bancas de las Naciones Unidas se sientan —mal— no sólo los rusos, sino también los chinos y los katangudos.
La entrada del Japón, China y Rusia en el concierto internacional indica que ha sido anulada una inmensa barrera internacional.
Japón ganó la guerra del 14, China es hoy uno de los cuatro grandes. Rusia ha estado confinada durante mucho tiempo por la barrera de una política europea preventiva.
Las inmensas masas del Oriente hormigueante, encabezadas por Rusia, han entrado ruidosamente en el escenario de la política mundial, han entrado con un sentido irreligioso y herético, y han entrado en virtud del liberalismo y sus dos hijos (comunismo y modernismo). El liberalismo deshizo la barrera que el sentido instintivo y tradicional del europeo había creado.
La pulseada diplomática entre Rusia y Estados Unidos, con la amenaza de una enorme guerra, es el suceso dominante de la vida política del mundo. Pues bien, es el liberalismo en pugna con su hijo el comunismo, el espíritu batracio que salió de la boca de la Bestia y el otro que salió de la boca del Dragón.
El modernismo coaligará a los dos; los fusionará al fundente religioso. El modernismo es el fondo común de las dos herejías contrarias que algún día —que ya vemos venir— las englobará por obra del Pseudo-profeta.
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La sexta copa, lo mismo que la sexta trompeta, hace referencia al río Eufrates y al azote de la guerra. La plaga de la sexta copa está descrita más por extenso. La precedente afectaba al titular, mientras que esta otra se refiere a los aliados e instrumentos del poder mundano, que está al servicio de Satán.
Con el desecamiento del río Eufrates (cf. Is. 11: 15; Jer. 51:3 6) se suprime la barrera que hasta ahora representaba un obstáculo para la reunión del entero contingente de poder del Anticristo. Los poderosos del mundo, que se habían puesto al servicio de la trinidad satánica, creen que ha llegado la ocasión propicia para dar ahora juntos el golpe de muerte definitivo a la Iglesia de Cristo en la tierra. La triga satánica redobla su propaganda a este objeto; se enganchan tres propagandistas y promotores de guerra suplementarios, espíritus diabólicos que emanan de ellos, espíritu de su espíritu. Los nuevos jefes de propaganda tienen la figura de sapos; en la religión de los persas, que residían al Este del Eufrates («los reyes que vienen de oriente»), se tenía a los sapos por instrumentos de Ahrimán, el dios de las tinieblas; ésta sería la razón de que los «tres espíritus inmundos» aparezcan en la figura de estos animales.
Monseñor Straubinger comenta: «espíritus inmundos», como los que vemos actuar en el Evangelio (Mat. 10, 1; Marc. 1, 23).
No sabemos si obrarán por medio de algún poseso.
LAS TRES RANAS (XVI: 13-16)
«Y vi cómo de la boca del dragón y de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta salían tres espíritus inmundos en figura de ranas. Son espíritus demoníacos que obran prodigios y van a los reyes de todo el orbe para convocarlos para la gran batalla del gran día del Dios Todopoderoso».
Las Tres Ranas son tres herejías, las últimas y novísimas: el Liberalismo; el Comunismo; el Modernismo o Naturalismo Religioso.
El texto no dice «tres demonios», sino tres «espíritus demoníacos», expresión que designa un movimiento, una ideología o una
teología. Se parecen a ranas, animal viscoso y lascivo, oculto y fangoso, vocinglero y aburridor, que repite sin cesar su croar monótono. Esta herejía política, difundida hoy en todo el mundo, es el viejo naturalismo religioso, cuyo fondo es la idolatría del Hombre, o de la Humanidad, el peor error posible.
Consiste en una adulteración sutil del Cristianismo, al cual vacía de su contenido sobrenatural, dejando la huera corteza, la cual rellena de inmediato el «espíritu que ama los sitios sucios y los lugares vacantes» con el antiguo «seréis como dioses». El cuá-cuá del liberalismo es «libertad, libertad, libertad». El cuá-cuá del comunismo es «justicia social». El cuá-cuá del modernismo, de donde nacieron los otros y los reunirá un día, es «Paraíso en la Tierra; Dios es el Hombre; el hombre es dios».
La democracia es el coro de las tres ranas juntas: democracia política, democracia social, democracia religiosa = un régimen político religiosamente salvífico, y por lo tanto necesario y hasta obligatorio para todos los pueblos.
Estas son las tres primeras herejías con efecto político y alcance universal; y son las tres últimas herejías, porque no se puede ir más allá en materia de falsificación del cristianismo. Son literalmente los pseudocristos. En el fondo late la «abominación de la desolación«, la peor idolatría, pues en el fondo del modernismo está latente la idolatría más execrable, la apostasía perfecta, la adoración del hombre en lugar de Dios; y eso bajo formas cristianas e incluso manteniendo tal vez el armazón exterior de la Iglesia.
EN EL LIBRO EL FIN DE LOS TIEMPOS Y SEIS AUTORES MODERNOS pág. 342:
Las tres Ranas
Ya tenemos varios de los personajes del drama: el Dragón, el Anticristo, el Pseudoprofeta. ¿No será, nos preguntamos, la nueva trinidad, el simiesco y satánico remedo de la Trinidad divina: el Dragón emulando al Padre, el Anticristo al Verbo, y el Pseudoprofeta al Espíritu Santo? El Apocalipsis nos informa que los tres personajes son fecundos: «Y vi que de la boca del Dragón, de la boca de la Bestia y de la boca del Pseudoprofeta salían tres espíritus inmundos en forma de ranas. Son tres espíritus demoníacos, obradores de prodigios, y se encaminan donde los reyes de toda la tierra para convocarlos a la gran batalla… Los convocaron en el lugar llamado en hebreo Armagedón» (Ap. 16, 13-14 y 16). En estas Tres Ranas, eructadas por el Dragón, el Anticristo y el Pseudoprofeta, Castellani cree ver el liberalismo, el comunismo y el modernismo, en cuya conjunción o alianza alcanza su plenitud el viejo naturalismo que, como lo señalamos, es en el fondo el gran proyecto del Anticristo. Tres herejías que parecen ranas porque son vocingleras, saltarinas, pantanosas y tartamudas, dice. Muchos creen que el liberalismo está en las antípodas del comunismo. Nada más lejos de la realidad ya que, como lo demostró fehacientemente Dostoievski, el segundo, ese espíritu batracio que sale de la boca de la Bestia, es hijo del primero. Tanto el liberalismo como el marxismo tienen todas las características de una religión. Pero por si ello no quedara claro, el modernismo, que a los ojos de Castellani es el fondo común de aquellas dos ideologías contrarias aunque no contradictorias, algún día las copulará estrechamente por obra del Pseudoprofeta. «El «cuá-cuá» del liberalismo es «libertad, libertad, libertad»; el «cuá-cuá» del comunismo es «justicia social»; el «cuá-cuá» del modernismo, de donde nacieron los otros y los reunirá un día, podríamos asignarle éste: «Paraíso en la tierra»; Dios es el Hombre; el hombre es Dios.»
El Modernismo es la herejía suprema. Según decía san Pío X, las engloba a todas, es como su encrucijada. Será la última herejía, porque en materia de falsificación del cristianismo o parece posible ir más allá. ¿Se puede imaginar acaso una idolatría más execrable, una apostasía más perfecta que la adoración del hombre en lugar de Dios, y eso bajo formas cristianas, manteniéndose incluso el armazón exterior de la Iglesia? En su novela Los papeles de Benjamín Benavides,
pone Castellani un ejemplo típico de dicha actitud de espíritu. Alude allí a un libro de los modernistas donde se habla con emoción de la Misa cantada: es un espectáculo imponente, se lee en el mismo, no hay que dejar esa egregia conquista del «patrimonio cultural» de la Humanidad, sino procurar que se conserve y perfeccione… podada, eso sí, de la pequeña superstición que ahora la informa, a saber, la presencia real de Cristo en el Sacramento. Con lo que la ceremonia, concluye Castellani, queda «vacía», o mejor, «queda vacía hasta que otro ocupe el lugar de Cristo en el Sacramento».
He aquí las tres herejías, que al decir de nuestro autor, «se van a unir por las colas —cosa admirable, dado que las ranas no tienen cola— contra lo que va quedando de la Iglesia de Cristo, un día que quizá no esté lejano.
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Su campaña propagandística tiene éxito. El mundo entero se incorpora como un solo hombre y todos los poderes del mundo entran en campaña contra Dios y contra los que se le mantienen fieles. Como campo de batalla, el Apocalipsis menciona Armagedón: «Montaña de Megidó» (cf. 2 Cor. 35: 22). Junto a la fortaleza israelita de Megidó, al borde sudeste de la llanura de Esdrelón, tuvieron lugar muchos combates históricos; esto pudo ser el motivo por el que se aplicó este nombre simbólico al teatro de la decisiva batalla escatológica.
El eminente escriturita jesuita P. Rovira, el que escribió el artículo «PARUSIA» en la Enciclopedia Espasa, dice que: Vimos ya que el Anticristo ha de reunir sus reyes y sus ejércitos para pelear contra el Cordero. Entonces, pues, vendrá Cristo a destruirle y a salvar y librar a los suyos. Así lo dijo ya Zacarías; saldrá el Señor y peleará con aquellas gentes enemigas de Jerusalén, y se afirmará sus pies en el Monte de los Olivos (Zac. 14, 3,4).
Zac. 14, 3-4 «He aquí que vienen los días del Señor, y se hará en medio de ti la repartición de tus despojos. Y yo reuniré a todas las naciones para que vayan a pelear contra Jerusalén, y la ciudad será tomada, y derribadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de los ciudadanos será llevada al cautiverio, y el resto del pueblo permanecerá en la ciudad. Y saldrá después el Señor, y peleará contra aquellas naciones, como peleó en el día de aquella batalla.
Pondrá Él en aquel día sus pies sobre el monte de las Olivas, que está enfrente de Jerusalén , al oriente; y se dividirá el monte de las Olivas por medio hacia levante y hacia poniente con una enorme abertura; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el mediodía. Y vosotros huiréis al valle de aquellos montes, pues el valle de aquellos montes estará contiguo al monte vecino, y huiréis al modo que huisteis por miedo del terremoto en los tiempos de Ozías, rey de Judá. Y vendrá el Señor mi Dios; y con él todos los santos.»
Monseñor Staubinger comenta estos versículos: Jerusalén es tomada por los enemigos y la mitad de la población es llevada al cautiverio. En ese momento crítico el Señor obra un milagro: baja del cielo y asume la defensa de su pueblo, peleando como peleó en el día de la batalla. Fillion desecha aquí la idea de que pueda tratarse de la toma de Jerusalén por los romanos, observando que «Dios no combatió entonces contra Roma para defender a los judíos». El Señor pone sus pies sobre el Monte de los Olivos y a su contacto el suelo tiembla y se abre en dos partes, de manera que el resto de los habitantes puede huir hacia el este o abertura o nuevo valle formado por la división del monte…De aquí que algunos crean que Jesús efectuará su vuelta sobre el monte de los Olivos, en el lugar mismo donde subió a cielo. La «Didaje» cita este pasaje en el sentido de que los santos acompañarán a Jesús en su segunda venida.
2 Ts 2: 8, 15 «Y entonces aparecerá el impío, a quien el Señor Jesús destruirá con un soplo de su boca, y lo aniquilará con la manifestación de su parusía.» Aquél tendrá también su parusía bajo la acción poderosa de Satán, en forma de toda clase de poder, de signos y de prodigios mentirosos, y de toda clase de seducciones de injusticia, destinadas a los que están en vías de perdición, por no haber acogido el amor de la verdad que los salvaría.
Y por esto Dios les manda una fuerza poderosa de seducción que los lleve a creer en la mentira, de suerte que acaben condenados todos los que no creyeron en la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.
Pero nosotros debemos estar constantemente dando gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, porque Dios os ha escogido como primicias para la salvación por la santificación del Espíritu y por la fe en la verdad.
Para esto os llamó por medio de nuestro Evangelio: para que logréis la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
Así, pues, hermanos, manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido, ya de palabra, ya por carta nuestra».
También indica el Apóstol en qué apoyaban su argumentación los propagadores de esa falsa alarma: «Espíritu., discurso, epístola atribuida a nosotros» (v. 2). Es decir, recurrían a supuestas
profecías o revelaciones del Espíritu, a dichos atribuidos a Pablo, e incluso a cartas que no eran suyas (cf. 3: 17). Nótese que no tendrán eficacia sobre los hombres buenos y sinceros, sino sólo sobre «los destinados a la perdición, por
no haber recibido el amor de la verdad». Evidentemente, esta última expresión está aludiendo a la verdad evangélica, a la que el Apóstol personifica en cierto modo, cual si fuese llamando amorosamente al corazón de los hombres para que la reciban y se salven. Por no haber acogido esa verdad, que se presentaba amorosamente con milagros auténticos y llevaba a la salud, ahora, ¡qué irrisión!, acogen la «mentira,» que se presenta con milagros «engañosos» y lleva a la condenación.
Les envía; Griego, «está enviando»; el «engaño» ya está empezando. Judicialmente envía Dios dureza de corazón a los que han rechazado la verdad, y los entrega en justo juicio a los engaños de Satanás (Is. 6: 9-10; Rom.1: 24-26 y 28). Ellos primero rechazan el amor a la verdad, luego Dios los entrega a los engaños de Satanás, finalmente ellos se acomodan «creyendo la mentira»: terrible culminación de su carrera (I Rey. 22: 22-23; Eze. 14: 9; Job. 12: 16; S.Mat. 24: 5 y 11; 1Tes. 4: 1).
Santo Tomas comenta estos versículos: «que nadie os seduzca»; y es uno seducido o engañado por una falsa revelación; de donde dice: «con supuestas revelaciones» o por el espíritu, esto es: si alguno dijere que el Espíritu Santo le ha revelado algo en contra de mi doctrina, «no os aterroricéis» (1 Jn 4; Ez. 13). Algunas veces también Satanás se transfigura en ángel de luz, como se dice en 2 Cor. 11 y 3 Reyes, 22: «saldré y seré un espíritu mentiroso en la boca de todos sus profetas»… Dice pues que la causa por la que serán engañados es el no haber recibido y amado la verdad, esto es, la verdad del Evangelio (Jn 8; Job 24); y dice: «caridad de la verdad», porque, al no estar informada la fe por la caridad, no tiene ningún valor (I Cor. 13; Gál. 6). Y añade el provecho que trae la verdad diciendo: «a fin de salvarse» (Rom. 5). Pero por culpa de no haber recibido la verdad, la pena será su engaño; de donde dice: «enviaré», esto es, permitirá obre en ellos «el artificio del error» (Is. 19, 3 Reyes, 22). Por eso dice: «con que crean a la mentira», esto es, a la falsa doctrina del Anticristo (Rom. 1). Pero la pena es la eterna condenación; de donde añade: «para que sean condenados», con sentencia de condenación (Jn. 5), «todos los que no creyeron a la verdad» (Jn. 3).
La aceptación de la verdad se efectúa siempre en obediencia y humildad. Tal es la actitud de los pobres y de los niños. Cristo en su predicación declara bienaventurados a los pobres y a los niños. Estamos llamados a realizar esta actitud fundamental para ser así salvados.
«He aquí que vengo como ladrón. Dichoso el que vela y conserve sus vestidos, para no tener que andar desnudo y mostrar sus vergüenzas».
«Mirad que vengo como ladrón, dice el Señor. Dichoso el que vela, y guarda bien sus vestidos, para no andar desnudo, y que no vean sus vergüenzas». San Juan parece interrumpir su relato para recordar aquí, como para consuelo frente a esa horrible visión, estas palabras que, como dice Gelin, son de Cristo (Luc. 12, 39 s.) y se refieren a su Parusía (3, 3). Sobre esta reiterada advertencia de Jesús cf. 22, 7, 12 y 20; I Tes. 5, 2 y 4; II Pedr. 3, 10. «Velad, pues, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor» (Mat. 24, 42). «La bienaventuranza de los que velan es una de las siete de nuestro Libro» (Pirot). Cf. 22, 7. Sus vestidos: señal de estar preparado, como Él lo dice en Luc. 12, 35.
Esta misma recomendación se hace a las tres últimas Iglesias de la Primera Visión.
«Y los congregaron en el lugar que en hebreo se llama Armagedón».
Cierra San Juan esta plaga con la referencia a la Granguerra, para narrar en la siguiente la catástrofe de la Ciudad Capitalista.
Salieron las Ranas para preparar la batalla del Día Grande del Dios Omnipotente. Las Ranas son tres espíritus inmundos capaces de hacer prodigios para congregar a los reyes de toda la tierra para la última batalla contra Dios.
Para preparar esa batalla cae el veneno de la Sexta Copa sobre el río Éufrates y lo suprime, para dejar paso a los reyes de la parte oriental.
Armagedón (la aldea de Megido) era para los hebreos el lugar típico de la Gran Batalla, de las batallas decisivas.
No designa aquí lugar geográfico alguno; es el lugar simbólico en que serán deshechas para siempre las fuerzas del Mal; y concretamente señala la Guerra de los Continentes; o sea, del Oriente contra el Occidente.
SÉPTIMA COPA
«El séptimo derramó su copa en el aire, y salió una poderosa voz del Templo, desde el trono que decía: «Hecho está». Y hubo relámpagos y voces y truenos, y se produjo un gran terremoto, como no lo hubo desde que existen hombres sobre la tierra. Así fue de grande este poderoso terremoto. Y la Gran Ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de los gentiles se desplomaron».
La Séptima Copa es la Parusía, precedida por la caída de Babilonia, la Urbe Capitalista.
El Terremoto Grande designa siempre la Parusía
Monseñor Straubinger comenta: Dan. 2, 45 «La piedra» despedida de la montaña sin concurso humano y que se hace ella misma un monte (v.
34 s.) es, según opinión unánime. Jesucristo, el Mesías y Salvador. Él fundará su reino sobre las ruinas de los imperios del mundo. Él es la piedra fundamental del reino, de Dios, como vaticinó ya Isaías: 9.»He aquí que pondré en los cimientos de Sion una piedra, piedra escogida, angular, preciosa, asentada por fundamento» (Is. 28, 16). Jesucristo se llama a Sí mismo piedra en Mat. 21, 42 ss., donde dice a los Judíos que el reino de Dios les será quitado, y agrega: «Quien cayere sobre esta piedra, se hará pedazos; y a aquél sobre quien ella cayere, lo hará polvo» (cf. S. 117, 22).
El Mesías, en efecto, fue piedra de tropiezo para Israel que lo rechazó (cf. Luc. 2, 34; Is. 8, 14; Rom. 9, 33;
1 Pedro 2, 7), y se presenta haciendo polvo (v.
35) a los imperios gentiles. También los intérpretes judíos están de acuerdo en reconocer que
esta nueva descripción designa el reino que según los oráculos de los profetas debía fundar el Mesías. El monte de donde se desprende la piedra es «probablemente la colina de Sión que en otros oráculos cristológicos, está en relación estrecha con el Mesías y su reino. Cf. S. 2, 6; 19, 2;
Is. 2, 2, etc.» (Fillion).