ESPECIALES DE RADIO CRISTIANDAD CON EL P. GROSSO – OCTUBRE DE 2012 – ANEXO SOBRE EL MILENIO

ESPECIALES DE RADIO CRISTIANDAD CON EL P. GROSSO

OCTUBRE DE 2012

ANEXO SOBRE EL MILENIO

Grabado en vivo en nuestros estudios el 23 – 24 y 25 de octubre del año del Señor 2012.

Audios para escuchar y bajar:

1º) EL MILENIO

(Fuera del programa oficial sobre el Apocalipsis y a propósito de los comentarios de los últimos días)

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2º) ESPECIAL SOBRE EL APOCALIPSIS:

A) LAS SIETE COPAS DE LA IRA DE DIOS:

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B) LA GRAN RAMERA:

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El R. P. Alfredo Sáenz, S.J., en su libro el fin del mundo y seis autores modernos dice del R. P. Leonardo Castellani:

Nuestro autor no ignora todas las alergias que hoy suscita el tema del Milenio. Él lo cree plenamente coherente con la doctrina de la Iglesia. El milenismo espiritual no ha sido jamás condenado por la Iglesia, ni lo será nunca, sostiene, por la simple razón de que la Iglesia no podría condenar a la mayoría de los Santos Padres de los cinco primeros siglos, entre ellos a los más grandes.

Es cierto que hace varias décadas el Santo Oficio dio a conocer sobre este asunto dos decretos disciplinares para América del Sur, donde se prohibía la enseñanza del «milenarismo mitigado». En el primero de ellos, de 1941, se definía claramente en qué consiste dicho tipo de milenarismo, a saber, «el de los que enseñan que antes del juicio final, con previa o sin previa resurrección de justos, Cristo volvería a la tierra a reinar corporalmente». En 1944 apareció el segundo decreto, de índole aclaratoria, donde en vez de «corporalmente» se pone «visiblemente«, ya que el primer adverbio resultaba inadecuado si se aplicaba a la época de la Iglesia en la tierra, donde Cristo está siempre «corporalmente» en el Santísimo Sacramento. Lo que está prohibido, sostiene Castellani, es enseñar «que Cristo reinará visiblemente desde un trono en Jerusalén sobre todas las naciones; presumiblemente con su Ministro de Agricultura de Trabajo y Previsión y hasta de Guerra si se ofrece». Lo cual, obviamente ningún Santo Padre o teólogo serio Sostiene.

El mismo R. P. Leonardo Castellani en su libro catecismo para adultos en su capítulo «HABRÁ UN JUICIO FINAL «nos dice:

Así que tienen aquí figurados muy veraz y exactamente los tres milenismos, con lo cual cumplo mi oficio de Doctor en Teología y con esto no predico ninguno de los tres milenismos, sino simplemente digo «le cose come stanno» ¿Por qué digo esto? Porque existe una prohibición de enseñar el milenismo espiritual dada al Reino de Chile en 1941; la cual el año 1944 se extendió a la República Argentina. Tengo el texto latino y castellano de los dos decretos, el contra Chile y el contra la Argentina, julio de 1941 y julio de 1944 que no leo por no alargarme.

Son dos disciplinares, no doctrinales; es decir, son órdenes, y dicen que el milenismo espiritual no se puede enseñar sin peligro en esos dos paisuchos, nada más. Eso fue lo que fulminó al pobre Martínez Zuviría, José Ignacio Olmedo, y al Padre Straubinger y a varios otros.

Se asustaron, se callaron la boca y no dijeron nada. Esos dos decretos están firmados por el Card. Pizzardo (o Pizzapardo, como le decían en Roma) y definen mal el milenismo, pues el primero dice que los que enseñan que Jesucristo va a reinar durante mil años en la tierra «corporalmente» son peligrosos y eso no se debe enseñar. Ahora bien, alguien le hizo notar al Card. Pizzardo que se estaba «condenando a sí mismo» porque según ellos la Iglesia actual es el Reino de los 1.000 años, y ahora Cristo reina en el Smo. Sacramento corporalmente.

También le advirtieron al Card. Marchetti Selvaggiani que por condenar a los milenistas espirituales se estaba condenando a sí mismo; y entonces cambiaron corporaliter por visibíliter, que no va a reinar visiblemente en la tierra durante mil años. Pero ningún milenista espiritual enseña que Jesucristo reinará visiblemente en el mundo con un Ministro de Agricultura o de Bienestar Social y todas esas cosas.

Nadie dice eso. Todos dicen que van a resucitar una parte de los muertos (los mártires de los últimos tiempos) y ellos van a gobernar la tierra pero no como gobernantes ordinarios sino apareciéndose a los «viadores», a los mortales que van a quedar; van a quedar mortales durante mil años y van a procrear gente y van a ser numerosos los cristianos que vivan en ese tiempo de la Iglesia, pero van a gobernar los obispos y los curas, como siempre.

Se van a aparecer los resucitados como Jesucristo se apareció después de su resurrección a los Apóstoles. Y con esas solas apariciones van a poner una prosperidad increíble en la Iglesia. De manera que en el segundo decreto tampoco acertaron, así que son nulos los dos decretos, pero sin embargo aquí los siguieron al pie de la letra.

En palabras del R. P. Leonardo Castellani: «El eminente escriturista jesuita P. Rovira, el que escribió el artículo «PARUSIA» en la Enciclopedia Espasa».

Duración del reino da los santos, hemos visto que según la predicción de Daniel (VII, 26, 27). inmediatamente después de la muerte del Anticristo no se acabará el mundo, sino que seguirá la Iglesia compuesta de judíos y gentiles y extendida por toda la tierra, y los santos ejercerán el poder y la soberanía y a ellos servirán y obedecerán todos los reyes del orbe.

Esta interpretación del texto daniélico es no universalmente reconocida pero sí la más común y autorizada y más conforme a las palabras del profeta. Pero ¿cuánto tiempo ha de durar este reino de los santos en la tierra?

Esto es ya objeto de discusión; del texto daniélico no puede sacarse nada, pues aunque Daniel dice que su reino será sempiterno es porque nos presenta este reino de los santos en la tierra continuándose con el del cielo, el reino de los santos anterior al juicio final, continuándose con el de después del juicio.

Mas ahora hablamos solamente del reino de los santos en la tierra, del reino de los santos anterior al juicio final: y éste, claro está que no ha de ser eterno.

Pero ¿cuánto tiempo ha de durar? Algunos intérpretes, aun de los que admiten el reino de los santos en la tierra, dicen como Tirini, A. Lapide… que este reino ha de durar breve tiempo; otros no hablan de su duración, otros suponen o afirman que durará largo tiempo; y esto último parece más conforme con la mente de Daniel, pues que nos presenta un reino en la tierra, debajo del cielo, y lo contrapone á los otros cuatro reinos antiteocráticos figurados por las cuatro bestias, que son, según la interpretación común de los Santos Padres y de los buenos intérpretes, el reino ó imperio babilónico, el medo-persa, el griego y el romano.

Pero, en fin, Daniel nada nos dice de la duración de este reino de los santos en la tierra. Y, por consiguiente, de las palabras de Daniel no podemos sacar cuánto durará, si breve, si largo tiempo. Si, pues, hay otro texto en la Sagrada Escritura que nos determine de algún modo la duración del reino de los santos, la sabremos, si no, no la sabremos.

En este punto los milenaristas fundándose en el Apocalipsis (XX, 1-9) admitieron después de la muerte del Anticristo un reino de Cristo y de los santos en la tierra que había de durar mil años. Pero los milenaristas eran de dos clases.

El milenarismo herético y judaizante, cuyo fundador fue Cerinto, de los que admitían un reino de Cristo terreno con placeres y deleites materiales y sensuales, o asimismo un reino judaizante en el que se restablecería la circuncisión y los sacrificios, ritos y ceremonias de la ley mosaica.

El otro milenarismo admitía un reino espiritual de Cristo y de los santos en 1a tierra que había de durar mil años. Este otro milenarismo, aunque no fue universalmente admitido, estuvo con todo muy extendido en los primeros siglos de la Iglesia.

Y así, milenaristas fueron san Papías, obispo de Hierápolis; san Ireneo, obispo de Lión, adv. haer. (c. XXXII-XXXVI); san Justino mártir, Dialog. cum Trypk. (n. 80), quien dice que muchos cristianos, aunque no todos, son del mismo parecer; el autor de la Epístola de Bernabé (t.
XV), el de la Didascalia, Tertuliano, adv. Martion (1. III, c. XXIV), san Victoriano, obispo Petavionense y mártir, De Fabrica mundi; san Metodio, Conviv. Decern Virgiuum (or. IX, c. V), y Lactancio., Di pinar Institul. (lib. VII, c. XXIV), San Zenón, obispo de Verona (lib. II, tract.
VI) y otros. Verdad es que otros Santos Padres no admiten el milenarismo y aun positivamente lo rechazan y combaten, pero, en general, atacan y combaten el milenarismo terreno y carnal o el judaizante, mas no el de Ireneo y Papías.

Y así, san Agustín, De Civ. Dei (lib. 20, c. 7), dice: Esta opinión (la de los milenaristas) sería tolerable si juzgasen que los santos en aquel sábado habían de gozar de delicias espirituales por la presencia del Señor. Pues que también nosotros fuimos en otro tiempo de esta opinión; mas como dicen que los que resucitaren se entregarán a placeres carnales sin moderación alguna, esto no pueden creerlo sino los carnales. Por donde se ve que san Agustín rechaza el milenarismo carnal.

Asimismo san Jerónimo, acérrimo impugnador del milenarismo judaizante, dice del otro milenarismo, (comm. in Jer. c. XIX): Y aunque no sigamos esta opinión, con todo no podemos condenarla, porque muchos varones eclesiásticos y mártires dijeron estas cosas. Dos cosas son también dignas de notarse.

La primera es que la Santa Iglesia nunca ha reprobado positivamente el milenarismo de los Santos Padres y mártires de que habla san Jerónimo. La segunda: que los milenaristas más antiguos, como fueron Papías e Ireneo, transmiten esta doctrina del reino milenario no puramente como fruto de sus interpretaciones escriturísticas, sino como enseñanzas recibidas de los Apóstoles y de los varones apostólicos.

Con todo, no puede negarse que en la doctrina milenarista se mezclaron y se involucraron con frecuencia otros errores, que motivaron la condenación de libros de autores milenarista. Por eso, prescindiendo de todo lo demás, trataremos solamente esta cuestión. ¿Puede o debe admitirse entre el Anticristo y el juicio final un reino de mil años, tal cual lo describe san Juan al principio del cap. XX del Apocalipsis? o, en otras palabras, el reino de Cristo y de los santos, reino de mil años, que describe san Juan en el Apocalipsis (XX, 14), ¿ha de ser posterior a la muerte del Anticristo?

La respuesta más probable parece que es la afirmativa, ya se miren las razones o indicios extrínsecos o ya se consideren los argumentos intrínsecos. Vemos, en efecto que los milenaritas más antiguos son san Papías y san Ireneo, los cuales apelan como dijimos, a las enseñanzas apostólicas; ahora bien; San Ireneo es discípulo de san Policarpo, y San Policarpo y san Papías son discípulos de san Juan Evangelista, el autor del Apocalipsis. ¿No es, pues, lo más natural que en el Apocalipsis se halle la misma doctrina que enseñaban san Papías y san Ireneo? Además, sabido es que muchos milenaristas se fundaban en este texto del Apocalipsis y, al contrario, Eusebio Cesariense, para rechazar el milenarismo, puso en duda la inspiración del Apocalipsis y negó que fuese escrito por san Juan Evangelista. A esto puede añadirse la comparación del texto del Apocalipsis con el de Daniel ya citado (Dan, VII, 25-28). En uno y otro texto se describe la destrucción del Anticristo (Dán., VII, 25, 26; Apoc., XIX, 19-21); en uno y otro se predice un reino de los santos (Dan., VIII, 27; Apoc., XX (1-3), 4-6].

El reino de los santos en Daniel es posterior a la muerte del Anticristo; es, pues, natural que el reino de los santos que se describe en el Apocalipsis (XX. 4-6) sea también posterior a la muerte del Anticristo.

Pero vengamos ya a las razones y argumentos intrínsecos y examinemos el mismo texto y la mente de san Juan. Dos cosas principales dice el texto en cuestión: 1ra el encadenamiento y encarcelamiento del demonio. Vió al Ángel que ató al demonio por mil años, y lo arrojó en el abismo y cerró y selló sobre él para que no engañe más las gentes hasta que se cumplan mil años; después lo desatarán un poco de tiempo, y 2da la resurrección y reino de los santos con Cristo.

Vio las almas de los degollados por el testimonio de Jesús y por la palabra de Dios y los que no adoraron a la bestia ni a su imagen, ni recibieron su señal en sus frentes y en sus manos y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Todo esto puede entenderse de dos modos. Unos dicen: Todo esto ya se ha cumplido.

El demonio fue encarcelado y encadenado con la encarnación o, mejor, con la Pasión de Cristo Señor Nuestro, porque entonces fue vencido y ya no puede dañar sino a los que se le acercan. La resurrección primera de que aquí habla san Juan es la entrada en el cielo de las almas que gozan de la visión beatífica y reinan con Cristo y son reverenciados y venerados en la tierra.

Otros, al contrario, dicen que nada de esto se ha cumplido: todo se ha de cumplir después de la destrucción del Anticristo. Porque el demonio, aunque con la Pasión de Cristo quedó vencido, mas no parece que esté atado y encerrado en el abismo, como lo pinta aquí san Juan; antes, otros textos de la Escritura nos le presentan muy suelto. Así, san Pablo dice que nuestra lucha no es contra la carne y sangre, sino contra los principados y potestades, contra los señores del mundo, de estas tinieblas, contra las malicias espirituales en los aires (esto es, contra los demonios) (Ef., VI, 12), y san Pedro pinta al diablo como león rugiente buscando a quien devorar.

De manera que los Príncipes de los Apóstoles no describen al diablo encerrado y aprisionado en el infierno. Tampoco parece que lo que san Juan llama primera resurrección haya de entenderse de la vida de gloria de las almas; porque la palabra resurrección, anástasis, suele decirse de los cuerpos y no suele aplicarse a las almas y menos a su entrada en la gloria.

Podrá decirse que el alma resucita o se levanta del pecado a la vida de la gracia (Ef. I, v. 11); pero parece violento decir que el alma resucita al empezar su vida de gloria, pues que solo resucita lo que cayó, lo que murió.

Además de esto San Juan dice claramente que vio a los que no adoraron a la bestia ni a su imagen, ni recibieron su señal, y que éstos vivieron y reinaron con Cristo mil años; pero éstos que no adoraron a la bestia, ni su imagen son contemporáneos del Anticristo que hacia adorar su imagen, como se dice, en Apoc. XIII, 14, luego si éstos reinaron mil años, estos mil años han de empezar á contarse después de la destrucción del Anticristo.

Consideremos, por fin, la mente de San Juan: cómo entendía san Juan este texto. Cuanto al diablo distingue él tres periodos. Un primer periodo en que el diablo está en el cielo o en el aire luchando con san Miguel hasta que es derribado en tierra, como se describe en Apoc., XII, 3-9; un segundo período en que el diablo está en la tierra, período que comienza a lo que parece poco antes de la aparición del Anticristo (Apoc., XII, 13-18), y que dura todo el tiempo de la persecución del Anticristo (Apoc., XIII, 4, XVI, 13); por último, un tercer periodo en qua el diablo está encerrado en el abismo; lo cual no parece pueda ser sino después de la destrucción del Anticristo. Y cuanto al reino de los santos ¿qué piensa san Juan? Él dice expresamente que han de reinar sobre la tierra (Apoc., V, 10). Pero ¿entiende que reinan ya ahora sobre la tierra? Compárese Apoc., VI, 9-11, con Apoc., XX, 4-6, y la descripción que hace de las almas de los mártires en uno y otro texto. En el primero de ellos (VI, 9-11) aparecen las almas de los mártires debajo del altar, clamando al Señor con grandes voces y diciéndole: ¿hasta cuándo. Señor, no juzgas y no vengas nuestra sangre de los que habitan en la tierra? y se les dan sendas estolas blancas, y se les dice que aguarden un poco de tiempo hasta que se complete el número de los mártires.

¿Y quién dirá que según la mente de san Juan las almas que están aquí clamando al Señor y pidiéndole juicio y venganza de los que viven en la tierra, y aguardan se complete el número de los mártires: reinan ya sobre la tierra? Si reinan ya ¿qué piden? ¿qué claman? ¿qué aguardan? Se dirá que piden la resurrección de sus cuerpos. Se podrá decir esto, pero no dice esto san Juan, sino que piden juicio y venganza.

Cuán diferente es el cuadro que nos presenta el cap. XX, 4-6. Aquí ya no piden ni claman; aquí los mártires han resucitado y reinan con Cristo; aquí son sacerdotes de Dios y de Cristo y reinan con Él mil años.

Son sacerdotes y el sacerdote no es un alma, es un hombre, como dice san Pablo (Hebr., III, 3.). Distingue, pues, san Juan claramente dos diversos períodos, uno antes del Anticristo, antes que se complete el número de los mártires en el cual las almas de los mártires claman, piden, aguardan juicio y venganza (Apoc., VI, 9-11); otro período, después de la destrucción del Anticristo, en que se les da el juicio, y los mártires resucitados ya son Sacerdotes de Dios y de Cristo y reinan con Él mil años (Apoc., XX, 4-6).

A esto se añade que la persecución del Anticristo es muy diversa de la de Gog y Magog, ni pueden en modo alguno confundirse. Porque la del Anticristo es una persecución en que el Anticristo, que es rey, hace guerra a los santos y
les vence y les conculca (Apoc., XIII,7, y Dan., VII, 25), pero la de Gog y Magog no es una persecución, es una guerra y
rebelión, en la cual los ejércitos de Gog y Magog ponen cerco a los campamentos de los santos y a la ciudad querida; pero no entran en ella pues baja fuego del cielo, de Dios, y los abrasa y consume. Así que miradas y consideradas todas estas razones, parece más probable que el reino de mil años que predica san Juan en el Apocalipsis, ha de ponerse después de la destrucción del Anticristo.

Admitido esto, muchos puntos oscuros del Apocalipsis se esclarecen; de lo contrario este libro se convierte en un tejido de incoherencias inexplicables.

Y no sólo el Apocalipsis sino muchos otros textos bíblicos se esclarecen con esta explicación.

Efectivamente admitido este reino, se explica por qué los profetas con frecuencia después de describir el juicio hablan del reino del Señor; se explica, por ejemplo, por qué Zacarías (c. XIV) después de habernos descrito a las gentes que se juntan para pelear contra Jerusalén y al Señor que baja en auxilio de Jerusalén a pelear contra las gentes, que según vimos es Cristo que viene a vencer y derrotar al Anticristo; después de hablarnos de aquel día que es conocido de Dios (Zac., XIV, 7. y Mateo, XXIV, 36), y que no es día ni noche; después sigue en el v. 9 «y será el Señor, rey sobre toda la tierra: en aquel día, será Señor uno y será su nombre uno», y describe luego la situación y la seguridad de Jerusalén.

Así se explica por qué Joel (c. III) después de haber descrito el juicio de Dios contra las gentes, esto es contra el Anticristo y sus reyes, después de describir las señales próximas de la parusía, el sol y la luna que se obscurecen y las estrellas que niegan su luz, luego en los versos siguientes pinta la santidad de Jerusalén y su prosperidad.

Y el Señor bramará desde Sión, y
desde Jerusalén dará su voz: y conmoveránse los cielos y la tierra; mas el Señor será la esperanza de su pueblo y la fortaleza de los hijos de Israel. Y sabréis que Yo soy el Señor vuestro Dios que habito en Sión, el monte de mi santidad: y Jerusalén será santa, y los extraños no pasarán más por ella (Joel, III, 15-18), y así pudieran traerse otros ejemplos.


Podría, si, objetarse a todo lo dicho que el reino que Daniel predice después del Anticristo (Dan., VII, 27) no puede ser el que predice san Juan (Apoc., XX, 4); porque el de Daniel es perpetuo; mas el del Apocalipsis ha de durar un tiempo definido de mil años (ora se haya de ver en éste un número exacto o bien un número redondo). Pero en realidad no hay oposición entre los dos textos. Porque el reino de los santos que describe Daniel es perpetuo, según dijimos, porque dura en la tierra hasta el fin del mundo y
porque se continúa después en el cielo eternalmente. Y en este sentido es también perpetuo el reino de los santos que pinta san Juan en su Apocalipsis. Más éste dice que el reino durará mil años; porque en realidad, durante este tiempo el demonio estará encarcelado y encadenado y los santos reinarán pacífica y universalmente en toda la tierra. Después sobrevendrá la seducción de las gentes y la sublevación de Gog y Magog, durante la cual los santos conservarán su poder y soberanía, pues que no serán vencidos; pero su reino ya
no será entonces pacifico ni universal como antes; hasta que castigadas con fuego del cielo las tropas rebeldes de Gog y Magog se restablecerá en su primitivo esplendor el reino de los santos hasta el fin del mundo o hasta el tiempo que Dios sabe. Pues que el fin del mundo no ha de seguir inmediatamente a la rebelión de Gog y Magog: ya que después de ésta, dice Ezequiel, que los israelitas pasarán siete años sin gastar otra leña que la de las armas de los ejércitos de Gog y Magog. Cuánto tiempo haya pues de trascurrir entre esta rebelión y el fin de los tiempos, es cosa que solo Dios lo sabe.