Triste estoy por mi alma, que se ha visto a sí misma, perla sobre sus taras, llora porque amar no sabe todavía.
Dios le ha envíado una áncora, una camándula que repite noche y día, procuro a Jesucristo diciendo: «Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy.»
Glosa
Angustiado a mi Ángel pregunté, si santo podría yo llegar a ser, reconocí la pena en su mirada cuando renuente me contestó, que para alcanzar la santidad primero hay que desfallecer de amor. Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy.
Apurado de una arqueta me entregó una estampa muy antigua, que tenía al lado de la Madre de Dios una letanía poco conocida: «Gozne de las almas elegidas, en Cristo hacedme morir de amor.» Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy.
Ficabas oculta en el silencio, siendo tu grandeza la esclavitud, encontraste la pobreza en un pesebre y la libertad prosternada en una cruz, quiero apagar mis ojos al mundo y en tus luceros hallar la Luz. Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy.
Muéveme ver a un Dios Sempiterno, muéveme ver que en tus brazos se rindió, do seno virginal encontró refugio y toda una humanidad se recreó, destierra los vicios y pasiones que envilecen aqueste corazón. Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy.
Todo en mí ya es de temer, estando las grandes borrascas más en calma que mi ego, desta alma tan junta a la carne, más pegadas que las sierpes al suelo, morir cada día es como vivir quiero. Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy.
Toma todo lo que es mío y haz que mi voluntad sea la de Dios, adama a la afligida alma de las cuitas nemorosas que en tu tierna compañía son tan solo venturas amorosas. Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy.
Llévame a besar aquella herida, fuente de la vida verdadera, aquella do sangre y agua brotaron a causa de mis infames pecados, aquella que por misericordia Te hizo mía y por justicia me hizo tu esclavo. Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy.
¿Qué será, dulcísima Madre mía, aqueste cobarde a su Rey pueda darle? Mis pocos días de vida, la fuerza y oración en lo que trabaje, y si es que la tierra no me repudia en batalla verteré mi sangre. Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy.
Blanda la espada, Soberana Señora, y ansí, en vuestras manos, encender las telas del corazón de un insondable ardor, para cumplir mi más grande ambición, a Dios poder vencer de amor. Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy.
Para decir abur aquesta vida, espero ya la dulce muerte, una Cruz es mi bandera y de augustos no carece, firme quiero estar a tu lado y por fin al Cielo gritar muy fuerte: ¡Todo tuyo soy, María, todo tuyo soy!