
Airaos, pero no pequéis.
(Efesios 4:26)
Estoy harto de tanta podredumbre,
de tanta indignidad y apostasía,
harto de ver el mundo cada día
más hostil al pináculo y la lumbre.
***
Harto de ver pastores traicioneros,
creyentes que se dejan pisotear
y tibios resignados a danzar
bajo los hilos de titiriteros.
***
Estoy harto del sórdido andamiaje
del mal y de sus turbas en la tierra,
harto de estar perennemente en guerra
contra los arquitectos del ultraje.
***
Harto de que una élite malsana
que odia hasta la médula al Señor
nos mire como al toro el matador
que piensa en la corrida de mañana.
***
Harto, sí, de que bajen la cabeza
quienes la deberían levantar
en el nombre de Cristo y rescatar
fe, bien, virtud, honor, patria y grandeza.
***
Harto de tanto estulto adoctrinado
y orondo de su propia esclavitud
como quien le confía su salud
a un médico insensible y despiadado.
***
Estoy harto de urdimbres e injusticias,
de cábalas y arcanas componendas,
de confabulaciones y trastiendas,
de engaños y arrogantes inmundicias
***
que me hacen suspirar por ese instante
en que caerán del cielo las estrellas
cuando vuelva Jesús, envuelto en ellas,
¡con gloria, con poder, magno y triunfante!