DOMINGO DE ELECCIONES

Acercamos a nuestros lectores este ingenioso texto que nos han hecho llegar. Nos hemos tomado la licencia de cambiarle el final. ¡Que les sea de provecho!

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DOMINGO DE ELECCIONES

Por el Padre J. I. Duca Reyes, OER
(Orden de Ermitaños Reaccionarios)

Es Domingo, la Iglesia manda ir a misa.

Es Domingo, el Estado manda ir a votar.

Hay que cumplir el mandamiento de Dios.

Hay que cumplir el mandamiento de la Democracia.

Desde temprano en la mañana los feligreses viajan hacia sus lugares de culto.

Desde temprano en la mañana los votantes viajan hacia sus lugares de culto democrático.

 

Con sentir humilde, los fieles ingresan a sus templos.

Con sentir ufano, los votantes ingresan a sus lugares de votación.

Los fieles miran las imágenes de sus santos predilectos, encomendándose a ellos.

Los votantes miran las imágenes de los políticos en danza, encomendándose a ellos.

 

Dios no hace excepción de personas y, salvo un impedimento grave de su parte (pecado mortal, locura), todos pueden comulgar.

La Democracia no hace excepción de personas, y todos con los debidos requisitos, salvo impedimento a su derecho (una condena) pueden votar.

Los fieles hacen fila para comulgar.

Los electores hacen fila para votar.

 

Todos avanzan en lenta procesión y en silencio. La solemnidad del acto lo demanda.

Desde temprano, unos y otros van con unción a cumplir con su deber.

El sacerdote y los acólitos en el altar, cara a Dios, cumplen el ritual establecido.

El presidente de mesa y los fiscales en la mesa de votación, cara al pueblo, cumplen el ritual establecido.

El fiel se acerca al comulgatorio.

El votante se acerca al cuarto oscuro.

Ambos están envueltos por un halo de misterio.

Luego de tres horas de ayuno, los católicos comulgan.

Luego de tres días de veda electoral, los votantes sufragan.

De rodillas, el fiel recibe en su boca abierta la Sagrada Hostia, que contiene a su Señor.

De pie, el votante introduce en la boca abierta de la urna su Sobre con la boleta electoral, que contiene su Soberana decisión.

El fiel recibe a Dios dentro de sí.

La urna recibe la decisión de un dios dentro de sí.

 

El fiel acata lo que manda Dios.

La urna acata lo que manda el dios votante.

Entonces se lleva a cabo la siguiente escena:

Saliendo muy orondo del cuarto oscuro, un Fariseo, de pie, eufórico, exclama: “Gracias te doy, oh Señor, porque yo no soy como aquellos otros hombres irresponsables, puristas, cátaros, retrógrados, donatistas, que no vienen a votar, queriendo retrotraerse al pasado y no aceptando la irreversibilidad de nuestro sistema democrático. Yo leo los diarios todas las semanas, pago mis impuestos, y peleo por el bien común respetando siempre las reglas del juego de la Democracia”.

En una iglesia cercana, un publicano, de rodillas, en un rincón, cabeza gacha, simplemente decía: “Dios mío, ten misericordia de mí y de mi patria porque te hemos ofendido y desobedecido y hemos pecado y merecemos este castigo que soportamos”.

Ya conocen el final de la historia.

 

Ya es tiempo de haber elegido.
Botar al resumidero la Soberanía Popular y enarbolar el Estandarte de Cristo Rey, implorando su pronto regreso.
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