EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO

Para convertirse y salvarse

SEGUNDA DECENA

EXCELENCIA DEL ROSARIO

MANIFESTADA POR LAS ORACIONES DE QUE ESTÁ COMPUESTO

Decimonovena Rosa

El Avemaría – Feliz intercambio

53) Está escrito: Dad y se os dará (Lc., VI, 38). Tomemos la comparación del Beato Alano: «Si yo os diese cada día ciento cincuenta diamantes, ¿no me perdonaríais, aunque fuerais mi enemigo? ¿No me otorgaríais como a amigo todas las gracias posibles? ¿Queréis enriqueceros con bienes de gracia y de gloria? Saludad a la Santísima Virgen, honrad a vuestra bondadosa Madre.»

Sicut qui thesaurizat, ita et qui honorificat matrem (Eclesiástico III, 5). El que honra a su Madre, la Santísima Virgen, es como el que atesora.

Presentadle, al menos, cincuenta Avemarías diariamente, cada una de las cuales contiene quince piedras preciosas, que le son más agradables que todas las riquezas de la tierra. ¿Qué no podréis esperar de su liberalidad?

Ella es nuestra Madre y nuestra amiga. Es la Emperatriz del Universo, que nos ama más que todas las madres y reinas reunidas amaron a hombre alguno, porque, como dice San Agustín, la caridad de la Virgen María excede a todo el amor natural de todos los hombres y de todos los Ángeles.

54) Nuestro Señor se apareció un día a Santa Gertrudis contando monedas de oro; ella tuvo curiosidad de preguntarle qué contaba. «Cuento —respondió Jesucristo— tus Avemarías: son la moneda con que se compra mi paraíso».

El devoto y docto Suárez, de la Compañía de Jesús, estimaba de tal modo la Salutación Angélica, que decía que con gusto daría toda su ciencia por el precio de un Avemaría bien dicha.

55) El Beato Alano de la Roche se dirige así a la Santísima Virgen:

«Que quien te ama, oh excelsa María, escuche esto y se llene de gozo:

El cielo exulta de dicha, y de admiración la tierra, cuando digo Ave María.

Mientras aborrezco al mundo, en amor de Dios me inundo cuando digo Ave María.

Mis temores se disipan, mis pasiones se apaciguan, cuando digo Ave María.

Se aumenta mi devoción y alcanzo la contrición cuando digo Ave María.

Se confirma mi esperanza, mi consuelo se agiganta, cuando digo Ave María.

Mi alma de gozo palpita, mi tristeza se disipa, cuando digo Ave María, porque la dulzura de esta suavísima Salutación es tan grande que no hay término apropiado para explicarla debidamente, y después que hubiera uno dicho de Ella maravillas, resultaría aún tan escondida y profunda que no podríamos descubrirla.

Es corta en palabras, pero grande en misterios; es más dulce que la miel y más preciosa que el oro. Es preciso tenerla frecuentemente en el corazón para meditarla y en la boca para leerla y repetirla devotamente».

Refiere el mismo Beato Alano, en el capítulo 69 de su Salterio, que una religiosa muy devota del Rosario se apareció después de su muerte a una de sus hermanas y le dijo: «Si pudiera volver a mi cuerpo para decir solamente un Avemaría, aun cuando fuera sin mucho fervor, por tener el mérito de esa oración, sufriría con gusto cuantos dolores padecí antes de morir». Hay que advertir que había sufrido durante varios años crueles dolores.

56) Miguel de Lisle, Obispo de Salubre, discípulo y colega del Beato Alano de la Roche en el restablecimiento del Santo Rosario, dice que la Salutación Angélica es el remedio de todos los males que nos afligen, con tal que la recemos devotamente en honor de la Santísima Virgen.