RADIO CRISTIANDAD: EL FARO

Conservando los restos

TODO LO ATRAERÉ HACIA MI

Narrado por Fabián Vázquez (once minutos)

Y cuando sea levantado
en alto en la tierra,
TODO LO ATRAERÉ A MÍ
(San Juan, XII, 32)

OMNIA TRAHAM AD ME IPSUM

Es una cosa excelente corregir sus defectos, y hace siglos que los ascetas nos han dado sobre este tema los consejos más apropiados. Han llevado hasta el extremo el estudio de la estrategia interior, y han demostrado, en tratados muy bien hechos, cómo podemos desprendernos de nuestros maléficos demonios, y qué estratagema especial conviene emplear para exorcizar a cada uno de ellos.

Sería necio pretender que no se impone a toda alma deseosa de progresar un trabajo de vigorosa limpieza, sería peligroso persuadirse de que el trabajo ascético puede ser suspendido sin peligro, en cualquier momento. Nuestras malezas, aun quemadas o cortadas a cercén, rebrotan con pujanza, y en el momento en que cesamos de luchar contra nosotros, somos vencidos por nuestras medianías y acorralados por nuestros desfallecimientos.

Pero quizá se pueda añadir un capítulo al manual, y completar, de acuerdo con la tradición más auténtica, la enseñanza ordinaria de los ascetas.

Muchas almas han estado averiguando durante mucho tiempo cuál era su defecto principal, pero nunca se han preguntado cuál era su aliciente dominante.

Y, sin embargo, el estudio de los alicientes espirituales es tan provechoso y tan necesario como la extirpación de los defectos parásitos; hasta puede ayudar a esa extirpación, impidiendo a los defectos que vuelvan a brotar tan pronto, como los rastrojos de los trigos que impiden el crecimiento de los forrajes.

Nuestros defectos y nuestras virtudes no tienen más espacio para desarrollarse que a nosotros mismos, y es el mismo lugar y la misma voluntad lo que unos y otras se disputan. Al acrecentarse la virtud, forzosamente ha de disminuir el defecto.

Hay que cultivar los alicientes espirituales.

Hay en nosotros tendencias malas, pero hay también inclinaciones superiores; hay caminos que bajan, pero hay senderos que suben, y los herejes que declaraban a nuestra naturaleza totalmente corrompida han sido rechazados por la Iglesia.

Dios, que conoce nuestros puntos débiles, los utiliza como vías de acceso, porque tenemos puntos vulnerables para su gracia en el cerco formado por nuestro egoísmo, y cuando viene como un ladrón, sabe bien por dónde debe penetrar en nuestra casa.

La gracia y la naturaleza no son entré sí hostiles, y Dios encuentra en nuestro ser complicidades que favorecen a sus designios. La obra del Creador se armoniza con la del Redentor, y mi carácter facilita el trabajo que pretende desarrollar en mí el Espíritu Santo.

Ese atractivo sobrenatural, en el que coinciden y se unen el voto de mi ser y el deseo de mi Dios, puede conducirme hacia la adoración profunda, hacia el reconocimiento jubiloso, hacia la pobreza, hacia la humildad silenciosa…

Cada alma tiene su matiz, que es menester descubrir y que la define mucho mejor que su defecto.

Cuando digo: soy orgulloso, no es mucha la luz que proyecto sobre mi interior. Porque hay tantas formas de orgullo, desde la vanidad pomposa, que rehúsa trabajar, hasta, la fiebre del entrometido; desde el esquivo escepticismo, que rehúsa mezclarse con los hombres, hasta, la bajeza complaciente que va mendigando elogios.

El orgullo es una palabra muy vaga, y se encuentran orgullosos en todos los caminos: orgullosos locuaces o mudos, melancólicos o exaltados, que no dudan de nada o desengañados de todo…; el orgullo es una enfermedad, pero para saber que se está enfermo, no siempre es necesario el médico, y lo que interesa es conocer la naturaleza propia de la enfermedad.

Trata, por lo tanto, de precisar tu aliciente espiritual. Cuando hayas tomado una, resolución generosa y total, ¿qué es lo que te ha determinado?

Hay algunos que pasan toda su vida en una perpetua acción de gracias, y que, en agradecimiento para con su Dios, no se cansan de dar.

Los hay a quienes esta sola palabra dar colma de alegría, que nunca han comprendido la existencia sino como una oblación absoluta.

Hay quienes no son felices más que cuando tienen las manos vacías de toda propiedad, y se sienten envueltas como en una tibia caricia, con la primera bienaventuranza.

Hay quienes, sabiendo que a Dios nada le falta, descansan en esa plenitud, y en medio de todos los huracanes permanecen felices y tranquilos, porque Dios es el único altísimo.

Hay quienes no se sienten libres sino cuando todo les falta, y hacen que florezca el Magníficat de la humildad sobre las ruinas de todas las esperanzas terrestres.

Hay quienes desean ser reparadores, y responden a todas las preguntas con estas únicas palabras: es menester que amemos a Dios por todos los que se olvidan de Él, le ofenden o le desconocen.

Hay quienes…, pero los alicientes sobrenaturales son tan numerosos y tan variados como los caracteres; y ¿no es este objetivo, que perseguimos desde los albores de nuestra vida consciente, el que con su influencia en nosotros estimula toda nuestra actividad?

Mi aliciente espiritual comunica una fisonomía peculiar a toda mi conducta y me distingue de mis vecinos.

Y heme aquí en tu presencia, Dios mío, pidiéndote que ilumines mi penumbra, y que Te acuerdes de todo lo que Te he costado.

Me parece que en los momentos difíciles me vuelvo espontáneamente hacia ese lado del horizonte, por donde sé que me ha de venir la luz, y como el ciervo sediento, venteo, en el aire abrasador, la frescura de los manantiales distantes.

Sé que tal pensamiento sería decisivo contra mis sordas rebeldías.

Sé que si permaneciese bajo la influencia de tal verdad, como la cera bajo los rayos del sol, mis resistencias se atenuarían, y me haría flexible entre tus manos providenciales.

Sé que invocando el reconocimiento se obtendría todo de mí; sé que poniéndome de rodillas para adorarte encontraría la paz, y que todas mis tergiversaciones cesarían, y todos mis prejuicios quedarían aniquilados; sé que por este camino de reflexiones sinceras Te encontraría inevitablemente como Señor y Soberano; y cuando deseo pérfidamente obstinarme en mi mal, tengo buen cuidado de no entrar por esos caminos, y pongo obstáculos en las sendas interiores de mi salvación.

Pero Tú eres todopoderoso y siempre atraes hacia Ti la mejor parte de mi ser, y en el estado mediocre en que me encuentro, no puedo ser completamente uno, porque no existo más que por Ti, y mi unidad consiste en vivir unido contigo.

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