Misterios de iniquidad
DOS ASPECTOS DE UN MISMO FENÓMENO
¿Por qué es imposible de implementar el Nuevo Orden Mundial y la Marca de la Bestia sin crear un caos masivo?
Hay que preguntarse por los motivos que se esconden tras la frenética destrucción por parte de la camarilla globalista del orden socioeconómico-religioso terminada la Segunda Guerra Mundial.
Los acontecimientos de los últimos años (desde el conciliábulo Vaticano II hasta la guerra de Ucrania) han suscitado una inquietud recurrente entre las personas preocupadas por su libertad, su propiedad y su dignidad personal.
Esta inquietud se centra en la posibilidad de que se consolide el Nuevo Orden Mundial y surja la famosa Marca de la Bestia, un complot totalitario mundial urdido por las «élites» globalistas que pretenden destruir lo que queda de la libertad religiosa, de expresión, de libre tránsito, la libre empresa y el libre pensamiento, en el buen sentido de la expresión.
Antes de preguntar hasta qué punto está justificada esta inquietud, observemos que la narrativa del Nuevo Orden Mundial suele contener un elemento negativo = «Solve», y otro positivo = «Coagula».
El elemento “negativo” describe cómo los conspiradores globales pretenden provocar un colapso socioeconómico-religioso mundial, es decir, eliminar el “Vetus Ordo”; mientras que la contrapartida “positiva” se centra en la naturaleza del luciferismo-totalitario global, que se construirá sobre las cenizas de la destrucción.
A este respecto, es esencial señalar que los teóricos antirreligiosos del nuevo orden mundial, aunque de apariencia religiosa, casi siempre describen el totalitarismo en cuestión como una forma de feudalismo tecnocrático con matices comunistas, que nos trae a la memoria la China actual junto con la “corrección política” de estilo soviético de principios del S. XX, con eugenesia maltusiana incluida.
En cuanto a la parte negativa, «Solve», de la narrativa en cuestión, se puede argumentar de forma plausible que, lejos de consistir en una especulación conspiratoria, es una cruda realidad que se está desarrollando descaradamente ante nuestros ojos.
El inflacionismo persistente global coordinado, el continuo “gasto de estímulo”, el estrangulamiento ecologista multicolor (7 colores) el desquiciado feminismo del sector izquierdista, la locura destructiva de la pequeña y mediana empresa, los cierres masivos y la incesante promoción de la locura «woke» parecen formar claramente una tormenta perfecta de “Orden” en el Caos, planificado a nivel mundial.
Obviamente, ninguno de estos fenómenos es espontáneo, y no hace falta ser un genio para comprender las consecuencias totalmente ruinosas de su aplicación. Así pues, la devastación en curso del «viejo orden mundial» (operación a menudo denominada hoy como gran reinicio o reconstruir mejor) tiene visos de malevolencia coordinada, dando lugar a preocupaciones bien justificadas.
La parte positiva, «Coagula», del proyecto del nuevo orden mundial, por el contrario, parece ser más bien el coco para los pseudocatólicos y pseudoreligiosos. Esto se debe a que el tipo de totalitarismo global que los teóricos (“tradicionales” y modernistas) suelen prever, es una imposibilidad praxeológica.
En primer lugar, la despoblación total, lejos de centralizar casi todos los recursos productivos en manos de la «élite» parasitaria, socavaría enormemente su poder al eliminar la mayor parte del potencial productivo de la economía mundial o sea, el hombre. Al fin y al cabo, como señaló el Foro Económico Mundial, son los seres humanos, con su inventiva y su emprendimiento, los que constituyen la fuerza motriz suprema del desarrollo económico. Por lo tanto, al llevar a cabo sus planes maltusianos, los globalistas de élite serrarían la rama sobre la que están sentados y se eliminarían a sí mismos junto con sus víctimas.
Y, nosotros preguntamos, si se reduce la población un 95% ¿a quién se impondrá la marca de la Bestia?
En las recientemente destruidas Piedras Guía de Georgia se leía: Reducir la población a 500 millones
En segundo lugar, si la población global subyugada fuera literalmente esclavizada en lugar de sacrificada en un vasto esquema eugenésico, entonces el nuevo orden mundial no colapsaría. Esto se debe a que un totalitarismo internacional estable y funcional bien tendría que depender de soluciones tecnológicas extremadamente complejas y de cantidades masivas de bienes de capital de “alta calidad”.
Sin embargo, los ejércitos de esclavos literales no pueden crear o mantener tales bienes, ni idear y aplicar tales soluciones. Después de todo, los esclavos son individuos notoriamente improductivos, ya que no tienen medios ni incentivos para invertir en sus talentos, habilidades, contactos y recursos complementarios. Además, es inconcebible que los amos del mundo realicen estas tareas, ya que constituirían una capa superior muy reducida.
En tercer lugar, si se sugiriera que el nuevo orden mundial podría funcionar con éxito sobre la base de soluciones de inteligencia artificial altamente avanzadas, entonces, una vez más, la pregunta natural es ¿quién idearía y supervisaría la infraestructura pertinente? Los titiriteros de élite, independientemente de su astucia, serían demasiado pocos para llevar a cabo esta tarea. Las masas de esclavos, como se ha señalado anteriormente, estarían singularmente mal equipadas para gestionar esta hazaña.
Y algunos se atreven a decir que se puede crear un posible grupo de mandos intermedios «semielectos», que tampoco serviría en este contexto.
Si hoy estamos viendo cómo podría ser un totalitarismo a ultranza de este tipo, los miembros de esta casta tendrían que ser adoctrinados aún más a fondo en la ideología «woke» bajo un sistema así. Y puesto que esta ideología puede resumirse como una revuelta especialmente desquiciada contra la naturaleza de la realidad, encaja especialmente mal en entornos tecnológicamente exigentes.
Por último, hay que señalar que el nuevo orden mundial no sería vulnerable al “problema” del cálculo mesiánico que según nuestros predecesores “hermanos mayores” totalitarios tienen fríamente calculado. Al fin y al cabo, el poder religioso, político y la capacidad de decisión económica están concentrados en manos de una minúscula oligarquía, que en el antiguo Israel Nuestro Señor llamaba Raza de Víboras.
Y aunque durante un tiempo, los gobernantes Anticristianos de estos países indefensos permitan la existencia de mercados negros, no se dispondría lógicamente de tales soluciones en una dictadura global luciferina pudiendo mantener una apariencia de racionalidad económica o de mercado calculado en términos de compra-venta exentos de cualquier tipo de marca ya que estaremos sometidos a una omnisupervisión tecnocrática precisa o sea inteligencia artificial aplicada. Así, resulta que tal dictadura no es un absurdo praxeológico, como contrariamente piensan muchos bajo un sistema que puede parecer muy amenazante sobre el papel pero que no es más que una quimera psicopática y se podría todavía “salvar el pellejo”.
Por lo tanto, hay que preguntarse por los verdaderos motivos que se esconden tras la frenética destrucción del orden socioeconómico religioso actual por parte del “drenaje profundo”. Seguramente, sus miembros son lo suficientemente astutos como para darse cuenta de la naturaleza insuperable de los desafíos mencionados.
¿Qué inspira entonces su ruinosa manía, si no hay dinero y poder adicionales que ganar?
La dos únicas respuestas satisfactorias son totalmente escalofriantes: el objetivo próximo no cabe duda que se mueve sobre lo material, habiendo adquirido todo el dinero y todo el poder que se puede ejercer, la élite mundial sigue siendo capaz de obtener una perversa satisfacción psicológica al participar en actos de destrucción gratuita a gran escala. En otras palabras, a sus representantes no parece importarles cometer un suicidio espectacular siempre que sea un efecto secundario de un genocidio mucho más espectacular.
El objetivo remoto es: El ganar el mayor número de almas para el infierno.
Si bien la comprensión de que el nuevo orden mundial y la marca de la Bestia NO es una fantasmagoría lógicamente incoherente, por el contrario debería ser para el católico tranquilizadora, la conciencia corolaria de que el verdadero objetivo de la ruina insana mundial en curso, debería mantener sobrias y vigilantes a todas las personas de mente correcta. Vigílate et orate aconseja Nuestro Señor. De ahí que, aunque uno esté lejos de ser un entusiasta del «viejo orden mundial» en rápida desintegración, se oponga uno firmemente a las malvadas maquinaciones de los responsables de su disolución.
El código de barras, la vacuna contra el COVID, los microchips implantables, ¿saldrá de ellos la marca de la bestia?
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la civilización (pagana) ha sido moldeada bajo la creencia en dioses, mientras la civilización cristiana en un solo Dios y sus leyes divinas. Las principales “religiones” han guiado la moralidad del hombre y sus tergiversadas “escrituras sagradas” fueron tomadas como máxima autoridad.
Pero con la degradación de la institución religiosa por antonomasia y la asunción de la ciencia como nuevo dios, el hombre perdió el contacto con lo Sobrenatural, y el ateísmo creció alimentado por la desilusión, la rebeldía contra los dogmas y la búsqueda de un hedonismo sin límites.
En una sociedad en decadencia aquello que se presentó como progresismo solo pudo acelerar la caída de la civilización cristiana. Por eso la idea de volver a la tergiversada “tradición” está tomando hoy mucho impulso, y junto a eso el estudio de las escrituras vaticano segundescas en busca de peras que el olmo no puede dar.
El libro de las Revelaciones en el Nuevo Testamento de la Biblia, también conocido como El Apocalipsis, es atribuido al apóstol San Juan y se considera de carácter profético. Narra sus visiones mientras está desterrado en la isla de Patmos en Grecia (siglo I d. de C). Describe con imágenes ricas en simbolismo los acontecimientos que acompañaron la batalla entre el Bien y el Mal y el Día del Juicio Final.
El código de barras
Una de las partes que circuló con fuerza desde hace tres décadas fue el código de barras, hoy en las redes cloacales por su posible conexión con la pandemia del COVID es la vacunación y el micro chip implantable, la narrativa impuesta es la siguiente:
“A todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos se les dará una marca en la mano derecha y en la frente, y que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca y el número de la bestia, o el número de su nombre…” (Apocalipsis 13: 16).
El versículo 17 del capítulo 13 del Apocalipsis insiste en que «nadie podrá comprar ni vender» sin la marca de la Bestia, nuestro estudio debería orientar nuestras pesquisas hacia el mundo de la economía.
Para unos su creación fue en 1932, para otros en 1952, lo cierto es que se popularizó en la década del 90 donde surgieron masivamente los códigos de barras, un ingenioso sistema de clasificación informática que hoy ya está impreso en la totalidad de los productos comerciales que adquirimos. Si nos detenemos un instante a observar uno de esos códigos (el lector puede hacer ahora mismo al prueba), veremos como al principio hay una barra doble un poquito más larga que no tiene número debajo como las demás; justo en el medio hay otra igual, y una tercera idéntica se encuentra al final del código.
Pues bien, Mary Steward, después de localizar la empresa que había diseñado este sistema, averiguó que cada una de estas barras simboliza un 6, la clave hexadecimal que descodifica toda la información acumulada en el código. Es decir, que -según esta autora- en cada uno de estos códigos de barra se ocultan tres 6, o dicho de otra manera, una clave 666 controla ya la economía internacional.
La escritora Mary Stewart Relfe fue la primera en señalar en su libro de 1989 “El nuevo sistema monetario” la presencia del 666
En la película futurista (pues se desarrolla en 2017) “La Fortaleza” de 1992 se mostraba el código de barras como una herramienta de control totalitario
Escaneo del código de barras en el brazo de un individuo
El pasaporte covid
El Pasaporte Covid, también conocido como Pasaporte Verde, hoy ya es una realidad, y se está imponiendo en América del sur, EE. UU., en la UE, y en otros países bajo la forma de APP para teléfonos celulares o cartillas de vacunación. Todo aquel que no lo posea no podrá viajar, estudiar, trabajar o acceder a espectáculos, restaurantes, cines…etc.
Juanjo Tara: “Ahora mismo traigo aquí metido mi pasaporte COVID, con la App leemos el implante y aparece el código QR
Por lo mismo hay que endurecer las medidas para que toda la población recurra voluntariamente a fuerzas a colocarse estos dispositivos.
La relajación de las medidas y la no vacunación ¿Qué podemos esperar?
Pero lo más inquietante en relación a este tema es lo asociado con la vacuna…
“Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento que calcule el número de la bestia y su número 666” (Apocalipsis 13: 16).
Graves denuncias por parte de expertos señalan que entre los componentes de la vacuna para el Covid se encuentran nanopartículas de grafeno.
El grafeno es un material, entre otras características, biocompatible, superconductor y con propiedades de adquirir electromagnetismo que lo hace atractivo en el desarrollo de la nanotecnología y la neurociencia. Numerosos estudios lo están aplicando en forma de nanopartícula junto a las neuronas para enviar y recibir información, y ya han logrado manipular el comportamiento de organismos vivos en ensayos de laboratorio.
Uno de los impulsores del desarrollo de esta tecnología es Billy Puertas, financiando varias universidades y compañías, y concuerda también con las ambiciones del fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, en su deseo de implantar el transhumanismo (la simbiosis entre el humano y la máquina).
No solo se han encontrado nanopartículas de grafeno en la mal llamada vacuna contra el Covid, sino que también se han encontrado en los bozales, llamados mascarillas y en los hisopos utilizados para los test PCR.
La composición del grafeno es la de un hexágono bidimensional formado por 6 átomos de carbono; el número atómico del C es 6.
El átomo de carbono está compuesto por 6 neutrones, 6 protones y 6 electrones…
¿Tiene relación con el número de la bestia?
¿Es parte de una agenda para acceder a un control total de la población?
¿Está conectado a los numerosos casos de magnetismo encontrados en las personas que se colocaron la vacuna?
¿Juega un papel el 5G en la inducción o en el control de estas nanopartículas?
Lamentablemente quienes se atreven a hacerse esas preguntas hoy son considerados como excéntricos o conspiranoicos.
Juanjo Tara, ingeniero informático: “El siguiente paso de la tecnología es pasar la pequeña gran frontera que es la piel”
Esto que expondremos no es ningún juego y mucho menos una teoría conspiranoica, escribiremos aquí sobre Juanjo Tara, ingeniero informático, el cual diseña dispositivos implantables en humanos desde el año 2016, él en concreto dice abiertamente que tiene ya dos implantados uno en cada mano cada vez que pasa una de sus manos por su teléfono celular como hace en una de las entrevistas, para hacer una demostración se enciende una lucecita led parpadeante debajo de su piel indicando que el dispositivo está siendo utilizado, este hombre tiene ya una empresa llamada DSruptive, la cual está establecida actualmente en Suecia y dice que esto es inevitable, que esto es por lo que todos los humanos tendremos que pasar para en 10 años (esto lo decía en 2016) estar todo asegurado, él lo dice directamente, (porque no le tiembla el pulso al decirlo) en una entrevista, para mí, simplemente es maquiavélico y siniestro.
¿Cómo empezó a interesarse por este tipo de dispositivos?
Pienso mucho en la evolución tecnológica. Al principio, se necesitaba un ordenador de mesa. Luego, se pasó a la era del ordenador personal y se convirtió en una herramienta más. De eso hemos pasado al móvil, coche y relojes inteligentes… Cada vez la tecnología se acerca más al cuerpo. El móvil lo puedes separar, pero un smartwatch ya está sobre el cuerpo. El siguiente paso de la tecnología es pasar la pequeña gran frontera que es la piel.
Yo creo que va a llegar, aunque la pregunta es cuándo. Si preguntamos a la gente, contestarán que en veinte años, pero si tenemos la tecnología ahora, se puede empezar a implementar. Va a llegar, porque cada vez queremos saber más de nosotros, queremos más información.
En España eso puede sonar un poco a ciencia ficción.
En Suecia hay unas 10.000 personas con un dispositivo implantado. Estamos vendiendo miles de unidades a Japón y Estados Unidos. En Londres empieza a moverse también. Es cuestión de tiempo. Requiere un esfuerzo para que en cada país haya empresas que promuevan, vendan, distribuyan… y cada país tiene una legislación diferente. Pero va a llegar y, mientras llega, nosotros hemos decidido apostar por la parte médica. Estamos trabajando en un dispositivo nuevo que todavía no podemos decir qué va a hacer, pero podemos decir que ya estamos haciendo los ensayos clínicos en el hospital de Estocolmo. Entendemos que por ahí, por la sanidad, puede haber mucho más impacto a nivel sociedad.
¿Cuáles son las actuales funciones del dispositivo?
Este dispositivo fue una prueba de concepto, mi demostración de que podemos hacer una tecnología nueva o que todavía no estaba desarrollada. En Suecia, el tren lo tiene integrado, puedes llevar el billete en el dispositivo y pasar la mano para entrar. En el centro de oficina de negocios donde estamos, no se lleva tarjeta, se entra pasando la mano. Igual que en las máquinas de vending, para entrar al despacho, hacer fotocopias o traspasar información. Puedo poner información de mi LinkedIn y pasarlo por tu móvil y que lo lea. Es como una tarjeta, que utiliza tecnología NFC.
¿Se puede utilizar para pagar? Suecia espera operar “sin efectivo” para el año 2023.
Ahora mismo, para pagos tradicionales como con Visa o MasterCard no, porque hace falta hacer una certificación con ellos, aunque imagino que llegará un momento en el que se consiga.
¿Cómo funciona el dispositivo? ¿Qué tipo de información almacena?
La información se la mandas tú a través de una aplicación de móvil. Se puede encriptar y poner contraseña o que una parte sea pública y otra privada. Tiene muchas configuraciones. Es un dispositivo pasivo, de dos kilobytes de memoria, que solo funciona cuando lo acerco al NFC. Mientras, está apagado, como si no existiese. No tiene botones y nosotros no queremos que sea un dispositivo que esté constantemente encendido. Queremos que se active cuando el usuario lo decida, para que no pierda el control de la tecnología. Tenemos una serie de valores éticos que no queremos pasar.
Ningún dispositivo puede ser implantado forzosamente. Es decir, ninguna empresa puede obligar a nadie a ponérselo. Intentamos que el proceso sea super transparente para que quien lo tenga sea porque él ha decidido tenerlo. Es la base de nuestro trabajo, como entendemos que estos dispositivos tienen que funcionar. Que no nos suene a la serie Black Mirror.
Neuralink Corporation es una empresa de neuro tecnología especializada en el desarrollo de interfaces cerebro-computadora, implantables, también conocidos como Brain-Machine Interfaces o BMI, fundada por Elon Musk
¿Cómo ha afectado la COVID-19 a vuestro proyecto?
El coronavirus ha conseguido poner la salud en el punto de mira de la opinión pública, que haya una conciencia de que la salud es lo más importante. A largo plazo, la pandemia va a marcar una generación.
Lo que ha hecho esta situación ha sido acelerar la digitalización, porque con el confinamiento hubo una hiper-necesidad de comunicación a través de la tecnología, y eso ha hecho que la curva de aprendizaje fuese exponencial, aunque la brecha digital se ha notado bastante. Al final si la tecnología cubre una necesidad que realmente tenemos, la vamos a usar, el problema es que estamos sobresaturados de tecnología sobre cosas que no necesitamos.
Por ejemplo, si el día de mañana tenemos que usar unas lentillas o gafas de realidad virtual porque es el siguiente paso para comunicarnos como es el WhatsApp de ahora, vamos a aprenderlo, porque al final lo que te aporta es mucho más que las desventajas. Ahora, continuamos haciendo un juicio de valor sobre la tecnología, pero el esfuerzo cuando es natural está bien.
En vuestro campo, ¿cómo se conectan la parte de tecnología y la salud?
Si empezamos a usar tecnología implantable electrónica que dura de entre 30 a 50 años, lo mismo podemos aportar nuevas soluciones frente a las medidas temporales actuales. Si conseguimos desarrollar un dispositivo que puede estar toda la vida contigo, que te va a medir parámetros médicos cuando los necesites… podemos llegar a una salud 2.0. Un tipo de tecnología que aprende para ti.
Ahora, por ejemplo, si una persona necesita hacerse una prueba médica, la prueba se realiza en un lugar y momento determinados. Y ya está. Es una fotografía en un instante, pero lo mismo, por lo que sea, puede que esa no sea la imagen real. No hay un dispositivo que haga un seguimiento a diario. Por ahí es por donde nosotros queremos enfocarnos. Pero, como he dicho antes, sin que sea algo invasivo.
¿En qué punto de vuestro nuevo proyecto os encontráis?
Ahora estamos en el foco de sanidad. Primero queremos certificar todo, que sea compatible con el cuerpo humano, hacer todas las pruebas de compatibilidad que necesitamos… Pasar las certificaciones de calidad. El cristal es biocompatible, la cápsula donde está la tecnología es un cristal médico de implantes, solo que nosotros lo diseñamos y hacemos a nuestra medida. No tiene ningún tipo de rechazo porque está probado médicamente y se usa desde que se empezaron a hacer implantes médicos.
¿Si los dispositivos están relacionados con la salud de las personas serán más fácilmente aceptables por la sociedad?
Un marcapasos por ejemplo. Un marcapasos lo tenemos asumido como normal. Es curioso porque mucha gente piensa que vamos a ser cíborg. Pero, ¿cuál es el concepto del cíborg? Porque si tu tienes un marcapasos, ¿eres un cíborg o no? ¿Dónde está el límite? ¿En si usas algo porque estás enfermo o si solo lo usas para ampliar tus capacidades? Hay preguntas que todavía no están resueltas. Todavía queda mucho trabajo por hacer y al final va a ser una decisión personal usarlo o no.
¿Cómo podría ayudar vuestro dispositivo a la salud? ¿Qué ventajas tendría?
Yo soy muy optimista con esto, porque entiendo lo que puede ayudar, no solo en los países más desarrollados. Imagina un implante low cost para detectar enfermedades en países con menos potencial económico. Yo creo que puede ayudar muchísimo el tener a una persona con un dispositivo a través del cual se le pueda tratar o diagnosticar determinadas enfermedades durante 30 años. Aunque sea detectarlo, yo creo que tiene muchas posibilidades y mucho potencial para mejorar la salud de todo el mundo.
¿Cuál es el público objetivo de vuestro actual dispositivo?
En 2017, hicimos una prueba en un centro comercial en Gotemburgo. Ofrecimos 500 euros de crédito para gastar en los comercios a cualquier persona que quisiera ponerse un implante. Pusimos nuestros terminales, que no eran de pago real pero valían como dinero que luego se canjeaba. Esperábamos que el resultado iba a ser: 90%, hombres jóvenes de 20 a 40 años. Y luego vimos el mismo porcentaje entre hombre y mujeres, con edades comprendidas entre los 22 a los 67 años. Cada uno le ve su ventaja al dispositivo. Uno decía que era muy cómodo, otro que podía vacilar… cada uno tiene su objetivo, su concepto. Esa fueron otras de las razones en las que dijimos “igual esto no es solo para nerds”.
Ya ha pasado el momento del “Wow” a pensar que es usable, cómodo y práctico. En este momento, yo lo veo muy parecido a cuando se inventaron los ordenadores, que era una tecnología muy primitiva. Siento que ahora está en esa etapa y que es el primer paso para profesionalizar todo y estar dentro del mercado
No queda más remedio que seguir con los ojos abiertos manteniéndose alerta para no caer ni en la versión oficial ni en esas atractivas “teorías de conspiración”, códigos de barras, vacunas, microchips, tatuaje cuántico etc., esperemos un poco más de tiempo aunque en el fondo estas teorías conspirativas terminan siendo como casi siempre, ciertas, pero por el momento ni el código de barras, ni la vacuna, ni el pasaporte COVID y mucho menos el microchip se puede asegurar que sea la marca de la Bestia.