EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO

Para convertirse y salvarse

PRIMERA DECENA

EXCELENCIA DEL ROSARIO

MANIFESTADA POR SU ORIGEN Y SU NOMBRE

Tercera Rosa

El Santo Rosario y Santo Domingo

12) Este milagroso establecimiento del Santo Rosario, que guarda cierta semejanza con la manera en que Dios promulgó su Ley sobre el Monte Sinaí, manifiesta evidentemente la excelencia de esta divina práctica.

Santo Domingo, inspirado por el Espíritu Santo, predicó todo el resto de su vida el Santo Rosario con el ejemplo y la palabra, en las ciudades y en los campos, ante los grandes y los pequeños, ante sabios e ignorantes, ante católicos y herejes.

El Santo Rosario —que rezaba todos los días— era su preparación para predicar y su acción de gracias de haber predicado.

13) Un día de San Juan Evangelista en que estaba el Santo en Nuestra Señora de París rezando el Santo Rosario, como preparación a la predicación, en una capilla situada tras el altar mayor, se le apareció la Santísima Virgen y le dijo: «Domingo, aunque lo que tienes preparado para predicar sea bueno, he aquí, no obstante, un sermón mucho mejor que yo te traigo».

Santo Domingo recibe de sus manos el libro donde estaba el sermón, lo lee, lo saborea, lo comprende, da gracias por él a la Santísima Virgen.

Llega la hora del sermón, sube al púlpito y, después de no haber dicho en alabanza de San Juan Evangelista sino que había merecido ser custodio de la Reina del Cielo, dice a toda la concurrencia de grandes y doctores que habían venido a oírle —habituados todos a discursos floridos— que no les hablará con palabras de sabiduría humana, sino con la sencillez y la fuerza del Espíritu Santo.

Y, efectivamente, les predicó el Santo Rosario explicándoles palabra por palabra, como a niños, la Salutación Angélica, sirviéndose de comparaciones muy sencillas, que había leído en el papel que le había dado la Santísima Virgen.

14) He aquí las mismas palabras del sabio Cartagena, tomadas por él del libro del Beato Alano de la Roche titulado De Dignitate Psalterii:

Afirma el Beato Alano que su Padre, Santo Domingo, le dijo un día en una revelación: ¡Hijo mío! tú predicas. Pero, para que no busques la alabanza humana sino la salvación de las almas, escucha lo que me sucedió en París. Debía predicar en la Iglesia mayor de Santa María y quería hacerlo ingeniosamente, no por jactancia, sino a causa de la nobleza y dignidad de los asistentes. Mientras oraba, según mi costumbre, casi durante una hora, mediante la recitación de mi Salterio (es decir, el Rosario) antes del Sermón tuve un éxtasis. Veía a mi amada Señora, la Virgen María, que ofreciéndome un libro me decía: «Por bueno que sea el sermón que vas a predicar, aquí traigo uno mejor!».

Muy contento, tomé el libro, lo leí todo y, como María lo había dicho, encontré lo que debía predicar. Se lo agradecí de todo corazón. Llegada la hora del sermón, subí a la cátedra sagrada. Era la fiesta de San Juan, pero sólo dije del Apóstol que mereció ser escogido para guardián de la Reina del cielo. En seguida hablé así a mi auditorio:

«¡Señores e ilustres Maestros! Uds. están acostumbrados a oír sermones sabios y elegantes. Pero no quiero dirigirles doctas palabras de sabiduría humana, sino mostrarles el espíritu de Dios y su poder».

Entonces, añade Cartagena, siguiendo al Beato Alano, Santo Domingo les explicó la Salutación Angélica mediante comparaciones y semejanzas muy sencillas.

15) El Beato Alano de la Roche, como dice el mismo Cartagena, refiere otras varias apariciones de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen a Santo Domingo para instarle y animarle a predicar el Santo Rosario, a fin de combatir el pecado y convertir a pecadores y herejes, dice:

El Beato Alano refiere que la Santísima Virgen le reveló que Jesucristo, su Hijo, se había aparecido después de Ella a Santo Domingo y le había dicho: «Domingo me alegro de que no te apoyes en tu sabiduría y de que trabajes con humildad en la salvación de las almas sin preocuparte por complacer la vanidad humana. Muchos predicadores quieren desde el comienzo tronar contra los pecados más graves, olvidando que antes de dar un remedio penoso es necesario preparar al enfermo para que lo reciba y aproveche. Por ello, deben exhortar antes al auditorio al amor a la oración y, especialmente, a mi Salterio Angélico. Porque, si todos comienzan a rezarlo, no hay duda de que la clemencia divina será propicia con los que perseveran. Predica, pues, mi Rosario».

16) En otro lugar dice el Beato Alano:

Todos los predicadores hacen rezar a los cristianos la Salutación Angélica al comenzar sus sermones, para obtener la gracia divina. La razón de ello es una revelación de la Santísima Virgen a Santo Domingo: «Hijo mío –le dijo– no te sorprendas de no lograr éxito con tus predicaciones. Porque trabajas en una tierra que no ha sido regada por la lluvia. Recuerda que cuando Dios quiso renovar el mundo, envió primero la lluvia de la Salutación Angélica. Así se renovó el mundo. Exhorta, pues, a las gentes en tus sermones a rezar el Rosario y recogerás grandes frutos para las almas». Hízolo así constantemente el Santo y obtuvo notable éxito con sus predicaciones. Puedes leer esto en el Libro de los milagros del Santo Rosario, escrito en italiano, y en el discurso 143 de Justino.

17) He tenido gusto en copiar palabra por palabra los pasajes latinos de estos buenos autores en favor de los predicadores y personas eruditas, que pudieran poner en duda la maravillosa virtud del Santo Rosario. Mientras, siguiendo a Santo Domingo, se predicó la devoción del Santo Rosario, la piedad y el fervor florecían en las órdenes religiosas que practicaban esta devoción y en el mundo cristiano; pero desde que no se hizo tanto aprecio de ese presente venido del cielo, no se ve más que pecado y desórdenes por todas partes.