PADRE LEONARDO CASTELLANI: EL FARISEÍSMO EN LA IGLESIA… ESTAD ALERTAS

Conservando los restos

EPÍSTOLA A TORTI
Septiembre 30 de 1949
(Jauja, números 25-26-27)

Querido Torti:

Eres bastante inteligente para tu edad, vale la pena decirte la verdad.

En nuestra discusión de ayer proferías frases breves y cortantes que sonaban en mi interior como crepitantes falsedades; a las cuales yo respondía débilmente, con la débil y enorme verdad. Las grandes verdades hay que decirlas con timidez, porque son más grandes que nosotros.

— «¡Vos no sos Jesucristo!».

Yo respondí débilmente: ¿Acaso no debemos tratar de parecernos a Jesucristo?

Pero una respuesta enorme, mística, me relampagueó en la mente, y fue instantáneamente suprimida por el pudor: «Yo soy Jesucristo de la misma manera que tú lo eres. ¿Acaso no hemos dicho esta mañana en la misa: «Este es mi cuerpo»»?

El Cuerpo Místico. No me atreví a decir como San Pablo: «Yo vivo en Cristo».

Hice una lista de las falsedades irreplicables con sus réplicas posibles y reprimidas:

«Siempre ha sido así…»

Nunca ha sido así hasta ahora. No era así en tiempo de San Ignacio…

«Bueno, si estás tan amargado…»

Estoy escandalizado, no estoy amargado. Pertenezco a la inmensa cohorte actual de los «humillados y ofendidos»; no a la de los resentidos.

«Si ellos notan que, todavía encima, tú amenazas…»

Yo no; amenazo, triste de mí: solamente predigo

«Es evidente que algún castigo vas a tener que aceptar…»

No puedo aceptar como castigo ningún castigo por culpas que no reconozco como culpas. Sería mentir.

«Si no quieres reconocer tus pasados errores…»

Si reconozco como error lo que en mi conciencia aparece como servicio de Dios, pongo error en Dios. Eso no lo puedo hacer.

«Todo esto no son más que cuestiones de política…»

A mí me parece que son cuestiones de religión

«A vos nunca te han entendido…»

Es posible que me hayan entendido demasiado

«Todo eso es mística; pero poniéndose en el plano puramente humano…»

Yo no soy puramente humano. No tengo mi nido en este suelo.

«Solamente los herejes son tan empecinados…»

No. También los mártires.

Y finalmente la terrible frase «Vos no sos Jesucristo» con la terrible respuesta, entre ridícula, sacrílega y sublime: YO SOY JESUCRISTO.

Querido Torti, el destino manda. Algunas veces al despertarme tengo una sensación extraña, inexpresable, llena de punzante dolor y extrañeza que dice: ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?

Me veo en mi niñez, correteando por el «montecito» con mis hermanos, vagando por las calles de un pequeño pueblo polvoroso, leyendo ávidamente, ya detrás como un pachón de los terribles misterios de la Muerte y el Pecado; o bien joven estudiante jesuita encarnizado sobre los libros, luchando con una salud precaria y toda clase de arideces e incomodidades, sostenido por un ideal irreductible, maldormido y malhumorado, serio como un gendarme, con explosiones de júbilo y de melancolía, solo e impar, desconocido de todos, malconocido de muchos; y a esa imagen de mi «Yo» se junta de una manera inefable la visión de la realidad presente, llena de carnicerías, horrores, terrores y peligros, levantando la pregunta eterna del lejano Idumeo: «¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?»

Los tres abismos del Problema del Universo, del Problema de la Conciencia, del Problema de la Predestinación. Predestinación, es decir, Destino. Destino determinado por otros, por Otro.

El «caso Castellani» tiene una cantidad de soluciones sencillas, estructuradas por los ojos o los anteojos de la gente. La gente nos ve a través de sus anteojos y se hace una «idea» de nosotros a su guisa, es decir, nos aficha una etiqueta. Una vez que nos ha «fichado» pretende que nos movamos siempre de acuerdo a la ficha, como marionetas; y si no resulta así se extrañan y aun se enojan, y nos dicen caritativamente: «En esto has estado mal».

Las etiquetas contienen a veces una parte de verdad, otras veces un absurdo: nunca nos contienen enteros: «X. es un buen escritor, es un sacerdote bondadoso, es un «cura liberal», es un sabio, es un infeliz, es un niño, es uno de los nuestros (jesuita), es uno de los nuestros (nacionalista), es uno de los nuestros (de la familia), es un «valor», es algo de que me puedo aprovechar…»

Dejo las etiquetas vejatorias como: “es un nazi, es un ofuscado, es un «sedicioso», un desobediente, un mal religioso, un libidinoso, un sacrílego…”

Todas estas son etiquetas, y de acuerdo a ellas salen innúmeras soluciones del «caso Castellani».

El único que no opina ni explica es el propio interesado. ¿Para qué?

Pero hoy se me ofrece explicarme un poco. ¿Por qué no?

Algo sabré yo también de mí mismo. Por lo menos en hipótesis. Hipótesis a constatar en la otra vida.

Voy a desparramar mi hipótesis.

Yo desparramaré verdad y ustedes error. Y el error vencerá. Pero no para siempre.

He lastimado un ídolo. He herido sin querer un ídolo implacable. La persecución siguió y sigue implacable. ¿Hasta dónde? No lo sé.

He tropezado en la noche con el monstruo eterno del fariseísmo. Tenía que pasarme a mí, Dios mío. Mis amigos dan explicaciones halagüeñas para el amor propio. Halagüeñas y desesperantes.

“Se le castiga por tener talento”.

“Se le castiga por amar a la patria”.

“Cayó porque amó demasiado a la Compañía”.

“Es un idealista incapaz de intrigar”.

“Es un artista y los artistas no pueden vivir entre los jesuitas, la historia lo prueba”.

“Se equivocó de vocación”.

“Lo castigan por enfermo, superponen un yugo a otro yugo”.

«Tiene demasiada sensibilidad» (como dijo un magnate que usufructúa esa sensibilidad, incluso pecuniariamente), como si la sensibilidad fuese algo que se compra en la tienda; y «configurara delito», como dicen los juristas.

Pamplinas. Explicaciones superficiales o meramente negativas.

Cierto, si no fuese buen escritor, si hubiese escrito «mal» (en el sentido técnico) ninguna desgracia social me hubiese acontecido. Pero eso no es todo. La comparación con Gracián es burda.

Baltasar Gracián escribió un libro genial, que el Prepósito General Gosuino Nickel, alemán incapaz de literatura, encontró «obra demasiado profana» para un sacerdote. No lo hubiera encontrado si no lo hubiesen acusado pertinazmente sus hermanos españoles, «voire» valencianos.

«El Criticón» no era ciertamente una obra devota, sino la creación de un gran moralista con la devoción suprema a la verdad. Vio claramente que los miopes que la juzgaban no la iban a entender nunca, y la publicó sin «censura»; censura que hablando en puridad no podía existir. Hasta ahora se está aprovechando la Compañía de Jesús de esa obra. Y el mundo entero.

La Compañía de Jesús (o el teutón de su General) cayó sobre él y lo hizo trizas. Gracián cumplió las penitencias hasta donde pudo. Fue un mal religioso, o por lo menos lo es actualmente. Pero cumplió con su destino.

No pecó contra la Religión, pero pecó contra Su religión. Pecó contra los jesuitas.

¡Pobres jesuitas! Lo mejor que se puede hacer es amarlos sinceramente. Son buena gente; aunque a veces algo tocados de jesuitismo.

Yo no soy Gracián. Ni tengo su genio, ni soy perseguido por lo mismo que él.

***

El fariseísmo existe. Él es un misterio de la historia de Cristo, de la Iglesia y del mundo.

San Juan lo llamó «peccatum ad mortem», porque de suyo es mortífero, homicida y deicida; y dijo que por aquel que ese pecado peca, no hay que rogar. Jesucristo dijo que no tenía perdón en el cielo ni en la tierra, porque de hecho el fariseo sin un milagro es incorregible.

El que odia a su hermano es asesino, dijo el apóstol.

La recíproca es verdadera.

El que de hecho asesina a su hermano sin querer, o por motivos sublimes (la mayor gloria de Dios, el bien común de la Compañía, «el que se salve todo el pueblo») de hecho odia a su hermano. Y el que odia a su hermano, la gracia de Dios no está en él, dice el oráculo de la Escritura. No nos avergoncemos de la Escritura.

La descripción y la «revelación» del fariseísmo está en la Escritura. No es necesario, ni, quizá conveniente, hacerla de nuevo.

El fariseísmo existe. Yo lo veo de noche. Es una visión que enferma. De día es invisible.

«Si me hubiese hecho caso a mí, Castellani no se hubiese perdido…» dice Benítez, Alonso, Mahón, Torti, etc., etc…

Error.

El destino de Castellani era perderse.

«Sigue esta línea de defensa y estás salvado…»

Esto le decían también a Bartolomé Carranza sus «amigos». Y el preso y torturado arzobispo de Toledo tomaba una y otra línea de defensa, una tras otra, una tras otra. Y ahora la historia dice que se perdió «porque tomó una mala línea de defensa” (Menéndez y Pelayo).

«Camaradas, acometed fuerte a esos traidores y pelead con brío, porque si somos vencidos, seremos mañana en la historia nosotros los traidores» —como dijo aquel buen Condestable de Castilla.

Dieciocho años de defensa y de tortura moral, la inútil retractación de las 15 proposiciones «luteranas», la inútil libertad del agonizante por tres meses, la muerte desolada… y la Historia que todavía no sabe nada «definitivo» acerca de Bartolomé Carranza. El proceso no se falló; pero el proceso mató al procesado.

La defensa que hubiera salvado al arzobispo de Toledo era doblegarse ante los fariseos. Y el duro aragonés no se dobló. Por santidad, por carácter, por terquedad, por ilusión, por imposibilidad psicológica o por lo que se fuere no se dobló; quería justicia, justicia aquí en la tierra, justicia en España, justicia en Roma, justicia de Felipe II, justicia de San Pío V.

Justicia… El hombre en este mundo es digno solamente de misericordia.

***

Atrevámonos a decirlo todo, aunque sea temblando.

El fariseísmo existe en la Iglesia: es la corrupción específica del sacerdocio.

Una y otra vez el fermento del fariseísmo se hincha en la Iglesia y es vencido por las fuerzas de santidad de la Iglesia, guiadas e infundidas por el Espíritu de Dios.

Pero para ser vencido requiere víctimas.

Y llegará un día en que ya no será vencido.

Ese día marcará el fin de este siglo, la abominación de la desolación en el lugar donde no debe estar.

No sabemos el día ni la hora. Por lo tanto, estad alertas.