Conservando los restos
LA OBRA DE TUS MANOS
Narrado por Fabián Vázquez (once minutos)
Y resplandezca sobre nosotros
la luz del Señor Dios nuestro;
y enderece en nosotros
LAS OBRAS DE NUESTRAS MANOS,
y dé buen éxito a nuestras empresas.
(Salmo, 89, 17)
OPUS MANUUM TUARUM
El ojo que todo lo ve, no se ve a sí mismo; el ojo que todo lo ve, no llega a ver al otro ojo, vecino suyo, y el derecho y el izquierdo viven sesenta años y mueren juntos sin haberse visto nunca.
Las verdades más próximas a nosotros son las que consideramos con menos gusto y con más dificultad. Pasamos por encima sin advertirlas, y vamos a buscar muy lejos, al fondo del desierto, lo que Dios había puesto a la puerta de nuestra morada, y que, por la irreflexión de nuestro proceder, no habíamos advertido en nuestro umbral.
Sé que Dios me ha creado, y creo haber comprendido el fondo de esa verdad trivial. Su evidencia me ha llegado a ser tan familiar, que al meditarla no siento emoción alguna. Sé que he sido creado, como sé con qué nombre se me llama, pero luego paso a reflexiones más inéditas, a conclusiones más actuales.
Dios me ha creado, ésta es una historia ya muy antigua, un suceso clasificado, fechado, y del que cada día que pasa me voy alejando más. Un buen día pasé de la nada al ser y existo: he ahí todo: ¿qué hay de emocionante en esta filosofía rudimentaria?
¡Demasiado rudimentaria, en verdad! Mi creación no es un incidente que tuvo lugar hace un tiempo, es una realidad permanente. He sido creado, en el sentido actual de la palabra, es decir, que mi ser, como tal, tiene a Dios por causa.
Pero la creación es, en realidad, una eterna dependencia, siempre actual. Mi ser depende de Dios, como el eco depende de la voz, y como el reflejo depende de la luz.
Y la ley suprema de mi naturaleza no es otra cosa que la obediencia pronta y total para con mi principio.
Opus manuum tuarum. Estoy siempre entre sus manos.
Como entre las manos de un alfarero que modela la arcilla a su capricho…
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