Conservando los restos
25 de marzo de 1991
RESPUESTAS A PREGUNTAS SIEMPRE ACTUALES
¿DÓNDE ESTÁ LA VISIBILIDAD DE LA IGLESIA?
Amplios extractos de la conferencia dada por Monseñor Lefebvre en Ecône, el 9 de septiembre de 1988, después del Retiro Sacerdotal. Allí responde a los argumentos teológicos de Dom Gérard, desarrollados en su Declaración publicada por el Diario Présent, el 18 de agosto de 1988; y demuestra la debilidad de los mismos. (Fideliter N° 66. Noviembre-Diciembre de 1988).
Mis queridos amigos, pienso que ustedes, que están ahora en el Ministerio y que quisieron conservar la Tradición, tienen la voluntad de ser sacerdotes como siempre, como lo fueron los santos sacerdotes de antes, todos los santos párrocos y los santos sacerdotes que nosotros mismos pudimos conocer en las parroquias.
Ustedes continúan y representan de verdad la Iglesia, la Iglesia Católica.
Creo que es necesario convencerse de esto: ustedes representan de verdad la Iglesia Católica.
No que no haya Iglesia fuera nosotros; no se trata de eso. Pero este último tiempo, se nos ha dicho que era necesario que la Tradición entrase en la Iglesia visible.
Pienso que se comete allí un error muy, muy grave.
¿Dónde es la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica.
Les pregunto: ¿dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos?
Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la iglesia oficial.
Un obispo cree en esto…, el otro no; la fe es distinta, sus catecismos abominables contienen herejías. ¿Dónde está la unidad de la fe en Roma?
¿Dónde está la unidad de la fe en el mundo?
Está en nosotros, quienes la conservamos.
La unidad de la fe realizada en el mundo entero es la catolicidad. Ahora bien, esta unidad de la fe en todo el mundo no existe ya, no hay pues más de catolicidad prácticamente.
Habrá pronto tantas iglesias católicas como obispos y diócesis. Cada uno tiene su manera de ver, de pensar, de predicar, de hacer su catecismo. No hay más catolicidad.
¿La apostolicidad? Rompieron con el pasado. Si hicieron algo, es bien eso. No quieren saber más del pasado antes del Concilio Vaticano II.
Vean el Motu Proprio del Papa que nos condena, dice bien: “la Tradición viva, esto es Vaticano II”. No es necesario referirse a antes del Vaticano II, eso no significa nada. La Iglesia lleva la Tradición con ella de siglo en siglo. Lo que pasó, pasó, desapareció. Toda la Tradición se encuentra en la Iglesia de hoy. ¿Cuál es esta Tradición? ¿A que está vinculada? ¿Cómo está vinculada con el pasado?
Es lo que les permite decir lo contrario de lo que se dijo antes, pretendiendo, al mismo tiempo, guardar por sí solos la Tradición.
Es lo que nos pide el Papa: someternos a la Tradición viva. Tendríamos un mal concepto de la Tradición, porque para ellos es viva y, en consecuencia, evolutiva. Pero, es el error modernista: el Santo Papa Pio X, en la Encíclica Pascendi, condena estos términos de “tradición viva”, de “Iglesia viva”, de “fe viva”, etc., en el sentido que los modernistas lo entienden, es decir, de la evolución que depende de las circunstancias históricas. La verdad de la Revelación, la explicación de la Revelación, dependerían de las circunstancias históricas.
La apostolicidad: nosotros estamos unidos a los Apóstoles por la autoridad. Mi sacerdocio me viene de los Apóstoles; vuestro sacerdocio les viene de los Apóstoles. Somos los hijos de los que nos dieron el episcopado. Mi episcopado desciende del Santo Papa Pío V y por él nos remontamos a los Apóstoles. En cuanto a la apostolicidad de la fe, creemos la misma fe que los Apóstoles. No cambiamos nada y no queremos cambiar nada.
Y luego, la santidad. No vamos a hacernos cumplidos o alabanzas. Si no queremos considerarnos a nosotros mismos, consideremos a los otros y consideremos los frutos de nuestro apostolado, los frutos de las vocaciones, de nuestras religiosas, de los religiosos y también en las familias cristianas. De buenas y santas familias cristianas germinan gracias a vuestro apostolado. Es un hecho, nadie lo niega. Incluso nuestros visitantes progresistas de Roma constataron bien la buena calidad de nuestro trabajo.
Todo eso pone de manifiesto que somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible.
Si hay aún una visibilidad de la Iglesia hoy, es gracias ustedes. Estas señales no se encuentran ya en los otros.
No hay ya en ellos la unidad de la fe; ahora bien, es la fe que es la base de toda visibilidad de la Iglesia.
La catolicidad, es la fe una en el espacio.
La apostolicidad, es la fe una en el tiempo.
La santidad, es el fruto de la fe, que se concreta en las almas por la gracia del Buen Dios, por la gracia de los Sacramentos.
Es totalmente falso considerarnos como si no formáramos parte de la Iglesia visible. Es increíble.
Por supuesto, se podrá objetársenos: ¿Es necesario, obligatoriamente, salir de la Iglesia visible para no perder el alma, salir de la sociedad de los fieles unidos al Papa?
No somos nosotros, sino los modernistas quienes salen de la Iglesia.
En cuanto a decir “salir de la Iglesia VISIBLE”, es equivocarse asimilando iglesia oficial a la Iglesia visible.
Nosotros pertenecemos bien a la Iglesia visible, a la sociedad de fieles bajo la autoridad del Papa, ya que no rechazamos la autoridad del Papa, sino lo que él hace. Reconocemos bien al Papa a su autoridad, pero cuando se sirve de ella para hacer lo contrario de aquello para lo cual se le ha dado, está claro que no se puede seguirlo.
POR LO TANTO, ¿SALIR DE LA IGLESIA OFICIAL?
(Fideliter N° 66. Noviembre-Diciembre de 1988)
Por lo tanto, ¿salir de la iglesia oficial?
En cierta medida, ¡sí!, obviamente.
Todo el libro del señor Madiran “La Herejía del Siglo XX” es la historia de la herejía de los obispos.
Es necesario, pues, salir de este medio de los obispos, si no se quiere perder el alma.
Pero eso no basta, ya que es en Roma donde se instala la herejía. Si los obispos son herejes (incluso sin tomar este término en el sentido y con las consecuencias canónicas), no es sin la influencia de Roma.
Si nos alejamos de esta gente, es absolutamente de la misma manera que con las personas que tienen el SIDA. No se tiene deseo de atraparlo. Ahora bien, tienen el SIDA espiritual, enfermedades contagiosas. Si se quiere guardar la salud, es necesario no ir con ellos.
¡Sí!, el liberalismo y el modernismo se introdujeron en el Concilio y dentro de la Iglesia. Son ideas revolucionarias; y la Revolución, que se encontraba en la sociedad civil, pasó a la Iglesia.
El cardenal Ratzinger, por otra parte, no lo oculta: adoptaron ideas, no de Iglesia, sino del mundo y consideran un deber hacerlas entrar en la Iglesia.
Ahora bien, las autoridades no cambiaron de una iota sus ideas sobre el Concilio, el liberalismo y el modernismo. Son anti-tradición, anti la Tradición tal como debe entenderse y como la Iglesia lo comprende. Eso no entra en su concepción. El suyo es un concepto evolutivo. Están, pues, en contra de esta Tradición fija, en la cual nos mantenemos.
Consideramos que todo lo que nos enseña el catecismo nos viene de Nuestro Señor y de los Apóstoles, y que no hay nada que cambiar.
Para ellos, no, todo eso evoluciona y evolucionó con Vaticano II. El término actual de la evolución es Vaticano II.
Esta es la razón por la que no podemos vincularnos con Roma.
Suceda lo que suceda, debemos seguir como lo hemos hecho, y el Buen Dios nos muestra que siguiendo esta vía, cumplimos con nuestro deber.
No negamos la Iglesia Romana. No negamos su existencia, pero no podemos seguir sus directivas. No podemos seguir los principios del Concilio. No podemos vincularnos.
Me di cuenta de esta voluntad de Roma de imponernos sus ideas y su manera de ver. El cardenal Ratzinger me decía siempre: “Pero Monseñor, sólo hay una Iglesia, no es necesario hacer una Iglesia paralela”.
¿Cuál es esta Iglesia para él? La iglesia conciliar, queda claro.
Cuando nos dijo explícitamente: “Obviamente, si se les concede este protocolo, algunos privilegios, deberán aceptar también lo que hacemos; y, por lo tanto, en la iglesia Saint-Nicolas-du-Chardonnet será necesario decir una nueva misa también todos los domingos”…
Ustedes ven que quería traernos a la iglesia conciliar. No es posible, ya que queda claro que quieren imponernos estas novedades para terminar con la Tradición.
No conceden nada por aprecio de la liturgia tradicional, sino simplemente para engañar a aquellos a quienes lo dan y para disminuir nuestra resistencia; insertar una cuña en el bloque tradicional para destruirlo.
Es su política, su táctica consciente. No se equivocan, y ustedes conocen las presiones que ejercen…
¿NO SE SEPARA DE LA IGLESIA, NO SE PONE FUERA DE LA IGLESIA?
Entrevista a Monseñor Lefebvre, un año después de las Consagraciones Episcopales. (Fideliter, N° 70, julio-agosto de 1989)
Fideliter: Algunos dicen: sí, pero Monseñor Lefebvre tendría que haber aceptado un acuerdo con Roma, porque una vez que la Fraternidad hubiese sido reconocida y las sanciones levantadas, habría podido actuar de una manera más eficaz dentro de la Iglesia, mientras que ahora se colocó afuera.
Monseñor Lefebvre: Son cosas que son fáciles de decir. Ponerse dentro de la Iglesia, ¿qué es lo que significa eso?
Y, en primer lugar, ¿de qué Iglesia se habla? Si es de la iglesia conciliar, sería necesario que nosotros, quienes luchamos contra ella durante veinte años porque queremos la Iglesia Católica, volviésemos a entrar en esta iglesia conciliar para, supuestamente, volverla católica.
¡Es una ilusión total!
No son los súbditos los que hacen a los superiores, sino los superiores los que hacen a los súbditos.
En toda esta Curia romana, entre todos los obispos del mundo, que son progresistas, yo habría sido ahogado completamente. No habría podido hacer nada, ni proteger a los fieles y a los seminaristas.
Fideliter: ¿No teme que a la larga y cuándo el Buen Dios lo haya llamado a Él, poco a poco, la separación se acentúe y que se tenga un poco la impresión de una Iglesia paralela respecto de lo que algunos llaman la “Iglesia visible”?
Monseñor Lefebvre: Esta historia de Iglesia visible de Don Gérard y del señor Madiran es infantil.
Es increíble que se pueda hablar de Iglesia visible en relación a la iglesia conciliar y en oposición con la Iglesia Católica que nosotros intentamos representar y seguir.
No digo que seamos la Iglesia Católica. Nunca lo he dicho. Nadie puede acusarme de haber querido tomarme por un papa.
Pero, nosotros representamos de verdad la Iglesia Católica tal como era antes, puesto que seguimos eso que siempre ha hecho.
Somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible: la unidad, la catolicidad, la apostolicidad, la santidad. Es eso lo que constituye la Iglesia visible.
El señor Madiran añade: y la infalibilidad.
Pero, la infalibilidad…
En lo que representa la tradición de los Papas, la tradición de la infalibilidad, estamos de acuerdo con el Papa. Estamos unidos a él en cuanto continúa la sucesión de San Pedro y debido a las promesas de la infalibilidad que se le hicieron.
Somos nosotros quienes se unen a su infalibilidad. Pero él, incluso si bajo algunos aspectos se puede decir que la representa, formalmente se opone, porque no quiere más la infalibilidad. No cree y no realiza actos señalados por la marca de la infalibilidad…
Somos nosotros quienes estamos con la infalibilidad, no la iglesia conciliar. Ella está en contra de la infalibilidad, es absolutamente cierto.
El cardenal Ratzinger está en contra de la infalibilidad, el Papa está en contra de la infalibilidad debido a su formación filosófica.
Que se nos comprenda bien, no estamos en contra del Papa como representante de todos los valores de la Sede Apostólica, que son inmutables, de la Sede de Pedro; pero estamos contra el Papa que es un modernista, que no cree en su infalibilidad, que hace ecumenismo.
Obviamente estamos en contra de la iglesia conciliar, que es prácticamente cismática, incluso si no lo aceptan. En la práctica es una Iglesia virtualmente excomulgada, porque es una iglesia modernista.
Son ellos quienes nos excomulgan, mientras que nosotros queremos seguir siendo católicos. Queremos permanecer con el Papa católico y con la Iglesia Católica. He aquí la diferencia.
Pienso, pues, que no hay que tener ninguna vacilación ni ningún escrúpulo respecto de las consagraciones episcopales. No somos ni cismáticos, ni excomulgados; no estamos en contra del Papa. No estamos en contra de la Iglesia Católica. No hacemos una Iglesia paralela. Todo eso es absurdo.
Somos lo que siempre hemos sido: católicos que continúan. Es todo. No hay que buscar mediodía a las catorce. ¡No constituimos una “pequeña Iglesia”!
¿ES UNA PRIORIDAD OBTENER EL ESTATUS CANÓNICO?
Conferencia a los seminaristas de Ecône, 21 de diciembre de 1984
Entonces, hay quienes estarían dispuestos a sacrificar, diría, la lucha por la fe diciendo: ¡Volvamos primero a la Iglesia! Hagamos todo lo posible para entrar en el marco oficial y público de la Iglesia. Mantengamos nuestro problema dogmático en silencio. Mantengamos nuestra lucha en silencio. […] Así vamos a entrar a la Iglesia, y, una vez que estemos dentro de la Iglesia, ya veremos, podremos luchar, podremos hacer esto, podremos hacer aquello… ¡Es absolutamente equivocado! No se entra dentro de un marco, y bajo superiores, diciendo que sacudiremos todo cuando estemos allí dentro, cuando ellos tienen todo en la mano para reprimirnos. Tienen toda la autoridad. Lo que nos interesa primero es mantener la fe católica. Esta es nuestra lucha. Entonces la cuestión canónica, puramente externa, pública en la Iglesia, es secundaria.
¿DEBERÍAMOS HACER UN ACUERDO CON ROMA?
a) Conferencia pronunciada en Flavigny, diciembre de 1988
Cuando nos preguntan: “¿Cuándo habrá un acuerdo con Roma?”, mi respuesta es simple: cuando Roma vuelva a coronar a Nuestro Señor Jesucristo. No podemos estar de acuerdo con aquellos que han destronado a Nuestro Señor. El día en que vuelvan a reconocer a Nuestro Señor Rey de los pueblos y de las naciones, no se habrán unido a nosotros, sino a la Iglesia Católica en la que vivimos.
b) Conferencia de Prensa, en Ecône, 15 de junio de 1988
Se acabó, lo he comprendido. Nos quieren “tomar el pelo”, se terminó, se acabó, ya no tengo confianza. Tenía razón en no tener confianza, están jugando con nosotros. Perdí la confianza por completo. Hay una voluntad por parte de la Santa Sede de someternos a sus deseos y sus orientaciones. Es inútil continuar. Estamos completamente opuestos el uno al otro.
c) Recomendaciones de Monseñor Lefebvre a los cuatro sacerdotes antes de las consagraciones episcopales
¡Si hubiéramos aceptado, hubiéramos muerto! No hubiéramos durado un año. Habría sido necesario vivir en contacto con los conciliares […]. Es por eso que estamos salvando a la Fraternidad alejándonos cuidadosamente. Nos preguntábamos si podíamos continuar este ensayo, estando protegidos: resultó ser imposible.
d) Del libro Itinerario Espiritual
Es por tanto un estricto deber para cualquier sacerdote que desee permanecer católico separarse de esta iglesia conciliar, mientras no encuentre nuevamente la tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica.
e) Última entrevista a Monseñor Lefebvre (Fideliter n° 79, enero-febrero 1991)
Fideliter: Desde las Consagraciones no hay más contactos con Roma; sin embargo, como usted dijo, el cardenal Oddi le llamó por teléfono diciendo: “Hay que arreglar las cosas. Pídele al Papa un pequeño perdón, y él está pronto para recibirle”. Entonces, ¿por qué no intentar este último paso, y por qué le parece imposible?
Monseñor Lefebvre: Es absolutamente imposible en el clima actual de Roma, que está cada vez peor. No hay que hacerse ilusiones. Los principios que ahora dirigen a la iglesia conciliar son cada vez más abiertamente contrarios a la doctrina católica.
Todas las falsas ideas del Concilio siguen desarrollándose, para reafirmarse cada vez con mayor claridad. Cada vez se esconden menos. Por lo tanto, es absolutamente inconcebible que uno pueda aceptar colaborar con semejante jerarquía.
Fideliter: ¿Cree, usted, que la situación se ha deteriorado aún más desde que, antes de las Consagraciones, mantuvo conversaciones que llevaron a la redacción del Protocolo del 5 de mayo de 1988?
Monseñor: ¡Ay, sí! Por ejemplo, el hecho de la Profesión de Fe que ahora exige el cardenal Ratzinger desde principios de 1989. Es un hecho muy grave. Porque pide a todos los que se han unido o podrían hacerlo que hagan profesión de fe en los documentos del Concilio y en las reformas posconciliares. Para nosotros es imposible.
Todavía tendremos que esperar antes de considerar la perspectiva de un acuerdo. Por mi parte, creo que sólo el Buen Dios puede intervenir, porque humanamente no vemos posibilidades de que Roma enderece la corriente.
Durante quince años dialogamos para tratar de poner nuevamente la Tradición en el lugar de honor que le corresponde en la Iglesia. Nos encontramos con un continuo rechazo. Lo que Roma concede ahora a favor de la Tradición es sólo un gesto puramente político y diplomático para forzar la unión. Pero no es una convicción en los beneficios de la Tradición.
Todo lo que se les ha concedido a todos los que se han unido, se les ha concedido sólo con el fin de inducir a todos los que adhieren o están relacionados con la Fraternidad a separarse de ella y someterse a Roma.
Fideliter: Más que una cuestión de liturgia, dice usted a menudo, es ahora una cuestión de fe lo que nos opone a la Roma actual.
Monseñor: Ciertamente la cuestión de la liturgia y de los sacramentos es muy importante, pero no es la más importante. La más importante es la de la fe. Para nosotros está resuelto. Tenemos la fe tradicional, la del Concilio de Trento, la del Catecismo de San Pío X, la de todos los Concilios y la de todos los Papas antes del Vaticano II.
Durante años se esforzaron en Roma para demostrar que todo en el Concilio estaba perfectamente de acuerdo con la Tradición. Ahora se descubren. El cardenal Ratzinger nunca había hablado con tanta claridad. No hay Tradición. No hay más depósito para transmitir. La Tradición en la Iglesia es lo que dice el Papa hoy. Hay que someterse a lo que el Papa y los obispos están diciendo hoy. Para ellos, esta es la tradición, la famosa tradición viva, la única razón de nuestra condena.
Ya no buscan probar que lo que dicen está en conformidad con lo que escribió Pío IX, con lo que promulgó el Concilio de Trento. No, todo eso ha pasado, está superado, como dice el cardenal Ratzinger. Está claro y podrían haberlo dicho antes. No había necesidad de hacernos hablar, de discutir. Ahora es la tiranía de la autoridad, porque ya no hay una regla. Ya no podemos referirnos al pasado.
En cierto sentido, las cosas ahora se están volviendo más claras. Siempre nos dan más razón. Estamos ante gente que tiene otra filosofía que la nuestra, otra forma de ver las cosas, que está influenciada por todos los filósofos modernos y subjetivistas. Para ellos no existe una verdad fija, no existe un dogma. Todo está evolucionando. Esta es una concepción completamente masónica. Es verdaderamente la destrucción de la fe. ¡Afortunadamente, seguimos confiando en la Tradición!
Fideliter: ¿Qué puede decir a los fieles que aún esperan la posibilidad de un arreglo con Roma?
Monseñor: Nuestros verdaderos fieles, aquellos que comprendieron el problema y que precisamente nos ayudaron a seguir la línea recta y firme de la Tradición y de la fe, temieron los pasos que di en Roma. Me dijeron que era peligroso y que estaba perdiendo el tiempo. Sí, por supuesto, esperé hasta el último minuto que Roma mostrara un poco de lealtad. No me pueden culpar por no haber hecho el máximo. Entonces ahora, a los que vienen a decirme: “Hay que entenderse con Roma”, creo que puedo decir que “He ido incluso más lejos de lo que debería haber ido”.