JORGE ANTONIO DORÉ: EL ASEDIO DEL ENEMIGO

NUEVO ORDEN MUNDIAL:

TIRANÍA DEL ANTICRISTO
EN LA TIERRA

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es agonia-de-nsjc-1.jpg

Occidente se hunde como un barco podrido. El legado espiritual, histórico y social del cristianismo se deshace bajo las pesadas ruedas de los carros del humanismo secular; y sobre las ruinas de la civilización que ayer se enorgulleciera de dar gloria a Cristo, hoy se edifica la ominosa ciudad del Anticristo.

Ciudad que simboliza el reverso de todo lo que antaño —por revelación divina— se considerara digno de ser tenido por modelo. Un Nuevo Orden de cosas se impone, a la par que se acrecienta la decadencia espiritual que corroe la civilización cristiana. Un legado de lámparas herrumbrosas más el pesado letargo de la conformidad mundanal en que la cristiandad ha caído, nada pueden frente el estruendo de picas y lanzas de un inmisericorde y metódico enemigo que hoy exhibe sus pendones en nuestras derruidas murallas.

Posiblemente se estén gestando las grandes batallas y calamidades naturales precedentes al principio de dolores anunciado por Nuestro Señor Jesucristo en San Mateo 24: 8. Los pueblos cristianos, en vías a claudicar de sus identidades nacionales, de sus fronteras, de su patriotismo, de sus libertades, de sus derechos —incluso de su fe—, bombardeados por una implacable dosis masiva de marxismo cultural y adoctrinados por una ingeniería social destinada a satanizarlos, se tambalean además ante la avalancha de una programada inmigración masiva. Invasión que carcome las naciones como plagas de voraces langostas ansiosas por fagocitar las especies nativas con saturnina voracidad.

La batalla cumbre de la historia del mundo entre el bien y el mal, se libra ante nuestros propios ojos, confirmada por la creciente persecución cristiana, por el desprecio contra el Redentor de la humanidad y por la exaltación y glorificación del pecado, del paganismo y del culto a la muerte como hitos de una nueva era dedicada al culto y deificación del hombre caído, aquél indigno de la visión beatífica, mas potencial habitante del sulfuroso inframundo donde la esperanza no tiene cabida.

Que nadie nos engañe. Dios no ha muerto. Pero vivimos en tiempos donde la fe en Dios se extingue como amarga confirmación a la chocante pregunta de Jesús:

Cuando venga el hijo del Hombre, ¿hallará fe en la Tierra? (San Lucas 18: 8)

Planificada tiranía

Nos hallamos envueltos en la realización del antiguo y luciferino sueño de una plutocracia elitista: el establecimiento de un único gobierno mundial. No es éste un concepto futurista sino una realidad vigente y ominosa en la cual chapoteamos parcialmente inmersos. Su conquista continúa a marchas forzadas en todo frente: político, social, moral y religioso.

Este gobierno —totalitario, despótico y anticristiano— ha sido vaticinado por numerosos políticos, estadistas, escritores y promotores del mismo, desde el siglo pasado. Y los efectos de su autoritario dominio son hoy patentes en muchas naciones donde la libre expresión es cotidianamente despedazada por el mastín rabioso de la corrección política que —al igual que el Diablo, pues de él proviene— anda buscando a quién devorar.

En su libro The New World Order el autor H. G. Wells propone un solo estado mundial o un Nuevo Orden Mundial compuesto por democracias socialistas. En él califica la individualidad nacional de enfermedad mundial y afirma la necesidad manifiesta de un dominio global colectivo para eliminar las guerras, regir la economía y controlar la biología de la humanidad. Y aclara que este proceso será consolidado por una ley universal y mediante la propaganda.

Tal es, a grandes rasgos, la descripción del “paraíso” hacia el que nos llevan en forzado peregrinaje los dueños del tablero.

Sabido es que los promotores de esta tiranía, largamente inspirados por su odio a Cristo y demencialmente obstinados en regir la tierra, creen poseer el derecho a la vida y a la muerte de sus súbditos, al absoluto control de los mismos, a su adoctrinamiento y a la exigencia de éstos a la adoración del estado como entidad suprema. Nada en este proyecto hay de piadoso, santo o noble. El nuevo orden mundial es el marco en el que fraguará, llegado su momento, la tiranía del Anticristo sobre la tierra.

Como preludio a esta diabólica utopía, una perpetua subversión y adoctrinamiento social lleva largos años pastoreando masas ciudadanas hacia nuevos cambios sociales y religiosos con el fin de adaptarlas paulatinamente a una velada esclavitud. Una esclavitud disimulada por la abundancia, el consumismo y el libertinaje, pero obediente a las consignas propugnadas por sus arquitectos. Una esclavitud que convierte a sus peones en delatores y verdugos de quienes osen criticar o desenmascarar la malignidad de la opresión establecida.

El nuevo paradigma global de este gobierno es la sustitución de un ayer cimentado en el dogma religioso y el objetivismo, en la virtud y el honor a Dios, por su contraparte fundada en el humanismo secular, el ateísmo, el relativismo y el subjetivismo. Es la muerte de la trascendencia y el culto a la inmanencia; la abolición de la Revelación Divina y el triunfo de un paganismo bestial destinado a glorificar las más bajas pasiones del hombre; donde los conceptos de pecado y de culpa son sustituidos por el derecho a una libertad irracional y desenfrenada que nace del repudio a Dios.

Premeditado Caos. Control de masas

Un sistematizado caos contra los pueblos —herramienta desestabilizadora de la élite mundialista— impide la unidad nacional de consensos y de criterios al confrontar minorías y partidos entre sí con el fin de gestar una disfuncionalidad general que incite al reclamo de ajustes y arreglos sociales. Nuestros potenciales salvadores arruinan nuestras naciones para obligarnos a aceptar su solución global a todos nuestros problemas: regirnos con su vara de hierro.

Cabe destacar que la aniquilación de la Cristiandad es la meta primordial de la agenda mundialista, la cual ha generado entre los seguidores de Cristo una desorientación de dimensiones sin precedentes con el fin de anular su poder y voz sin necesidad de recurrir al martirio. La pretensión de fundir todas las creencias religiosas en un sólo ideal planetario ha avanzado mucho gracias a la promoción del anticatólico ecumenismo religioso promovido por la espuria iglesia católica del Vaticano II. Ecumenismo que no es más que un sacrilegio enchapado en tolerancia y amor fraterno, tan falso y diabólico como quienes lo venden como cristiano.

La criminalización del cristianismo se propaga y la persecución contra esta fe va en aumento en todas partes. La fidelidad a Cristo es considerada hoy un delito punible en muchas naciones que han dejado de aceptar la palabra de Dios como ley suprema. En éstas, los cristianos pueden ser acusados de intolerantes y de ultras; sus verdades calificadas como lenguaje de odio y la Biblia tachada de libro inaceptable y pernicioso por su intolerancia. La persecución cristiana, física y legal, es una tragedia mundial innegable y cada día se intensifica más confirmando la ominosa advertencia de Nuestro Señor:

…y aun viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensará que hace servicio a Dios.

Para añadir más leña al fuego, la contra-iglesia católica del Vaticano II —donde el mandil masónico y la casulla se entretejen formando una sola pieza— se ha convertido en un portavoz más de la luciferina Organización de Naciones Unidas. Esta secta apóstata —hoy bajo la oculta batuta de la sinagoga de Satanás— es firme promotora del Nuevo Orden Mundial y de la igualdad, libertad y fraternidad exaltadas por la masonería talmúdica y cabalista y además responsable de exaltar los derechos humanos por encima de los de Dios. Varios de sus altos jerarcas han proclamado públicamente la necesidad del establecimiento de un gobierno mundial para poder alcanzar la paz del mundo, como si el mundo pudiera, por sí mismo, encontrar la paz sin Dios:

http://www.catolicosalerta.com.ar/papas-concilio/juan-pablo-02-nuevo-orden-mundial.html

https://www.youtube.com/watch?v=iXLwZXYL1Dw

https://www.youtube.com/watch?v=w4OqOYlbr-4&feature=share

La contra-iglesia católica de Roma, alineada a las directrices del Nuevo Orden Mundial y abogada del mismo, somete su grey a los dictados de éste y la guía con su negro y retorcido báculo hacia la aceptación y consolidación de una luciferina religión mundial. Sus fieles han sido encandilados con la falsa virtud de una tolerancia favorable a la mentira y al error y renuente a la verdad y a la justicia. En esta falsa iglesia, el falso amor fraterno se ha impuesto al genuino amor a Dios.

Corrupción general, causa de la pérdida de la fe

La más eficiente arma de los enemigos de Cristo para destruir la Cristiandad ha sido, durante siglos, la corrupción, considerando ésta como la destrucción de los valores morales, religiosos y sociales de las naciones mediante la promoción de la complacencia pertinaz en el desacatamiento de las leyes impuestas por Dios al hombre.

La corrupción moral viene unida al rechazo al Creador y a su obra; torna al hombre en enemigo de Dios y de su creación, aniquila en él el sentido de trascendencia y sacralidad y enfatiza sus bajas pasiones e instintos carnales.

Un documento masónico surgido a la luz a mediados del siglo antepasado titulado La instrucción permanente del Alta Venta, revela gran parte del origen de la corrupción vigente al reclamar de sus seguidores:

“Llenen los corazones de los hombres de vicio y corrupción y dejará de haber católicos. Alejen a los curas de los altares y de la práctica de las virtudes. Llénenlos de otras preocupaciones. Emprendamos la corrupción de las masas, la corrupción del pueblo por los sacerdotes y la de los sacerdotes por nosotros. Corrupción que un día nos permitirá llevar la Iglesia a su tumba”.

Pronóstico este casi cumplido en su totalidad después de la convocatoria del antes citado conciliábulo V-II donde la influencia masónica exalta el culto al hombre mientras se aleja cada día más del ideal cristiano. Y es que muchos de nuestros padecimientos actuales provienen de las logias masónicas donde se aprende a repudiar a Cristo, a promover ideales liberales y a servir a Lucifer; finalidad que aun muchos de sus miembros —que buscan en ellas sólo la posibilidad de incrementar su poder e influencia sociales— desconocen.

Pero volviendo a la corrupción y a su planificada influencia, el documento Los Protocolos de los Sabios de Sión —infame plan sionista de conquista mundial que hoy vemos cumplirse al dedillo ante nuestros propios ojos— confirma en su Protocolo XVII hasta dónde se ha extendido la corrupción instituida por el poder mundial elitista. En este concreto ejemplo, la corrupción del sacerdocio cristiano para borrar a Cristo y su legado en la tierra mediante la infiltración y subversión de Su Iglesia:

“Ya hemos tomado medidas para desacreditar a los sacerdotes cristianos y desorganizar así una evangelización que nos resultaría molesta. Su influencia sobre el pueblo disminuye cada día. La libertad de conciencia se proclama en todas partes. Por lo tanto estamos a unos pocos años de la ruina de la religión cristiana. De la misma forma, destruiremos a las demás religiones, Pero aún es temprano para hablar de ello. Acomodaremos al clero en tan estrecho margen que su influencia será nula, comparada con la que disfrutaba antes”.

“Cuando llegue el momento de acabar con la corte papal, el dedo de una mano invisible guiará al pueblo. Entonces apareceremos nosotros mismos en el papel de unos defensores que no desean el derramamiento de sangre. Por este medio nos introduciremos en el interior de la Iglesia y no saldremos hasta que la hayamos arruinado completamente”.

“El rey de los judíos [¿el Anticristo?] será el verdadero papa del universo, el Patriarca de la iglesia internacional. Mientras no hayamos educado a la juventud en las nuevas creencias de transición y después en las nuestras, no iremos abiertamente en contra de las iglesias existentes, sino que lucharemos contra ellas con la crítica, creando disensiones”.

A pesar de advertencias tan claras como estas, muchos fieles al V-II continúan defendiendo lo indefendible y justificando lo injustificable: una fe corrupta cuyo repudio a lo sacro y su rendición al mundo —enemigo del alma— recuerdan la breve pero ominosa profecía de San Antonio Abad, quien viviera entre los años 251 y 356:

“Los hombres se rendirán al espíritu de los tiempos. Dirán que si hubieran vivido en nuestros días, la fe hubiera sido sencilla y fácil. Mas en su día dirán que las cosas son complejas; que la Iglesia debe actualizarse y hacerse relevante a los problemas de la época. Cuando la Iglesia y el mundo estén en unión, aquellos días habrán llegado”.

Lo que hoy Roma vende como catolicismo, es la resultante de esta corrupción planificada para la paulatina demolición del cristianismo. Su contra-iglesia, rebelde a los explícitos e ineludibles mandatos de Cristo —como la proselitización religiosa, por ejemplo—, contraria al dogma y alérgica al sacro depósito de la fe, aleja cada vez más a sus seguidores de la tradición y los imbuye de una fe horizontal y mundana.

Siguiendo la misma táctica de borrar la memoria histórica de las naciones para fabricarles una nueva mentalidad mundialista, la contra-iglesia del V-II  diluye y borra la tradición católica de sus fieles para entramparlos en una sola religión universal.

Ingeniería social: un lavado de cerebro colectivo

Con el triunfo de la degradación del hombre como obra maestra de la ingeniería social mundialista, la polaridad moral de la humanidad se ha invertido. Lo que ayer ennobleciera al ser, hoy es considerado inaceptable por los actuales estándares de una razón pervertida por el vicio y totalmente disociada de la Revelación Divina. Los nuevos mandamientos sociales, sustitutos de los divinos del Decálogo y antitéticos a éstos, dan vigencia a la advertencia de Isaías:

¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!. (Isaías 5: 20)

Esta realidad constituye un actual martirio blanco para todo sincero cristiano. Es imposible ya escapar de la contradicción generada por los paradigmas humanistas que nos acosan.

En este demoledor proceso, la virtud, la sacralidad y la trascendencia se desmoronan como vetustos monumentos testimoniales de una humanidad considerada obsoleta y prescindible para el hombre nuevo, producto de los sórdidos laboratorios del gran poder mundial.

El desmantelamiento de todo lo que antaño constituyera honor y gloria de nuestros pueblos, es hoy propiciado y financiado por gobiernos ebrios de liberalismo y marxismo cultural que obran la demolición de sus propias naciones como si fueran sistemas inmunológicos enfermos cuya patología los lleva a destruir sus propios organismos.

Occidente ha perdido su instinto de conservación. Los pueblos han sido obligados a volverse autocríticos, a verse a sí mismos como fracasos sociales, como cunas de ciudadanos déspotas, racistas y cargados de deudas históricas, intolerantes e indignos de caminar con la frente en alto. El marxismo cultural ha sembrado en ellos tamaño complejo de culpa histórico y racial que las naciones, llenas de remordimiento, buscan compensar esta culpa acogiendo inmigración indiscriminada con brazos y fronteras abiertos a pesar de que con este gesto firman su eventual sentencia de muerte.

Una conflagración sólo perceptible a través de los ojos de la fe del cristiano, se libra en estos momentos entre Cristo y Lucifer. Las numerosas profecías que atañen al fin del mundo se están cumpliendo inexorablemente. Cada día se polarizan más las fuerzas envueltas en el conflicto y se hace más patente la repulsión entre ambas, porque ante la pujante corrupción que enfrentamos, cada día el malo se degrada más y el bueno intenta superarse tratando de disociarse de la abominación creciente. Por voluntad de Dios, nos ha tocado ser testigos vivientes del cumplimiento de una porción de las profecías esjatológicas.

Tres son los pasos que nos llevarán al cumplimiento de las profecías de los últimos tiempos. De más está decir que sólo Dios conoce el día y la hora.

Primero: La gran apostasía

Ya instalada en Roma por obra de la secta del V-II y propagada por ésta al resto de sus fieles en el mundo. Profetizada tanto por las Sagradas Escrituras como por apariciones de la Virgen María tales como Ntra. Sra. de la Salette y Ntra. Sra. del Buen Suceso donde se vaticinaron con claridad los males que hoy propaga la falsa Iglesia católica en la tierra. Profecías que advierten con anticipación, aun de siglos, de que la postrer batalla del Diablo sería contra la familia y la infancia; tragedia que hoy sufrimos en carne propia.

Segundo: guerras y calamidades

“Gústenos o no, tendremos un gobierno mundial. La cuestión es si este gobierno mundial será establecido por consentimiento de las masas o por conquista”. –James P. Warburg

En su plan de erradicación del cristianismo, la plutocracia elitista maneja la vil matemática de una demografía diseñada para extinguirlo. Casi todas las propuestas de cambios sociales del marxismo cultural demandan, de un modo u otro, el control de la natalidad y la esterilización en las sociedades cristianas.

Evitar la propagación de la cristiandad es prioridad de la élite mundialista y a través del feminismo, de la agenda LGBTI, de la ideología de género, del aborto y de la destrucción del modelo de familia cristiana, se construye una humanidad que repudia en sí misma la capacidad de procrear pero que defiende con uñas y dientes el derecho a disfrutar de cualquier tipo de aberración sexual estéril contrariando la voluntad de Dios y la ley natural.

Esta infame campaña de esterilidad es hoy materia de enseñanza en millones de aulas y escuelas —canteras donde se adoctrinan las nuevas generaciones que absorberán las perversas enseñanzas del Nuevo Orden Mundial, instituidas y propagadas por la luciferina ONU.

La mísera natalidad de las familias cristianas, comparada a la irrefrenable fecundidad de la inmigración que abruma occidente, terminará asfixiando a una cristiandad débil y apocada. Lamentablemente, la respuesta de estos pueblos semi-estériles y abortistas ante la amenaza de su propia extinción es en muchos casos una tolerante sonrisa en el rostro. Y es que el intenso bombardeo de marxismo cultural que han recibido, sumado a la corrupción moral de sus líderes y de sus sistemas judiciales, ha castrado el sentido común de muchos de sus ciudadanos. Sólo ven lo que se les ha enseñado a ver. Sólo oyen lo que se les ha enseñado a oír. Y se les ha enseñado a renunciar a sí mismos y a aceptar lo que les imponga la corrección política.

En el caso específico de Europa, cada día que pasa se hace más difícil evitar la hecatombe de su suicidio colectivo. La conquista de la Unión Europea por la inmigración indiscriminada apunta a un eventual estallido de guerras civiles como reacción ante la extinción que las amenaza. Circunstancia que dará lugar al inevitable cumplimiento de otra parte de la profecía de Cristo:

Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. (San Mateo 24: 7-8)

La revuelta de las naciones justificará el pronto establecimiento de fuerzas represivas globales para controlar el caos planificado por las altas esferas, poniendo todos los pueblos bajo una ley marcial mundial.

El exterminio de gran parte de la humanidad en conflagraciones bélicas —como parte de una agenda global de control de población— se desarrollará paralelamente al plan Khalergi para producir el mestizaje étnico que intentará hacer de la acosada raza blanca un recuerdo del pasado.

Tercero: Establecimiento del Nuevo Orden Mundial o tiranía del Anticristo

El Nuevo Orden Mundial aprieta cotidianamente las tuercas de su brutal totalitarismo mientras guía la humanidad hacia su esclavitud y aborregamiento total. Injusticias sociales y decisiones jurídicas que hoy nos parecen absurdas y carentes de lógica tienen una bien definida y oculta intención: destruir nuestros valores y costumbres —borrar nuestras historias— y llevarnos a empujones hacia la última tiranía de la tierra.

La instauración de esta tiranía verá su día con el advenimiento del Anticristo, pieza clave y final en la instauración de un solo gobierno mundial, quien tomará posesión de la humanidad con el beneplácito y fidelidad de quienes lo aceptarán como supremo avatar. Será ensalzado por haber librado al mundo de Cristo, de sus dogmas y de su “intolerante” y “retrógrada” Iglesia. Una falsa luz y una falsa paz llenarán por un tiempo los rincones del globo y se presumirá de libertades viviendo bajo la mayor opresión de la historia.

Las actuales minorías revolucionarias y desestabilizadoras que ayer contribuyeran con su subversión y sus perversas ideologías a la destrucción de la cristiandad, serán privadas del derecho a manifestarse más o se verán perseguidas y castigadas, ya que toda ideología será prohibida por aquel que exigirá la incondicional adoración de todos. Él se encargará de inundar la tierra de hedonismo, placeres y corrupción mediante un anti-evangelio destinado a la perdición de las almas y a hacerle olvidar al humano esclavizado el amargo peso de sus infames cadenas.

Todo brillará recubierto con un barniz de tolerancia y empatía global que ocultará bajo su tóxica capa la realidad del repudio a Dios y un odio incontenible a todo lo que pueda evocarlo. La tierra se exaltará como si fuera el cielo, la aspiración al cielo desaparecerá de la tierra y las almas que desconozcan la auténtica fe de Cristo se verán atrapadas en un laberinto de horizontalidad infernal. En esta etapa, la persecución cristiana alcanzará su clímax:

Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. (San Marcos 13: 7-9)

Habrá numerosos prodigios en la falsa iglesia del Anticristo para tratar de confundir a los elegidos por lo cual no debe impresionarlos la magnitud de ninguno de ellos pero sí preocuparnos por su finalidad: la de desorientarnos y perdernos.

Mientras tanto, la abominación desoladora profetizada por Daniel, actualmente establecida en el lugar santo, se cumple hoy con cada rito inválido, con cada estéril sacramento, con cada enseñanza herética, con cada sacerdote mundano, con cada iglesia profanada por una sacrílega fe, con cada pan sin consagrar, con cada púlpito donde no se proclama la fe imperecedera de nuestros padres, con la imaginería diabólica que nos impone Cristos deformes y ajenos a la cruz o sin ella, y con templos cargados de simbología masónica donde se llevan a cabo invocaciones satánicas ocultas tras el velo de una insidiosa liturgia modernista.

Nos queda a los cristianos abrazar el depósito de la fe cual cofre de oro macizo como única posibilidad de salvación eterna y adorar a Dios en espíritu y en verdad aun cuando se extinga temporalmente el Sacrificio perpetuo.

Podrá no haber Misa, no haber Sacramentos ni símbolos religiosos, pero no hay excusa para abandonar a Cristo. Hagamos de nuestros pechos altares, de nuestras rodillas reclinatorios y de nuestros corazones sagrarios y vivamos con plena disposición a aceptar cuanto nos toque padecer como proveniente de Cristo y que sólo podremos soportar con el extraordinario auxilio de su divina gracia.

Que Dios nos conceda el don de la perseverancia final, y que el manto de la Santísima Virgen María nos cubra y ampare del mal.

¡Viva Cristo Rey!