ESTEBAN SÁNCHEZ MALAGÓN: MOSCÚ, LA TERCERA ROMA

Misterios de iniquidad

“EL CANTA MAÑANA”

LA COMEDIA… ¡HA!… Y EL COMEDIANTE

La providencia ha establecido quizás que es Moscú, la Tercera Roma, la que hoy asume ante el mundo el papel de κατέχον [katejon] (2 Tes 2, 6-7), de obstáculo escatológico al Anticristo. Si los errores del comunismo fueron difundidos por la Unión Soviética y terminaron imponiéndose incluso dentro de la Iglesia, Rusia y Ucrania hoy pueden jugar un papel histórico en la restauración de la Civilización Cristiana. (Carlo Maria Viganò)

“La providencia ha establecido quizás que es Moscú, la Tercera Roma”

“Canta mañana” es una expresión usada en España (que se llegó a usar antaño en Méjico) para decir de una persona que es inconsciente, irresponsable y que no merece crédito.

Es el caso de Carlo Maria Viganò, que hace un llamado a la creación de una Alianza Antiglobalista para unir los pueblos en oposición a la tiranía del Nuevo Orden Mundial.

A principios de siglo pasado se concretaron las teorías de Marx, la dictadura del proletariado, el comunismo, y el progresismo, época en que se creó la Unión Soviética. Este sistema de gobierno se expandió por diferentes partes del planeta, funcionó por bastante tiempo, se acabó aparentemente con la Perestroika en los ochentas, para resurgir de las cenizas como el ave fénix.

Rusia ¿Un Vaso de elección?

Es impresionante como todo “el mundo católico” hoy saca a relucir todas las “bondades” de la Rusia comunista, y no se dan cuenta que, efectivamente, Dios sí ha escogido a Rusia, pero, para ser el azote de la humanidad.

Cabe resaltar y entender una cosa importante, que zanjaría la cuestión, si verdaderamente fuéramos hombres de fe, y no anduviéramos buscándole cuatro pies al gato, si sabemos que es cojo: y ella es entender que la Santísima Virgen NUNCA DIJO QUE LA UNIÓN SOVIÉTICA o la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (que se fundó, dicho sea de paso, el 31 de diciembre de 1922, hace CIEN AÑOS, y actuó hasta 1991).

Nuestra Señora de Fátima NUNCA DIJO QUE LA UNIÓN SOVIÉTICA esparciría sus errores por todo el mundo.

¡NO! La Santísima Virgen dijo RUSIA.

Esto es lo que no entienden las focas aplaudidoras del falso catolicismo, modernista, conciliar y “tradicional conciliador”, que quieren que el olmo de peras.

La toma del poder político es uno de los pasos clave en el plan del comunismo para descristianizar a la humanidad. Karl Marx, al resumir las lecciones aprendidas de la Comuna de París, escribió que la clase obrera (de ahí viene el soviet) debe derrocar el aparato gubernamental original y reemplazarlo por su propio Estado. El poder es siempre el tema central de la teoría política marxista.

Y como Rusia quedó débil tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, el comunismo lo aprovechó para forzar al Zar a abdicar.

Aprovechando el caos político, los revolucionarios comunistas iniciaron la Revolución de Octubre de 1917 para derrocar al gobierno. Tras una devastadora guerra civil, los comunistas fundaron el primer régimen socialista del mundo, la Unión Soviética, y usaron sus vastos recursos para exportar la revolución al extranjero a través de la Internacional Comunista.

La guerra es una de las herramientas más efectivas del espectro comunista para romper con el viejo orden, destruir los pilares de la tradición y acelerar el desarrollo de la ideología comunista y progresista.

Muchas guerras se han desarrollado bajo influencia demoníaca. La Primera Guerra Mundial causó el colapso de varios imperios europeos, principalmente la Rusia (cismática) zarista, lo cual pavimentó el camino para la revolución bolchevique.

La Segunda Guerra Mundial brindó las condiciones para que la Unión Soviética invadiera la Europa del Este, estableciendo así el campamento socialista de posguerra.

La guerra también generó el desorden de la descolonización, de la cual se aprovecharon los regímenes comunistas soviético y chino para apoyar el movimiento comunista a nivel mundial.

Los movimientos nacionales de liberación llevaron a muchos países de Asia, África y Latinoamérica a un socialismo autoritario.

El “colapso” de los regímenes comunistas de la Unión Soviética y Europa del Este marcaron “el fin” de medio siglo de Guerra Fría entre el ala capitalista y la comunista, entre Occidente y Oriente.

En ese momento, muchos ingenuos, ignorantes y optimistas, creyeron que el comunismo se había convertido en una reliquia del pasado.

No obstante, la triste verdad que anunció el Cielo es que una ideología comunista metamorfoseada se arraigó y atrincheró por todo el mundo.

Por lo tanto, la “Guerra de Ucrania”, está inoculada para estar “ad hoc” con el veneno del comunismo; y no solo continuará dañando a los países “ex comunistas”, sino que también sus efectos llegarán a todos los países que no son comunistas, o sea por todo el mundo.

Esta guerra sufre la infiltración ideológica del comunismo, que permitió que el espectro influenciara a la sociedad humana (porque hoy ya se habla de que habrá sociedades no humanas) a una escala global.

Y ahora muchas personas incluso piensan que los oscuros deseos del comunismo son propios de todas las naciones menos de Rusia. Con esto, estas personas pierden su capacidad para distinguir el bien del mal, y diferenciar lo correcto de lo incorrecto.

La conspiración del demonio casi tuvo éxito.

Rusia extenderá sus errores por todo el mundo, dijo Nuestra Señora en Fátima.

La Gran Depresión de la década de 1930 fue un punto crítico en el que Europa y Estados Unidos se embarcaron en el camino hacia al gran gobierno.

La crisis financiera de 2008 continuó inclinando la balanza a favor de la expansión de las políticas izquierdistas de un solo gobierno mundial.

La Gran Depresión que surgirá del conflicto ruso-ucraniano será el punto de partida en el que Estados Unidos embarcará a todo el mundo en el camino al Gran Gobierno.

El comunismo engendra el ateísmo. Esto en sí mismo, es suficientemente aterrador, pero el daño infligido por el comunismo va mucho más allá. Es cada vez más claro para muchos que, a diferencia de cualquier otro sistema en la historia, el comunismo declara la guerra a Dios, el que, supuestamente según su ideología, no existe.

El comunismo no debe ser entendido como un movimiento ideológico, una doctrina política o un intento fracasado para una nueva forma de ordenar los asuntos humanos. En cambio, debería ser entendido como un Demonio, un espectro perverso forjado por el odio, la degeneración y otras fuerzas del universo…

San Pablo escribió a los Efesios: “Hermanos, confortaos en el Señor y en la fuerza de su poder. Vestíos la armadura de Dios, para poder sosteneros contra los ataques engañosos del diablo. Porque para nosotros la lucha no es contra sangre y carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes mundanos de estas tinieblas, contra los espíritus de la maldad en lo celestial”.

San Pablo toma, pues, este mundo en el sentido moral. Son los hombres hundidos en las tinieblas de la ignorancia religiosa y del pecado. Tal es la tiniebla, sobre la cual reinan los demonios.

En lo celestial: Fillion hace notar que, según traducen los antiguos comentadores griegos, esto significa que nuestra lucha es en lo relativo al Reino de los Cielos.

Así, mientras el espectro comunista se felicita a sí mismo, deleitándose con su siniestra “victoria”, la mayoría de las personas piensan que el comunismo ha sido destruido.

No hay nada más peligroso para la humanidad que estar al borde de la destrucción y, al mismo tiempo, celebrando sin saber el triunfo de la maldad.

Luego, la Guerra rusoucraniana tendrá efectos devastadores social y económicamente hablando, todo apunta a una mega crisis principalmente económica y alimentaria.

Carlo Maria Viganò queda “mal parado” haciendo un llamado a la creación de una Alianza Antiglobalista para unir los pueblos en oposición a la tiranía del Nuevo Orden Mundial.

A medida que a grupos masivos de personas se les remueven sus identidades tradicionales, es más fácil que los absorba la corriente de la modernidad progresista.

El comunismo se aprovecha de las tendencias sociales para aumentar los conflictos y activar movimientos, para desestabilizar, enardecer y perturbar a la gente, a la sociedad; apaleando a sus oponentes políticos, domina la narrativa y, aparentemente, parece que tiene la autoridad moral; y así, por este medio, se echa a la bolsa a la mayoría de las personas.

Ejemplos de esto incluyen los movimientos antiguerra, la igualdad de derechos (animales y hombres) y género (de los muchos que siguen inventando), el ambientalismo, de los cuales los comunistas se apropiaron para sus propios fines.

Dicho esto, ¿cómo pretende Carlo Maria Viganò unir los pueblos en una Alianza Antiglobalista en oposición a la tiranía del Nuevo Orden Mundial?

De Joaquín de Fiore a Viganò (entre otros)

Los Profetas de Israel anunciaron la llegada de un Mesías, Salvador, ungido por el Espíritu, que salvaría a su pueblo. Jesús fue este Mesías, pero no el mesías político que muchos esperaban, sino un Mesías Redentor; no un salvador con poder mundano y prestigio, sino con el poder de la humildad y sacrificio. Por eso lo rechazaron y mataron. Jesús, sin embargo, reina desde la Cruz.

A lo largo de la historia muchos líderes religiosos y políticos se sintieron mesías, salvadores providenciales del pueblo. Los emperadores romanos se autoproclamaron dioses y exigían culto.

En el siglo XX surgieron mesianismos políticos revolucionarios (el comunismo marxista de Lenin, de Stalin y de Kruschev) y mesianismos político revolucionarios dictatoriales: el Duce, Hitler, el Führer defensor del Tercer Reich, impregnado del Tercer Reino del Espíritu que anunció el monje calabrés Joaquín de Fiore, y que las instituciones globalistas como el WEF conocen perfectamente.

También en América Latina hubo y hay mesianismos revolucionarios (Fidel Castro, Che Guevara, Hugo Chávez). Presidentes de USA no han escapado a esta tentación, considerándose elegidos por Dios para salvar al mundo: Reagan, los Bush y Barak Obama, que hizo mención en tres ocasiones en su campaña presidencial en 2008 al monje Calabrés; y no hay que sorprenderse, porque hasta el mismo OTO se ha valido de los escritos del Judío de Fiore.

El reino de Dios ya no es una realidad meta-histórica, existente en el más allá, sino un estado perfecto, en el más acá; mesianismo judaico, el Cielo y la Tierra se juntan, y la historia humana se vuelve historia de la salvación.

Rompe así Joaquín de Fiore la dualidad entre trascendencia e inmanencia, e introduce lo Sagrado sobre la tierra. Dios está dentro de nosotros, por lo que tenemos el poder de transfigurar al mundo hic et nunc. La última etapa de la historia llevará también a la superación de la Iglesia institucional, ya que toda la humanidad será Iglesia, “santa”, no necesitada de estructuras jerárquicas y mediaciones sacramentales; en consecuencia, una iglesia sin sacerdotes.

Como se ve, en la concepción Joaquinita, al cambiar la concepción celestial por un proyecto terrenal, se encuentra una carga fuertemente reformadora, heterodoxa, que no pasó desapercibida al alto clero. La comisión de Anagni, así como más tarde el Concilio provincial de Arles de 1263, prohibieron el Eterno Evangelio (Liber de Concordia Novi ac Veteris Testamenti), de Joaquín de Fiore y sus teorías.

Rusia y Ucrania hoy pueden jugar un papel histórico en la restauración de la Civilización Cristiana. (Sic. Carlo Maria Viganò.)

Cuando las guerras y los movimientos revolucionarios sacuden los cimientos del orden social establecido, se vuelve imperiosa la necesidad de una justificación absoluta y no meramente relativa de ese orden, la religión; y con ella, la teología y otras especulaciones metafísicas se ubican al frente de la vida intelectual y se transforman en instrumento esclarecedor de la política.

Los síntomas de estos mesianismos son comunes: autoritarismo, basado en la convicción de ser elegidos para una misión providencial; centralismo; eliminación de los opositores; culto a la personalidad; pensamiento único; perpetuación del propio mandato, etc.

En general, sus consecuencias han sido muy nefastas, siempre negativas para la población: eliminación de los disidentes, de las libertades individuales y colectivas; justificar estas posturas en defensa de un enemigo que hoy tenemos en común: el marxismo—progresista, comunismo terrorista, en unos; capitalismo oligárquico, en otros. Unos y otros alegan que “el fin justifica los medios”.

Todos los líderes mundiales sionistas han sido víctimas del mesianismo judaico: “los constructores de Europa”, los Carter, Mandela, el “Papa bueno”, Benenito XVI, que se atrevió a renunciar al pontificado y el papa-nata Francisco, el que huele a pseudoprofeta comunista hasta el tuétano.

Pero los cristianos no tenemos más que un solo Señor y Salvador, Jesucristo, Hijo del Padre y ungido por el Espíritu Santo. No podemos adorar ídolos. Nuestro único Mesías se llama Jesús de Nazaret y no el Ánomos.

El problema de la relación de la cultura Católica con la tradición, opuesta al mundo, es que la cultura era teocrática o Cristo céntrica. Hoy asistimos a un fenómeno desacralizador de la religión y, al mismo tiempo, a una degradación de lo sagrado.

Este falso y diabólico “retorno” a lo sagrado ratzingeriano no es inspirado por el Espíritu Santo, porque en la iglesia conciliar ya no gobierna el Espíritu Santo. Se está perfilado un “homo religiosus” fuera de la Iglesia.

Por otro lado, lo sagrado profanado no está necesariamente unido a lo divino ni a la religión. Y nosotros afirmamos que se trata de un sagrado residual y de una estructura que se ha moldeado para el Anticristo.

El abad cisterciense calabrés estaba convencido de que el tiempo de la tercera edad estaba cerca 1260 (y este es el error que le adeudarán siglos más tarde los filósofos alemanes G. E. Lessing, y Erick Voegelin), a causa de la misma crisis de las instituciones eclesiásticas y temporales.

En su Expositio in Apocalypsim no hace más que anunciar reiteradamente la cercanía de la plenitud de los tiempos de la tercera edad: “tempus prope est, ecce apropinquat hora. Non erit labor et gemitus, sed requies et otium et abundancia pacis”. «El tiempo está cerca. He aquí, la hora está cerca. No habrá trabajo ni gemidos, sino descanso y tranquilidad y abundancia de paz». En fin: la tercera edad religiosa, la edad de oro. El ser humano, expulsado del paraíso, regresaría a él por sus méritos, después de errores y desviaciones.

Ahora bien, desde la obra y la época de Joaquín de Fiore han pasado más de ocho siglos y, sin embargo, en la actualidad se manifiesta, con la misma intensidad en el clan pseudo católico, la urgencia de la salvación de una humanidad amenazada por todos lados.

“Alguien dijo (¿Carlo Maria Martini?) que el próximo siglo (S. XXI) será religioso o no será”. Más allá de coincidir con esta idea, porque el S. XXI es un siglo Pseudo religioso que gira alrededor del Anticristo, algo que no puede negarse; y el pensamiento de los últimos 22 años lo refleja, es el marcado interés tanto de las disciplinas humanísticas como de las ciencias tecnocráticas, por un fundamento sin ética, mucho menos religioso, que dé cuerpo y vitalidad a un comportamiento humano que se ha visto despojado de su dignidad de origen o sea la dignidad de ser hijos de Dios.

Pareciera que, muy a pesar de la experiencia de barbarie que está viviendo nuestro siglo, la cuestión del otro y su derecho a la gobernanza, como alguien diferente e irreductible, continúa interpelándolos hoy con más urgencia que ayer, y los obliga a responder, responsablemente, por un mundo plenamente diabólico por venir.

Quiero añadir que esta responsabilidad por el otro debe transformarse en “caridad”, porque para amar y adorar al Dragón, tendrán que amar primero al Anticristo, como lo dice veladamente Albert Pike y el apocalipsis. Término que ha reencontrado recientemente, y de forma inequívoca, el WEF, esta “caritas” se ha convertido en carta de ciudadanía en la falsa filosofía Schwabsiana, que se caracteriza por secularizar el amor cristiano; el ágape masónico es el legado más alto de la desviada y falsa tradición cristiana.

La impronta que dejó en su propio tiempo, así como la gran cantidad de seguidores tras su muerte, justifican la fama de Joaquín de Fiore (1135-1202) hasta el presente. La comprensión general de la obra de Joaquín es normalmente, aun entre las personas cultas de nuestros días, bastante insegura e imperfecta. Bien se imagina su figura como la de un místico, o un profeta apocalíptico con tintes de entusiasta pseudo-milenarista, un fanático solo obsesionado con adivinar el fin de los tiempos; bien se simplifica hasta extremos insoportables la aportación teológica e historiográfica de Joaquín, limitándola a su concepción de una triple edad del mundo que lleva, cada una, la impronta del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Pero Joaquín fue bastante más que eso: fue un intérprete concienzudo de la Biblia, un teólogo serio del misterio trinitario, un elaborador de una teología del monacato, que consideró la expresión más perfecta y sublime de la vida del ser humano sobre la Tierra. Joaquín fue fundador de una congregación religiosa como variante del Císter, además de un hombre intensamente implicado en la historia de su tiempo.

El éxito de Joaquín entre sus contemporáneos y seguidores, aunque equívocamente, consistió en saber relacionar estrechamente la historia de su época con los hechos bíblicos y su interpretación más profunda, que es espiritual, simbólica y tipológica: un personaje o hecho del Antiguo Testamento, denominado tipo, tiene su correspondencia, o antitipo, en el Nuevo Testamento y en la historia presente o inmediatamente futura.

Sobre la base de unos treinta y cinco o cuarenta años de estudio de la teología de su época y de la Biblia, Joaquín creyó encontrar las claves para descifrar enteramente la historia, presentada como historia de la salvación, desde una perspectiva apocalíptica, es decir, desde la consciencia de estar viviendo los últimos tiempos del mundo presente.

Joaquín de Fiore parte de San Agustín y de la interpretación “espiritual”, no literal, de las Escrituras. Por su parte Pío XII dice que el primer sentido de la Sagrada Escritura ES el literal.

Las obras Joaquinescas fueron redactadas simultáneamente, como si se hubiese escrito en tres scriptorium a la vez. Además, las adaptó continuamente a los nuevos hallazgos de su interpretación escrituraria y a los hechos de la historia, y no dejó de corregirlas hasta casi el final de sus días, en 1202.

La explicación de su contenido, junto con la historia de su composición en sus diversas fases, va aclarándose a la vez que se desarrollan los pasos de la vida de Joaquín, desde Corazzo (monasterio no cisterciense) hasta la fundación de una nueva versión del Císter (la abadía de Fiore), más dedicada a la contemplación, pasando por sus años de viajes a la curia papal y su contacto con el emperador Enrique VI, del Sacro Imperio Romano Germánico.

Rusia, ¿la Tercera Roma?

A fin de otorgar validez y cognición a la idea de un tercer reino final, el curso de la historia, como un todo inteligible y significante, debe suponerse accesible al conocimiento humano, ya sea a través de una revelación directa o de gnosis especulativa. La especulación de Joaquín mínimo es gnosis, porque él concibe el curso de la historia como un todo inteligible y significante. Lo que no se entiende es por qué la posición de que la historia tiene sentido es posible solo sobre la base de una “revelación directa” o “gnosis especulativa”.

Esta postura ha sido defendida por pensadores positivistas extremadamente racionalistas, antimetafísicos y antirreligiosos, que “no hacen”, explícitamente, referencia a religión, pero que se esfuerzan mucho en realizar algún intento por divinizar la historia, aunque su objetivo sea lo opuesto, desdivinizar la historia.

Engels y Marx, junto con la civilización moderna, han abogado por el punto de vista de desdivinizar la historia. De ahí que el “profeta” gnóstico (o en las etapas posteriores de secularización el “intelectual” gnóstico) se transforme en un elemento esencial en la civilización moderna. El propio Joaquín es el primer ejemplo de la especie y Viganò de los últimos.

Sin intentar demostrar que los humanistas, los protestantes y los enciclopedistas, hijos de la ilustración, recibieron la influencia de la obra Joaquín, en la división que ellos hacen de la historia de un periodo antiguo, otro medieval y otro moderno, sin embargo, ahí se reconocen las tres eras de Joaquín.

Erasmo de Rotterdam, Lutero y Adam Weisshaupt
los padres de las tres primeras revoluciones

Hay hoy un nuevo Renacimiento, en que todo gira en torno al hombre, y en particular en torno a su razón de desprenderse de Dios, material y espiritualmente, de forma aún más pronunciada que en el siglo XVI.

El papel que entonces representó Italia lo desempeña esta vez todo el orbe. La fe se traslada de Dios al “Duque de Babilonia” o sea, al HOMBRE, al hombre de Iniquidad: hay confianza y optimismo en lo que éste podrá hacer, y se piensa que el progreso humano es continuo e indefinido en la tercera y última era (Condorcet lo describe en su Cuadro histórico de los progresos del espíritu humano); ya los autores modernos van siendo “mejores” que los antiguos, y los pueden perfeccionar.

Los Estados Generales de 1789: el clero (Primer Estado), la nobleza (Segundo Estado) y el resto de la población (Tercer Estado) es otro ejemplo del pensamiento de Fiore.

Se formuló la filosofía del optimismo (Leibniz) frente al “pesimismo”, característico de la Edad Media y el Barroco. La sociedad se seculariza, la noción de Dios y la religión empiezan a perder su primacía, ya definitivamente (como había empezado a mediados del XVII con la Paz de Westfalia), la importancia que en todos los órdenes había tenido hasta ahora; se empieza a desarrollar una “cultura” exclusivamente laica, antirreligiosa, anticlerical y satánica. Empiezan a formularse las expresiones más tolerantes de espiritualidad: nihilismo liberal (Gnosticismo, Masonería, deísmo (Voltaire), satanismo); incluso se formulan ya claramente las propuestas del ateísmo (Pierre Bayle, Baruch Spinoza, Paul Henri Dietrich).

Las tres etapas de Joaquín representan un orden de jerarquía, dentro de la cual la tercera se entiende como una etapa definitiva de “perfección”; resulta evidente que su propósito es la glorificación del monaquismo, y de ninguna manera un análisis científico, como sí hizo la revolución masónica, dicha francesa, de la historia.

Nuestra división de la historia en tres periodos nunca se entendió como una articulación definitiva, solo como una sistematización desde el punto de vista del conocimiento actual que tenemos de la historia, que puede remplazarse en cualquier momento, y en especial en el futuro sobre la base de un conocimiento más vasto y más profundo. El concepto de la tercera etapa en los tiempos modernos, se encuentran lejos de implicar la idea de perfección y de ser compatible en manera alguna con un juicio de valor.

La idea Joaquina, ciertamente no transmite la idea de un estado definitivo de la civilización humana que no sea capaz de una mayor evolución. La escatología trinitaria de Joaquín encuentra una partición en tres periodos en la teoría de Turgot y Comte de una secuencia de faces teológica, metafísica y científica, en la dialéctica de Hegel de las tres etapas de la libertad y realización espiritual auto reflexiva, y sobre todo en la dialéctica marxista de las tres etapas del comunismo, primitivo, sociedad de clases y comunismo final. La era Joaquina del monje se convirtió en un componente formidable del credo democrático contemporáneo y es el núcleo dinámico del misticismo marxista del reino de la libertad y la disolución del estado.

No podemos negar que existe cierta similitud, a menudo señalada, entre la interpretación marxista de la historia como una secuencia que comprende un estado “igualitario” de la humanidad durante el período de comunismo primitivo, seguido por un período infeliz de la sociedad dividida en clases y un período de “felicidad” en la sociedad comunista del futuro, donde, a pesar de que no tendrás nada, serás feliz. Y, por otra parte, un cierto esquema “religioso” progresista del WEF o Gobierno Mundial, pero hay que saber que este esquema religioso tiene mucho que ver con el gnosticismo y con la especulación trinitaria de Joaquín.

Sería la creencia mesiánica judaica de que un paraíso existente en el principio de los tiempos, perdido por la caída del hombre, regresará con el reino de Dios, eternizándolo aquí en la tierra como predijeron los profetas.

Aunque la similitud sea “prima facie” sorprende, y aunque Marx haya recibido “inconscientemente” la influencia de ideas mesiánicas, no obstante, el resultado es una analogía superficial. En primer lugar, debido a que la correspondencia entre el paraíso del pasado y el del futuro (esencial para el sistema mesiánico) reviste una visión primaria en la construcción marxista. De hecho, es solo Engels, y no Marx, el responsable de la doctrina que afirma que el comunismo fue el estado original de la humanidad y que en esa etapa reinaba una perfecta libertad debido al imperio de una anarquía sin Estado y sin Ley.

Engels aceptó esta doctrina probablemente sólo a los efectos de demostrar que una sociedad comunista sin Estado y sin Ley, que la interpretación económica de la sociedad predecía, no era producto de la imaginación utópica, sino que ya había existido en la historia de la humanidad. La sociedad comunista del futuro no es tal como el reino de Dios regresando al primer paraíso, sino la restauración del comunismo temprano; ésta no será una organización social técnicamente primitiva, sino altamente tecnificada y desarrollada (cuarta revolución industrial), y, sobre todo, la predicción de una sociedad comunista del futuro sin Estados y sin leyes es el resultado de un análisis racionalista y antimetafísico crítico de la realidad social.

Es una característica esencial del marxismo revolucionario que el paraíso en la tierra será obra del hombre y estará inserto en un mundo irreligioso y desdivinizado por la “crítica” cruel a la religión de una manera radical e insensata jamás acometida. No hay nada místico, sobrenatural y caritativo en esta falsa filosofía social; y los que hablan de un “misticismo marxista”, cuya supuesta intención es una redivinización de la sociedad, es desafiar la Verdad eterna e histórica.

Mediante la predicción visionaria de un imaginario Dux de Babylone, Joaquín creó el símbolo del líder; aunque la era del monje, cuyo supuesto líder es el Dux, representa en el comunismo el símbolo de “la hermandad de personas autónomas”, lo que resulta incompatible con el liderazgo.

De aquí que no sea demasiado sorprendente que el comunismo temprano reconozca al Duque de Babilonia en el príncipe Maquiavelo y en los superhombres de Condorcet, Comte y Marx.

El símbolo del líder es uno de los elementos más antiguos de la conciencia social del hombre y no necesitaba ser creado por Joaquín en el S. XII. Si Joaquín imaginó que el nebuloso duque de Babilonia iba a ser un líder, lo sería en el sentido de un santo patrono de la era, la era del monje, como Abraham fue el santo patrono de la era del hombre laico y Jesucristo lo fue de la era clerical.

Otro símbolo que Joaquín creó en el S. XII, aunque fue un elemento esencial de la religión judía mucho antes de Jesucristo, es “el de profeta”, que a veces se combina con el de líder, por consiguiente la visión de Joaquín de los tres líderes significa que dichos líderes son, al mismo tiempo, profetas; como Decimejorge, que para los ojos del mundo es un líder y para nosotros es un pseudo-profeta; la visión del profeta-líder no es una invención de Joaquín, es mucho antes que él, y por cierto bien conocida por él. Mahoma entra en la historia del mundo.

No sólo los filósofos más sobresalientes de los tiempos modernos, sino también ciertos movimientos políticos, por ejemplo, el nacional socialismo, pueden entenderse sólo como manifestaciones de gnosticismo, lo que es igual que misticismo derivado de Joaquín. Sin duda la profecía milenarista de Hitler deriva auténticamente de la especulación de Joaquín. La idea de un reino de mil años de ningún modo se origina en la profecía APOCALÍPTICA sino en la de Joaquín; y lo comprobaríamos, si nos fuera posible comprobar que Hitler, o los que alimentaron su ideología política, tomaron de la especulación de Joaquín la propaganda del Tercer Reich que durará mil años.

“La profecía milenarista de Hitler” se transformó en una broma tragicómica, un slogan político, que ni siquiera los ideólogos nazis tomaron en serio.

Este es otro ejemplo acerca de una sociedad política moderna, cuya autointerpretación está regida por los símbolos que creó la escatología trinitaria de Joaquín.

Pareciera, y hay elementos, de que el movimiento nazi fue un movimiento joaquínico. Aunque hoy sabemos que los propagandistas nacionalsocialistas se habían impregnado del opúsculo de Moller van der Bruck, quien halló la fórmula mientras trabajaba en una obra de edición alemana de Dostoievski, quien, como ferviente nacionalista ruso, había aceptado la ideología de un imperialismo ruso, que Rusia era la sucesora del Imperio Romano-Bizantino y que. como tal, era la Tercera Roma.

Esta última ideología es el segundo ejemplo de una autointerpretación de la sociedad política moderna regida por los símbolos que creó la escatología trinitaria de Joaquín. Recordemos que en la época de Joaquín ya habían pasado dos siglos del Cisma de Oriente.

“La Tercera Roma” se caracteriza por la misma combinación de una escatología del reino espiritual con su realización a través de una sociedad política. Pero, la Tercera Roma es otra rama de la redivinización política. Hay una combinación de “variantes” posteriores de los símbolos de Joaquín con el apocalipsis político de la Tercera Roma; es evidente que hay una vinculación entre la ideología del imperialismo ruso y la teología mística de Joaquín.

Tras la caída de Constantinopla en manos de los turcos, la idea de Moscú como sucesora del Imperio ortodoxo ganó terreno en los círculos clericales rusos, porque Rusia fue la gran ganadora del Cisma de Oriente, cuyo jefe era el Patriarca de Constantinopla, hoy Estambul, Capital de Turquía. El bizantinismo tuvo una ruptura a partir del Cisma, dando paso a la formación de un gigante, que es cristiano pero hereje, sin conexión con Roma, en un estado de revolución contra Roma.

En 1453 los musulmanes invadieron Constantinopla y exterminaron a todos los obispos cismáticos. Todos los obispos eslavos, al saber que Constantinopla había sido arrasada, se reunieron y establecieron volver a Roma, observando fidelidad al Papa en un sínodo en la Ciudad de Brest, hoy Bielorrusia.

La decisión adoptada en 1596 por el Metropolitanato de Kiev, Galitzia para toda la Rusia ortodoxa, de romper su dependencia del Patriarca de Constantinopla y entrar en comunión con la Iglesia Católica bajo la autoridad del Papa de Roma a fin de evitar la dominación por el recién creado Patriarcado de Moscú, desde luego no estuvo de acuerdo con dicho Patriarcado, fundado en 1589, que exigía su sometimiento: ustedes tienen que servir al patriarcado de Moscú o se les corta la cabeza; se les ofrecieron varios “privilegios”, como usar el nombre de Patriarca de Moscú, enseñar que el espíritu santo bajó a Moscú, y que Moscú es la Tercera Roma.

Iván III Vasílievich, también conocido como Iván el Grande, fue gran príncipe de Moscovia y Soberano de toda Rusia, unificó las tierras rusas, ya que cuadriplicó su territorio y proclamó Moscú como la Tercera Roma.

Una carta de un teólogo ruso vino a confirmarlo; el pasaje decisivo es el siguiente: “Sabe ¡oh piadoso Zar! Que todos los imperios de los cristianos ortodoxos convergieron en el tuyo. Eres el único autócrata del universo, el único Zar de todos los cristianos… según los libros proféticos, todos los imperios cristianos tienen un fin y convergerán en un solo imperio, en el de nuestro gosudar (el que domina reina) es decir, en el Imperio de Rusia, dos Romas caerán, pero la tercera perdurará y no habrá una cuarta”.

La figura de Joaquín de Fiore ha sido objeto de controversia a lo largo de los siglos. Profeta para algunos, hereje para la Iglesia, hombre “santo” para muchos de sus contemporáneos, el abad de Fiore fue y es con sus escritos fuente de inspiración de una cantidad de movimientos utópicos (desde los franciscanos “espirituales”, pasando por varios grupos protestantes hasta nuestros ilustres y próceres líderes globales de nuestro tiempo), que intentan realizar temporalmente una “última época” antes del fin de los tiempos. Su particular concepción de la escatología y de la historia intra-mundana está en la raíz de la idea moderna de progreso.

Sin duda, la teología de la historia es el desarrollo más notable de Joaquín de Fiore. No deja de ser una ironía del destino que la obra de este monje calabrés, “esencialmente conservador y que miraba hacia atrás”, sea para algunos modernos un antecedente de la ideología moderna del progreso.

Hoy en día está apareciendo un “comunismo renovado”, aunque comandado por los mismos dinosaurios que lo hacen llamar “progresismo tecnológico”. La definición encontrada en Internet es: “Tendencia política, no una ideología definida, donde se defienden ideas consideradas de avanzada, sobre todo aquellas orientadas hacia el desarrollo de un Estado de bienestar, la defensa de derechos civiles y cierta redistribución de la riqueza”.

Sin embargo, nosotros sabemos la verdadera definición de progresismo:

– Tendencia que cree que el progreso es promover el aborto, acabar con la familia, promover la dependencia absoluta de todos con el estado, y en general cualquier aberración que conduzca a la miseria y degradación del ser humano.

– El progresismo es el disfraz del comunismo.

– Progresista es a progreso, como carterista es a cartera.

 -Extraña manera de avanzar, pero hacia atrás.

– Utilización engañosa del idioma para lograr exactamente lo contrario, y acabar con el progreso de una nación imponiendo un sistema comunista.

– Sistema político donde los únicos que progresan son los que ostentan el poder.

– Es el mismo comunismo disfrazado de modernidad.

– Movimiento que promueve el odio, la pobreza, la violencia, la decadencia de los pueblos y de la religión, ideologías que van en contra de la ley natural y a favor de la destrucción de la familia.

– Es el antónimo de progreso.

Como vemos, existe mucha claridad sobre la inminencia de terminar en un gobierno mundial que sigue esta tendencia; son los mismos comunistas los que quieren un Super Estado para ponerlo en bandeja de oro para el Anticristo, aunque los falsos profetas quieran hacer alianzas para combatirlo.