REVERENDO PADRE LEONARDO CASTELLANI: 122º ANIVERSARIO

Conservando los restos

16 DE NOVIEMBRE DE 1899

HOMENAJE DE RADIO CRISTIANDAD

Un nuevo aniversario del nacimiento del que fue, a no dudar, el mejor pensador argentino. En acción de gracias, elevamos nuestra oración a Dios por el don concedido, y le rogamos premie esta alma sacerdotal con una mayor visión de la Vedad Eterna y la fruición suma del Bien Supremo.

Como homenaje, reproducimos su Comentario a dos Parábolas de Nuestro Señor Jesucristo, que resumen la cuestión de la iniquidad al interior de la Santa Iglesia, y una selección de textos sobre la desviación de la Ciencia, tema de gran actualidad.

PARÁBOLAS DE LOS LOBOS Y LA ESPINA CORONA

«Cuidado con los Falsos Profetas, que os vienen con vestido de oveja, y por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de las zarzas o higos del espinacorona?»

(Estas dos parábolas no pueden unirse con las anteriores; pero pueden unirse lógicamente entre sí, y también si se quiere con las dos que siguen, en San Mateo. Tanto los Lobos Voraces como el Árbol Malo –y los que hablan y no son, los Falsos Frates– pertenecen a los enemigos del Reino adentro del Reino: el mismo tema).

La peor objeción contra la Iglesia y la peor tentación es ver la iniquidad adentro de ella, al lado de la sublime pintura moral que de ella hizo Cristo, aumentada por las esplendorosas pinturas de los profetas hebreos acerca del Mesías, que no tienen límites ni calo, y parecen andaluzadas; y más cuando esta iniquidad se siente en carne propia, como la probaron Juana de Arco, Savonarola y el Arzobispo Carranza, que no cedieron a ella. Cedieron a ella Lutero, Calvino y la «Protesta» del siglo XVI, que enarboló como estandarte de rebelión «la corrupción de la Iglesia»; o más exactamente, de Roma. Muy acrecido, el estandarte es enarbolado por los impíos actuales. «Ese árbol, el catolicismo, da frutos malos; por tanto, no puede ser de Dios». Dice Newman que en su tiempo la mayor parte de los políticos y literatos ingleses decían eso… (Grammar of assent, VII, 5, al fin).

Cristo corrigió a los profetas hebreos (o los concretó, mejor dicho) respecto a su Reino. La única respuesta al escándalo de hallar el mal en la Iglesia, o el abuso, o simplemente la ineficacia e impotencia, es que Cristo lo predijo de antemano. En la parábola del Trigo y la Cizaña lo puso paladinamente; en estas parábolas diseñó a los enemigos del Reino, dentro del Reino, y nos mandó tener cuidado, y evitarlos.

Tres tipos de ellos enumeró: los Pseudoprofetas, los Pastores mercenarios y los cristianos de letrerito, es decir, los que Se dicen y No son; o sea, los Lobos, los que no hacen frente al Lobo y los que no son ovejas sino chivos… o vizcachones. Los comerciantes disfrazados de pastores y las no-ovejas disfrazadas de ovejas. En suma, ojo con las falsificaciones. Y el medio es fijarse en las obras y no en la palabrería, en los frutos y no en el follaje.

Una buena tarea nos carga aquí Cristo: una Iglesia militante; donde hay que militar, donde hay peligros continuos, zozobra y guerra. ¿Y las armas? Nada. Como corderos en medio de lobos; sencillos como las palomas. Una sola arma: ojo alerta. Más recelosos que las serpientes.

Las parábolas se refieren a la fe, como sesudamente establece Maldonado. (Su editor Jiménez Font en una nota, llama a la opinión [de Maldonado] [que es simplemente una evidencia], «literalismo y estrechez». Las notas a un autor son para aclararlo, o bien reparar un error evidente, no para inferir las propias opiniones… en contra del autor. Para eso hay que escribir otro libro mejor que él. Pero este método «risierano», es común hoy día: anotar a un autor para reventarlo. Lo reprendimos hace 20 años en un libro de Don Struzzo, editado y recontranotado por Ossorio y Gallardo -Rev. Estudios, tomo 1940).

Estas parábolas se refieren a lo intelectual y no a lo volitivo, a la fe y no a las obras; como se ve por la introducción inmediata de los «pseudoprofetas»; los cuales a veces son correctos en sus costumbres; y eso justamente es parte del disfraz de oveja. Los fariseos, pues, no eran «pseudoprofetas» (sino malos pastores) pues dijo Cristo: «Haced todo lo que os dijeren…» aunque sus ejemplos eran malos. Yo no digo que Voltaire fue una langosta del Apocalipsis porque haya sido un canallita (como de hecho fue), sino porque sus libros han hecho malos efectos, y lo hacen de inmediato; en mí incluso, cuando (por oficio) los leo. Mi conciencia me dice que ese es un árbol malo.

Los pseudoprofetas son los herejes (como está explicado en El Evangelio de Jesucristo, pág. 217), que hoy día han obtenido en el mundo autonomía y aun autarquía, y han destrozado la Cristiandad. El proceso comenzó con la rebelión religiosa del siglo XVI, el protestantismo, que terminó en un «empate» con el catolicismo: el Norte de Europa se volvió protestante y diez naciones se independizaron de la Iglesia de Roma, rompiendo la Cristiandad europea. Esas naciones progresaron más (en lo material al menos), que la porción católica, encabezadas por el Imperio Inglés; y su sombra, mortífera como la sombra del manzanillar, incubó las herejías de todo el continente. La bandada de pseudoprofetas del XVIII, llamados en la historia Enciclopedistas, que reinó en Francia, y desde ella en todo el mundo, se originó en Inglaterra; y de allí nacieron el capitalismo, el liberalismo y el comunismo (y si me apuran, hasta el «modernismo» teológico), hoy fenómenos universales.

Por ahí se ve que el pseudoprofeta puede quedar dentro de la Iglesia o afectar que él es la vera Iglesia, como los herejes antiguos; o bien estar fuera o enfrente de la Iglesia, pero revestido con el ropaje de la ciencia, la filosofía, la cultura, la belleza artística o el progreso material; que es la zamarra de oveja que lleva el Mal Pastor y también el Lobo Rapaz. Cristo usó aquí la vieja fábula del lobo que se vistió de oveja y engañólas, que está en todas las literaturas primitivas: como la fábula de la Caperucita.

Yo tengo para mí que las Langostas-Alacranes de la Quinta Tuba del Apocalipsis son literalmente los que se autobautizaron «Filósofos» (encabezados por «le roi Voltaire») llamados por la historia Enciclopedistas o Iluministas, y que en realidad son Sofistas: pseudofilósofos y pseudoprofetas. Hemos explicado esta exégesis (que es nuestra y no nuestra) en Los Papeles de Benjamín Benavides, I, c. VI, pág. 68; de modo que no hemos de repetirla aquí. Copiaremos simplemente el texto del Apocalipsis, y el lector podrá hacerla por sí mismo, por poco que conozca historia contemporánea.

Dice… «La Revolución Francesa «libertó el pensamiento», es decir, dio por medio de su famosa «libertad de prensa» (que no es vera libertad, como se ve hoy día) a los falsificadores de la verdad esa movilidad, alcance, poder y lustre casi sobrehumanos con que describe el Profeta a las fieras aves que salieron de una gran humareda (el protestantismo), bajo el mando del Ángel de la Destrucción, llamado Abaddón en hebreo, Apollyón en griego…

Parecen caballos munidos para la guerra: llevan coronas que parecen de oro, y tienen rostro como rostro de hombre; y cabellos como cabellos de mujer, y dientes como dientes de león, y corazas como corazas de fierro y una voz en las alas como la voz de muchos carros de guerra chirriando en la batalla; pero en la cola tienen aguijones y son colas como de escorpión, que atormentan pero no matan; y tienen poder como de escorpión, para no dañar lo que está verde, mas torturar por cinco meses (de años) a los hombres que no tienen el signo de Dios en la frente…

El fundamento de esta exégesis es, primero, que todos los Santos Padres han dicho que estas langostas eran herejías; y la han ido aplicando a las herejías que iban apareciendo, de más en más peligrosas; y Bossuet dijo que eran las varias herejías judaicas que pulularon antes del siglo IV; san Agustín que eran los Maniqueos; Belarmino, que eran los protestantes; los cuales sin embargo hoy día casan mucho mejor en la Cuarta Tuba. Y el segundo es que ese otro gran trompetazo trágico del mundo que fue el iluminismo, casa admirablemente en la Quinta Tuba; pues es de saber que la única clave de una profecía, como dice Newman, es su cumplimiento; pues entonces solamente se comprende bien, y antes solamente de un modo general o vago. Así que yo no pretendo ver más que san Agustín, sino sólo ser posterior a él; y si por caso veo más, es solamente por estar montado sobre sus hombros, como un enano sobre un gigante.

Esto responde también a un reparo que me puso por carta un digno sacerdote español de la Provincia (Buenos Aires): «¿Cómo se atreve usted a corregir al gran exégeta Maldonado?» Solamente porque me he aprovechado de la grandeza de Maldonado; y después de Maldonado han venido otros «grandes» que han laborado y llevado más allá su misma grande obra; de los cuales no soy yo, ciertamente; por ahora.

En suma, si el Apocalipsis es una profecía de toda la historia de la Iglesia en su aspecto parusíaco (o sea, la Persecución y el Triunfo), es claro que los cristianos irán viendo más y más claro en él, a medida que la profecía se vaya cumpliendo.

Para volver a nuestros Lobos Rapaces convertidos en Langostas Alacránicas, estas langostas han causado todos los grandes desastres actuales; porque su veneno es el error religioso y por el error cae el hombre; como por la cabeza se pudre el pez. Son desastres diferentes a los pasados que nos da la Historia; que los ha habido siempre, y morrocotudos. Se puede marcarlos diciendo que su índole es de pudrición.

Un teólogo me decía en Roma: «Todas las energías del diablo están concentradas hoy día en corromper lo que es específicamente religioso. Al diablo ya no le interesa (mucho) matar; lo que le interesa es corromper, envenenar, falsificar… » (Benj. Benav., pág. 103). Es decir, le interesa más el error que el pecado; sabiendo seguro que también cosechará pecado.

Felices fuéramos si los males de hoy día fueran como los que el poeta Prudencio reprocha a los cristianos del siglo V: que las «madres cristianas» usaban rouge y permanentes, y los varones mismos se afeitaban cada día y gastaban camisas de seda de color y agua Colonia, como si dijéramos; es decir, el lujo y la molicie. Los males de hoy no son de fuera de la cabeza, sino de adentro. (Hamartigenia, versos 273 ss. «Tædet sacrilegas matres percurrere curas…).

Por ejemplo, todos los grandes socialistas actuales cuentan con la destrucción y eliminación de la Iglesia; pero no como los antiguos persecutores, golpeándola, sino dejándola allí y eliminándola por desintegración; por lo cual, uno de sus dogmas y consignas básicas es «enseñanza compulsiva (obligatoria) laica y socialista» (Ver Owen y Wells, o Bradshaw y Huxley). Lo dijo y lo redijo con toda claridad Lenin en sus consignas: procurar hábilmente que los curas ayuden al triunfo del comunismo (compañeros de ruta o idiotas útiles) que después la religión desaparecerá sola… o con muy sencilla compulsión. En suma, ablandar y corromper primero: lo otro sigue solo, como la muerte sigue a la enfermedad. De modo que el peligro grande hoy no es el persecutor, la Bestia del Mar (Diocleciano o bien Calles, en Méjico), sino el engañador, la Bestia de la Tierra (Juliano el Apóstata o bien…), que estaba vestida como el Cordero, pero con palabras de Dragón o de Lobo.

Por los frutos la conoceréis, no por el follaje. Este signo que dio Cristo no es nada fácil; tanto que lo han aplicado a favor suyo o lo han aplicado al revés, lo menos tres grandes herejías, maniqueos, donatistas, calvinistas; y todos los protestantes lo aplicaron al Papado. Yo no sé qué árbol da frutos venenosos, a no ser el manzanillar (malasombra) o el ombú, que en Cataluña lo llaman Bellasombra, pero que tiene frutos amargos y aun venenosos… para los borrachos; árboles que Cristo no conoció, digo, como hombre. Cristo nombró las zarzas (en la Argentina hubiese dicho la espinacorona, que está erizada de púas, ningún fruto, poca sombra), y las cañotas, que no dan frutos malos sino inútiles. Bueno, ya se entiende lo que quiso decir, y esta primera dificultad no es dificultosa.

Las dificultades dificultosas son éstas:

1) ¿Acaso los hombres buenos nunca hacen cosas malas y los malos nunca obras buenas, como pensaron los donatistas y aun quizá san Agustín? Luego no es verdad que «no puede el árbol bueno dar frutos malos”;

2) ¿De qué sirve que uno conozca el árbol malo después de haberse tragado el fruto y envenenándose?;

3) Para ver los frutos malos de una herejía tienen que pasar muchos años, y así la señal de poco sirve;

4) Hay árboles con fruto ni bueno ni mal como el naranjo agrio, y la Iglesia actual. (Objeción de Croce y Toynbee que dicen el catolicismo es hoy inoperante, inútil y «superado»).

La respuesta general a esto es que ninguna comparación vale en todo; y por eso decían los antiguos que «omnis comparatio claudicat»; toda comparación renguea. («Claudicar» significa «renguear», y no significa abandonar la doctrina de Irigoyen como creen los radicales del Pueblo, que acusan de tal abandono a los Intransigentes; que, si vamos a eso, también la han abandonado los No-Intransigentes).

La respuesta precisa es que los efectos del mal árbol, aunque en lo social tarden años en producirse, se producen al instante en la conciencia; como dije arriba que a mí me hace daño Voltaire en cuanto lo leo; de donde los que tienen mucha conciencia cristiana (es decir, los hombres religiosos), perciben de inmediato, por una especie de olfato, el olor de herejía en las doctrinas nuevas, que las viejas ya están fichadas; y así pueden alertar al pueblo cristiano, si los deja la autoridad. Por eso dijimos en el Evangelio (pág. 220), que los sacerdotes deben estudiar y leer las obras de los «profetas» contemporáneos, por más que les cueste. Ellos son como los vigías.

Hay que añadir en fin que Dios suele permitir casi siempre que en los disfrazados con piel de oveja aparezca en seguida la oreja del lobo («Abuelita, ¿por qué tienes orejas peludas?», dice Caperuzarroja). Se manchan con malas obras los herejes, de entrada. Prisciliano se ensució con mujeres «profetisas», y así otros muchos; los maniqueos del siglo XII (albigenses), cometieron depredaciones, tropelías, robos, muertes y motines, además de obscenidades; lo mismo que los donatistas del IV; los protestantes desde el comienzo se contaminaron de crímenes enormes. Lo que a Lutero achacaron de «fraile borracho y disoluto» los escritores españoles de la Contrarreforma mal informados, no fue verdad; pues el Doctor Martín se casó con Kathe van Borein legalmente, y fue buen padre y esposo; pero es cierto que es sucio y desaforado de boca cuando se desboca; y se desboca fácil y tremendamente: es iracundo, soberbio y mentiroso. Las ediciones que tengo de las Charlas de mesa («Tischrrede», conversaciones de sobremesa) están expurgadas y sólo tienen cosas decentes y aun hermosas y santas; pero la edición no expurgada, que hojeé en Alemania, da cada espumarajo que hay que ver. Dios permite que a la boca llena de mentira le salgan espumarajos; y es mejor así. Calvino fue de costumbres austeras, pero su desamor, ferocidad y crueldad fueron potentes. Y así por el estilo los otros «reformadores», malos árboles, lobos voraces.

He de advertir aquí que Cristo, el cual se aplicó a sí mismo varios vaticinios de Isaías, no describió a su Iglesia con los himnos líricos acerca de la restauración de todo, que abundan en el Profeta desde el comienzo al fin, aunque desparramados; los cuales algunos Santos Padres acomodaron después a la Iglesia forzándolos no poco. Pondré un ejemplo del comienzo (II, 4) y del final (LXV, 25) de estas profecías «andaluzas»:

Porque de Sión saldrá la Ley
Y la Palabra de Jerusalén
Y juzgará a las gentes
Y argüirá a todos los pueblos
Y fundirán sus espadas en arados
Y sus lanzas en hoces
No levantará espada gente contra gente
No se aprenderá más el arte de la guerra…

Se pronuncia simplemente la abolición de la guerra en el mundo por obra de la Ciudad de Dios. Y al final:

Y será: antes que hablen. Yo escucharé
Están todavía hablando yo los oiré:
Lobo y cordero pacerán juntos
León y buey comerán heno
Y el pan de la víbora, polvo;
No dañarán ni matarán
En todo mi monte santo, dice Dios.

Universal paz y concordia en la Iglesia, por tanto. Con Newman y con toda cabeza sana, estas profecías no se han cumplido aún… totalmente, («and that reversal has no yet be en granted to us, it is true»… Grammar of Assent, X, § 2, 3) Y por tanto se han de cumplir un día. ¿Cuándo? ¿En el milenio? Yo no lo sé; sé que no se han cumplido; y que por tanto se habrán de cumplir «hasta la última tilde», dijo Cristo. Se cumplieron espiritualmente en el «typo», en la Iglesia; se habrán de cumplir literalmente en el «antitypo», para hablar técnicamente. No son profecías mesiánicas solamente, sino netamente parusíacas.

Quedará una cosa importante (lo más importante) que sería considerar a nuestro país y los estragos aquí de los Lobos Voraces, Malos Pastores, y Católicos de Letrerito. Pero esto ya va para largo; ocasión habrá, si Dios quiere. Hay más días que longanizas.

SELECCIÓN DE TEXTOS SOBRE UNA CUESTIÓN DE ACTUALIDAD

La desviación de la Ciencia

Los signos han cambiado, el poder creador no es ya de la Iglesia sino del enemigo. Mas las creaciones modernas son bajo el signo de Satán; son destrucciones en el fondo y creaciones sólo en apariencia; son parasitaciones enormes e hipertróficas de antiguas creaciones, enormes escapes de fuerzas por la ruptura de antiguos equilibrios: la «técnica» moderna es una degeneración y una desviación de la Ciencia, el capitalismo es estructura enfermiza de la industria y el comercio, la actual cultura («cultolatría»), degeneración del antiguo esfuerzo del intelecto por procurar al hombre un poco de felicidad, que ha virado hacia el ideal de los goces materiales; de modo que hoy día bien puede dársele la vieja definición de Tácito: «llámase cultura al corromper y ser corrompido».

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La Escritura está toda penetrada de profecías; y eso la vuelve un libro único, infinitamente digno de ser leído sobre todos los libros de los hombres; los cuales tratan o de las cosas pasadas (Historia) o de las cosas invariables (Ciencia) o de las cosas posibles (Poesía). El devenir concreto y libre de la vida del hombre sólo puede ser regulado de por este libro y no a partir de ningún otro: porque por lo Porvenir se determina el Devenir. Los que hoy piden a la llamada «Ciencia Moderna» soluciones salvíficas para el Porvenir de la Humanidad yerran en la Fe y son secuaces de la Ultima Herejía, que es la adoración idolátrica del Hombre.

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El Anticristo hará portentos tales, mentirosos y embaidores, que pasmará a los hombres. La Escritura pone tres ejemplos concretos: hacer caer fuego del cielo, hacer hablar la imagen de la Bestia, y una muerte y resurrección amañada; pero nada dice, ni podía decir, acerca del modo dellos. Estos portentos están ya casi al alcance de la magia de la moderna «Ciencia», que cada día es menos ciencia y más magia, y magia negra, por cierto; porque la moderna tecnología o tecnogogía se está moviendo más cada día fuera de la órbita del conocimiento de Dios y del hombre, y hacia el dominio utilitario y temerario de las fuerzas cósmicas; y aun hacia la destrucción y el estupro de Universo. Los hodiernos ensoberbecidos «sabios» se han evadido hace mucho del respeto a los senos de la naturaleza, que hacía a los griegos – testigo Aristóteles – prohibir la disección de los cadáveres; y están invadiendo el dominio de los ángeles, guiados quizás por uno dellos, porque lo que llamamos ether, decía la antigua teología y Santo Tomás lo recoge, es el lugar de los ángeles; la porción de la materia creada en la cual el ángel mora, en el sentido en el cual un ángel puede morar en lo material; es decir, el elemento desde el cual el espíritu puro puede ejercer su acción sobre lo sensible creado; la médula del cosmos, el fluido nervioso del mundo, el puente de la materia al espíritu, consustanciado a él, no por naturaleza sino por ordenación creadora.

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Las hechicerías y magiquerías que imaginaron los Padres Antiguos para hazañas del Pseudoprofeta, tal como las de Simón el Mago y Apolonio de Thyana, nos harían más bien reír ahora a nosotros: hacer brotar una serpiente tirando al suelo una vara; eso y más puede hacerlo el prestidigitador Houdini en el escenario. En cambio, nos vamos boquiabiertos y enajenados detrás de la Religión de la «Ciencia» actual; que cuando es buena lo más que puede otorgarnos es «confort»; y cuando no, puede destruir el mundo, después de haberlo engañado.

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“El cuarto derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado abrasar a los hombres por su fuego. Y se abrasaron los hombres con grandes ardores, y blasfemaron del Nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas; mas no se arrepintieron para darle gloria a Él”.

Este cuarto símbolo representa los calores que inflige a los hombres la actual «Ciencia»; o sea «Técnica»; que de ciencia no tiene mucho. Es sabido que todas las fuerzas que ella puede usar y usa, fuego, calor, vapor, dinamita y energía atómica, proceden del calor del sol.

Dicen ahora los «científicos» que la superficie del astro-rey está sembrada de uranio en desintegración (?) y de allí procede su benéfico –hasta ahora– calor; el cual nutre árboles, plantas y animales, y amontona reservas de energía, que ahora en manos del hombre se han vuelto enormes –y peligrosas. Hay que ver lo que supone ese calor del astro: la Tierra y los planetas interceptan sólo una parte infinitesimal de esa enorme esfera radiante, que se extiende quién sabe hasta adonde.

Ese calor hoy día recrecido, no cinco más cien veces, en manos del hombre, atormenta a los mortales con temor y aprensión; pues se emplea principalmente en construcción de instrumentos de destrucción horríficos; y aun cuando se aplica a la industria, produce desocupación, sobre-producción, carestía, luchas sociales, y finalmente guerras; todo lo cual «atormenta», quema, mantiene temor y angustia en los ánimos de la humanidad actual; la cual para remedio proclama incluso la restricción antinatural de los nacimientos, y la destrucción deliberada de mercaderías o máquinas.

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La Esposa comete adulterio cuando su legítimo Señor y Esposo Cristo no es ya su alma y su todo; cuando los gozos de su casa no son ya toda su vida; cuando codicia lo transitorio del mundo en sus diversas manifestaciones; cuando mira sus grandezas, riquezas y honores con ojos golosos; cuando –como Israel un día– busca la alianza de un poder terreno contra la amenaza de otro poder terreno, cuando los teme demasiado; cuando reconoce al mundo como una realidad «muy ponderable» y lo mira como una potencia cuya ira procura evitar a cualquier costo, cuyo agrado y benevolencia solicita, con cuya «sabiduría», educación, ciencia, cultura, política, diplomacia está encantada, “jam mœchatus est eam in corde suo”. Esto es lo que llama el profeta «fornicar con los Reyes de la tierra».

«Fornicación» llaman los profetas a la idolatría. «Fornicar con los ídolos» significa poner los ídolos en lugar de Dios, el legítimo esposo de nuestras mentes. «Fornicar con los reyes de la tierra» significa poner a los poderes de este mundo en el lugar de Dios.

Primero se fornica con el corazón desfalleciendo en la fe; después en los hechos, faltando a la caridad.

El error fundamental de nuestra práctica actual –y aun de la teoría a veces– es que amalgamamos el Reino y el Mundo, lo cual es exactamente lo que la Biblia llama «prostitución».