Padre Juan del Corazón de Jesús Dehon: Coronas de amor al Sagrado Corazón
Extraídas del libro
“CORONAS DE AMOR AL SAGRADO CORAZÓN”
del Reverendo Padre Juan del Corazón de Jesús (León Gustavo Dehon),
Fundador de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.
Día 11
SEGUNDO MISTERIO: VIDA DE SILENCIO Y DE ORACIÓN
QUINTA MEDITACIÓN: La Santa Hostia nos enseña la pureza y el desprendimiento
Para entrar en el cielo es preciso guardar la castidad según el propio estado. ¡Qué bella, exclama el libro de la Sabiduría, la generación casta, que vivirá eternamente, porque es amada de Dios!
Pero la virginidad es más que la castidad. Ella da a las almas el privilegio de tener en el cielo una intimidad particular con el Sagrado Corazón. “Las vírgenes, dice S. Juan, siguen al Cordero donde quiera que Él va” (Ap. 14).
La Beata Margarita María nos enseñará con sus ejemplos, más aún que por sus palabras, como es preciso responder a la llamada del Esposo de las vírgenes, qué modelo es preciso seguir y qué medios emplear.
I. Cómo es preciso responder a la llamada divina
La llamada que Nuestro Señor dirige a algunas almas privilegiadas para que se alisten bajo el estandarte virginal, sea en el sacerdocio, sea en la vida religiosa, sea en medio del mundo, es una gracia de predilección. Las almas que lo escuchan deben apresurarse a responderle, tras haber consultado a sus directores.
La Beata Margarita María, por una gracia especial, hizo este voto desde sus primeros años como algunas santas privilegiadas, como Santa Catalina de Siena, Santa Teresa, Santa Magdalena de Pazzi: “Sin saber lo que era, cuenta, me sentía empujada a decir estas palabras: Dios mío, te consagro mi pureza y te hago el voto de perpetua castidad…”
Dichosas las almas generosas y vigilantes que, escuchando la llamada del Esposo divino: Ecce sponsus venit, ¡se levantan inmediatamente para seguirlo! Las hace entrar en su Divino Corazón, verdadera sala del festín nupcial: Intraverunt cum eo ad nuptias.
¡Felices también las almas que, tras haberse entregado, perseveren y progresen en esta virtud querida al Corazón de Jesús!
II. El alma virgen es el templo y la víctima del Señor
En su retiro de 1678, la Beata escuchó estas palabras de su divino Maestro: “Conserva en pureza el templo del Señor, porque en todas partes donde estuviste, Dios te asistió con una especial presencia de protección y de amor”.
El templo del Señor es el alma santificada por la virginidad. Dios quería que, en el templo de la antigua ley, todo brillase por la pureza. Los sacerdotes no entraban en el Santo de los santos, sino tras rigurosas purificaciones. A este precio, el Señor estaba allí especialmente presente. Y lo mismo pasa con el alma virgen. Si ella es fiel, Dios le promete una presencia especial de protección y de amor.
En los santuarios de la Nueva Ley, Jesús quiso esconderse bajo una blanca hostia. La Beata Margarita María interpreta así su designio: “La blancura de la hostia nos enseña que es preciso ser una víctima pura, para ser inmolada a Jesús; una víctima sin mancha para poseerlo: pura en el cuerpo, en el corazón, en la intención y en los afectos” (Vol. I, p. 194).
El alma virgen tiene, por tanto, como modelo la pureza del mismo Jesús y sus inmolaciones, simbolizadas por la blanca hostia del tabernáculo.
III. Medios a emplear
¿Qué es preciso hacer para conservar intacto el lirio virginal, que el mínimo soplo extraño puede ofuscar? La Beata Margarita María, guiada y enseñada por el Sagrado Corazón, nos enseña. Nos indica tres principales medios: el retiro y el desprendimiento, la mortificación y la lucha, la devoción a María y al Corazón de Jesús:
El retiro y el desprendimiento del mundo. Desde que la Beata hizo el voto de castidad, toda su inclinación fue esconderse en el campo o en la Iglesia. La compañía de los hombres la perturbaba. El amor excesivo de su familia estuvo casi por retenerla en el mundo, donde ella, probablemente, se hubiese perdido. Nuestro Señor mismo intervino varias veces. Le hizo ver la belleza de las virtudes y, sobre todo, de los tres votos por los cuales nos volvemos santos. “¿No soy el más perfecto de los esposos?, dice Él. Si quieres dar al mundo una preferencia injuriosa para mí, te abandono para siempre”.
La mortificación y la lucha. Era a través de ayunos y de otras maceraciones como la sierva de Dios colocaba la flor de su virginidad como en medio de una corona de espinas para protegerla.
La devoción a María y al Sagrado Corazón. Nuestro Señor dice a la Beata: “Te puse en depósito a los cuidados de mi Madre”. En cuanto a la unión con el Sagrado Corazón, Nuestro Señor le preguntó “si consentía que Él se apoderase y se volviese Señor de su libertad, porque ella era débil”. Es lo que Él también nos pregunta.
Resolución.- ¡Oh! Sí, mi buen Maestro, me doy y me consagro a Tí. Toma mi libertad, toma mi voluntad, sé mi guía, sé mi vida.