Conservando los restos
LA SUPRESIÓN DEL SANTO SACRIFICIO
Texto del vídeo publicado Aquí
Estamos a cincuenta años del Novus Ordo Missæ… Estamos a cincuenta años de la segunda reforma protestante… Con esa reforma no católica comienza la operación de supresión del santo sacrificio…
Luego de haber estudiado la historia de la Santa Misa desde San Pedro hasta San Pío V y de haber analizado las diversas partes de la Santa Misa de Rito Romano y sus correspondientes oraciones, hemos considerado los antecedentes remotos de la misa nueva.
En efecto, estudiamos el Jansenismo, el Anglicanismo y el conciliábulo de Pistoya, hemos seguido de cerca la bien llamada herejía antilitúrgica y la obra de restauración llevada a cabo por Dom Guéranger, dando inicio al Movimiento Litúrgico, y emprendimos el estudio de la desviación del Movimiento Litúrgico, que desembocará en la nueva misa.
Realizamos también el estudio de los antecedentes inmediatos de la nueva misa, es decir el análisis de la Liturgia durante el Pre-Concilio, lo sucedido durante el conciliábulo vaticano II, la revolución conciliar, y concluimos considerando los cambios después del conciliábulo.
Al término de ese estudio dijimos:
Así pues, esto es seguro, la revolución y el modernismo han penetrado en la Ciudad de Dios por la liturgia. El Movimiento litúrgico fue el caballo de Troya por medio del cual los discípulos de Loisy han ocupado la Iglesia. He aquí la gravedad de la revolución litúrgica y la perversidad de este nuevo rito de la misa, expresión y símbolo de la herejía antilitúrgica de los tiempos modernos.
Todo verdadero católico debe prestar su indefectible apoyo a la Liturgia Católica Romana, así como su íntegra fidelidad a los principios del verdadero Movimiento Litúrgico.
Una vez estudiados los antecedentes remotos y próximos de la misa bastarda, emprendimos el estudio general y particular de ésta.
En los últimos Especiales consideramos los autores y los fines de la nueva misa.
Dicho estudio debería ser suficiente para indicar su naturaleza; podríamos contentarnos con concluir, como mínimo, que ella es ambigua y ecuménica (susceptible tanto de una interpretación católica como de una interpretación protestante).
Pero algunos no logran hacer este juicio, sea porque son miopes o ciegos, sea porque no conocen el culto protestante, lo cual sería normal para los católicos en tiempos normales de la Iglesia… No tienen suficientes puntos de comparación, y como son católicos postconciliares, infeccionados de modernismo y neoprotestantismo…, interpretan la nueva misa de una manera católica…, sin advertir sus errores y peligros para la fe.
Para iluminar a estas personas, queda todavía una posibilidad: hacer que hablen los autores por sí mismos.
Esto es lo que haremos a partir de hoy, al examinar la explicación de la nueva misa dada por sus autores.
El 3 de abril de 1969, al mismo tiempo que el nuevo ordo, Pablo VI promulgó una Introducción General (Institutio Generalis) con la pretensión de reemplazar las Rúbricas Generales del Misal Romano.
Este largo documento no se contenta, como las rúbricas tradicionales, con indicar la forma de celebrar la Santa Misa, sino que, como dijo su principal editor, Annibale Bugnini, «es una amplia exposición teológica, pastoral, catequética y rubricista, una introducción a la comprensión y a la celebración de la misa” (Palabras ante la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, el 30 de agosto de 1968).
Por lo tanto, podemos referirnos a este texto para conocer la teología de la nueva misa.
Ahora bien, desde su publicación, este texto escandalizó; hasta el punto de que Pablo VI ordenó una revisión del mismo.
Una nueva edición, un poco mejorada (sólo un poco…, muy poco…), apareció en 1970; pero el texto del Novus Ordo no fue modificado. El edificio permaneció tal como había sido construido en base al primer plano…
Examinaremos cuatro puntos esenciales de la primera versión de la Institutio Generalis, indicando las modificaciones realizadas cuando sea necesario.
Dichos temas son los siguientes:
— a) La transubstanciación.
— b) El carácter propiciatorio del sacrificio.
— c) El carácter sacerdotal del ministro sagrado.
— d) La definición de la nueva misa.
En los Especiales de hoy analizaremos los dos primeros.
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ESCUCHAR ESPECIAL DE CRISTIANDAD
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Negación del dogma de la transubstanciación
El término teológico transubstanciación, acuñado por la teología católica, no aparece ni una sola vez en ninguno de los 341 artículos de la Institutio Generalis.
La palabra será agregada en 1970 en el preámbulo de la versión revisada. Tenemos derecho a pensar que se trata sólo de una pura formalidad, destinada a dar la impresión de un cambio verdadero, dado que el Ordo de la misa, como ya dijimos, no fue modificado; y conocemos también sus numerosos ataques contra la presencia verdadera, real y substancial de Nuestro Señor en la Sagrada Eucaristía.
Por otra parte, en ocasiones importantes, como Congresos Eucarísticos, el de Lourdes en 1981 por ejemplo, se confirmó la primera versión de la Institutio Generalis.
Ahora bien, sabemos que Pío VI condenó en 1794 una propuesta del Sínodo de Pistoya, que expresaba la doctrina católica, por la sencilla razón de que omitió utilizar el término «transubstanciación», que es la única palabra que designa exactamente lo que sucede en la Consagración.
Sólo por esta razón, esta propuesta teológica fue condenada como «perniciosa, derogativa de la exposición de la verdad católica acerca del dogma de la transustanciación y favorecedora de los herejes».
Recordemos la proposición 29ª de la Bula Auctorem Fidei, de Pío VI:
La doctrina del Sínodo, por la parte en que proponiéndose enseñar la doctrina de la fe sobre el rito de la consagración, apartadas las cuestiones escolásticas acerca del modo como Cristo está en la Eucaristía, de las que exhorta se abstengan los párrocos al ejercer su cargo de enseñar, y propongan estos dos puntos solos: 1) que Cristo después de la consagración está verdadera, real y sustancialmente bajo las especies; 2) que cesa entonces toda la sustancia del pan y del vino, quedando sólo las especies, omite enteramente hacer mención alguna de la transustanciación, es decir, de la conversión de toda la sustancia del pan en el cuerpo y de toda la sustancia del vino en la sangre, que el Concilio Tridentino definió como artículo de fe y está contenida en la solemne profesión de fe; en cuanto por semejante imprudente y sospechosa omisión se sustrae el conocimiento tanto de un artículo que pertenece a la fe, como de una voz consagrada por la Iglesia para defender su profesión contra las herejías, y tiende así a introducir el olvido de ella, como si se tratara de una cuestión meramente escolástica, es perniciosa, derogativa de la exposición de la verdad católica acerca del dogma de la transustanciación y favorecedora de los herejes.
¡Qué deleite para los oídos católicos esta sentencia pontifical! Máxime cuando, desde hace cincuenta años, los “maestrecillos” conciliares nos tienen acostumbrados a ideologías espurias, escondidas detrás de confusas exposiciones…
Si la omisión del término transubstanciación era a fines del siglo XVIII un error que favorecía la herejía, ese mismo error merece una condena mucho más seria en la segunda mitad del siglo XX.
En efecto, sabiendo que había quienes, como Schillebeekx, deseaban reemplazar, no sólo el término, sino incluso la noción misma de transubstanciación por conceptos teológicamente inaceptables, como los de “transignificación” o “transfinalización”, el silencio de la Institutio respecto de la transubstanciación merece una condena en términos más graves que perniciosa, derogativa de la exposición de la verdad católica acerca del dogma de la transustanciación y favorecedora de los herejes…
Por lo tanto, es indiscutible que la Institutio Generalis merece, al menos, la misma calificación de «perniciosa, derogativa de la exposición de la verdad católica acerca del dogma de la transustanciación y favorecedora de los herejes».
Decimos al menos, porque hay algo peor: la propuesta de Pistoya condenada recordaba la doctrina católica, mientras que la Institutio Generalis, además de “la imprudente y sospechosa omisión”, ya no lo hace.
El conciliábulo de Pistoya declaraba que Cristo después de la consagración está verdadera, real y sustancialmente bajo las especies, y que cesa entonces toda la sustancia del pan y del vino, quedando sólo las especies…
La expresión «presencia real» no aparece tampoco en el texto de la Institutio…
Algunos de sus artículos dicen que «las ofrendas se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo”, que en la comunión los fieles «reciben el cuerpo de Cristo” y que «incluso bajo una de las dos especies, recibimos a Cristo todo entero, sin ninguna falta, y al sacramento en toda su verdad» (artículos 48, 49, 55, 56 y 241), pero todas estas proposiciones podrían, en estricto rigor, ser aceptadas por los protestantes, que admiten una cierta presencia (espiritual) de Cristo en las especies de pan y de vino. Ellos rechazan la presencia substancial a través de la transubstanciación. Y esto, precisamente, es lo que no se afirma aquí, como en Pistoya…
Además, estos artículos se tornan borrosos e imprecisos, pues otros muchos textos ponen en el mismo plano la presencia eucarística de Cristo y su presencia espiritual en la «palabra de Dios» o en la asamblea.
Veamos los artículos más significativos:
Artículo 1: “[En la Misa] se renuevan en el transcurso del año los misterios de la redención, para que en cierto modo se nos hagan presentes”.
Artículo 9: «Cuando se leen las sagradas Escrituras en la Iglesia, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en su palabra, anuncia el Evangelio.”
Artículo 28: «Cuando termina el canto de entrada, el sacerdote y toda la asamblea hacen la señal de la cruz. Luego el sacerdote, mediante el saludo, manifiesta a la comunidad reunida la presencia del Señor».
Artículo 33: «En las lecturas, que la homilía explica, Dios habla a su pueblo, revela el misterio de la redención y de la salvación, y ofrece un nutrimento espiritual; y Cristo mismo está allí, presente por su palabra en medio de los fieles».
Artículo35: «Debemos otorgar la mayor reverencia a la lectura evangélica (…) los fieles, por sus aclamaciones, reconocen y profesan que Cristo está allí presente y les habla».
Artículo 48: ¿Cómo, entonces, no interpretar como una presencia espiritual lo que se dice en este artículo?: «La Última Cena, en la que Cristo instituyó el memorial de su muerte y resurrección, se hace presente sin cesar en la Iglesia cuando el sacerdote representando a Cristo el Señor hace eso mismo que el Señor hizo y recomendó hacer a sus discípulos (…) En la plegaria eucarística, gracias son dadas a Dios por toda la obra de la salvación, y las ofrendas se hacen el Cuerpo y la Sangre de Cristo (…) Por la comunión, los fieles reciben el Cuerpo y la Sangre del Señor de la misma manera que los apóstoles de manos de Cristo».
La afirmación según la cual las ofrendas se hacen el Cuerpo y la Sangre de Cristo es admitida por los protestantes, en tanto que ella no implica necesariamente la tesis católica de la transubstanciación y admite la de la transignificación o transfinalización.
La ambigüedad es reforzada por el Artículo 8, que parece situar en el mismo nivel la «liturgia de la palabra» y la «liturgia eucarística»: “En la Misa es preparada tanto la mesa de la palabra como la del Cuerpo de Cristo”. ¿Qué mejor podría desear y exigir un protestante?
Este artículo 48 fue modificado en la versión de 1970; pero la ambigüedad permanece:
“En la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y el banquete pascuales. Por estos misterios el sacrificio de la cruz se hace continuamente presente en la Iglesia, cuando el sacerdote, representando a Cristo Señor, realiza lo mismo que el Señor hizo y encomendó a sus discípulos que hicieran en memoria de Él (…) En la Plegaria Eucarística se dan gracias a Dios por toda la obra de la salvación y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo”.
Artículo 55: Este artículo de la Institutio explica las diversas partes de la llamada Plegaria Eucarística, que tiene de Canon lo mismo que Arrio, Nestorio y Lutero tenían de católicos…
Respecto de la supuesta consagración (parágrafo “d”) leemos lo siguiente:
Los principales elementos de que consta la Plegaria Eucarística pueden distinguirse de esta manera: a) … b) … c) …
d) Narración de la institución y consagración: por las palabras y por las acciones de Cristo repræsentatur aquella última cena, en la que el mismo Cristo instituyó el sacramento de su Pasión y Resurrección, cuando dio a los Apóstoles su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino para que comieran y bebieran, dejándoles el mandato de perpetuar el mismo misterio.
La palabra latina repræsentatur, que hemos resaltado sin traducir, puede transcribirse como “se hace presente de nuevo” o como “es representada”, versión que da al texto un fuerte sentido protestante.
La Santa Misa no es una simple representación, sino la verdadera reiteración del Sacrificio de Nuestro Señor.
Pero, lo que es más grave, la Institutio no dice que “se hace presente de nuevo” o “es representado” el Sacrificio de Nuestro Señor… Ella dice que, en esta parte de la misa (en la Plegaria Eucarística) repræsentatur aquella última cena…
No se puede objetar que el Concilio de Trento también utiliza el verbo representar, repræsentaretur. Su contexto no deja lugar a dudas. He aquí las palabras del tridentino:
Como quiera que en el primer Testamento, según testimonio del Apóstol Pablo, a causa de la impotencia del sacerdocio levítico no se daba la consumación, fue necesario, por disponerle así Dios, Padre de las misericordias, que surgiera otro sacerdote según el orden de Melquisedec, nuestro Señor Jesucristo, que pudiera consumar y llevar a perfección a todos los que habían de ser santificados. Así, pues, el Dios y Señor nuestro, aunque había de ofrecerse una sola vez a sí mismo a Dios Padre en el altar de la cruz, con la interposición de la muerte, a fin de realizar para ellos la eterna redención; con todo, como su sacerdocio no había de acabarse con su muerte; para dejar en la última cena de la noche misma en que era entregado, a su amada esposa la Iglesia un sacrificio visible, según requiere la condición de los hombres, en el que se representase el sacrificio cruento que por una vez se había de hacer en la cruz, y permaneciese su memoria hasta el fin del mundo, y se aplicase su saludable virtud a la remisión de los pecados que cotidianamente cometemos; al mismo tiempo que se declaró sacerdote según el orden de Melchisedech, constituido para toda la eternidad, ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y vino, y lo dio a sus Apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del nuevo Testamento, para que lo recibiesen bajo los signos de aquellas mismas cosas, mandándoles, e igualmente a sus sucesores en el sacerdocio, que lo ofreciesen, por estas palabras: Haced esto en memoria mía; como siempre lo ha entendido y enseñado la Iglesia católica.
Por otra parte, lo que sigue de la Institutio (instituyó el sacramento de su Pasión y Resurrección, cuando dio a los Apóstoles su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino para que comieran y bebieran, dejándoles el mandato de perpetuar el mismo misterio) también lo aceptan los protestantes. Lo que ellos niegan es la transubstanciación.
¡Esta es la verdadera línea de demarcación entre católicos y herejes…!
Recordemos que los protestantes no niegan completamente la noción de sacrificio, sino que reducen la Misa a un simple memorial del Calvario y un sacrificio de acción de gracias, no propiciatorio, es decir, que no tiene el poder para hacernos un Dios favorable, para expiar nuestros pecados. Este es precisamente el tema de los tres primeros cánones del Concilio de Trento:
Canon I. Si alguno dijere, que no se ofrece a Dios en la Misa verdadero y propio sacrificio; o que el ofrecerse este no es otra cosa que darnos a Cristo para que le comamos; sea excomulgado.
Canon II. Si alguno dijere, que en aquellas palabras: Haced esto en mi memoria, no instituyó Cristo sacerdotes a los Apóstoles, o que no los ordenó para que ellos, y los demás sacerdotes ofreciesen su cuerpo y su sangre; sea excomulgado.
Canon III. Si alguno dijere, que el sacrificio de la Misa es sólo sacrificio de alabanza, y de acción de gracias, o mero recuerdo del sacrificio consumado en la cruz; mas que no es propiciatorio; o que sólo aprovecha al que le recibe; y que no se debe ofrecer por los vivos, ni por los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones, ni otras necesidades; sea excomulgado.
Y llegamos al Artículo 7, el cual analizaremos en detalle al tratar de la definición de la nueva misa dentro de dos Especiales:
La cena del Señor, o Misa, es el encuentro sagrado o congregación de la asamblea del pueblo de Dios, con presidencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor. Por esta razón, se aplica eminentemente a tal reunión local de la santa Iglesia la promesa de Cristo: “Donde se reúnen dos o tres en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18, 20).
Por ahora nos contentamos con señalar otra ambigüedad ligada a la noción de la “presencia” de Nuestro Señor en la Santa Misa.
Según este malicioso artículo, la presencia de Jesucristo en la “cena del Señor, o Misa” sería de orden espiritual, y no la presencia substancial bajo las especies eucarísticas, los accidentes del pan y del vino.
No se trata de la transubstanciación del pan y del vino, obrando la presencia verdadera, real y substancial de Nuestro Señor en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Sólo se trata de una presencia espiritual, resultado del encuentro sagrado o congregación de la asamblea del pueblo de Dios, con presidencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor.
El artículo señala claramente el vínculo por medio del adverbio relativo de causa quare (que en español se traduce por una conjunción causal = Por esta razón).
La cena del Señor es el encuentro sagrado de la asamblea del pueblo de Dios para celebrar el memorial del Señor. Quare, a tal reunión local se aplica eminentemente la promesa de Cristo: “Donde se reúnen dos o tres en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.
Lo mismo puede decirse de los que se han reunido para rezar el Santo Rosario o el Santo Via Crucis, con la sola diferencia que la aplicación de la promesa no se sería eminente…
Lo que es eminente es la herejía subyacente…
Pero más grave aún es la ausencia de la noción de sacrificio. Allí sólo se habla de memorial del Señor…
Pero esto ya es tema de la cuestión siguiente.
La esfumación del carácter propiciatorio del sacrifico
A lo que acabamos de ver sobre la ausencia de las nociones de transubstanciación y de sacrificio debemos agregar que la Institutio Generalis declara repetidamente que la Misa es un sacrificio; así lo hace en los números 2, 48, 54, 56 h, 60, 62, 153, 259, 335 y 339.
Los defensores de la Institutio han argumentado, pues, que no hay razón para condenar la ausencia de la noción de sacrificio en el artículo 7, ya que esta noción aparece muchas veces en otras ocasiones.
La palabra «sacrificio» aparece ciertamente diez veces en la Institutio Generalis, pero el Concilio de Trento es muy claro sobre este tema, mostrando que no es suficiente usar la palabra «sacrificio».
En efecto, los cánones sobre el Santo Sacrificio de la Misa reafirman el carácter sacrificial de la misma:
Canon I. Si alguno dijere, que no se ofrece a Dios en la Misa verdadero y propio sacrificio; o que el ofrecerse este no es otra cosa que darnos a Cristo para que le comamos; sea excomulgado.
Notemos aquí que los protestantes no niegan completamente la noción de sacrificio, sino que reducen la Misa a un simple memorial del Calvario y a un sacrificio de acción de gracias, no propiciatorio, es decir, que no tiene el poder para hacernos un Dios favorable, para expiar nuestros pecados. Este es precisamente el tema del tercer Canon:
Canon III. Si alguno dijere, que el sacrificio de la Misa es sólo sacrificio de alabanza, y de acción de gracias, o mero recuerdo del sacrificio consumado en la cruz; mas que no es propiciatorio; o que sólo aprovecha al que le recibe; y que no se debe ofrecer por los vivos, ni por los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones, ni otras necesidades; sea excomulgado.
Ahora bien, las alusiones a la noción de sacrificio hechas por la Institutio son todas insuficientes para distinguir la concepción católica del sacrificio de las nociones protestantes de la Cena del Señor.
De hecho, como sabemos, el Santo Sacrificio de la Misa tiene una cuádruple finalidad: adoración, acción de gracias, impetración y propiciación.
La adoración es el honor dado a Dios por su perfección infinita y absoluta.
La acción de gracias es la manifestación de nuestra gratitud a Dios por los beneficios recibidos de Dios.
Por impetración se entiende que pedimos a Dios nuevos beneficios.
El sacrificio se llama propiciatorio en la medida en que es un acto que agrada a Dios, que se sentía ofendido por el pecador.
Este acto se lleva a cabo mediante la reparación, de acuerdo con una igualdad proporcional a la ofensa cometida; y pertenece a la virtud de la justicia.
En la antigua disputa entre católicos y protestantes sobre este tema, lo puesto en cuestión no es el carácter sacrificial de la Misa, sino su carácter propiciatorio.
En otras palabras, los católicos y los protestantes admiten que la Misa es un sacrificio de alabanza, de acción de gracias y de súplica.
Pero los protestantes niegan (y esta es su herejía en esta cuestión) que la Misa constituya un sacrificio propiciatorio.
Por lo tanto, es de suma importancia comprobar si la Institutio admite la noción de sacrificio propiciatorio, o si, por el contrario, habla sólo de sacrificio, e ignora el carácter propiciatorio de éste.
Todo esto es de suma importancia cuando sabemos, como hemos visto más arriba, que el Concilio de Trento definió la Misa como un «sacrificio verdaderamente propiciatorio» y lanzó el anatema contra quien afirme que el sacrificio de la Misa es sólo una cuestión de alabanza y de acción de gracias, o una mera conmemoración del sacrificio consumado en la cruz, pero que no es propiciatorio…
Ahora bien, la palabra «propiciatorio» no aparece en ningún artículo de la Institutio de 1969.
En efecto, al analizar los diversos pasajes del texto de la Institutio que hablan de sacrificio, encontramos que el carácter propiciatorio de la Misa no se afirma en ninguno de ellos.
Por el contrario, varios artículos mencionan el sacrificio de acción de gracias y el memorial, mientras que el aspecto propiciatorio siempre se borra.
En todo momento se refieren a la Misa como un sacrificio de alabanza, de acción de gracias, de conmemoración del sacrificio de la cruz, todos aspectos reales, pero que el Concilio de Trento declaró insuficientes para la concepción católica de la Santa Misa.
El término en cuestión será utilizado una sola vez en la versión de 1970 (artículo 2), pero sólo para intentar desarmar las críticas tradicionalistas…
Consideremos algunos de esos artículos:
Artículo 2: El hablar de los frutos de la Misa, dice:
Para obtener los cuales el Señor Jesucristo instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre, y lo confió a su amada esposa, la Iglesia, como recuerdo de su pasión y de su resurrección.
Artículo 48:
La última Cena, donde Cristo instituyó el memorial de su muerte y resurrección, se hace siempre presente en la Iglesia cuando el sacerdote, el representante del Señor Jesús, hace lo que Cristo mismo ha hecho y recomendó hacer a sus discípulos en memoria de él, instituyendo el sacrificio y la comida pascual.
Artículo 54:
Entonces comienza la fase central y suprema de toda la celebración, es decir, la Plegaria eucarística, una oración de acción de gracias y de santificación. […] Este es el significado de esta oración: toda la asamblea de fieles está unida a Cristo en la proclamación de las maravillas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.
Artículo 335:
La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico Pascual de Cristo por los muertos, de tal manera que, por la comunión de todos los miembros de Cristo, se da una asistencia espiritual a algunos, y se dispensa a otros el solaz de la esperanza.
Los artículos 56 (h), 60, 62, 153 y 339 se refieren al sacrificio que se celebra en la Misa, sin presentar mayores explicaciones sobre la naturaleza del mismo.
Este es también el caso del artículo 259, que conecta sólo indirectamente la idea de sacrificio con «la mesa del Señor» y «la acción de gracias».
Además, en muchas ocasiones, la Institutio usa expresiones relacionadas con el sacrificio, como «hostia», pero en ninguna parte se afirma el carácter propiciatorio del sacrificio de la Misa.
También hay expresiones en la Institutio que tienden a dejar en la obscuridad el carácter sacrificial y propiciatorio de la Misa.
Este es el caso de la exagerada insistencia en el principio (en sí mismo indiscutible) de que en la misa hay una comida, ya que Jesucristo nos da su Cuerpo y su Sangre como alimento espiritual.
Este aspecto de la misa es indudablemente cierto, pero debe estar subordinado al aspecto sacrificial y propiciatorio, especialmente porque los protestantes reducen el Santo Sacrificio a una cena, como puede verse en la condena proclamada en Trento, ya citada:
Si alguno dijere, que no se ofrece a Dios en la Misa verdadero y propio sacrificio; o que el ofrecerse este no es otra cosa que darnos a Cristo para que le comamos; sea excomulgado.
Sin embargo, el texto de la Institutio, que se refiere sólo diez veces al «sacrificio», emplea innumerables veces las expresiones relacionadas con el ágape eucarístico, por ejemplo: «alimento espiritual», «cena», «mesa del Señor», «festín» (convivium), «colación», etc.
Por ejemplo, los artículos 2, 7, 8, 33, 34, 41, 48, 49, 55 (d), 56 (g), 62, 240, 241, 259, 268, 281, 283 y 316.
Además, la Institutio insiste en que la Misa no es sólo un memorial de la Pasión, sino también de la Resurrección y de la Ascensión. Esto es cierto, pero en cuanto la Resurrección y la Ascensión de Jesucristo son la culminación de su misión redentora, la consecuencia de su Sacrificio.
La Santa Misa, por su parte, es principalmente la renovación del Sacrificio de Cristo; y es porque se completa a través de la Resurrección y de Ascensión que la Misa también incluye estos misterios, pero de manera subordinada.
El Canon Romano manifiesta esta doctrina en la oración Unde et memores que sigue a la Consagración:
Por lo cual, oh Señor, acordándonos nosotros tus siervos y tu pueblo santo, así de la dichosa Pasión de tu mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo, como de su Resurrección del sepulcro, y de su gloriosa Ascensión a los cielos: ofrecemos a tu esclarecida Majestad, de entre tus dones y dádivas, una Hostia pura, una Hostia santa, una Hostia inmaculada, el Pan santo de la vida eterna y el Cáliz de perpetua salvación.
La Resurrección y la Ascensión son mencionadas de manera subordinada a la Pasión, como una culminación gloriosa del Sacrificio de Nuestro Señor.
Al omitir especificarlo, al hablar de la Misa como «memorial de la Pasión y la Resurrección de Cristo”, o como «memorial del Señor», la Institutio tiende a atenuar su aspecto sacrificial.
También es necesario señalar la ambigüedad del término «memorial». La teología católica ya lo usaba, pero su significado se definió cuidadosamente: era un memorial sacramental, y lo propio del sacramento, según la teología católica, es hacer realmente presente la realidad sobrenatural (invisible) que él significa por un signo visible.
No se trata solamente de “recordar” o “hacer memoria”, sino de hacer realmente presente el sacrificio de la Cruz, gracias a las palabras de la Consagración.
Pero estas precisiones no se dan, y parece, por el contrario, que la palabra «memorial» fue elegida para poder significar otra cosa distinta de lo que significaba en la teología católica.
En efecto, Max Thurian escribió: «el aspecto sacrificial de la Misa, que fue la fuente de tantos malentendidos, ahora está esclarecido por el tema bíblico del memorial”.
Y Fermet agregó: “El sacrificio aceptable que salva al mundo, es el de la Redención, cuya memoria celebra hoy la Iglesia ofreciendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Con la palabra «memorial», tenemos la noción bíblica que revelará toda su riqueza y todo su valor unificador y ecuménico para dar cuenta de la Eucaristía».
Ahora bien, el Concilio Vaticano II enfatizó la ambigüedad de la palabra «memorial», diciendo a los protestantes en Unitatis redintegratio, n° 22:
Por el sacramento del bautismo, debidamente administrado según la institución del Señor, y recibido con la requerida disposición del alma, el hombre se incorpora realmente a Cristo crucificado y glorioso y se regenera para el consorcio de la vida divina, según las palabras del Apóstol: «Con Él fuisteis sepultados en el bautismo, y en Él, asimismo, fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos».
El bautismo, por tanto, constituye un poderoso vínculo sacramental de unidad entre todos los que con él se han regenerado. Sin embargo, el bautismo por sí mismo es tan sólo un principio y un comienzo, porque todo él se dirige a la consecución de la plenitud de la vida en Cristo. Así, pues, el bautismo se ordena a la profesión íntegra de la fe, a la plena incorporación, a los medios de salvación determinados por Cristo y, finalmente, a la íntegra incorporación en la comunión eucarística.
Las comunidades eclesiales separadas, aunque les falte esa unidad plena con nosotros que dimana del bautismo, y aunque creamos que, sobre todo por la carencia del sacramento del orden, no han conservado la genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico, sin embargo, mientras conmemoran en la santa cena la muerte y la resurrección del Señor, profesan que en la comunión de Cristo se representa la vida y esperan su glorioso advenimiento. Por consiguiente, la doctrina sobre la cena del Señor, sobre los demás sacramentos, sobre el culto y los misterios de la Iglesia deben ser objeto de diálogo.
Cita interesante: en 1964, el Vaticano II definió la cena protestante como el memorial de la muerte y de la resurrección de Cristo, y apenas cinco años después, gracias al «diálogo» con los expertos protestantes del Consilium de la Liturgia, la misma expresión define la nueva misa.
El artículo 55, que trata de la Consagración como una «narración de la institución», sin precisar que no se trata sólo de una historia, entra en el mismo significado, haciendo pasar la Consagración como una simple narración.
Peor aún, el aspecto sacrificial ocupa el segundo lugar. Para la Iglesia, la Misa es, ante todo, un sacrificio, y si también puede llamarse un «banquete», es siempre por referencia al sacrificio: la «comida» es esencialmente un medio de unirse con la víctima del sacrificio (como la manducación de la víctima en el Antiguo Testamento).
Como vimos, si la expresión «sacrificio» se menciona una decena de veces en los 341 artículos de la Institutio, el aspecto «comida» es omnipresente.
Al leer la Institutio Generalis es imposible entender que la misa es esencialmente un sacrificio, como lo enseña la Iglesia.
Aquí también es obvia la influencia protestante.
La teología que subyace en la nueva misa no es católica.
Si bien no niega explícitamente ninguna verdad de fe, dice otra cosa en su lugar.
Dicha teología viene de la herejía y conduce a la herejía…
En los próximos Especiales analizaremos, Dios mediante, la cuestión del debilitamiento del carácter sacerdotal del ministro sagrado.