P. CERIANI: 21 DE ENERO DE 2009

Misterios de iniquidad

A DIEZ AÑOS DE LA TRAICIÓN DE LA NEO F$$PX (I)

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El lunes 21 de enero de 2019 se cumplirán diez años de la aceptación y agradecimiento del levantamiento de la excomunión por parte de las autoridades de la Neo Fraternidad Sacerdotal San Pío X.

El sábado 17 de enero de 2009, Monseñor Bernard Fellay partía de Roma con el Decreto en el bolsillo, con firma del miércoles 21 de enero y para ser publicado el lunes 26 de ese mes.

La traición estaba consumada, tras diez años de tratativas, idas y venidas.

A diez años de tal felonía, a partir de hoy y en los días siguientes iremos publicando diversos documentos que la muestran, pues ni siquiera hace falta probarla.

Comenzamos hoy con tres textos de Monseñor Marcel Lefebvre:

— La Declaración del 21 de noviembre de 1974, verdadera Carta Magna de la FSSPX.

— Extractos de la Carta de Monseñor a los futuros Obispos, del 29 de agosto de 1987.

— Extractos de una Conferencia durante el Retiro Sacerdotal, del 4 de septiembre de 1987.

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DECLARACIÓN DE MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE

Écône, 21 de noviembre de 1974

Nos adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma, a la Roma católica guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias al mantenimiento de esa fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad.

Por el contrario, nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas que de éste salieron.

Todas esas reformas, en efecto, contribuyeron y contribuyen todavía a la demolición de la Iglesia, a la ruina del Sacerdocio, al aniquilamiento del Sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa, a una enseñanza naturalista y teilhardiana en las Universidades, los Seminarios, la catequesis, enseñanza nacida del liberalismo y del protestantismo, condenada repetidas veces por el magisterio solemne de la Iglesia.

Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada en la Jerarquía, puede constreñirnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos.

“Si llegara a suceder, dice san Pablo, que nosotros mismos o un ángel venido del cielo os enseñara otra cosa distinta de lo que yo os he enseñado, que sea anatema” (Gál. 1, 8).

¿No es esto acaso lo que nos repite el Santo Padre hoy? Y si una cierta contradicción se manifestara en sus palabras y en sus actos así como en los actos de los dicasterios, entonces elegimos lo que siempre ha sido enseñado y hacemos oídos sordos a las novedades destructoras de la Iglesia.

No es posible modificar profundamente la “lex orandi” sin modificar la “lex credendi”. A la misa nueva corresponde catecismo nuevo, sacerdocio nuevo, seminarios nuevos, universidades nuevas, Iglesia carismática, pentecostal, todas cosas opuestas a la ortodoxia y al magisterio de siempre.

Esta Reforma, habiendo nacido del liberalismo, del modernismo, está totalmente envenenada; sale de la herejía y desemboca en la herejía, incluso si todos sus actos no son formalmente heréticos. Es pues imposible a todo católico consciente y fiel adoptar esta Reforma y someterse a ella de cualquier manera que sea.

La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el rechazo categórico a aceptar la Reforma.

Es por ello que sin ninguna rebelión, ninguna amargura, ningún resentimiento, proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal bajo la estrella del magisterio de siempre, persuadidos de que no podemos prestar un servicio más grande a la Santa Iglesia Católica, al Soberano Pontífice y a las generaciones futuras.

Es por ello que nos atenemos firmemente a todo lo que ha sido creído y practicado respecto a la fe, las costumbres, el culto, la enseñanza del catecismo, la formación del sacerdote, la institución de la Iglesia, por la Iglesia de siempre y codificado en los libros aparecidos antes de la influencia modernista del Concilio, esperando que la verdadera luz de la Tradición disipe las tinieblas que oscurecen el cielo de la Roma eterna.

Y haciendo esto, con la gracia de Dios, el auxilio de la Virgen María, de San José, de San Pío X, estamos convencidos de mantenernos fieles a la Iglesia Católica y Romana, a todos los sucesores de Pedro, y de ser los “fideles dispensatores mysteriorum Domini Nostri Jesu Christi in Spiritu Sancto”. Amén.

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DE LA CARTA DE MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE A LOS FUTUROS OBISPOS

29 de agosto de 1987

Bien queridos amigos,

Estando la cátedra de Pedro y los puestos de autoridad de Roma ocupados por anticristos, la destrucción del Reino de Nuestro Señor se continúa rápidamente incluso dentro de su Cuerpo Místico, especialmente por la corrupción de la Santa Misa, expresión espléndida del triunfo de Nuestro Señor por la Cruz, y fuente de extensión de su Reino en las almas y en las sociedades.

Esto es lo que nos valió la persecución de la Roma anticristo.

Esta Roma, modernista y liberal, continúa su obra destructiva del Reino de Nuestro Señor, como lo prueban Asís y la confirmación de las tesis liberales de Vaticano II sobre la libertad religiosa.

Me veo obligado por la Providencia divina a transmitir la gracia del episcopado católico que recibí, para que la Iglesia y el sacerdocio católico sigan subsistiendo para la gloria de Dios y la salvación de las almas.

Esta es la razón por la que, convencido de realizar la santa Voluntad de Nuestro Señor, vengo por esta carta a pedirles que acepten recibir la gracia del episcopado católico, como ya lo he conferido a otros sacerdotes en otras circunstancias.

Les conferiré esta gracia, confiando que sin tardar la Sede de Pedro estará ocupada por un sucesor de Pedro perfectamente católico, en las manos de quien podrán depositar la gracia de vuestro episcopado para que la confirme.

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CONFERENCIA DE MONSEÑOR LEFEBVRE DURANTE UN RETIRO SACERDOTAL

4 de septiembre de 1987

Y, a continuación, ahora, voy a referirme a lo que ustedes probablemente están más interesados. Yo digo: Roma ha perdido la fe, queridos amigos. Roma está en la apostasía.

No son simples palabras, no son palabras en el aire las que digo. Es la verdad. Roma está en la apostasía.

No se puede confiar en este mundo; él salió de la Iglesia, dejaron la Iglesia, salen de la Iglesia. Es seguro; seguro, seguro.

No es posible entenderse.

Se lo he resumido sucintamente al Cardenal Ratzinger, en pocas palabras, es que no es fácil resumir toda esta situación; pero le dije: «Eminencia, vea, incluso si ustedes nos dan un obispo, incluso si ustedes nos dan una cierta autonomía respecto de los obispos, incluso si ustedes nos dan la liturgia de 1962, si nos conceden continuar con los seminarios y la Fraternidad, como lo hacemos ahora, no podemos colaborar, es imposible, imposible, porque trabajamos en dos direcciones diametralmente opuestas: ustedes, trabajan en la descristianización de la sociedad, de la persona humana y de la Iglesia; y nosotros, estamos trabajando en la cristianización. No podemos entendernos”.

Así que le dije: «Para nosotros, Cristo es todo; Nuestro Señor Jesucristo es todo, es nuestra vida. La Iglesia, es Nuestro Señor Jesucristo, su Esposa Mística. El sacerdote, es otro Cristo; su Misa es el sacrificio de Jesucristo y el triunfo de Jesucristo en la Cruz. En nuestro seminario enseñamos a amar a Cristo, y está dirigido al Reinado de Nuestro Señor Jesucristo. Nuestro apostolado es el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo. Eso es lo que somos.

Y ustedes, ustedes hacen lo contrario. Usted acaba de decirme que la sociedad no debe ser cristiana, no puede ser cristiana; ¡que va en contra de su naturaleza!

Usted acaba de pretender probarme que Nuestro Señor Jesucristo no puede y no debe reinar en la sociedad. Y desea probarme que la conciencia humana es libre respecto de Nuestro Señor Jesucristo.

Es necesario dejar la libertad y un espacio social autónomo, como usted dice. Esto es la descristianización. Pues bien, nosotros estamos por la cristianización. Esto es. No podemos entendernos.”

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En resumidas cuentas, como Roma ha perdido la fe, como Roma está en la apostasía…; estando la cátedra de Pedro y los puestos de autoridad de Roma ocupados por anticristos…; nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas que de éste salieron.

La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el rechazo categórico a aceptar la Reforma.

Por esa razón, Eminencia, vea, incluso si ustedes nos dan un obispo, incluso si ustedes nos dan una cierta autonomía respecto de los obispos, incluso si ustedes nos dan la liturgia de 1962, si nos conceden continuar con los seminarios y la Fraternidad, como lo hacemos ahora, no podemos colaborar…