En el siglo XVII, el culto a la Inmaculada Concepción conquista a Portugal entero, desde los reyes y los teólogos hasta los más humildes hijos del pueblo.
Así, el 9 de diciembre de 1617, la Universidad de Coimbra, reunida en claustro pleno, resuelve escribir al Papa manifestándole su convicción en la Inmaculada Concepción de María Santísima.
Aquel mismo año, Pablo V, decretó que nadie se atreviese a enseñar públicamente que María Santísima tuvo Pecado Original. Igual fue la actitud de Gregorio XV en 1622.
A partir del siglo XVII se fueron también multiplicando las corporaciones y sociedades, tanto religiosas como civiles, e incluso Estados, que adoptaron a la Virgen como Patrona en la advocación del misterio de su Inmaculada Concepción.
Digna de particular referencia es la iniciativa de Don Juan IV, Rey de Portugal, proclamando a Nuestra Señora de la Concepción Patrona de sus “Reinos y Señoríos”, al tiempo que jura defenderla hasta la muerte, según se lee en la Propuesta regia del 25 de marzo de 1646.
A partir de ese momento, en homenaje a su Inmaculada Concepción Soberana, los reyes de Portugal nunca más se pusieron corona en sus cabezas.
En 1648 aquel mismo monarca mandó acuñar monedas de oro y plata. Fue con ellas que se pagó el primer feudo a Nuestra Señora.
Moneda portuguesa moderna (1996) de 1.000 Escudos de Plata de Ntra Sra de la Concepción
Denominadas Concepción, tales monedas tenían en el anverso la leyenda: JOANES IIII D.G.PORTUGALIAE ET ALBARBIAE REX con la Cruz de Cristo y el escudo de armas lusitano. En el reverso estaba la imagen de Nuestra Señora de la Concepción sobre el globo terráqueo y la media luna, con la fecha 1648. A los lados de la imagen estaban el sol, el espejo, el huerto, la casa de oro, la fuente sellada y el Arca de la Alianza, símbolos bíblicos de la Santísima Virgen.
Otro decreto de Don Juan IV, firmado el 30 de junio de 1654, ordenaba que “en todas las puertas de entrada a las ciudades, villas y lugares de sus reinos” fuese colocada una laja de piedra con una inscripción que expresase la fe del pueblo portugués en la Inmaculada Concepción de María.
HISTORIA DE LAS TRES PALOMAS
En 1946, Portugal celebró el 300 aniversario de su consagración a la Inmaculada Concepción. Con el fin de manifestar su gran amor por Nuestra Señora de Fátima, el pueblo deseaba hacerlo con pompa y grandeza. Se organizó una gran procesión con la imagen de Nuestra Señora, que se inició en la Cova de Iria y terminó en la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima en Lisboa, a 70 kilómetros de distancia.
Los hombres, llevaban la estatua sobre una plataforma todo el camino a pie, haciendo el cambio de la “guardia” en cada ciudad a lo largo del camino. En cada una de las ciudades a lo largo de la ruta, masivas multitudes llegaban para mostrar su devoción con diferentes festividades, incluyendo la adoración nocturna, y concluyendo con la Santa Misa en la mañana, antes de que ella retomase su viaje nuevamente.
Como muestra de honor y en acción de gracias, seis palomas blancas fueron lanzadas al aire el 1 de diciembre de 1946. Tres de ellas volaron a los pies de Nuestra Señora y permanecieron allí durante todo el viaje a Lisboa. Se negaron a comer o beber e ignoraron toda la conmoción y el ruido mientras pasaban por las aldeas. Pétalos de rosa fueron arrojados a Nuestra Señora y de paso, contra las palomas. Luces y fuegos de artificio estallaron en los cielos nocturnos, pero las palomas permanecían a los pies de la imagen de Nuestra Señora.
De vez en cuando, las palomas se alejaban un poco de la estatua, como para demostrar que no estaban atadas allí. Este notable acontecimiento causó tal sensación, que los periódicos locales registraron todos los detalles y la noticia despertó el interés en todo Portugal.
Con las palomas blancas todavía encaramadas a los pies de Nuestra Señora y aún negándose a comer, la estatua finalmente llegó a Lisboa, a la iglesia de Nuestra Señora de Fátima el 5 de diciembre, a tiempo para la gran Fiesta de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre. Todo Portugal se preguntaba qué harían ahora las palomas, ya que habían llegado al destino final.
El 7 de diciembre a las 3:00 p.m., miles de niños fueron consagrados a la Santísima Madre. Hubo una enorme procesión vespertina a las 9:30 p.m. Se ofrecieron misas durante toda la noche y la solemne misa mayor, se llevó a cabo por la mañana. Mientras esta Misa progresaba, hubo un repentino aleteo. Una de las palomas voló al lado de la Epístola del altar y la otra al lado del Evangelio. Cuando el obispo se enderezó para elevar a la Hostia Consagrada, bajaron y doblaron sus alas, una a cada lado, como si estuvieran adorando a la Hostia.
La tercera paloma estaba todavía a los pies de Nuestra Señora. Entonces, de repente, en el momento de la Sagrada Comunión, la tercera paloma voló hasta la cima de la corona de la estatua. Cuando el obispo se volvió y levantó a Nuestro Señor diciendo “Ecce Angus Dei” ( “He aquí el Cordero de Dios”), asombrosamente, la paloma extendió sus alas blancas y las mantuvo abiertas.
«Dios mío, yo creo, espero, amo y adoro. Te pido perdón por todos aquellos que no creen, no esperan, no aman y no adoran.»