EL TESTIMONIO DE NUESTRA ESPERANZA: P. ANTONIO VAN RIXTEL CAPITULO XIV

LA IGLESIA Y EL MISTERIO DEL ANTICRISTO

El análisis bíblico de Satanás como el antagonista de Dios y especialmente el de su obra contra la Iglesia en la última hora, nos enseña que el misterio de iniquidad se manifiesta en la presente edad como el misterio del Anticristo.

Ahora bien, debemos prestar particular atenci6n a este misterio para ver si los protestantes tienen raz6n cuando, citando muchos textos de las Escrituras, afirman que el Papado es el Anticristo.

Articulo 1º: La argumentaci6n protestante

Los muchos textos de la Sagrada Escritura, especialmente los del Nuevo Testamento que se refieren al misterio de iniquidad, sirven de base paralaargumentaci6n protestante contra la Iglesia católica, cuyo centro jerárquico es Roma. Esta argumentaci6n merece una especial atenci6n, pues causa mucha confusión en el estudio de la escatología.

Los protestantes distinguen entre las Iglesias, como agrupaciones locales de creyentes, y la Iglesia invisible como cuerpo de convertidos. Niegan que Cristo hubiera instituido una Iglesia visible constituida como sociedad jerárquica. Afirman que la Iglesia de Roma seria precisamente la destrucci6n de la obra de Jesús, anunciada por El mismo y por los Apóstoles en la revelaci6n del misterio de iniquidad.

Para probar esto juntan en una larga lista todas las desviaciones humanas de los Papas y demás Obispos (hechos a menudo tan exagerados que no pueden resistir a la critica de la mas elemental historia), con las que quieren señalar c6mo el espíritu anticristiano y mundano empezó ya, desde el cuarto siglo, a penetrar en las Iglesias locales de aquellos tiempos, especialmente en la de Roma. De este modo combinan hábilmente muchos textos de la Escritura que anuncian la apostasía, aplicándolos, con apariencia de fuerza, a los síntomas de toda suerte de podredumbre que se manifiesta en la gran masa de católicos mundanos.

Luego citan el texto de San Pablo que anuncia la Venida del Anticristo (II Tes.2), aplicándolo al Papado. Y traen por fin los pasajes del Apocalipsis que se refieren a «Babilonia La Grande, Madre de las rameras Y de las abominaciones de la tierra», que esta sentada sobre muchas aguas, y esta vestida de púrpura y escarlata, y ricamente adornada,-y se sienta sobre siete montes, y fornica con los reyes de la tierra y dice en su corazón: «Estoy como reina sentada, y no soy viuda y no veré duelo», etc. etc. (Ver Apoc. caps. 18,7-8).Y exclaman con énfasis: «he aquí la Roma anticristiana, La Roma papal enviada por Dios para que sean engañados todos aquellos cristianos que no creyeren en la verdad, aquellos que antes bien consintieron en la iniquidad por su manifiesto repudio de la Biblia. Así creen haber formulado un argumento incontrastable con el que, ciertamente, engañan a muchísimos.

Nos inculpan de tergiversar los textos que se refieren al misterio de iniquidad; pues según ellos, estos textos (especialmente los del Apoc.) indican con tanta claridad y precisión a Roma -San Pedro mismo la llama Iglesia que esta en Babilonia (IPed.5,13) que no queda ninguna duda que ésta es la Iglesia papal. ¿Acaso -preguntan- no esta Roma sentada sobre siete montes y sobre muchas aguas?. ¿No esta con su política fornicando con todos los reyes de la tierra?. ¿No dice que Ella es la Reina?. ¿No se viste de purpura y escarlata?.

Este es, prácticamente, el único argumento con que los pastores protestantes, mas o menos ortodoxos, tratan de sostener la razón de ser del protestantismo. Es el argumento básico de toda su propaganda.

Causa enorme estrago entre los católicos tibios, no porque los conquiste para el protestantismo, sino porque les tranquiliza la mala conciencia, haciéndoles creer que ellos están bien porque la Iglesia esta mal. Y aquí tocamos el inmenso peligro que representa el protestantismo en países como los de Sud-América, donde la gran mayoría de bautizados católicos no practican su religión. Además, este argumento causa muchísima confusión entre la minoría practicante. Señalamos este peligro para que se entienda que no podemos retroceder frente a este argumento sino que, por el contrario, debemos enfrentarlo con un corazón desnudo y con humildad.

Articulo 2º: Contestación a priori

Antes de entrar directamente en la argumentación protestante queremos “a priori» afirmar y probar de un modo categ6rico el carácter infalible e indefectible de la Iglesia.

Cristo no falla.

Como hemos visto, los Evangelios prueban, y los Hechos y las Epístolas confirman, que Cristo constituyó Su Iglesia como una institución jerárquica en la cual perpetúa su Misión Redentora. En ella y mediante ella, congrega de entre las naciones un pueblo consagrado a Su Nombre. El llamó y formo a Sus Apóstoles, y les dio bajo el primado de Pedro el mandato y el poder:

a) Para enseñar la Buena Nueva del Reino de los cielos, cuyos misterios reveló;

b) Para renovar el Sacrificio y administrar los Sacramentos;

c) Para gobernar la Grey de los bautizados. Perpetúa así, en una forma bien concreta y visible, Su Misión de Maestro, sacerdote-Víctima y Pastor. No solo en su Iglesia como congregación de elegidos, sino también mediante su Iglesia como Instrumento de congregación: Cristo en el camino, la Verdad y la Vida. Mandó su Espíritu Santo, que no solamente une el cuerpo de los congregados, muertos y vivos, con la Cabeza-Cristo, sino impide también con Su divina asistencia que la Iglesia militante, como instrumento de congregación, se desvalorice bajo el peso de la ignorancia y miseria de los hombres.

El hecho de que ya desde el principio el misterio de iniquidad va penetrando no solo entre los simples fieles, sino también entre la jerarquía –pues hay malos predicadores, malos sacerdotes y malos pastores-, confirma lo que Jesús anunci6 de antemano, ya que no todos los convidados son elegidos.

Las prerrogativas de la infalibilidad e indefectibilidad, no solo son la confesión de nuestra fe en las promesas de Cristo, sino también la definición de la falibilidad y defectibilidad de los hombres. Buscar una Iglesia donde no se manifieste esta falibilidad y defectibilidad humanas es, simplemente, negar que Cristo ha dicho la verdad cuando anuncio de antemano lo contrario.

B- Cristo no miente.

La Iglesia como sociedad visible, constituida jerárquicamente, no puede fallar a pesar de las tentativas inicuas de Satanás. Pues Aquel que dijo: «estaré con vosotros hasta la consumaci6n del siglo» (Mat.28,20)) no miente, ni puede mentir jamás.

Esta promesa se refiere, sin duda alguna, a la Iglesia jerárquica como instrumento de salvaci6n divina. Pues decir que este texto se refiere a la Iglesia como cuerpo místico y Esposa de Cristo o, como dicen los protestantes, la Iglesia invisible, seria afirmar que Cristo solo estará con su Esposa hasta la consumaci6n de la presente edad; o con otras palabras, que vendrá un día en que Cristo (la cabeza) dejara de estar con su Cuerpo (la Iglesia).

Además Jesús prometió a su Iglesia, constituida sobre la Roca (Pedro), que «las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella» (Mat.16, 18). Aunque esta promesa se refiere a la Iglesia como cuerpo místico, confirma también la estabilidad de la Roca (Pedro). Afirmar, pues, que los poderes del infierno podrían prevalecer contra la Roca (es decir, contra la Iglesia jerárquica cuyo plenipotenciario es Pedro y sus legítimos sucesores) –antes que la Iglesia como cuerpo místico hubiese sido edificada, y antes que Jesús hubiese tomado a si mismo a su Esposa- es destruir esta misma promesa.

Por tanto, decir que el papado es el Anticristo, es decir que Cristo mintió. Frente a estas claras promesas de Cristo se estrella ya “a priori”, la argumentación protestante.

Articulo 3º: El texto-llave.

En el estudio del misterio del Anticristo, San Pablo nos ofrece el texto-llave en su segunda carta a los Tesalonicenses. Este es por otra parte el texto en que se basa la argumentaci6n protestante.

Luego de haber destruido “a priori” la argumentación protestante, vamos -mediante el análisis exegético de este texto-llave- a deshacerla «a posteriori».

A- Orientación y contexto.

Entre las comunidades religiosas, los Tesalonicenses tan caros a San Pablo como la niña de sus ojos, eran los más versados en la escatología.

En la primera de las cartas enviadas a los Tesalonicense, San Pablo les había revelado los misterios del «día del Señor». En este día, pagaran con tribulaci6n los impíos que ahora atribulan a los fieles, y recibirán la pena de una eterna condenación lejos de la presencia del Señor y del resplandor de su poder; mientras los fieles, ahora atribulados, recibirán el reposo y serán glorificados {II Tes.1).

También les había enseñado de un modo particular el misterio del arrebato de la Iglesia (I Tes.4,1 3-18;ver cap. V) y el misterio de iniquidad

{II Tes.2, 5-8). De esta manera los Tesalonicenses habían aprendido a

«velar» y esperar de los cielos a Jesús «Libertador de la ira que había de venir sobre los impíos (I Tes.1, 10)

No obstante, había gente mala y perversa que trataba de engañarlos y sembrar la alarma con palabras como estas: «el día del Señor esta a la puerta”.

Entonces San Pablo, sabedor de esas confusiones, les escribe recordándoles sus enseñanzas anteriores acerca de la Parusía del Señor y nuestra «reunión” (Lit.»congregación hacia arriba» «episunagoge») a El, instándoles a que permanezcan en su verdadero sentir, rechazando toda mentira o engaño. Y también les recuerda, que la señal que ha de anunciar la Venida del Señor es la apostasía.

¿Cómo, pues, puede venir Cristo para destruir al Anticristo, si el Anticristo aun no ha aparecido? He aquí, condensada en esta pregunta la concluyente argumentaci6n de San Pablo.

B-Texto II Tes.2,1-12.

1) Pero os rogamos, hermanos, en cuanto a la Venida de Nuestro Señor Jesucristo, y nuestro recogimiento a El, que no os mováis ligeramente de vuestro modo de pensar;

2) que no os alarméis, ni por espíritu, ni por discurso, ni por carta, en el sentido de que el día del Señor esta a la puerta;

3) nadie os engañe en manera alguna; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y sea revelado el hombre de iniquidad, el hijo de perdición;

4) que se opone y se levanta contra todo lo que es llamado Dios, o es objeto de culto; tanto, que se sienta en el santuario de Dios, proclamando de sí mismo que es Dios;

5) ¿No os acordáis que cuando yo estaba aun con vosotros, os decía estas cosas?

6) y ahora sabéis lo que detiene que aquel no sea revelado sino en su propia sazón.

7) pues ya esta obrando el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente le detiene, hasta que él sea quitado de en medio;

8) y entonces será revelado el inicuo, a quien el Señor Jesús matara con el aliento de su boca y con la manifestación de Su Parusía;

9) (aquel hombre) cuya venida es según la operación de Satanás, con toda clase de milagros y señales y falsos prodigios;

10) y con todo engaño de injusticia para los que están en vías de perdición, por cuanto no recibieron el amor de la verdad, para ser salvos;

11) y por esto Dios les envía operación de error para que crean la mentira;

12) a fin de que sean juzgados todos los que no creyeron la verdad, antes bien, se complacieron en la injusticia.

C- Afirmación del texto.

San Pablo sintetiza sus enseñanzas (dadas en otros tiempos) acerca del misterio de iniquidad, diciendo:

1) ha de acontecer la apostasía y aparecerá el Anticristo que se sentara en el Lugar Santo.

2) hay algo que impide su manifestación. Este algo es un poder

(to kategon ver.6) y es también una persona (ho kategon).

3) Así es que ya va obrando el misterio de iniquidad, pero hay una persona que con su obra (poder) impide que este misterio llegue a su colmo y detiene la manifestación del Anticristo, hasta que venga su propia sazón.

4) Esta sazón llegara cuando aquel, que ahora le detiene, sea quitado de en medio. Porque habiendo sido quitado de en medio esta persona, que ahora restringe el misterio de iniquidad, entonces será revelado el Anticristo, cuya venida es según la operación de Satanás.

5) cuando este inicuo haya llegado al colmo de su poder, Jesús vendrá y lo matara con el espíritu de su boca y lo anulara con la manifestación (aparición) de su Venida (presencia).

Articulo 4º: Exegesis existente.

Antes de entrar en el estudio directo del texto de San Pablo, echaremos una breve ojeada sobre la exegesis existente.

A- Exegesis protestante.

Wiclef, Lutero, Calvino y sus discípulos, junto con los antiguos y modernos anglicanos, -prescindiendo en absoluto del carácter escatológico del texto-, afirman con fraternal unanimidad que el Anticristo es el Papado. Aquel que impidió su manifestación era, en los primeros siglos, el Imperio Romano y más tarde, el Imperio Germano. Cuando fue quitado del medio este obstáculo, el misterio de iniquidad llegó a su colmo y el papado, usurpando todo poder, se sentó en el Lugar Santo.

Sin embargo, no se precisa mucha agudeza para ver que el texto de San Pablo, lejos de confirmar, destruye esta exegesis protestante. Ellos por no distinguir entre las dos fases muy distintas y claramente señaladas, en las cuales, según San Pablo, ha de desarrollarse el misterio de iniquidad, caen en grandes contradicciones.

Porque si el Papado fuese el Anticristo que se ha sentado en el

Lugar Santo, entonces:

1º) el Lugar Santo tiene que ser, según la misma afirmación protestante, la visible Iglesia jerárquica romana; y con esto destruyen implícitamente su tesis básica de la Iglesia invisible. ¿0 acaso puede sentarse la persona visible del Anticristo en un lugar invisible?

2º) además, las profecías de Daniel y del Apocalipsis afirman que el Anticristo ha de reinar durante tres años y medio, y dicen que esto acontecerá en la consumación de la presente edad. Ahora bien: si el Papado fuese el Anticristo, estos «tres años y medio» y «la consumación de la presente edad» durarían ya según la misma tesis protestante… ¡quince siglos! Por ventura ¿mentirían acaso las Escrituras a las que tanto apelan?

Los protestantes modernos de orientaci6n racionalista, dándose plena cuenta de la intrínseca contradicción de esta exegesis, dicen simplemente que esta profecía no es otra cosa que un sueño de San Pablo que jamás se cumplirá. Reconstruyendo la antigua tesis protestante, redujeron el Evangelio a un mensaje puramente escatológico, haciendo de la Iglesia nada más que un producto casual y material de factores psicológicos e históricos. A esta moderna argumentaci6nnos referiremos luego.

B- Opiniones de los exegetas católicos.

Frente a esta interpretaci6n protestante, los exegetas católicos siempre han sostenido el carácter escatológico de este texto. Pero, por lo demás ofrecen en conjunto una interpretación sumamente variada y heterogénea. Podemos sintetizarla en los seis puntos siguientes:

1º) Concuerdan en que es la Parusía es la Vuelta personal de Cristo; pero frente a la pregunta ¿cómo y cuando será esta Parusía? no tienen ninguna unidad;

2º) acerca del Anticristo, la mayoría sostiene que es una persona; empero, algunos como San Agustín, dicen que es una tendencia anticristiana;

3º) la apostasía es, según unos, una rebeldía política; según otros, una rebeldía religiosa; y otros en fin, dicen que será religiosa y política a la vez;

4º) el misterio de iniquidad es según unos, Nerón y los perseguidores de la Iglesia primitiva, y según otros, las herejías y los cismas;

5º) el Lugar Santo es según unos, el templo de Jerusalén después de reconstruido y según otros muchos, la Iglesia cristiana;

6º) aquel que impide la manifestación del Anticristo, deteniendo el misterio de iniquidad, seria según unos, el imperio romano; según otros, el estado cristiano y otros en fin, -viendo, frente a la historia actual, el absurdo de tal afirmación-dicen que será San Miguel.

No nos detenemos a estudiar estas opiniones exegéticas, tan contradictorias y dispares, por cuanto los mismos exegetas católicos confiesan no haber encontrado hasta ahora una interpretación satisfactoria.

Sin embargo, a nadie escapara la importancia vital de este texto, no solo por el hecho que sirve de base para la argumentación protestante, sino también y sobre todo, porque es un texto-llave de la escatología.

Además este texto nos plantea un grandísimo problema que no podemos pasar por alto: parece que San Pablo afirma que la Iglesia ha de caer en las manos del Anticristo, siendo esto el colmo de la apostasía; otros textos del Nuevo Testamento parecen confirmar esto y sin embargo, Cristo ha prometido «estar con su Iglesia hasta la consumación del siglo», y «que las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella».

¿Como resolver este aparente conflicto? Esta pregunta es la que ha originado la enorme variedad de opiniones en el campo exegético, sin que se haya llegado a una solución satisfactoria.

Artículo 5º: Las dos fases del misterio del Anticristo.

A- San Pablo distingue dos fases.

Empero, este conflicto no es nada más que aparente, puesto que San Pablo nos indica con claridad la solución del mismo, al distinguir dos fases en el desarrollo del misterio del anticristo:

1) el desarrollo del misterio en la presente edad (la fase pre escatológica);

2) la plena manifestación de este misterio en la consumación del siglo, es decir, inmediatamente antes de la Parusía del Señor y de nuestra reunión a El (fase escatológica).

La primera fase la indica San Pablo cuando dice: «pues ya esta obrando el misterio de iniquidad» (II Tes.2, 7).

Resulta, pues, que desde los tiempos de San Pablo ya había comenzado a obrar este misterio. Esto mismo San Juan lo confirma cuando dice: «hijitos, esta es ya la ultima hora; y así como habéis oído que viene el Anticristo así ahora muchos se han hecho anticristos; por donde echamos de ver, que ya es la ultima hora. De entre nosotros han salido, mas no eran de los nuestros. Pues, si de los nuestros fueran, con nosotros sin duda hubieran perseverado. Pero (salieron de entre nosotros) para que fuese manifiesto que no todos son de nosotros (I Juan 2,18-20).

El misterio del Anticristo es, pues, en su primera fase un espíritu de apostasía que se manifiesta en múltiples matices; matices que en el fondo son siempre una negación de la Venida de Jesús en carne, tanto respecto de la primera como de la segunda Venida.

La segunda fase, según el texto de San Pablo, comenzara cuando aquello que impide su manifestación sea quitado de en medio. Entonces el misterio del Anticristo aparecerá en toda su magnitud y desnudez. Esta manifestación será a la vez un espíritu de apostasía que como levadura fermentara toda la masa cristiana, y una persona que como la perfecta encarnación de la apostasía, encabezara la gran rebelión contra Dios.

San Pablo llama a esta persona «el hombre del pecado», «el hijo de perdición», «el inicuo», o con mayor propiedad: «el contrario a la Ley».

El distingue no solamente las dos fases del misterio del Anticristo, sino destaca también la unidad que existe entrambas.

Del hecho de que el Anticristo sea el producto y culminación del mismo misterio de iniquidad, que ya va obrando desde los tiempos apostólicos, se desprende la unidad y enlace de ambas fases. La distinción entre las dos fases, no solo proviene del oculto obrar del misterio en la primera, y de la clara y desnuda manifestación del mismo en la segunda, sino también de la imposibilidad del comienzo de la segunda fase mientras no sea quitado de en medio «aquello» que lo impide.

B- Aquel que impide el comienzo de la segunda fase

Ahora bien, ¿quien es «ese aquello» que detiene la manifestación del Anticristo impidiendo la apostasía total?

Prescindiendo de las innumerables suposiciones que se han tejido alrededor de este texto, nosotros creemos que ese «aquello» es, sin duda alguna, el Espíritu santo.

Pues Cristo prometió «estar con su Iglesia hasta la consumación del siglo» (presente edad), anunciando también «que las puertas del infierno (es decir, el poder de Satanás) no prevalecerán contra Ella». En cumplimiento de estas dos promesas El envió el Espíritu Santo. Este Espíritu Santo no solo une la Iglesia, como cuerpo de congregados, con su Cabeza-Cristo, sino que también impide con su divina asistencia que las puertas del Infierno (Satanás) prevalezca contra ella, como instrumento de congregaci6n.

Los dogmas de la infalibilidad e indefectibilidad de la Iglesia jerárquica se fundan precisamente en esta asistencia del Espíritu Santo, que impide que Satanás, aprovechando la falibilidad y defectibilidad de los hombres, se apodere –mediante la venida del Anticristo- de la Iglesia, el Lugar Santo, donde El esta congregando y edificando el cuerpo y la esposa de Jesús. Resulta, pues, que el «detener del misterio de iniquidad, que va obrando ya», y el «impedir que el Anticristo sea manifestado hasta su propia sazón», es justamente la tarea y obra del Espíritu Santo con respecto a la Iglesia jerárquica, instrumento con que El congrega la Esposa de Cristo.

Pero cuando el Espíritu Santo haya terminado su obra y el Cuerpo de Cristo haya sido congregado, y la «pleuroma” o el numero completo de los elegidos de entre las naciones haya entrado, entonces Cristo vendrá para tomar a Sí mismo su Esposa. Mas como esta Esposa es el templo vivo del Espíritu Santo se comprende claramente que cuando Cristo tome a Sí mismo su Esposa, con ella también «será quitado de en medio» el Espíritu Santo.

Mucho yerran pues, los teólogos cuando dicen que el Lugar Santo es la Iglesia, puesto que el Lugar Santo no es otra cosa que el lugar donde estuvo, y ya no esta la Iglesia que fue arrebatada.

Esta interpretación concuerda perfectamente con el texto mismo por las dos razones siguientes:

1º) Porque San Pablo, al hablar a los Tesalonicenses en su segunda carta sobre el misterio de iniquidad, a raíz del misterio del arrebato de la Iglesia (IITes.2,1), que ya les había revelado en su primera carta (I Tes.4,13-18), les confirma esta enseñanza.

2º) Porque el texto dice que el obstáculo es a la vez una persona

(II Tes. 2,7) (Ho Kategon) y un poder (2,6) (To Kategon).

Por consiguiente, el obstáculo es perfectamente aplicable al Espíritu Santo (Pneuma), que como persona esta en la Iglesia (cuerpo místico) deteniendo el misterio de iniquidad, y como poder (asistencia divina) impide que la Iglesia jerárquica (instrumento de congregación) caiga en las manos de Satanás.

Por lo demás, creemos que el texto de San Pablo ofrece una prueba terminante en lo que se refiere a la primera resurrección y al arrebato.

Además, confirma la tesis que sostiene que el misterio de la Iglesia se desarrolla en el tiempo que transcurre entre la ruina y la Restauración de Israel. Por tanto, no se puede confundir a Israel con la Iglesia sin caer en gravísimas contradicciones. Pues aquel que sostiene que la Iglesia ha de perdurar en este mundo después de restaurado Israel, esta obligado a aceptar que vendrá un día en que la Iglesia, como instrumento de congregación, caerá en las manos del Anticristo.

La verdad de nuestra tesis, se hará todavía más evidente cuando expliquemos, en los capítulos siguientes, el misterio de iniquidad en sus dos fases.