PARA SEGUIR EL SERMÓN DEL DOMINGO DE PASIÓN

DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

Capítulo VIII: 12-59

Traducción directa del Original griego

por Monseñor Doctor Juan Straubinger

Jesús, la luz del mundo

Jesús les habló otra vez, y dijo: “Yo soy la luz del mundo. El que me siga, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”

Le dijeron, entonces, los fariseos: “Tú te das testimonio a ti mismo; tu testimonio no es verdadero.”

Jesús les respondió y dijo: “Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde vengo y adónde voy; mas vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Vosotros juzgáis carnalmente. Yo no juzgo a nadie; y si yo juzgo, mi juicio es verdadero, porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió. Está escrito también en vuestra Ley que el testimonio de dos hombres es verdadero. Ahora bien, para dar testimonio de mí, estoy yo mismo y el Padre que me envió.”

Ellos le dijeron: “¿Dónde está tu Padre?”

Jesús respondió: “Vosotros no conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocieseis a mí, conoceríais también a mi Padre.”

Dijo esto junto al Tesoro, enseñando en el Templo. Y nadie se apoderó de Él, porque su hora no había llegado

Incredulidad de los judíos

De nuevo les dijo: “Yo me voy y vosotros me buscaréis, mas moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis venir.”

Entonces los judíos dijeron: “Acaso va a matarse, pues que dice: Adonde yo voy, vosotros no podéis venir.”

Y Él les dijo: “Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo. Por esto, os dije que moriréis en vuestros pecados. Sí, si no creéis que yo soy (el Cristo), moriréis en vuestros pecados.”

Entonces le dijeron: “Pues ¿quién eres?”

Les respondió Jesús: “Eso mismo que os digo desde el principio. Tengo mucho que decir y juzgar de vosotros. Pues El que me envió es veraz, y lo que yo oí a Él, esto es lo que enseño al mundo.”

Ellos no comprendieron que les estaba hablando del Padre.

Jesús les dijo pues: “Cuando hayáis alzado al Hijo del hombre, entonces conoceréis que soy yo (el Cristo), y que de mí mismo no hago nada, sino que hablo como mi Padre me enseñó. Y El que me envió está conmigo. Él no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.”

Al decir estas cosas, muchos creyeron en Él.

La verdad nos hace libres

Jesús dijo entonces a los judíos que le habían creído: “Si permanecéis en mi palabra, sois verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”

Le replicaron: “Nosotros somos la descendencia de Abrahán, y jamás hemos sido esclavos de nadie; ¿cómo, pues, dices tú, «llegareis a ser libres»?”

Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo, todo el que comete pecado es esclavo [del pecado]. Ahora bien, el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo queda para siempre. Si, pues, el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres. Bien sé que sois la posteridad de Abrahán, y sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. Yo digo lo que he visto junto a mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis aprendido de vuestro padre.”

Ellos le replicaron diciendo: “Nuestro padre es Abrahán.”

Jesús les dijo: “Si fuerais hijos de Abrahán, haríais las obras de Abrahán. Sin embargo, ahora tratáis de matarme a mí, hombre que os he dicho la verdad que aprendí de Dios. ¡No hizo esto Abrahán! Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.”

Le dijeron: “Nosotros no hemos nacido del adulterio; no tenemos más que un padre: ¡Dios!”

Jesús les respondió: “Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a mí, porque yo salí y vine de Dios. No vine por mí mismo sino que Él me envió. ¿Por qué, pues, no comprendéis mi lenguaje? Porque no podéis sufrir mi palabra. Vosotros sois hijos del diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay nada de verdad en él. Cuando profiere la mentira, habla de lo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira. Y a mí porque os digo la verdad, no me creéis.

¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado? Y entonces; si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; por eso no la escucháis vosotros, porque no sois de Dios.”

Nuevas diatribas de los judíos

A lo cual los judíos respondieron diciéndole: “¿No tenemos razón, en decir que tú eres un samaritano y un endemoniado?”

Jesús repuso: “Yo no soy un endemoniado, sino que honro a mi Padre, y vosotros me estáis ultrajando. Mas yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzgará. En verdad, en verdad, os digo, si alguno guardare mi palabra, no verá jamás la muerte.”

Le respondieron los judíos: “Ahora sabemos que estás endemoniado. Abrahán murió, los profetas también; y tú dices: “Si alguno guardare mi palabra no gustará jamás la muerte.” ¿Eres tú, pues, más grande que nuestro padre Abrahán, el cual murió? Y los profetas también murieron; ¿quién te haces a ti mismo?”

Jesús respondió: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es quien me glorifica: Aquel de quien vosotros decís que es vuestro Dios; mas vosotros no lo conocéis. Yo sí que lo conozco, y si dijera que no lo conozco, sería mentiroso como vosotros, pero lo conozco y conservo su palabra. Abrahán, vuestro padre, exultó por ver mi día; y lo vio y se llenó de gozo.”

Le dijeron, pues, los judíos: “No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?”

Les dijo Jesús: “En verdad, en verdad os digo: Antes de que Abrahán existiera, yo soy.”

Entonces tomaron piedras para arrojarlas sobre Él.

Pero Jesús se ocultó y salió del Templo.