Tradición
Dios de mis padres, Dios de mis abuelos,
fecundo rayo de esperanza mía,
refugio en mis momentos de agonía
y fuente de mis místicos consuelos.
Tú pones coto a todos mis desvelos,
me concedes la paz y la alegría
y al margen del cansancio y la apatía
me instas a elevarme hacia los cielos.
Faro de luz de la escabrosa historia
de un mundo que sin Tí se cae de bruces
sobre su propio estiércol y despojos.
Al precio de Tu sangre es que la gloria
se alcanza cuando amamos nuestras cruces
y a Ti elevamos nuestros fieles ojos.
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