Conservando los restos
A los fieles de los países del Plata,
previniéndolos de la próxima gran tribulación,
desde mi destierro, ignominia y noche oscura.
Leonardo Castellani, Captivus Christi, 1946-1951
SECCIÓN SEGUNDA
EL ANTICRISTO
13.- EL ANTICRISTO ARTÍSTICO
La síntesis de la vieja tesis patrística del Anticristo personal con la anti-tesis lacunziana ha sido ilustrada por una parábola admirable del gran novelista y psicólogo inglés Roberto Hugo Benson, The Lord of the World, que traduje en el año 1958 para la editorial Itinerarium, de Buenos Aires.
Posteriormente he leído una obra deste mismo tipo mucho mis ceñida a la letra del Apokalypsis que la de Benson; a saber: Tres Diálogos (Drei Gespraeche, 1899-1900, Augewaelte Werke Erster Band, II, A. G. Verlag, Stuttgart, 1922) del místico ruso Wladimir Solovieff, escrita poco antes de su muerte en 1900; y mucho más profética —aunque menos artística— con respecto a este tiempo que la posterior obra del monseñor inglés.
Es una de las obras maestras de la novelística inglesa, sin duda la mejor obra de su autor, un poema teológico de la categoría del Paradise Lost y el Pilgrim Progress. En ella el autor contempla la transformación del humanitarismo moderno en una religión positiva, que en aquel su tiempo, año 1910, proponía el entonces líder socialista Gustavo Hervé, discípulo de Augusto Comte; y prolongando las líneas de la apostasía contemporánea, la encarna en un misterioso plebeyo de grandeza satánica, Juliano Felsenburg, orador, lingüista, estadista, quien consigue encaramarse fulgurantemente sobre el trono del mundo con el título de Presidente de Europa.
Como es propio de la obra artística, ese retrato imaginario del Hombre de Pecado prescinde de todos los aspectos proféticos de la Parusía, menos uno; y gana así en concentración y en unidad, lo que tal vez pierde la obra Juana Tabor-666 de Hugo Wast, al abarcarlos todos.
El Anticristo será, pues, un Imperio Universal Laico unido a una Nueva Religión Herética; encarnados ambos en un hombre o quizá en dos hombres, el Tirano y el Pseudoprofeta.
Por poco tiempo estas dos Bestias tendrán en sus manos el instrumento de extorsión y de persecución más gigantesco que ha existido: la mecánica maquiavélica y brutal de un Estado Internacional Cosmopolita.
Ese instrumento reproducirá línea por línea el sacrílego Imperio neroniano, que Juan tenía ante los ojos al escribir sus fulgurantes visiones.
Todo este aparato del efímero y cruel triunfo del Príncipe de este Mundo destruirá el Señor Jesús con el fulgor de su advenimiento y con una sola de sus palabras, que matará al Rey sacrílego y aniquilará la doble Bestia.
Pero antes habrán pasado los Escogidos por el colador de la Tribulación Suprema, la cual desemboca en el Día del Juicio; que no será, probablemente, un día de veinticuatro horas, sino un largo período de tiempo, como los días de la Creación.