Conservando los restos
A los fieles de los países del Plata,
previniéndolos de la próxima gran tribulación,
desde mi destierro, ignominia y noche oscura.
Leonardo Castellani, Captivus Christi, 1946-1951
SECCIÓN PRIMERA
LA PARUSÍA
5. DULCÍSIMAS PROMESAS
Las terríficas visiones del Vidente de Patmos —que Renán califica de “delirios de terror”— y las palabras de Cristo —más duras aún en su limpidez de acero que las del discípulo— inducirían pánico y desesperación, si no estuviesen equilibradas por las promesas más dulces.
Así como “la mayor tribulación” en su brevedad encierra un terror desmesurado, así la condicional “si fuera posible” encierra una promesa amorosísima. “Caerían, si fuera posible, los mismos escogidos”, dice Cristo.
No es posible, pues, que caigan los escogidos. Un ángel les marca la frente y los cuenta. Dios ordena suspender las grandes plagas hasta que están todos señalados. Dios abrevia la persecución por amor de ellos. El Anticristo reinará solamente media semana de años (42 meses, 1.260 días).
Todos los mártires serán vengados. Los impíos serán flagelados de innúmeras plagas. Dos grandes santos defenderán a Cristo y tendrán en sus manos poderes prodigiosos. Y cuando caigan, Cristo los llamará y revivirán.
Después, nosotros, los que vivimos, seremos llamados y arrebatados con Cristo en el aire. Ésta será la Resurrección Primera. Y reinaremos con Cristo mil años, es decir, un largo tiempo, en la Jerusalén restaurada, donde tienen que cumplirse un día todas las opulentas promesas mesiánicas: porque ni una sola de las dulcísimas promesas de la Escritura dejará de llenarse más allá todavía de la esperanza y la imaginación del hombre, cualquiera sea el sentido que corresponda en la realidad futura a esta difícil palabra, cuya interpretación aquí no prejuzgamos…
¡Dichoso aquel que merezca gozar la Resurrección Primera!
Pero antes tiene que manifestarse el Misterio de Iniquidad, tienen que reinar las Dos Bestias, tiene que ser quitado el Obstáculo, tiene que perecer la Gran Prostituta.