EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO

Para convertirse y salvarse

SEGUNDA DECENA

EXCELENCIA DEL ROSARIO

MANIFESTADA POR LAS ORACIONES DE QUE ESTÁ COMPUESTO

Decimoctava Rosa

El Avemaría – Sus bendiciones

52) Esta divina salutación atrae sobre nosotros la bendición abundante de Jesús y María, porque es principio infalible que Jesús y María recompensan magnánimamente a quienes les glorifican: devuelven centuplicadas las bendiciones que reciben. Ego diligentes me diligo… ut ditem diligentes me et thesauros eorum repleam (Prov VIII, 17, 21). Es lo que claman claramente Jesús y María: «Amamos a quienes nos aman, los enriquecemos y henchimos sus tesoros». Qui seminat in benedictionibus, in benedictionibus et metet (II Cor., IX, 6): Los que siembran bendiciones, recogerán bendiciones.

Ahora bien, rezar debidamente la Salutación Angélica ¿no es amar, bendecir y glorificar a Jesús y María?

En cada Avemaría decimos una bendición doble, una a Jesús y otra a María: Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Por cada avemaría rendimos a María el mismo honor que Dios le rindió, saludándola con el Arcángel Gabriel.

¿Quién podrá creer que Jesús y María —que tantas veces hacen bien a quienes les maldicen— lancen maldición contra quienes les honran y bendicen con el Avemaría?

La Reina de los cielos, dicen San Bernardo y San Buenaventura, no es menos agradecida y cortés que las personas de más alta condición del mundo; las aventaja en tal virtud como en todas las demás perfecciones y no dejará que la honremos respetuosamente sin darnos el ciento por uno.

María —dice San Buenaventura— nos saluda con la gracia, si la saludamos con el Avemaría: Ipsa salutabit nos cum gratia, si salutaverimus eam cum Ave Maria.

¿Quién podrá comprender las gracias y bendiciones que operan en nosotros el saludo y las miradas benignas de la Santísima Virgen?

Desde el momento en que oyó Santa Isabel el saludo que le hacía la Madre de Dios, fue llena del Espíritu Santo, y su niño saltaba de gozo. Si nos hacemos dignos del saludo y la bendición recíprocos de la Santísima Virgen, seremos sin duda llenos de gracia, y un torrente de consuelos espirituales inundará nuestras almas.