PADRE LEONARDO CASTELLANI: NUEVA CRÍTICA LITERARIA

Conservando los restos

SOBRE TELAR CHARDÓN, POR ÚLTIMA VEZ

Jauja N° 18

Buenos Aires, junio de 1968

A causa del ensayo del Padre Luzzi S. J., ¿Mundo y Dios en Controversia?, publicado por la revista paolina Familia Cristiana, de abril de 1966 y del artículo de Guy Vidal O. F. M., L’Experience décisive de Teilhard, aparecido en la Revista Antonianum de Roma, en su entrega de enero-marzo de 1968, nos ocuparemos de Telar de Chardón, pero por última vez, porque para la Argentina ya bastan el gran libro del Padre Meinvielle (Teilhard de Chardin o la Religión de la Evolución), el libro de Philippe de la Trinité (Foi au Christ Universel), el sabio opúsculo de Dom Fréneau, bien prologado por Mons. Derisi, y el Monitum de la Santa Sede del 30 de junio de 1962.

Pero nos han llegado, por correo y sin “remitente”, las dos piezas arriba citadas, junto con una invitación a una “Mesa Redonda” con 5 capitostes y un “coordinador”, el Padre Mariano Castex S. J., para el miércoles 8 de junio; a la cual no podremos asistir.

Escribir sobre Telar Chardón en la Argentina ignorando al Padre Meinvielle es descaro; ignorando el Monitum pontificio, es inobediencia. Aviada está la familia cristiana con la “entrevista” a Luzzi, S. J. … Con esto bastaría. Pero …

I

El trabajo deste “Profesor de Teología del Máximo” constituye un intento de presentar a Telar en forma sinóptica y panegírica, para uso de la familia cristiana indefensa; a la cual la parta un rayo, si se fía de las “Paolinas”.

El ensayo luzziano está bien escrito, en lo posible; pero adolece de ambigüedades y aun errores, como declaró la Congregación de la Fe de su declamado Maestro. No es el discípulo más que el Maestro; cuando mucho, es más parlero.

Todos estos que exponen con entusiasmo a Telar Chardón son parleros, como lo fue él. Mas, si uno sabe verdades, puede presentarlas en breve espacio, y en proposiciones breves y claras, como podía Tomás de Aquino. Todos estos son oradores, no hombres de ciencia.

No es hombre de ciencia Telar Chardón, pues no sabe exponer claro, conciso y consistente, sin anfibologías; cosa que confiesa el mismo Luzzi. No es hombre de ciencia teológica; ahora, de ciencia paleontológica… tampoco.

Si Luzzi dijera palmariamente: “Nuestro Dios es un dios que se hace”, saltaría a los ojos una herejía patente y no nueva; pues se puede rastrearla en la historia de la Iglesia casi hasta San Ireneo de Lyon.

Pero no lo dicen así: lo dicen amontonando la Cristogénesis, la centreidad, la morfología, la superconciencia, el punto Omega, el espaciotiempo de forma cónica, la noosfera y cien más. Así, que te entienda Vargas.

Las “ambigüedades” hormiguean en este escrito.

Tomemos un ejemplo: Telar y su heraldo llaman conciencia a la afinidad química de los minerales, a los tropismos de las plantas, a la percepción del animal y a la conciencia del hombre; y por si fuera poco, también al hecho —si es hecho— de que, “el portuario de Londres, el de Buenos Aires, el de Santa Fe reaccionan del mismo modo [?]. Hay algo que los hace manifestarse así, hay una conciencia común¿No notamos en esto una unificación de las conciencias?”. O sea una “superconciencia” destinada a unificarse en un bloque e ir a parar al Punto Omega en forma cónica.

Esto pasa ya de ambigüedad; es un bruto sofisma. El profesor dice que es “Analogía”. Nones. Es un bruto equívoco, es equivocación. Nos toma por memos.

Y así se podrían traer seis “ambigüedades” más. Como la que el “espacio-tiempo-energía” (Trinidad chardoniana) tiene necesariamente forma de cono… Risum tenete amici.

Ellas tiran a persuadir que en la Iglesia hay y había muchas cosas mal, que una buena inyección de Telar curaría como por ensalmo.

Los que se opongan a eso, el Luzzi los amenaza con una cantidad de males, que resumiremos en esto: se quedarán atrasados en las tinieblas de la Edad Media y no podrán convertir a los obreros —de los cuales Telar y el Luzzi deben haber convertido millares—; mientras los que se incorporan al movimiento gozarán de una cantidad de bienes tal que recuerdan el aria del Ciarlatano en L’Elixir D’Amore de Donizzeti.

Sigue una charanga entusiasta acerca de un descubrimiento flameante de Telar Chardón (este es su nombre español, créanme, así lo hubieran llamado Cervantes y Luis de Granada) a saber que: “el cristiano debe morir y resucitar” , lo cual la Iglesia había predicado desde San Pablo; pero con más gracia está en Telar, pues en él significa que uno debe “sumergirse en el mundo” y, si ya está sumergido —como dice Luzzi que él está— patalear enérgicamente en todas direcciones, sin moverse del “Máximo”.

No se puede considerar este difícil parto sino humorísticamente, si no fuera por los daños que tales lucubraciones —descaradas para la Argentina e inobedientes hacia la Santa Sede— pueden producir en la Familia Cristiana y en las pobres Paolinas.

II

El largo “trabajo” (50 págs.) del franciscano Vidal es de otro intento. Se propone examinar una oscura “experiencia decisiva” de Telar Chardón, a través principalmente de dos obras juveniles: Genèse d’une Pensée y Ecrits du Temps de Guerre, correlacionados con sus obras posteriores, de modo que den también un esbozo de su total “doctrina”; que también confiesa el discípulo es difícil, confusa y anfibológica, en cuanto a la terminología al menos.

El intento directo del “trabajo” es persuadir que Telar fue un hombre espléndido, superior, e integérrimo. Nosotros diríamos más bien acérrimo, por la experiencia de dos años en que fuimos sus vecinos y ni nos saludaba. Lo echamos entonces a buena parte, achacándolo a que era francés y yo extranjero; y acogiéndome al epigrama español:

San Luis Rey de Francia es
El que con Dios pudo tanto
Que para que fuese santo
Le perdonó ser francés,

pero el caso es ahora que a través de la tercera parte del … “trabajo” : Telar y la mujer… no nos parece tan santo.

Dando de barato que fue un hombre honrado —de lo cual nos alegramos— no se sigue que tenga buena doctrina. Al revés, este trabajo está plagado de “ambigüedades y errores”; aunque no tan chillones como en el anterior.

No seguiremos al franciscano en los interminables mordisquitos que hace en las obras de Telar encomillándolos —¡lástima de tiempo perdido!— por amor de la brevedad. Baste decir que las dos primeras partes (1ª. El Sacerdote y el Soldado y 2ª. El Sacerdote y la acción de los hombres) nos dejan más convencidos de lo que siempre pensamos, a saber: que se trata de un poetastro nebuloso con mala doctrina, ni hombre de ciencia, ni filósofo, ni teólogo, ni maestro.

La tercera parte El Sacerdote y la Mujer nos da un poco en el estómago.

El autor examina un escrito de juventud: L’Etérnel Féminin, del año 1918, y unas páginas de madurez: Le Féminin et l’Unitif, acerca de “Lo Esencial Femenino, lo Universal Femenino, lo Ideal Femenino, lo Eterno Femenino, la Fémina principio de Cristificación”, omitiendo cuidadosamente el texto más comprometedor para Telar, que ha sido propalado otronde; y, ni qué decir, omitiendo también el Monitum de Roma.

De lo que se queja un telardiano yanqui, diciendo que los autores (telardianos) sin duda tienen conciencia de que la mayor parte de la información en este punto la han pasado en silencio; lo cual tiene desventajas obvias; incluso “deslealtad”.

Lo que nos dan no es poco: “Como ni de luz, de oxígeno o de vitaminas, el hombre [ningún hombre] puede prescindir de la Mujer” en Le Féminin et L’Unitif, pág. 255; y en el libro Ecrits du Temps de Guerre hace decir al “Eterno Femenino”: “Yo soy la Iglesia, esposa de Jesús; yo soy la Virgen María, Madre de todos los humanos”.

La única vez en todas las obras de Chardón que tropezamos con el Santo Nombre de María; para convertirla en una entidad abstracta, y pagana; inventada por el pagano francmasón Goethe.

Si quisiéramos ser procaces, discantaríamos acerca del Eterno Femenino que vemos de minifalda en buses, colectivos y subterráneos, mostrándonos los muslos: las “ñanduzas”, como las llama mi tío el cura. Y eso que nos esforzamos por ver las almas inmortales; que muchas veces al salir afuera se manifiestan llenas de necedad o inmundicia. ¡El Eterno Femenino! ¡Qué tema para Courtéline!

Pero como éstos han suprimido el Pecado Original y aun el Pecado a secas…

En suma, las lucubraciones de Telar acerca de La Mujer Eternal constituyen una especie de divagación romántica —trovadoresca— patafísica que repele un poco a un sentido sano; el cual sin poetizar la Mujer en general, respeta más a las mujeres particulares que estos religiosos atacados de erotismo patafísico.

Y pues que Telar Chardón enseña que “la castidad debe evolucionar” y debe ocuparse de “cristificar a todos” hemos querido cristificar desde nuestra castidad común y anticuada a estas dos mentes poco castas —intelectualmente, ojo— es decir, un poco turbias. De lo otro, no sabemos nada.