SAN PEDRO CRISÓLOGO: EL NOMBRE DE MARÍA – SOBERANA

Conservando los restos

HOMILÍA DE SAN PEDRO CRISÓLOGO

Sermón 142, sobre la Anunciación

Del Breviario Romano

Hoy habéis oído, amados hermanos, a un Ángel tratar con una mujer sobre la rehabilitación del hombre: de conducirle a la vida por el mismo camino que le había llevado a la muerte.

Quien trata con María acerca de la salvación del género humano es un Ángel, porque un ángel había sido quien había tramado con Eva su perdición.

Habéis oído a un Ángel manifestar el modo inefable cómo va a edificarse, con la arcilla de nuestra carne, un templo a la divina Majestad.

Le habéis oído anunciar el misterio incomprensible que traerá a Dios a la tierra e introducirá al hombre en el Cielo, y manifestar la forma admirable con que Dios va a unirse con el hombre en un mismo cuerpo.

Habéis visto como el Ángel anima con sus exhortaciones a nuestra débil naturaleza corporal a llevar en sí toda la gloria de la Divinidad.

Y habéis visto, por último, cómo para evitar que el barro deleznable de nuestro cuerpo se hienda bajo el enorme peso de este celestial edificio, y se quiebre aquella delicada rama destinada a sostener el fruto de todo el género humano, se apresura el Ángel a decir a la Virgen: “No temas, María”.

Se adelanta, antes de exponer el motivo de su misión, a declararle con este Nombre su dignidad.

En efecto, el nombre hebreo de María, en latín Domina, significa “Soberana”.

Para apartar de Ella el temor, tan propio de los siervos, llama Soberana a la que está destinada a ser Madre del Señor de todas las cosas, de aquel Hijo que, con su propia autoridad, hizo y obtuvo que Ella naciera siendo Reina y que se la designara con este Nombre.

“No temas, María, porque has hallado gracia”. Ciertamente, el que ha hallado gracia no tiene por qué temer, y Vos la habéis hallado.

Dichosa Aquella que, entre los demás mortales, mereció Ella sola, con preferencia a todos, escuchar estas palabras: “Has hallado gracia!”.

¿Y en qué medida? Tan completa como lo da a entender la palabra que antes se le ha dicho: “Plena – Llena”.

Y podía verdaderamente llamarse gracia en toda su plenitud, la que había inundado con sus copiosos efluvios el alma de aquella criatura.

“Has hallado gracia ante Dios”. Al pronunciar estas palabras, se admira el mismo Ángel, ya al ver que sólo una mujer ha merecido una gracia semejante, ya al considerar que todos los hombres merecerán alcanzar la vida mediante una mujer.

Sí: el Ángel se siente como lleno de asombro viendo que va a encerrarse, con toda su grandeza, en los estrechos límites de un seno virginal, Aquél en cuya comparación todas las criaturas juntas no son sino pequeñez.

Por esto tarda en precisar el objeto de su misión; y empieza por saludar a María, con la expresión indicadora de su mérito: mencionando su gracia.

Va comunicando poco a poco a su interlocutora su mensaje, para que resalte más y más, sin duda, la significación del mismo; y de esta manera es cómo va calmando lentamente su prolongada ansiedad.