RADIO CRISTIANDAD: EL FARO

Conservando los restos

ORAR SIEMPRE

Narrado por Fabián Vázquez (once minutos)

Les propuso también esta parábola,
para hacer ver que conviene
ORAR SIEMPRE y no desfallecer…
(San Lucas, XVIII, 1)

SEMPER ORARE

Es menester volver de nuevo sobre el mismo tema, porque las lecciones saludables no entran fácilmente en nuestras cabezas llenas de preocupaciones, y nuestros ojos, siempre distraídos, buscan, fuera de lo inmutable, lo que debe seducirnos y perfeccionarnos.

Orar siempre. Ante esta orden me siento a la vez cautivado y desconcertado, porque entreveo muy bien la unidad y paz que pondría en mi vida la oración incesante, pero veo también claramente, según me parece, que entre mi actividad exterior y mi oración íntima no se va a realizar esa conformidad de una sola vez, si es que llega a realizarse.

Para contemplar, ¿no debo suspender mi trabajo? Y para trabajar y absorberme en mis cálculos, en mis investigaciones, en mi técnica, ¿no debo suspender mi oración y dedicarme a mi empleo?

Y llevo ya tanto tiempo, Señor que ando buscando el equilibrio, y ensayando soluciones; trato de suprimir el problema, descuidando uno de los dos términos, y sacrifico mi oración diciendo para tranquilizarme que trabajo demasiado.

Excusa ruin, porque el trabajo del apostolado no suple el defecto de la oración, y nada reemplaza a la oración, ni siquiera la abnegación de los pescadores de hombres, ni siquiera las conquistas de los cruzados.

Allí donde falta la oración, hay un rasgón en la obra divina, un rasgón lamentable, cualesquiera que sean los bordados con que se quiera disimularlo.

(…)

La oración es una función especial y necesaria. Toda la cuestión está en saber cómo la cumplimos.

Dios mío, he tratado hace mucho tiempo de conciliar la acción y la oración por medio de un sistema ingenioso de alternativas. Procuraba no dejarme absorber por mi tarea, y cuando sentía que me iba sumergiendo en ella, levantaba mi cabeza y mi espíritu hacia Ti y oraba, santificando las intenciones, solicitando luz o pidiendo misericordia.

Después, de la oración volvía a pasar al trabajo, un poco así como esos pájaros cautivos que saltan de un barrote a otro, sobre la exigua percha de las jaulas; un poco así como los pies de los que caminan, que no se apoyan sobre el suelo más que para buscar allí el medio de no detenerse.

(…)

Y sin embargo, no es posible que esta alternativa sea la única manera de conciliar en mi vida la acción y la oración. La oración no debe distraerme de mi trabajo, ni mi trabajo debe distraerme de mis coloquios contigo.

(…)

Por lo cual, trato de poner la oración no al lado de mi trabajo, como una hermana junto a su hermano, sino que quisiera ponerla en la misma ocupación como el alma en su cuerpo. La relación entre la oración y la acción no es una relación de vecindad, de contigüidad, por más que se quiera.

(…)

Dios mío, todo esto se decide fácilmente, pero la experiencia me ha demostrado que en la práctica es muy difícil. Me veo solicitado por el atractivo de las apariencias, me gusta tanto mecer entre agradables músicas mis ensueños y empaparme de las cosas como si fuesen mi verdadero elemento.

Y me asemejo a esos insectos que se enviscan en las golas pegajosas y pérfidas segregadas por las plantas de los pantanos; y porque me hallo recargado de deseos que Tú no apruebas y que yo nunca he pensado en someterte, por eso no puedo fácilmente llegarme hasta Ti, y me arrastro como un reptil.

Mi alma deberá comunicar un día a mi cuerpo la agilidad y la sutileza de los resucitados gloriosos. La oración puede comenzar este trabajo desde ahora, suprimiendo mis esclavitudes.

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