Conservando los restos
EN MEDIO DE TU IGLESIA
Narrado por Fabián Vázquez (once minutos)
Anunciaré tu nombre
a mis hermanos;
EN MEDIO DE LA IGLESIA
cantaré tus alabanzas.
(San Pablo a los Hebreos, II, 12)
IN MEDIO ECCLESIÆ
Lo mejor que existe en este mundo es la oración, y la mejor de las oraciones es evidentemente la de la Iglesia, ya que es la oración infalible de Cristo continuada y siempre eficaz.
Nunca se dirá lo bastante acerca de la excelencia de la oración verdaderamente litúrgica, y lo mucho que supera a las oraciones en las que el cristiano no habla más que en su nombre y por su sola autoridad.
Conviene, empero, saber dónde se encuentra esa oración de la Iglesia, y con qué señales se la puede reconocer.
Y aun después de haberla proclamado excelente, es menester guardarse de desdeñar o suprimir todo lo que no sea ella, y acordarse que la sabiduría del Creador hace brillar en el firmamento mucha diversidad de estrellas.
Porque uno sea menor no pierde ante el mayor su derecho a la existencia, y hay lugar para muchas mansiones en la inmensa casa del Padre, y para construir una iglesia se emplea, además del oro de los tabernáculos, las maderas de las vigas y el mortero informe de las paredes; lo excelente no es siempre y en todo momento lo más oportuno.
Para orar con la Iglesia, para obrar en Ella, por Ella y con Ella, no es por lo tanto necesario mostrarse en público, ni es la función exterior la que constituye lo esencial de la liturgia.
Ésta no supone por sí misma ni la pompa de las ceremonias, ni la asistencia de la muchedumbre, ni el esplendor del ornato, ni la elegancia de los movimientos, ni la belleza de las melodías; y no actúa menos la Iglesia en una misa rezada que en la misa solemne. Como función pública del sacrificio, estas dos misas no son de diferente especie, y su valor es esencialmente idéntico.
Porque la Iglesia no es sólo la agrupación visible de los fieles que asisten a misa, o el cabildo de clérigos que cantan los salmos en común; la liturgia no está compuesta únicamente de manifestaciones.
El breviario rezado por un párroco rural, en plena soledad, es tan eclesiástico como el solemne oficio coral: no de otra manera reza el vicario de Jesucristo sus horas canónicas.
Porque el lazo que une a la Iglesia es más fuerte y más íntimo que el simple contacto que se establece en las multitudes reunidas; y los fieles no cesan de formar rebaño ni aun hallándose dispersos.
El lazo de la Iglesia es el espíritu de Cristo, y para actuar en su nombre no hay necesidad de proclamarlo muy en alta voz.
En el desierto sin agua, y en la cámara de los navíos, en todas las épocas, en todas las horas, los que han recibido el espíritu de Cristo, sus sacerdotes, sus ministros por lo tanto, pueden actuar en su nombre. Basta con que realicen los actos de su función. Todo lo demás es accesorio; lo cual no quiere decir que deba descuidarse o que no tenga valor.
(…)
Haz que comprenda más y más cuan íntimamente es la dependencia en que estoy con toda esa liturgia perpetua por la que me han venido mis verdaderos tesoros. Desde mi bautismo hasta el Requiem del sepulcro, la oración pública de la Iglesia es la que me ha salvado, y me salvará, aun cuando no se la haya hecho en público, porque Tú estás en cualquier parte donde se actúa en tu nombre, y no sólo allí donde resuena tu nombre, ni hay que ir a buscar entre los sepulcros al que nos ha precedido en la eterna Galilea.
Escuchar Audio