P. JUAN CARLOS CERIANI: SERMÓN DEL SEGUNDO DOMINGO DE EPIFANÍA

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE LA EPIFANÍA

Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y llegando a faltar vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué nos va en esto a mí y a ti, mujer? Mi hora no ha llegado todavía. Dice su madre a los sirvientes: Haced todo lo que él os diga. Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Sacad ahora, les dice, y llevadlo al maestresala. Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el buen vino hasta este momento. Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus milagros. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.

En este Segundo Domingo de Epifanía, después de la Manifestación de Belén, a los Reyes Magos, y la del Jordán, el día del Bautismo de Nuestro Señor, asistimos a la Epifanía del milagro de Caná.

Recordemos la Antífona del Benedictus de la Fiesta de Epifanía, que dice:

Hoy ha sido desposada la Iglesia con su celestial Esposo, porque en el Jordán lavó Cristo sus pecados; corren los Magos, con sus ofrendas, a las reales nupcias, y se alegran los convidados, al ver convertida el agua en vino.

Cuando Jesucristo puso por vez primera su pie en la tierra, lo hizo callada y obscuramente.

El día de la Epifanía, el Rey divino se manifestó al mundo en todo el esplendor de su grandeza, haciendo su entrada solemne en su Estado, en su Reino.

La Iglesia, los pueblos de todas las regiones y de todas las épocas, se ponen en camino para buscarle, para rendirle su acatamiento, para presentarle sus ofrendas.

La Sagrada Liturgia ve una expresión de este pensamiento en el episodio de la venida de los tres Reyes Magos a Belén.

En el Bautismo de Nuestro Señor, se realiza una segunda manifestación de la Divinidad, es decir, una segunda Epifanía. En el Jordán, el cielo se abre sobre la cabeza de Jesús, y, mientras desciende sobre Él el Espíritu Santo en figura corporal como una paloma, la voz del Padre se deja oír para proclamarle ante el mundo entero su Hijo bien amado, en Quien tiene puestas sus complacencias.

La Liturgia del día de la Epifanía conmemora aún una tercera manifestación de la gloria del divino Rey del pesebre: es el primer milagro de Jesús, realizado en las Bodas de Caná. Dice el Evangelio que, con este primer prodigio, dio Jesús comienzo a sus milagros. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.

La Liturgia del presente Domingo destaca, pues, sobre otras realidades de Jesucristo, la de su dignidad de Hijo de Dios, así como la de Rey y Señor de todo. Es la consecuencia del milagro realizado.

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Llenos de admiración, contemplemos el primer milagro de Jesús en Caná de Galilea.

Verdaderamente, Jesucristo es el Señor. Los elementos y la naturaleza le obedecen y le adoran.

Aparentemente realiza un milagro superfluo, para remediar una incomodidad puramente terrena, es decir, para evitar la angustia de los recién desposados, al encontrarse sin vino en su banquete de bodas… Pero lo realiza por la intercesión y a pedido de su Santísima Madre…

Es evidente que aquí hay un misterio oculto…

El Evangelio comienza por destacar la presencia de María Santísima. Y esto se debe a que, en las nupcias de Cristo, del Hijo de Dios con la humanidad, la Santísima Virgen María asume una parte principalísima. Incluso Ella para la Santa Iglesia es, según la Sagrada Liturgia, la misma Esposa en persona, con la que se une el Señor; es la nueva Eva del nuevo Adán, Cristo.

La Santa Iglesia, en su Liturgia, contempla extasiada a María Santísima y no se cansa de admirar su retrato, pintado por el salmista: De pie, a la derecha del Rey, aparece la Reina, vestida con túnica de oro, cubierta con manto policromo.

María es la Reina-Esposa, que el Padre, en sus inescrutables designios, escogió para su Hijo, para el Rey de la gloria.

La nueva Eva vive íntimamente unida al nuevo Adán y es su más fiel colaboradora en la obra de nuestra redención.

La primera Eva, junto con el primer Adán, causó nuestra perdición. La segunda Eva, virginal Esposa y fiel compañera del segundo Adán, nos causa la salvación, por medio de su íntima unión con la voluntad, obras, oraciones y dolores de Jesucristo.

Como fiel compañera, como Mujer, se coloca al pie de la Cruz del nuevo Adán y comparte con Él sus dolores y sufrimientos y se los ofrece valerosamente al Padre por toda la humanidad. De este modo se asocia Ella al doloroso alumbramiento, a la regeneración de los hijos de Dios.

Mujer: he ahí a tu hijo… María es la Madre de los vivientes, de los redimidos en la Cruz…

Mujer, de este modo la llama también en Caná… Es la Mujer bíblica, la del Génesis, la de la Cruz y también, acomodaticiamente, la del Apocalipsis…

Después de su Asunción a los Cielos ha sido constituida Reina del Cielo y de la tierra. Es la Señora, la Reina de todo; es la Esposa del que posee toda potestad en los cielos y en la tierra.

Como Esposa y Reina, tiene poder sobre todos los tesoros de su Esposo, y Ella es quien los distribuye. ¡María es la dispensadora de todas las gracias! Posee un dominio absoluto sobre el Corazón de su Esposo, sobre el Corazón del Rey divino.

Alegrémonos de que el Señor la haya elegido para Esposa suya. Felicitémosla. Acatémosla. Pongámonos en sus manos con una filial e ilimitada confianza…

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No tienen vino… María Santísima es la fiel compañera del nuevo Adán. Está siempre con ojo avizor y cuida con gran solicitud de todo cuanto le rodea. Se da cuenta en seguida de la situación, y acude al punto a remediarla. Se vuelve hacia Jesús y le dice: No tienen vino

Es la sexta palabra de las siete de María Santísima, y la primera de las que pronunció en el banquete de las Bodas de Caná.

Es una súplica a Jesús, para que remedie una simple necesidad humana, pero apremiante.

Pero, más que nada, es un símbolo de las súplicas que Ella, Reina omnipotente, dirige ahora, en el Cielo al Señor, al Rey divino, en favor nuestro, en todas nuestras indigencias, especialmente las espirituales.

Al percatarse de la angustiosa situación en que se encuentran los esposos de Caná, Nuestra Señora acude presurosa en su ayuda. También ahora, en el Cielo, presenta al Señor todas las penurias, todas las inquietudes y todos los dolores de la humanidad, para que Él los remedie.

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Jesús, sin embargo, parece rechazarla en esta ocasión y le contesta: ¿Qué nos va en esto a mí y a ti, mujer? Y como si esto fuera poco, añade: Mi hora no ha llegado todavía … No es éste el momento propicio…, ni la hora determinada por mi Padre para hacer milagros y manifestarme con prodigios…

El Domingo pasado, con ocasión de la pérdida y hallazgo del Niño Jesús en el Templo, dije que, ante el misterio que encerraba el desarrollo del plan divino, el Evangelista señala que Nuestra Señora guardaba todas estas cosas en su corazón, admirándolas, contemplándolas, meditándolas…

Y agregué que hoy veríamos que, dieciocho años más tarde, estas reflexiones y las iluminaciones recibidas por las confidencias de su divino Hijo, llevaron a Nuestra Señora a comprender cuál era su lugar, su papel en el plan de Dios y cómo interviene en él desde la primera manifestación pública de Jesús en las Bodas de Caná.

Es en este contexto, y como evocando el incidente en el Templo, que Nuestro Señor responde a Nuestra Señora: ¿Qué nos va en esto a mí y a ti, mujer? Mi hora no ha llegado todavía…

Esto equivale a expresar: Mujer, ¿has entendido ya lo que pregunté hace diez y ocho años? ¿Comprendes ahora el alcance de tu Fiat en Nazaret? ¿Quieres que comience mi hora? ¿Quieres que comience mi Obra, la Obra que el Padre me encargó? ¿Ha llegado mi hora? Mujer, ¿quieres acompañarme? ¿Estás preparada para asistirme, asociándote a mi Pasión?

Jesús quería que María supiese que, desde toda la eternidad, la hora de su Pasión dependía de Ella y que sería adelantada en previsión de su intercesión.

Avanzar la hora en Caná es avanzar la hora suprema de la Pasión…

La respuesta de María Santísima, la Mujer bíblica, es el fiel eco de su Fiat…, eco del Fiat con el cual comenzó la Creación…, eco del Fiat que inauguró la Redención…: Haced todo lo que él os diga…

Y con este pronunciamiento mariano, Jesús queda comprometido…; ya no tiene más remedio que hacer algo…, y por voluntad de su Madre, la Nueva Eva, la Mujer bíblica, obra su primer y gloriosísimo milagro…

Y el Hijo, que parecía negarse, obedece a Aquella que es la propia obediencia…

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El vino de Caná es signo del vino del Cenáculo, de la Sangre del Calvario y de cada Cáliz de cada Misa hasta el fin de los tiempos…

Cuando la Virgen Madre le hizo aquella suplica de vino, Jesús vio, por la primera vez, anticipadamente, el vino transformado en su Sangre…

Ella, la Madre de Dios y de los hombres, se adelanta…

Y todos los convidados se admiraron de que el dueño de casa hubiese dejado para el final su mejor vino…

Y se asombraron porque no sabían que el verdadero Dueño y la verdadera Dueña de casa, en aquel corto y exquisito diálogo, habían dejado para el final otro vino, infinitamente mejor…

En el vino que abundó en las Bodas de Cana vemos las primeras señales de la Sangre de la Pasión de Jesús…

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Haced todo lo que Él os diga. Segunda palabra de María Santísima en las Bodas de Caná, y última que recogen de Ella los Evangelistas.

Apenas ha presentado nuestra necesidad al Señor, María se vuelve hacia nosotros y nos da a conocer la voluntad de su Hijo.

Con el mismo celo, con la misma tierna solicitud con que se preocupa primero de nuestras necesidades, se apresura después a revelarnos lo que el Señor exige de nosotros: Haced todo lo que Él os diga

Los sirvientes obran como la Virgen María les indica. Y obedecen a Jesús, que les dice: Llenad de agua esas tinajas.

El ruego de María ha sido atendido. La necesidad de los esposos queda remediada.

Bienaventurado el varón que escucha mi voz

María, la Mediadora, espera que nosotros hagamos lo que Jesús pide y desea de nosotros. La Señora está totalmente identificada con su Hijo. Su voluntad es la misma del Señor.

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Tú has guardado el buen vino hasta este momento, advierte el maestresala al esposo. Eso no lo hace nadie. Todo hombre presenta primero el buen vino y, cuando los convidados se han saciado ya, entonces saca el malo. Tú, en cambio, has guardado tu mejor vino para el final.

No tienen vino… Y, por las súplicas de María, se nos vuelve a dar vino, pero nuevo y generoso…, el mejor…

La Sagrada Liturgia ve en el buen vino, creado por Jesús con su divino poder, un símbolo de la Sagrada Eucaristía.

También Ésta fue reservada para el final, es decir, para la Edad de gracia del Nuevo Testamento, para los tiempos reservados a nosotros, para el día de las maravillosas nupcias, del inefable desposorio del Celestial Esposo, de Cristo, con la humanidad, con la Iglesia, con las almas.

Este desposorio se comenzó a realizar con la Encarnación del Hijo de Dios, cuando el Unigénito del Padre asumió nuestra naturaleza humana en las entrañas purísimas de la Virgen de Nazaret; y se consumó sobre la Cruz.

Guardaste tu mejor vino hasta ahora. La Sagrada Eucaristía es el fruto de la transubstancia-ción del pan y del vino. Es una permanente Epifanía, una constante manifestación de Dios debajo del velo de las especies, de los accidentes del pan y del vino.

En la Sagrada Eucaristía contemplamos la gloria de Cristo… Y siempre por María, primera adoradora de Jesús en el Pesebre, primera adoradora de Jesús en el Santo Sacrificio de la Misa…

Siempre por Nuestra Señora del Santísimo Sacramento…, pues la Sacratísima Humanidad de Cristo es el Divino Sacramento ofrecido por Dios Padre a la humanidad pecadora…, y esto, por intermedio de las manos purísimas de María Inmaculada…

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Para terminar, una exhortación…

Debemos ser conscientes que desde hace más de cincuenta años el Santísimo Sacramento es oficialmente profanado de diversas maneras…

Debemos tomar conciencia de que todos los esfuerzos del infierno van dirigidos para impedir que la Santa Misa sea celebrada, ¡y bien celebrada!, es decir, según la voluntad misma de Dios, formulada por los Santos Cánones de la Iglesia Romana…

Debemos advertir que, mientras no pueda terminar totalmente con este único acto de adoración agradable a Dios, Satanás intentará limitarlo a los espíritus y a los corazones del menor número posible de individuos…

Debemos saber que esta pugna continuará hasta el fin de los tiempos, y se intensificará día a día…, hasta lograr la abolición del Sacrificio Perpetuo…

Debemos, pues, por todo esto, reconocer la gravedad de la misa bastarda montiniana, la de los indultos (verdaderos insultos a la Misa Tridentina) de 1984 y 1988, así como también (e incluso más) la del motu proprio de 2007, mucho más grave y ladino que la del motu proprio de 2021…

Debemos conservar, custodiar y transmitir, en la medida que esté a nuestro alcance, la verdadera Misa Católica, codificada por San Pío V por el Misal Romano…