PADRE LEONARDO CASTELLANI: UN RELENTE DE ROSAS

Conservando los restos

QUINTO MISTERIO DOLOROSO

LA SOLEDAD DE MARÍA

Cristo había muerto. Murió cuando quiso y como quiso, conforme había dicho poco tiempo antes, después de una de las cuatro intentonas de darle muerte tumultuosamente, de las que salió: «Ninguno me quita la vida, si yo no quiero; yo la entrego. Tengo poder de entregarla y tengo poder de retomarla»; y a san Pedro, en el Huerto: «¿Crees que puedo pedir a mi Padre siete legiones de ángeles que me libren destos? Vuelve tu espada a su vaina». Y mostró su poder haciendo que los ruines captores cayeran dos veces al suelo al sólo sonido de su voz.

Los cuatro evangelistas notan que la última palabra fue arrojada por Cristo «con una grande voz», como quien está en posesión de todas sus fuerzas. Entregó así su vida; para retomarla.

Como al conjuro dese gran grito, tembló la tierra, se partieron las piedras, se rasgó de arriba abajo el velo del templo y saltaron las lapidas de muchos sepulcros. La gente bajó del monte despavorida, y huyeron; los primeros probablemente los que habían sido más insolentes.

El jefe de la Guardia Romana dijo: «Realmente este hombre era Hijo de Dios».

José de Arimatea y Nicodemus, dos discípulos ocultos de Cristo, se presentaron audazmente a Pilatos y le pidieron el cuerpo del Señor. Pilatos se extrañó de que hubiese muerto tan pronto.

Los judíos por su parte se hicieron presentes también a decirle: «Has puesto allí ‘Rey de los Judíos’. NO ES Rey de los Judíos. ÉL DIJO que era Rey de los Judíos».

Pilatos se negó a cambiar el letrero: “Lo que he escrito, queda escrito».

Y ciertamente Dios lo quiso: que la verdadera causa de la muerte de Jesús, y no las causas calumniosas, quedase allí grabada. Le dieron muerte porque no quisieron recibirlo por lo que Él es.

La vida de Cristo fue tal, que los judíos, o bien tenían que aceptarlo como el Mesías, o bien tenían que darle muerte.

Lo mismo que hoy día, por lo demás: o bien hay que decir que ha sido el mayor criminal que ha sido en el mundo, o bien que es el Hijo de Dios. No hay término medio posible, si uno quiere atenerse a la lógica de los hechos.

Para poder decir que fue un gran moralista o un gran poeta algo perturbado, hay que cambiar o tergiversar los hechos —como hacen no pocos “racionalistas bíblicos” actuales, que para poder decir eso negando su Divinidad mutilan, tergiversan, y hacen mangas y capirotes con la tela de los Evangelios; a los cuales pretenden «estudiar científicamente».

Los dos nobles judíos descolgaron cuidadosamente el cadáver de Cristo y lo entregaron a la Madre.

Aquí comienza la «soledad de María» que el pueblo cristiano contempla en la noche del Viernes Santo.

Había perdido todo, como si hubiera perdido su vida misma: su pena era grande como el mar y nadie la podía compartir: estaba más allá de las palabras.

Miguel Ángel hizo en su juventud «La Pietá», que es probablemente la mejor escultura que existe: la Virgen esta allí apesadumbrada, silenciosa y serena.

El poeta Gerardo Diego escribió sobre ella estas líneas:

La Virgen podía contar todos sus huesos; los resabios de las escenas terribles que había presenciado surgían en ella en oleadas a la vista de todas las heridas.

«Lo hemos visto como un leproso, no había en el dignidad ni hermosura, como un herido de Dios y humillado”, había dicho el Profeta. Y la maldad de los hombres atormentaba a María tanto como el aspecto lastimoso de su Primogénito; porque todos los hombres se habían convertido en sus hijos segundos.

Ella sabía que había de resucitar; pero eso no suprimía su pena, que era presentemente demasiado grande. Una aflicción muy grande llena y domina el alma, y no deja lugar para otro sentimiento. Tenemos experiencia deso o incluso puede que lo hayamos pasado. ¿Acaso una madre que ha visto morir a su hijo cesa en su lloro por pensar que él ahora está en el cielo? El consuelo futuro se hace como lejano, como inexistente; y la pena presente lo cubre todo.

Hombres que sufren depresión psíquica profunda que dura un día, la experiencia que tienen de que dura solo un día y que mañana estarán bien, no los alivia en nada; les parece que nunca saldrán dese estado, que nunca han estado en otro, y recuerdan tan sólo todos los males pasados y todos los que han de venir. Sera una especie de locura, si ustedes; quieren; pero así es con el alma humana.

Cristo “bajó a los infiernos”, dice el Credo: palabra misteriosa que no está en los Evangelios. El alma de Cristo fue al lugar donde estaban las almas de los muertos, que el Evangelio llama “el seno de Abrahán”, ylibertó las almas de todos los justos que allí esperaban la Redención, desde nuestros primeros padres Adán y Eva, hasta el ladrón arrepentido que había muerto a su lado en la Cruz. Si bajó también al infierno de los condenados, alivió sus penas y aterró a los demonios, algunos santos Padres lo suponen —no lo sabemos.

Anochecía, y los que acompañaban a la Virgen le dijeron había que sepultar a Cristo. Se formó una pequeña procesión llevando en una sábana el Sacramento del cuerpo exánime del Dios Hombre, hacia la falda del monte donde José de Arimatea poseía un sepulcro nuevo, no usado: una gruta cerrada con una gran lápida circular, en cuyo interior había un hoyo cuadrangular del tamaño de un cuerpo de hombre. Vertieron sobre el cuerpo apresuradamente algunos perfumes y bálsamos que por caso tenían; y volvieron a rodar la piedra.

La Virgen se quedó con sus recuerdos; y probablemente tuvo que ocuparse de recoger las ovejas perdidas, los Apóstoles que volvían al Cenáculo derrotados y desconcertados; pues no tenían la fe de María; como se ve en el hecho de que aun después de resucitado Cristo, a lo primero no hacían más que descreer todo lo que les contaban.

Empezó María Santísima a ejercitar su nueva Maternidad.

Esto pasó hace 19 siglos y medio, casi 2.000 años, y está ahora presente a nuestros ojos, arrancando todavía lágrimas.

Esta «tragedia del Calvario” es el suceso más recordado de la Historia, el único suceso que permanece vivo. Hirió al tiempo del hombre en el centro y lo partió en dos partes; llenó con sus ecos todos los Continentes; y permanecerá como el rumor eterno de las olas del mar hasta que «no haya más Tiempo”, como dijo el Ángel del Apokalypsis. Y más allá todavía.

El día de la Pasión

Stabat Mater