Conservando los restos
LA SUPRESIÓN DEL SANTO SACRIFICIO
Texto del vídeo publicado Aquí
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ESCUCHAR ESPECIAL DE CRISTIANDAD
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Estamos a cincuenta años del Novus Ordo Missæ… Estamos a cincuenta años de la segunda reforma protestante… Con esa reforma no católica comienza la operación de supresión del santo sacrificio…
Luego de haber estudiado la historia de la Santa Misa desde San Pedro hasta San Pío V y de haber analizado las diversas partes de la Santa Misa de Rito Romano y sus correspondientes oraciones, hemos considerado los antecedentes remotos e inmediatos de la misa nueva.
A continuación, emprendimos el estudio general y particular de ésta. De este modo, consideramos los autores y los fines de la nueva misa, examinamos la explicación de la nueva misa dada por los innovadores modernistas, especialmente la Institutio Generalis.
Cuatro puntos esenciales de la primera versión de este documento llamaron nuestra atención y exigieron su estudio:
— a) La transubstanciación.
— b) El carácter propiciatorio del sacrificio.
— c) El carácter sacerdotal del ministro sagrado.
— d) La definición de la nueva misa.
Una vez acabado este análisis, comenzamos el estudio de los cambios producidos en el Ordo Missæ.
Ya sabemos que los autores de la nueva misa sometieron la Misa Católica a lo que, según el propio Bugnini, estamos obligados a llamar una revolución.
En efecto, el padre de la nueva misa, el sepulturero de la Misa Católica, Annibale Bugnini, en una conferencia de prensa del 4 de agosto de 1967, expresó:
No se trata sólo de retoques en una obra de arte de gran precio; a veces es necesario dar nuevas estructuras a ritos completos. Se trata de una restauración fundamental, diría casi de una refundación, y, en algunos aspectos, de una nueva creación.
El objetivo del Nuevo Ordo era, por lo tanto, hacer desaparecer al Antiguo. La reforma de Pablo VI se caracteriza por el deseo de arrasar el pasado. Mientras que San Pío V autorizó el mantenimiento de todos los ritos que tenían más de doscientos años de antigüedad, Pablo VI pretendió eliminarlo todo.
Los reformadores querían absolutamente la desaparición del Misal Romano, el aniquilamiento del Rito Romano.
Descubrimos en esa intención lo que Dom Guéranger denunciaba acerca de los jansenistas: «La primera característica de la herejía antilúrigica es el odio a la Tradición en las fórmulas del culto divino».
¿Por qué eliminar el rito antiguo? Los autores del nuevo ordo lo confiesan:
«El énfasis puesto por el canon romano sobre la noción de sacrificio es problemático desde un punto de vista ecuménico», declaró en 1968 Max Thurian.
Entrando ya en los detalles, un estudio somero y rápido de los ritos del novus ordo missæ revela tres características principales:
1ª) Un relajamiento general de la liturgia.
2ª) La desnaturalización del Ofertorio.
3ª) Los ataques contra el Canon Romano.
En los últimos tres Especiales hemos considerado el relajamiento general, la desnaturalización del Ofertorio y los ataques contra el Canon Romano, mediante la “Primera Plegaria Eucarística”, como lo llaman ahora.
Hoy trataremos las otras “Plegarias Eucarísticas”.
LAS NUEVAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS
Una de las reformas más importantes en toda la historia de la liturgia de Rito Romano fue la promulgación de las nuevas plegarias eucarísticas, el 23 de mayo de 1968.
Con ella se desalojó de su lugar de privilegio y exclusividad al Canon Romano.
La tradición romana contó únicamente con este venerable Canon desde el siglo VI. Los cambios que sufrió fueron realmente mínimos: algunas palabras que se corrigieron, variaciones en algunas partes de la lista de los dípticos de Santos.
En el capítulo que dedica a la Eucaristía, la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, no dio indicación alguna para la revisión del Canon Romano.
Pero en los años inmediatamente posteriores hubo importantes cambios, en armonía con la sed de reforma…, con el deseo de destrucción…
En 1967 se produjeron dos modificaciones, ambas en oposición al Concilio de Trento:
— primera, el Canon podía ser pronunciado en voz alta.
— segunda, podía ser traducido a las lenguas vernáculas en las misas con pueblo (Tres abhinc annos, 1ª instrucción del Consilium, 4 de mayo de 1967).
El tercer cambio vino en 1968, con la publicación de tres Plegarias Eucarísticas, las actuales II, III y IV (Decreto de la Congregación de Ritos, 28 de mayo de 1968), terminando así con la tradición romana de la unicidad del Canon.
Como veremos, posteriormente se han multiplicado las alternativas y actualmente la edición vigente en español del Misal Romano presenta un total de trece: las cuatro primeras; las diversas modalidades de la Plegaria Eucarística V (que de hecho son cuatro); las dos de Reconciliación y las tres de misas con niños.
Como anécdota, recordemos el diálogo entre Pablo VI y Monseñor Lefebvre durante la audiencia de 1976:
Monseñor Lefebvre explicó cómo la liturgia se había convertido en el objeto de una creatividad desenfrenada, y dio como prueba: No sé si usted sabe que hay veintitrés plegarias eucarísticas oficiales en Francia.
Pablo VI alzó sus brazos al cielo y dijo: ¡Muchas más, Monseñor, muchas más!
Con todo ello, no solamente se ha alterado el Canon Romano (por las modificaciones introducidas en él y que han dado lugar a la ahora denominada Plegaria Eucarística I o Canon romano), sino que se ha perdido el carácter propio del Canon, es decir de plegaria fija, única, como la misma roca de la fe.
Ahora las plegarias eucarísticas son intercambiables y podrán utilizarse unas u otras a merced de cada situación subjetiva.
Al principio no se pensó en tocar el Canon Romano, ni siquiera en traducirlo. De hecho, en 1967, no se tradujo a las lenguas vernáculas.
Pero los modernistas no lo soportaban. Ya en 1963 Hans Küng, en Palabra y Verdad (Wort und Wahrheit) había propuesto una reducción significativa; y otros propusieron algunos cambios, pues consideraban que el Canon Romano no corresponde a la mentalidad moderna, o que tiene expresiones arcaicas, e incluso hay quienes sostienen que algunos Santos de las listas están alejados de la sensibilidad moderna…
El Consilium trabajaba en una nueva redacción del Canon Romano; pero, en vista de la polémica que esto empezó a causar, el mismo Pablo VI pidió que se lo mantuviera sin introducir cambios en él, y que se buscasen dos o tres anáforas para usarlas en tiempos determinados.
El Consilium se volcó al trabajó, buscando propuestas concretas.
Bugninni, en su libro La reforma litúrgica, páginas 395-428, relata en que consistió esta tarea.
Mientras tanto, Vagaggini llevaba a cabo un profundo estudio en Mont-Cesar en el verano de 1966, y preparó dos esquemas de nuevas plegarias eucarísticas, que serían las bases para las nuevas plegarias eucarísticas.
Primero señala los valores del Canon Romano (cuando los modernistas te palmean… ponte sobre aviso…); y luego indica los pretendidos defectos (¡cuidado que vas contra el Concilio de Trento!…)
¿Cuáles? Pues, la falta de una síntesis de la historia de la salvación, la ausencia del Espíritu Santo y la distribución de las intercesiones, tanto antes como después de la narración de la institución…
¿Y para esto estuvo estudiando en Mont-Cesar?
Es importante recordar que Vagaggini había publicado pocos años antes su libro El sentido teológico de la liturgia, donde presenta la dinámica cristológico-trinitaria de la liturgia como un elemento central de ésta. ¡Uy! ¡Guay!
Al elaborar los esquemas de las nuevas plegarias, sin duda que tuvo muy presente estos conceptos tan importantes…
Cipriano Vagaggini
Semejante tarea hizo que el Consilium fuese ampliado y que participasen en él importantes neo liturgistas modernistas como Wagner, Franquesa, Hänggi, Jounel, Gy, Jungmann, Gelineau, Bouyer, Ligier, Botte y Vagaggini entre otros.
Se crean subcomisiones para cada una de las plegarias y quedan como relatores Jounel para la Plegaria II, Vagaggini para la Plegaria III, Gelineau y Vagaggini para la Plegaria IV y Bouyer para la Plegaria V, aunque esta última, que se basa en la anáfora alejandrina de San Basilio, finalmente no fue aprobada.
Se definió que las nuevas anáforas debían seguir un esquema idéntico: el prefacio variable para las II, III y fijo para la IV, paso breve al sanctus (en la IV es largo), epíclesis consagratoria, narración de la institución, anámnesis, oración de aceptación de la oblación, conmemoración de los santos e intercesiones y doxología final.
Una de estas plegarias debía ser breve, de líneas sencillas y claras, tomando el modelo de la anáfora de Hipólito, la más antigua que se conserva de la tradición romana, según los modernistas, claro está. El resultado fue la Plegaria Eucarística II.
Se determinó que una segunda plegaria debía reflejar con fidelidad el esquema, pasando de una parte a otra con claridad perceptible, a la vez que se pudiera usar con todos los prefacios. Es la Plegaria Eucarística III.
Una tercera plegaria debía exponer, antes de la narración, la economía de la salvación, como lo hace la tradición antioquena. El prefacio debía ser fijo, pues debía narrar el Misterio de Dios en sí mismo y de la creación en general. Es la Plegaria Eucarística IV.
Muchas cosas extrañas a la fe saldrían de esta verdadera Caja de Pandora
Se elaboró el proyecto de una cuarta plegaria, que era la anáfora alejandrina de San Basilio, siendo un signo de comunión con las Iglesias de Oriente. Era expresión de acción de gracias por toda la economía de la salvación, impregnada de términos bíblicos y adaptada a las exigencias catequéticas. Además, se trata de un texto muy importante para el ecumenismo, pues se utiliza en muchas iglesias orientales. Se le objeta que cuenta con una epíclesis después de la narración de la institución y no antes, como lo hace la tradición romana con el Quam oblationem.
El Consilium presentó esta Plegaria el 15 de abril de 1967, pero contó con 15 votos a favor y 16 en contra, por lo que se dejó la decisión a Pablo VI. Finalmente no fue aprobada por la Congregación para la Doctrina de la Fe por la cuestión de la epíclesis.
El esquema con las nuevas Plegarias Eucarísticas (que incluía nueve prefacios nuevos), tras ser aprobado por los miembros del Consilium en abril de 1967, pasó a Pablo VI el 3 de mayo, quien presentó una serie de observaciones; y de ahí a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe y de Ritos, que también hizo sus observaciones.
La aprobación definitiva se concedió el 27 de abril de 1968. Los nuevos ritos fueron promulgados por decreto de la Congregación de Ritos el 23 de mayo de 1968, entrando en vigor desde el 15 de agosto de ese año.
Junto con las tres Plegarias Eucarísticas nuevas se aprobó el uso de ocho nuevos prefacios: dos de adviento, uno para los domingos de cuaresma, dos para los domingos del tiempo ordinario, uno para la eucaristía y dos prefacios comunes.
Las tres nuevas Plegarias Eucarísticas
Una de las principales novedades del Ordo de 1969, en comparación con el Ordo tradicional, es la adición de tres nuevas Plegarias Eucarísticas, como las llaman ellos, a lo que quedó del antiguo Canon Romano.
Como acabamos de ver, incluso antes del Ordo de 1969, Pablo VI ya había introducido una modificación idéntica en el Misal Romano, con tres nuevas Plegarias Eucarísticas que podían sustituir al Canon tradicional, ya toqueteado por Juan XXIII con la inclusión del nombre de San José en el Communicantes.
Por esta razón, un verdadero «canon» dejó de existir en la Misa, es decir, una regla exclusiva según la cual se debe celebrar el sacrificio.
Dado esto, la nueva liturgia llama a todas estas oraciones, incluido el modificado canon romano, Plegarias Eucarísticas.
Ya hemos visto en el Especial anterior que los protestantes dan el nombre de Plegaria Eucarística a la oración que reemplaza el canon.
También hemos mostrado que Lutero, quien tanto proclamaba la necesidad de restaurar la Misa de los tiempos apostólicos y evangélicos, también escribió nuevas plegarias para su cena.
Ciertamente, el primer y principal defecto de estas Plegarias es el de existir: su sola presencia, de hecho, no sólo es un ataque contra el Canon Romano, sino también una embestida contra la noción misma de «canon» (regla inmutable).
El venerable Canon Romano perdió su carácter propio de oración fija, inmutable, como la roca de la fe misma. Se ha vuelto intercambiable. Se lo puede sustituir, según cada circunstancia, por otra de las “Plegarias eucarísticas”.
Y esto manifiesta claramente la astucia del ecumenismo innovador.
Y por eso no llevan el título de canon, sino el de “Plegaria Eucarística”.
Si bien han sido escritas por diferentes autores y sobre temas diferentes, las tres tienen las mismas características: los defectos de la Plegarias Eucarística I, que ya hemos analizado en el Especial anterior; a los cuales se agregan otras graves deficiencias.
Consideremos, pues, algunas de las características principales de las tres nuevas Plegarias Eucarísticas:
— Comienzan por trasladar después de la Consagración la mayor parte de las oraciones; sólo una breve invocación al Espíritu Santo, encerrada entre el Sanctus y el Relato de la institución.
Es evidente que se pretende que el sacerdote llegue a chocar con la Consagración, sin darle el tiempo adecuado para tomar conciencia de lo que va a hacer, sin permitirle prepararse para el misterio infinito que está a punto de realizar.
— En el Canon Romano, la Consagración del pan está precedida por la oración Qui pridie:
El cual, la víspera de su pasión, tomó el pan en sus santas y venerables manos, y, levantados sus ojos al cielo, a Ti, Dios Padre suyo todopoderoso, dándote gracias, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: tomad y comed todos de él.
Y la Consagración del vino está precedida por la oración Simili modo:
De un modo semejante, acabada la cena, tomando este excelente cáliz en sus Santas y venerables manos; dándote igualmente gracias, lo bendijo y dio a sus discípulos, diciendo: Tomad y bebed todos de él.
En el nuevo canon romano, estos textos se han conservado, pero con modificaciones que ya hemos mencionado en el Especial anterior: los signos de puntuación y los caracteres tipográficos.
En las tres nuevas Plegarias Eucarísticas, estos pasajes sufrieron alteraciones profundas y significativas:
Vista del nuevo misal, Plegaria Eucarística II
Vista del nuevo misal, Plegaria Eucarística III
En efecto, se han eliminado las expresiones que destacan el carácter sagrado y santísimo del acto que se va a realizar:
— Es así que sólo se dice que Nuestro Señor “tomó pan”, sin mencionar “en sus santas y venerables manos”.
— Se omite la frase «elevando los ojos al cielo».
— La referencia delicada, llena de amor a su Padre, «A ti, Dios, su Padre todopoderoso», se suprime en la segunda oración eucarística, y se reemplaza por un lacónico «te» en la tercera, y por «ti, Padre Santo», en la cuarta.
Estas tres eliminaciones se han hecho justo cuando la consagración va a poner en causa la omnipotencia del Padre y la santa humanidad del Hijo.
Y esto nos lleva a cuestionar la intención que los ha guiado.
¿Por qué ese silencio? ¿Por qué precisamente en este momento?
La respuesta viene sola: porque han querido desviar la atención y la importancia de lo que constituye esencialmente la Santa Misa.
Tal silencio, precisamente en tal momento, constituye la manera más fácil e inteligente de conducir a los sacerdotes a que pierdan de vista lo esencial de la Misa: la transubstanciación sacrificial, efecto de la omnipotencia divina.
— En general, se han conservado las palabras del Canon Romano tradicional que preceden inmediatamente a la Consagración del vino; sin embargo, se han introducido allí cambios importantes. Además de las modificaciones en la puntuación y la presentación tipográfica ya mencionadas, y juntamente con la supresión de las palabras “en sus santas y venerables manos”, la expresión «este cáliz precioso (o glorioso)» también se reduce a «el cáliz».
La innovación es más importante de lo que parece. Por un lado, la eliminación del adjetivo præclarum («precioso o glorioso») es un paso más en la desacralización general. Por otra parte, y esto es particularmente grave, el hecho de que hunc (este cáliz) sea en adelante sólo «el» cáliz favorece la teoría según la cual el sacerdote no actúa in persona Christi, es decir, como representante de Nuestro Señor.
¿Por qué? Esto requiere una explicación.
La Institutio, como ya sabemos por otros Especiales, no es suficientemente explícita en cuanto al principio de que el sacerdote pronuncia las palabras de la Consagración in persona Christi. Ahora bien, en el texto que estamos examinando, la Misa tradicional nuevamente recurre a un símbolo para indicar que las palabras de la transubstanciación se pronuncian en el nombre de Nuestro Señor. En efecto, el cáliz que el sacerdote tiene ante él se considera como el cáliz mismo, muy sagrado, precioso, glorioso, en el que Jesucristo, por primera vez, teniéndolo en sus santas y venerables manos, convirtió el vino en su preciosísima Sangre.
La eliminación de este símbolo tan fuerte, tan rico, tan portentoso, constituye un paso más, bien concreto, en el debilitamiento de la fe en el principio de que Nuestro Señor, sacerdote principal en todas las Misas, está representado ministerialmente por el sacerdote que celebra.
¡Y quieren hacernos creer que esta misa bastarda expresa la misma fe que la Misa Romana tradicional!
Esto se lo creen solamente los de la neo-F$$PX y todos los línea media, extremistas de centro…
— Luego, justo después de la Consagración, se distrae la atención del sacerdote, dirigiéndola hacia la asamblea, para entablar un diálogo que no hace referencia precisa al Sagrado Sacrificio, ofrecido en ese momento.
— Finalmente, si, mal que mal, se han conservado algunas ideas del Canon Romano sobre la naturaleza de la Misa y sus efectos, han sido sistemáticamente enervados, debilitados, por omisiones bien calculadas:
— El Señor Dios, a Quien se ofrece el Sacrificio, ya no es invocado bajo los títulos de su omnipotencia o de su clemencia infinita.
— Ni una sola palabra sobre nuestra condición de siervos y pecadores, a título de la cual estamos obligados a ofrecer el Santo Sacrificio.
— Nada sobre la Iglesia en cuanto Católica y Apostólica.
— Como resultado de estas alteraciones y manipulaciones, las riquezas inagotables, pero bien definidas, del rito de la Consagración ya no se explicita adecuadamente.
— Las disposiciones internas requeridas para recibir los frutos sobrenaturales del Santo Sacrificio ya no se favorecen adecuadamente.
¿Cómo podemos evitar, entonces, que los sacerdotes y los fieles dejen de percibir gradualmente el significado de la Misa y, por lo mismo, la Misa Católica se deslice hacia la cena protestante?
Se pueden advertir muchas omisiones comunes a las tres nuevas Plegarias Eucarísticas:
— Las referencias a la mediación de Nuestro Señor, casi todas opcionales en la Plegaria I, se reducen aún más en las tres nuevas.
Sabemos que en el Santo Sacrificio de la Misa Jesucristo es el Mediador entre Dios Padre y nosotros; y que esta mediación está especialmente indicada por la fórmula «por Cristo nuestro Señor».
— La Virgen María nunca se dice siempre virgen (el punto es importante porque los protestantes admiten en general la concepción virginal de Cristo, pero niegan que Nuestra Señora haya conservado después la virginidad).
— Se ignoran los méritos de los Santos (y estos siempre permanecen anónimos; incluso San Pedro no es nombrado). En los tres nuevos textos, las invocaciones a los Apóstoles y Mártires ya no son ni siquiera opcionales, sino que desaparecieron por completo…
— Cuando se menciona la fe, nunca se la declara Católica y Apostólica.
— Si las palabras sacrificio y víctima están presentes en las Plegarias III y IV, la finalidad propiciatoria nunca se afirma explícitamente.
— La palabra altar está ausente.
— Los besos al altar han sido eliminados por completo… ¡Claro!… Si no hay altar…, sino sólo una mesa…
— Todas las figuras del sacrificio de Jesucristo (Abel, Abraham, Melquisedec) han desaparecido.
— No se habla más del infierno y ya no se pide el «locum refrigerii, lucis y pacis», tan expresivo y teológicamente preciso, para las Almas del Purgatorio.
— En las nuevas Plegarias Eucarísticas, incluso en la primera, a la que irónicamente siguen llamando canon romano, ha disminuido considerablemente el número de signos de la cruz que hace el sacerdote, así como el de inclinaciones, reverencias y genuflexiones.
— Como ya sabemos, aquí también las rúbricas exigen que las palabras de la consagración, «como lo requiere su naturaleza», sean pronunciadas en voz alta y en tono recitativo o narrativo.
— Pasando a otro aspecto, Santo Tomás explica por qué que no es apropiado rezar en el Canon de la Misa por las personas que están fuera de la Iglesia; de hecho, cuando la liturgia reza por la conversión de los no católicos siempre esa oración está fuera del Canon.
Enseña Santo Tomás, en la Suma Teológica, III, q. 79, a. 7, ad 2:
Como la pasión de Cristo aprovecha a todos para la remisión de la culpa y la obtención de la gracia y de la gloria, pero no tiene efecto más que en quienes se unen a la pasión de Cristo por la fe y la caridad, así este sacrificio, que es memorial de la pasión del Señor, tampoco tiene efecto más que en quienes se unen a este sacramento por la fe y la caridad. Por eso dice San Agustín en Ad Renatum : ¿Por quién se ofrecerá el cuerpo de Cristo, sino por aquellos que son sus miembros? De ahí que en el Canon de la misa no se ore por los que están fuera de la iglesia. No obstante, también a éstos les aprovecha más o menos, en la medida de su devoción.
Y Dom Guéranger, en su Explicación de las oraciones y ceremonias de la Misa, ratifica:
Sería una profanación, si el sacerdote hiciera oír sus nombres en el curso del santo sacrificio. Podemos orar por ellos en secreto, pero no en las oraciones oficiales. Ellos están fuera del sacrificio porque están fuera de la Santa Iglesia; por consiguiente, es imposible mencionarlos en él.
Ahora bien, las nuevas Plegarias Eucarísticas van en contra de esta regla tradicional, enfatizando que no rezan sólo por los fieles, sino por todos los hombres.
La cosa está clara en las Plegarias II y III. La IV es más ambigua, como veremos más abajo.
Para concluir: como regla general, todo lo que, en la Primera Plegaria Eucarística, mal llamada canon romano, suena mal para los oídos católicos, se repite y se acentúa aún más en las tres nuevas Plegarias Eucarísticas.
Con esto se destruía la tradición romana de la unicidad del Canon…, y se encaminaba hacia la supresión del sacrificio perpetuo…
La experiencia de los últimos cincuenta años demuestra que la Plegaria Eucarística I, mal llamada canon romano, sólo es utilizada por algunos sacerdotes “conservadores”, a quienes no les gustan las otras tres y conservan un cadáver…, por eso son conservadores…
Los sacerdotes progresistas sólo celebran con las nuevas Plegarias Eucarísticas, de modo que éstas prácticamente han suplantado incluso al trasformado canon romano, que ha caído en desuso.
Además, la introducción de las nuevas trece Plegarias Eucarísticas abrió el camino a otras innovaciones, y ellas continúan el asedio a la Tradición misma, a punto tal de hacer que la neo F$$PX aceptase, festejase y difundiese el perverso Motu proprio y con él la misa bastarda montiniana…
Nosotros, por nuestra parte, por todas las razones que hemos presentado, no vemos cómo evitar la conclusión, en toda conciencia, de que es imposible aceptar los textos de 1969 de la nueva misa.
Por la misma razón rechazamos el perverso Motu proprio, pues sostiene que “El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la «Lex orandi» de la Iglesia católica de rito latino. El Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por el bienaventurado Juan XXIII debe considerarse como la expresión extraordinaria de la misma «Lex orandi» y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo. Estas dos expresiones de la «lex orandi» de la Iglesia no inducen ninguna división de la «lex credendi» de la Iglesia; son, de hecho, dos usos del único rito romano”.
“Eucaristía” de Benedicto XVI en Sydney 2008
Estructura de la Plegaria Eucarística
La Institutio Generalis dice de la Plegaria Eucarística:
“Ahora comienza el centro y cumbre de toda la celebración: la Plegaria eucarística, es decir, la Plegaria de acción de gracias y de santificación. El sacerdote invita al pueblo a elevar los corazones al Señor en la oración y acción de gracias y lo asocia a la oración que, en nombre de toda la comunidad, él dirige a Dios Padre, por Jesucristo en el Espíritu Santo. El sentido de esta oración es que toda la asamblea de los fieles se una con Cristo en la alabanza de las maravillas de Dios y en la ofrenda del sacrificio. La Plegaria eucarística exige que todos la escuchen con respeto y en silencio”.
Las tres Plegarias Eucarísticas de la nueva reforma protestante tienen algunos elementos en común que las diferencian del Canon romano y de la Plegaria Eucarística I (que no son la misma cosa, como ya sabemos):
— la explícita invocación del Espíritu Santo (epíclesis) sobre el pan y el vino para que se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, que se situó antes del relato de la institución;
— las intercesiones, que se sitúan todas juntas después del relato de la institución y la epíclesis sobre la asamblea.
En lo demás, las tres nuevas plegarias son bastante distintas entre sí.
Sus partes son las siguientes, aunque no todas las Plegarias eucarísticas siguen el mismo orden ni las contienen todas. Intercalamos los comentarios que hacen los liturgistas modernistas:
— Diálogo inicial (igual para todas las Plegarias eucarísticas).
Con él se establece el contacto entre el celebrante y la asamblea y se prepara a ésta para vivir en actitud orante la parte más importante de la eucaristía.
— Alabanza a Dios (o Prefacio).
Acción de gracias en la cual el sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da gracias por la obra de la salvación o por algún aspecto particular de la misma, según los diversos días, fiestas o tiempos.
El misal reformado tenía, en la edición de 1975, 80 prefacios. Ahora ese número ha subido a 98…
— Transición, prolongación de la alabanza (Vere sanctus o Post sanctus).
Comienza con palabras que la conectan con el Santo para continuar la alabanza.
— Primera epíclesis (invocación al Espíritu Santo), sobre los dones.
Con ella la Iglesia, por medio de invocaciones peculiares, implora la fuerza del Espíritu Santo, para que los dones ofrecidos por los hombres sean consagrados.
— Relato de la institución.
— Aclamación.
Con una de las tres fórmulas propuestas, los fieles aclaman el misterio celebrado después de la invitación del celebrante. En las Plegarias eucarísticas para misas con niños hay una mayor variedad en estas aclamaciones.
— Anámnesis.
Memorial de la Pascua. Con ella la Iglesia, cumpliendo el mandato que recibió de Cristo el Señor por medio de los Apóstoles, realiza el memorial del mismo Cristo recordando especialmente su pasión, su resurrección y su ascensión al cielo.
— Oblación.
Por ella, en este memorial la Iglesia, y principalmente la que está aquí y ahora congregada, ofrece al Padre en el Espíritu Santo la víctima inmaculada.
— Segunda epíclesis,
Con ella se implora la efusión del Espíritu Santo sobre la asamblea reunida para celebrar el memorial de la Pascua de Cristo. Está en relación con la primera epíclesis, sobre los dones.
— Intercesiones.
Por las que se expresa que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia del cielo y de la tierra, y que la ofrenda se hace por ella misma y por todos sus miembros, tanto vivos: el Papa, el Obispo y todo el pueblo de Dios, como los difuntos, todos los cuales han sido llamados a participar de la redención y de la salvación adquirida por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
— Conmemoración de los santos.
En ella se hace recuerdo en primer lugar de la Virgen María, y luego de los apóstoles, los mártires y los santos, especialmente aquél que sea recordado en el día.
— Doxología final (alabanza final).
En ella se expresa la glorificación de Dios trino, y se confirma y concluye con la aclamación del pueblo.
— Amén.
Con él que termina la Plegaria Eucarística de forma solemne y comunitaria.
Las Plegarias Eucarísticas en particular
Plegaria Eucarística II
Sobre la Plegaria Eucarística I, ya hemos dicho lo necesario más arriba y, especialmente en el pasado Especial.
La segunda es la plegaria cuya creación se basó en la plegaria de la Tradición Apostólica de Hipólito de Roma.
Es breve, clara y sencilla; se caracteriza sobre todo por su brevedad y concisión…
Ofrece una síntesis de la historia de la salvación con un claro acento cristológico.
Aunque tiene un Prefacio propio, puede ser usada con otros Prefacios, especialmente con aquellos que presentan una síntesis de la historia de la salvación, por ejemplo, los prefacios comunes.
¿Qué hay que decir sobre el llamado Canon de Hipólito (o «mini-canon»)?
La Segunda Plegaria Eucarística (cuya brevedad le ha dado gran éxito y celebridad) a menudo se presenta como el Canon de San Hipólito (siglo III).
Incluso se afirma que sería más antiguo que el Canon Romano.
Dicen que el testimonio más antiguo de una “plegaria eucarística” que se ha conservado está en la Tradición Apostólica, atribuida a Hipólito de Roma.
La Tradición Apostólica es, después de la Didajé, el segundo texto de normativas eclesiásticas más antiguo que se ha conservado. Fue escrito alrededor del año 215. Su probable autor es san Hipólito, presbítero romano y mártir el año 235, con lo cual el texto reflejaría la normativa litúrgica romana de inicios del siglo III.
Como veremos, esto es discutido. No es fácil justificar el cambio de la Plegaria eucarística de Hipólito al Canon Romano del siglo VI, muy distintos entre sí, y no hay testimonios que den cuenta del proceso entre el siglo III y el VI.
No se trata de un texto normativo, para ser leído tal cual, sino de un texto modelo, para ser tenido en cuenta en la improvisación de la plegaria.
Aunque está en un estado menos elaborado que las actuales Plegarias Eucarísticas, es posible reconocer en ella los elementos esenciales:
— el diálogo entre el ministro y los fieles con el que hoy comienza la plegaria,
— una acción de gracias que hoy es el prefacio,
— el relato de la institución,
— y la intercesión final, aquí sólo por la Iglesia, con una epíclesis sobre el pueblo.
Falta la división entre el prefacio y el resto de la plegaria, y por ende también el “Santo”, así como la variedad de intercesiones actuales: por la Iglesia, por la comunidad celebrante, por los difuntos.
La actual Plegaria Eucarística II, elaborada después de la reforma litúrgica, se basó en este “canon”.
¿Qué podemos decir al respecto?
1º) Publicado en 1946 por Dom Botte, en “Sources Chretiennes” II. He aquí, ante todo, el texto:
El Señor esté con vosotros
Y contigo
Levantemos los corazones
Los tenemos en el Señor
Demos gracias al Señor, Dios nuestro
Es cosa digna y justa
Gracias te damos, ¡oh Dios! Por medio de vuestro amado Hijo Jesucristo, a quien nos enviasteis en estos últimos tiempos como Salvador, Redentor y Nuncio de vuestra voluntad, el cual es vuestro Verbo inseparable, por quién Vos hicisteis todas las cosas, y en quién pusisteis vuestras complacencias.
Lo enviasteis del cielo al seno de una Virgen, donde tomó carne por obra del Espíritu Santo, nació de la Virgen y se reveló como vuestro Hijo.
El cumplió vuestra voluntad y os conquistó un pueblo santo; y para librar del castigo a los que en Vos creyeron, extendió los brazos al padecer.
El cual, al salir espontáneamente al encuentro de su Pasión, a fin de desatar los lazos de la muerte y de romper las cadenas del diablo, de aplastar al infierno, de llevar luz a los justos, de dar el último complemento a la creación y de revelar el misterio de la Resurrección…
Tomando el pan y dándoos gracias dijo: Tomad y comed: ESTO ES MI CUERPO QUE POR VOSOTROS SERÁ QUEBRANTADO.
Del mismo modo, tomó el cáliz diciendo: ESTA ES MI SANGRE QUE POR VOSOTROS ES DERRAMADA; cuando esto hiciereis, hacedlo en memoria mía.
Acordándonos pues, de su muerte y resurrección, os ofrecemos el pan y el cáliz, dándoos gracias por habernos hecho dignos de estar en tu presencia y de servir.
Os rogamos pues, que enviéis vuestro Espíritu Santo sobre la oblación de la Santa Iglesia.
Reuniéndolos como en un solo cuerpo, conceded a todos vuestros santos que sean confirmados en la fe verdadera, a fin de que os alabemos y glorifiquemos por medio de vuestro Hijo Jesucristo, por el cual es dada gloria a Vos, Padre, Hijo con el Espíritu Santo, en vuestra Santa Iglesia ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Ahora bien, cuando fue publicado, el susodicho «canon de San Hipólito” fue censurado por la nueva liturgia.
¿Qué sucedía?
Él afirmaba, por ejemplo, que Cristo se entregó voluntariamente a la Pasión para “desatar los lazos de la muerte y de romper las cadenas del diablo, de aplastar al infierno, de llevar luz a los justos”
Este pasaje (¿molesto?), simplemente ha desaparecido de la Plegaria Eucarística II.
2º) Pero, ¿quién fue Hipólito? Porque todavía no lo hemos presentado… Se trata de un sacerdote romano, que se erigió en antipapa contra el Papa Calixto I, pero se reconcilió con su sucesor antes de morir mártir.
Enemistado con el Papa Ceferino y su consejero e inspirador Calixto en relación con la doctrina de Sabelio, su enfrentamiento se agudizó a raíz de la elección del segundo (217-222).
Hipólito fue elegido obispo de Roma por un círculo reducido pero influyente siendo considerado el primer antipapa. A la muerte de Calixto I, siguió Hipólito al frente de su comunidad separada; pero en la persecución de Maximino el Tracio (235-238) los jefes de las dos comunidades de Roma, el Papa Ponciano y él, fueron desterrados a Cerdeña donde murieron poco después. Hipólito se reconcilió con la Iglesia y murió en el destierro siendo sus restos trasladados a Roma con los de Ponciano y venerado como mártir.
El Padre Rouget confiesa:
«Hipólito no da su texto como un canon, es decir, como una fórmula fija y obligatoria, sino más bien como un modelo para la improvisación; su texto nunca se pronunció como tal. Él era un personaje muy reaccionario, opuesto a la jerarquía romana hasta el punto de erigirse en un antipapa (lo cual redimió por el martirio); y es muy posible que haya presentado su anáfora contra la oración eucarística empleada por Roma».
3º) Agreguemos que la reconstitución del texto inicial es hipotética.
Dom Botte dio a su última edición del «canon de Hipólito» el título cauteloso de «Ensayo de reconstitución».
De hecho, se intenta reconstituir un texto escrito probablemente en griego, pero del cual sólo quedan traducciones incorporadas a otros documentos, en los cuales no es fácil distinguir el texto principal de las supuestas citas.
Podemos pensar que este texto, como tal, realmente no ha existido.
Se trata, de hecho, de una reconstrucción operada por Dom Botte a partir de varios documentos litúrgicos antiguos; a los cuales supuso un arquetipo, un antepasado común. Antepasado a quien bautizó como “Tradición Apostólica”, y que ha reconstruido a partir de su mínimo común denominador.
Este texto es un documento fantasma: no se lo puede encontrar en ningún manuscrito. No existe. Es el resultado de una hipótesis.
En resumen, la Plegaria Eucarística II es la adaptación (censurada por los mismos modernistas) de la reconstrucción hipotética del mínimo común denominador de oraciones, de las cuales el autor, si existió, fue un antipapa que, con su texto intentaba oponerse al Canon Romano.
Es difícil encontrar un origen más dudoso… Se trata de una especie de darwinismo litúrgico…
Se comprenden las advertencias de Pío XII contra el arqueologismo…; y habría que extenderlas al evolucionismo modernista…, verdadero transformismo de los ex-simios liturgistas que andan en búsqueda del “eslabón perdido”…, antepasado del Canon Romano…
Las divergencias entre la Plegaria II y el presunto Canon de Hipólito son tan numerosas que puede hablarse de dos textos radicalmente distintos por más que en la citada Plegaria del Misal de Pablo VI se utilice alguna expresión tomada del texto reconstruido por Dom Botte, al tiempo que se suprimen otros como la significativa alusión al demonio que ha desaparecido en la plegaria posconciliar.
Menos aún cuadran las características de la teología patrística de los primeros siglos del cristianismo con un texto como el de la Plegaria II caracterizado por su brevedad y del que los Cardenales Ottaviani y Bacci afirmaron:
“Se ha señalado entre otras cosas que esta Plegaria eucarística II puede ser empleada con toda tranquilidad de conciencia por un sacerdote que ya no crea en la transubstanciación ni en el carácter sacrificial de la Misa; esta plegaria eucarística puede muy bien servir para la celebración de un ministro protestante”.
Y eso porque no aparecen en esta Plegaria alusiones ni al Sacrificio, ni a la Oblación ni a la Víctima.
Como afirmaría poco más tarde el Hermano Max Thurian, de la comunidad protestante ecuménica de Taizé: “Las comunidades no católicas podrán celebrar la Santa Cena con las mismas oraciones que la Iglesia Católica. Teológicamente, es posible”.
Además, el texto antiguo ha sido modificado y repensado de tal modo que la plegaria es, en definitiva, una creación nueva. Y no, ciertamente, como resultado de una madura deliberación. Ante las quejas de Bouyer y de otros miembros del Consilium ad exsequendam Constitutionem de sacra Liturgia por el texto que Bugnini había preparado como Plegaria Eucarística II, éste aceptó realizar algunos cambios, pero les dio un tiempo perentorio para presentarlos: tenían apenas unas horas.
Cuenta Bouyer que a él le daba cierta aprehensión cuando veía esa plegaria en el Misal y recordaba las circunstancias concretas de su composición de manera apurada en la mesa de una trattoria del Trastevere. Bouyer había salido de la reunión del Consilium dispuesto a renunciar. Fue a almorzar con Dom Botte a una trattoria del Trastevere y allí, el benedictino logró convencer al oratoriano de que permaneciera en la Comisión y que prepararán allí mismo la redacción definitiva.
Se trata, pues, de un indigesto… Es evidente que la trattoria era de baja calidad…
Y sigue siendo cierto lo que sostenía Louis Bouyer, que, sin embargo, es uno de los principales promotores de la revolución litúrgica:
“El Canon romano, tal como es hoy, se remonta a San Gregorio Magno. No hay ni en Oriente ni Occidente ninguna plegaria eucarística que, permaneciendo en uso hasta nuestros días, pueda invocar tal antigüedad. No sólo según el juicio de los ortodoxos sino también según el parecer de los anglicanos e incluso de aquellos de entre los protestantes que han guardado algún sentido de la tradición, rechazar este Canon equivaldría por parte de la Iglesia romana a renunciar para siempre a la pretensión de representar la verdadera Iglesia Católica” (citados por los Cardenales Ottaviani y Bacci).
Plegaria Eucarística III
Es una plegaria de nueva creación, más larga que la II y con una estructura con cuatro ideas principales:
— acción de gracias por la obra de la salvación;
— papel del Espíritu Santo;
— la eucaristía como realización de los últimos tiempos;
— íntima relación del sacrificio de Cristo con el de la Iglesia.
No tiene Prefacio propio y puede usarse con cualquier Prefacio.
Plegaria Eucarística IV
Es la más larga de las creadas por el Consilium. Está inspirada en la antigua liturgia antioquena.
Antes del relato de la institución presenta una síntesis de la historia de la salvación.
Su Prefacio es propio e invariable. En él se alaba a Dios en su esencia y en cuanto Creador.
Después del Santo continúa con la historia de la salvación. Es sin duda la más poética de las tres nuevas plegarias.
La Institutio dice que debe usarse preferentemente «para aquellos grupos de creyentes que tienen un conocimiento más profundo de las Escrituras» (artículo 322 d)
Sin embargo, si analizamos cuidadosamente esta oración, no podemos dejar de comprobar que tal texto hace posibles celebraciones ecuménicas con no católicos, especialmente con protestantes.
Por eso, es de temer que los sacerdotes extremadamente progresistas juzguen que «los fieles que tienen un conocimiento más profundo de las Sagradas Escrituras», a las que se refiere la Institutio, ¡son los protestantes!
Analicemos algunos pasajes de esta Plegaria Eucarística.
Según las rúbricas, no se puede tener ningún recuerdo de personas fallecidas determinadas.
La Institutio da la razón de esta extraña disposición en términos lacónicos en su artículo 322d: «En esta oración, no es posible, debido a su estructura, insertar una fórmula especial por difuntos”.
Es difícil entender por qué la «estructura» de una oración eucarística no puede admitir una alusión especial a difuntos determinados.
En términos concretos, digamos que esta sección hace que el texto sea aceptable por los protestantes, quienes niegan la aplicabilidad de la misa a los difuntos.
No se objete que la cuarta Plegaria Eucarística contiene una referencia general a los difuntos, suficiente para distinguirla de la Cena protestante. Una referencia tan vaga no sería rechazada por los discípulos de Lutero, ya que, si niegan la aplicabilidad de los frutos de la Misa a los fieles difuntos, no niegan que podamos recordarlos en nuestras oraciones.
De hecho, la referencia a los difuntos en esta cuarta Plegaria Eucarística es bastante vaga; ella enfatiza que no oramos sólo por los fieles difuntos.
Aquí están las palabras: «Acuérdate también de los que murieron en la paz de Cristo y de todos los difuntos, cuya fe sólo tú conociste”.
Como vemos, ella intercede por aquellos que, aunque no murieron en la paz de Cristo, fueron salvos por su fe, que sólo Dios sabía.
La fórmula puede ser desconcertante porque, aunque es susceptible de una interpretación ortodoxa, tiende a salvar la conciencia de aquellos que no desean pertenecer a la Iglesia Católica: quizás tengan una «fe» desconocida por los hombres, pero conocida por Dios…
La fórmula utilizada en la cuarta Plegaria Eucarística para interceder por los vivos no es menos «ecuménica»:
«Y ahora, Señor, acuérdate de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio: de tu servidor el Papa…; de nuestro Obispo…; del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos, de los oferentes y de los aquí reunidos, de todo tu pueblo santo y de aquellos que te buscan con sincero corazón”.
Tenemos aquí una fórmula que puede interpretarse en un sentido ortodoxo, pero que es ambigua y peligrosa; insinúa que una «sinceridad» vaga y general en «buscar» a Dios es una condición suficiente para la salvación.
La existencia de esta insinuación es innegable, porque, de lo contrario, sería imposible explicar por qué no rezar por todos los hombres en general.
Además, en ningún pasaje de esta cuarta oración eucarística, se especifica que la misa se ofrece en primer lugar por los católicos.
Como hemos visto más arriba, en la Suma Teológica, Santo Tomás explica la razón dogmática por la cual, en el canon de la Misa, no se reza por los que están fuera de la Iglesia.
Las Plegarias Eucarísticas Menores
Como lógica consecuencia se produjo el problema de la creación y proliferación descontrolada de textos de plegarias eucarísticas, que se comenzaron a usar sin la debida autorización…, ¿o, sí?…
Los obispos holandeses, intentando detener esto (¿en serio?), seleccionaron once textos (¿?) y autorizaron su uso (¿¿ ??).
Igual cosa hicieron los obispos belgas, autorizando el uso de cinco textos.
Lo mismo hizo el episcopado de Indonesia.
La Congregación para el Culto daba algunos permisos para experimentar (¿¿ ??), como es el caso de la Plegaria para las misas de sordomudos o para las misas de primera comunión en Filipinas, la adaptación del canon y de las plegarias suizas, para el Congreso Eucarístico de Melbourne y para las plegarias eucarísticas de las misas con niños y con aborígenes (¡¡ !!).
Frente a este surgimiento de muchas y variadas plegarias eucarísticas en distintas partes (¿mera casualidad?), la Congregación para el Culto, asesorada por un importante grupo de peritos, prepara en 1972 una Instrucción para poner orden a esto. ¿Orden, dijeron? No te la creo…
En dicha Instrucción se sostiene que las Conferencias Episcopales que deseen elaborar nuevas Plegarias Eucarísticas deben pedir primero autorización a la Santa Sede, luego elaborarla y, finalmente, pedir a la Santa Sede su aprobación. Y esto será sólo en casos excepcionales.
La Congregación para la Doctrina de la Fe no aprueba esto y decide cerrar el tema, instando a poner fin a los experimentos y a utilizar las plegarias contenidas en el misal, fomentando así el respeto a la disciplina común para toda la Iglesia latina. Uno no sabe si llorar o reír…
La Congregación para el Culto publica una Carta Circular el 27 de abril de 1973 donde explica que no parece oportuno conceder a las Conferencias Episcopales una facultad general de componer y aprobar nuevas plegarias eucarísticas. La razón de esto es que la tradición litúrgica romana tenía una forma fija del Canon, aunque variable en sus prefacios… ¡Sí…, usted leyó bien…!
Lógicamente, serían varias las peticiones de las Conferencias Episcopales para inventar nuevas Plegarias Eucarísticas.
Entre ellas, fue aprobada una para el Sínodo de Suiza. El permiso lo concedió Pablo VI el 14 de febrero de 1974. Se redactó el texto, y fue aprobado por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 20 de julio d 1974, y luego por Pablo VI el 5 de agosto de 1974.
Se trata de una Plegaria con partes variables en el Prefacio y en las intercesiones en torno a cuatro temas. Es la que más adelante será incorporada en el Misal como la Plegaria por las Diversas Necesidades, con sus cuatro variantes.
Otra de las aprobadas fue para el Sínodo Pastoral, del 1º de noviembre de 1974, en Holanda. El permiso se limitó sólo para la inauguración del Sínodo.
Otra fue aprobada para el Congreso Eucarístico de Manaos, en Brasil.
Otras muchas peticiones fueron rechazadas.
Ante numerosas peticiones de autorización para Plegarias Eucarísticas para misas con niños, la misma Congregación para el Culto Divino decidió tomar la iniciativa y pidió autorización, el 3 de mayo de 1973, para preparar una o dos fórmulas. Pablo VI la concedió el 23 de octubre de 1973. Igual cosa sucedió para la celebración del Año Santo de 1974.
Entonces se formó una comisión especial que decidió… tomar mucho café…, y componer tres Plegarias Eucarísticas para niños y dos para el año santo.
La Congregación para la Doctrina de la Fe quería que se editase sólo una Plegaria para la misa de niños y una para el año santo. Pablo VI decidió, después de madura reflexión, claro está, que se publicasen las cinco, pero que cada Conferencia Episcopal eligiese una para niños y una para el año santo.
La Conferencia Episcopal francesa pidió autorización para dejar las cinco Plegarias; permiso que le fue concedido. Luego se autorizó lo mismo a otras conferencias. ¡No es broma, lector!
Como el año santo llegaba a su término, en algunas diócesis se decidió publicarlas bajo el nombre de Prex Eucharistica de reconciliatione, y no ponerlas como un apéndice del misal, sino aparte. Quedaron ad experimentum por tres años, hasta 1977, luego se concedió una prórroga hasta 1980 y después sine die…
Todas estas Plegarias Eucarísticas tienen el carácter de menores, por lo que se ubican separadas de las cuatro grandes Plegarias Eucarísticas.
a) Plegaria para diversas necesidades.
En abril de 1972 la Conferencia Episcopal Suiza, ante la celebración del Sínodo suizo de 1972-1974, decide que un grupo de responsables de las diversas áreas lingüísticas de Suiza, donde se hablan cuatro idiomas, creara una plegaria eucarística según la sensibilidad lingüística del hombre moderno.
El 13 de diciembre de 1973 se presenta a la Santa Sede la solicitud de autorización para la elaboración de esta plegaria. La Santa Sede lo autoriza el 14 de febrero de 1974. La redacción final de la nueva plegaria, con sus cuatro variantes, fue aprobada por la Congregación del Culto Divino, por mandato especial de Pablo VI, el 8 de agosto de 1974.
Ese mismo año la plegaria pasa de la Iglesia Suiza a la Iglesia de Luxemburgo; en 1975 pasa a Austria y Estrasburgo; en 1978 a Francia, Bélgica, Argelia, Marruecos y Túnez, y así se sigue extendiendo su uso por todas las naciones.
Se aprueba su uso no para ser insertado junto a las otras plegarias, sino como un apéndice.
En 1991 la Congregación del Culto Divino presenta la versión latina de esta plegaria, la cual se debe transformar en la base para las traducciones, a la vez que indica que debe ubicarse en el misal romano en la sección «Misa para diversas necesidades».
Se llama «Prex Eucharistica quæ in missis pro variis necessitatibus adhiberi potest».
Comúnmente se les llamaba plegaria V.
En la tercera edición del misal del Vaticano II ya es incluida oficialmente como parte del Misal Romano, incorporándose como un apéndice al Ordo Missæ antes del propio de los santos.
Es una plegaria con un lenguaje poético que expresa el memorial eucarístico con una nueva sensibilidad cristológica, eclesiológica y antropológica, de acuerdo con el Concilio Vaticano II, sobre todo con Gaudium et Spes.
Se trata de una plegaria eucarística que sigue el esquema tradicional definido en la Institutio Generalis.
Es una única plegaria que contiene partes fijas y partes variables significativas, según temas particulares.
Las partes variables son el prefacio y las intercesiones, que aplican a la situación actual de la Iglesia ese motivo particular aclamado en el prefacio.
La parte fija es desde el sanctus hasta la epíclesis de comunión y desde el memento de difuntos hasta el final.
Las partes variables que se proponen tienen mucha relación con las partes fijas, por lo que los prefacios no pueden ser sustituidos por otros. Principalmente debe ser utilizada con las misas por diversas necesidades.
Una rúbrica inicial orienta su uso, sugiriendo formularios con los cuales puede “convenientemente” ser utilizada, pero dejando abierta la posibilidad de ocasiones.
Las variaciones de la plegaria abarcan cuatro temáticas:
— Dios conduce a su Iglesia,
— Jesús, el camino al Padre;
— Jesús, modelo de caridad.
— la Iglesia, en camino hacia la unidad.
El gran tema de fondo tiene que ver con el contexto en el que fueron compuestas: el sínodo. Por eso la plegaria proclama cómo el Señor acompaña a su Iglesia peregrina y le abre el camino a través de este mundo.
b) Plegarias sobre la Reconciliación I y II
Las Plegarias eucarísticas de la Reconciliación fueron creadas en 1974 con vistas al Año Santo de la Reconciliación (1975), con la idea de que los obispos eligieran una u otra.
Finalmente, en 1975, quedaron ambas en el Misal.
La intención de prolongar su uso para celebraciones penitenciales llevó a llamarlas Plegarias Eucarísticas sobre la Reconciliación. Son dos.
Fueron enviadas a las Conferencias Episcopales el 1° de noviembre de 1974 ad experimentum hasta fines de 1977. Luego se dio una prórroga hasta fines de 1980. El 15 de diciembre de 1980 ya se autoriza su uso permanentemente.
El esquema de la primera fue compuesto por D. Rimaud, en un estilo bíblico y poético.
La segunda es cercana a un texto preparado por la Conferencia Episcopal Alemana.
Ambas plegarias buscan que la asamblea asimile con facilidad el texto. Presentan la reconciliación como un evento de la historia de la salvación.
En cuanto a la doctrina eucarística son sobrias.
Las intercesiones son más simples, como una referencia a la oración de los fieles.
En estas plegarias todas sus partes hacen referencia a la reconciliación, y no sólo el prefacio es el que trata el tema más específico.
Sobresale el que en estas plegarias se mira la reconciliación a la luz del Misterio Pascual.
La primera insiste más en el pecado como origen del alejamiento de Dios y de la falta de comunión entre los hombres. En Cristo se produce la plena comunión con Dios y entre los hermanos. Lleva por título: La reconciliación como retorno al Padre.
En la segunda aparece con mayor relieve la idea de la humanidad dividida, que por la acción del Espíritu Santo es conducida a la reconciliación perfecta y a la plena amistad. Su título es: La reconciliación con Dios, fundamento de la concordia humana.
c) Plegarias para las misas con niños
Al igual que las plegarias sobre la reconciliación, las tres Plegarias para las misas con niños fueron presentadas a las Conferencias Episcopales el 1° de noviembre de 1974.
Las preparó la misma comisión que preparó las plegarias sobre la reconciliación. También siguieron el mismo proceso de implantación que aquellas (aprobadas como apéndice primero hasta 1977 y luego hasta 1980, donde se da su aprobación definitiva).
Para la primera se utilizó como base un texto belga-holandés, para la segunda un texto francés y para la tercera un texto alemán.
Posteriormente viene el texto latino, el cual no se hace para ser utilizado en las celebraciones, sino para servir como base a las posteriores traducciones.
Se aconseja no concelebrar en las misas con niños, pero si se hace, hay unas rúbricas que indican el modo de proceder.
Estas plegarias tienen varias particularidades que se entienden a la luz de las características de la asamblea que celebra la eucaristía, que debe ser preferentemente de niños y preadolescentes para justificar su uso.
Tienen un lenguaje claramente más sencillo que las demás Plegarias eucarísticas, sin fórmulas teológicas complejas y adaptadas a una mayor participación, por medio de aclamaciones de la asamblea, haciendo la participación más activa y dinámica.
La primera es la más apropiada para los niños más pequeños, mientras que la tercera, para los más grandes.
La I y la II son las únicas plegarias que llaman “fiesta” a la eucaristía: “Dios y Padre bueno, tú has querido que nos reuniéramos en tu presencia para celebrar una fiesta contigo…” (PE N1); “En verdad, Padre muy querido, hoy estamos de fiesta…” (PE N2).
En la primera, el Santo está dividido en tres partes, que siempre terminan con la aclamación de toda la asamblea: “Hosanna en el cielo”.
La segunda dice en su rúbrica inicial que las aclamaciones propuestas (“Gloria a ti, Señor, porque nos amas”, durante el prefacio, y “Gloria y alabanza a nuestro Dios” o “Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias” durante las intercesiones), excepto el Santo, son facultativas.
El Santo propone una repetición de la última parte, “Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo”, entre la transición y la epíclesis.
La tercera, como dice su rúbrica inicial, “está especialmente indicada para subrayar ante los niños las diversas facetas del año litúrgico: por ello algunas de sus partes varían según los diversos tiempos del año litúrgico.
En esta plegaria se repite tres veces, después de la consagración, la misma aclamación, a fin de que, con esta repetición, quede subrayado ante los niños el carácter laudatorio de toda la Plegaria eucarística.
El mal llamado misal romano cuenta actualmente con trece Plegarias Eucarísticas, que se han mantenido en la tercera edición típica, aunque en un orden distinto.
Los países que tienen plegarias propias las suman a estas trece.
No caben dudas: la nueva misa destruye el rito romano.
Teniendo en cuenta la nueva misa en sí misma, sólo con el texto oficial latino delante de sus ojos, los cardenales Ottaviani y Bacci pudieron escribirle a Pablo VI:
El Novus Ordo Missæ se aleja de manera impresionante, en conjunto y en detalle, de la teología católica de la Santa Misa, cual fue formulada en la XXII Sesión del Concilio de Trento.
La nueva misa viene de la herejía y conduce a la herejía; aunque se la celebre con piedad y conforme a las rúbricas, está impregnada de espíritu protestante; lleva en ella un veneno perjudicial para la fe.
Concluyamos, pues, afirmando que la nueva misa no es agradable a Dios, pues no da la adoración conveniente a Nuestro Señor Jesucristo, además de que plantea serias dudas sobre su validez.
El católico debe rechazar la nueva misa y no puede ni celebrarla, si es sacerdote, ni asistir a ella, si es simple feligrés.
Esa misa no puede obligar, ni puede servir para cumplir el precepto dominical.