CARTA DE LECTORES: TOMÁS MORO: ¿EL TRIGO SE VOLVERÁ CIZAÑA?

trincheraREFLEXIONES DESDE LA INHÓSPITA TRINCHERA II:

¿EL TRIGO SE VOLVERÁ CIZAÑA?

ACASO CUANDO VUELVA, ¿ENCONTRARÉ FE SOBRE LA TIERRA?…

HACER EL BIEN A CORTA DISTANCIA, A CORTO PLAZO

La indignación e impotencia son sentimientos que nacen en nuestro corazón motivados por la realidad que Dios ha querido que vivamos, realidad que, gracias a la confusión que impera, cada uno la confirma según sus creencias. Así, para algunos, estamos en la plenitud de los tiempos, para otros estamos conquistando terreno para consolidar el triunfo del Corazón Inmaculado de María, para otros estamos ya viviendo lo predicho en todas las profecías y particularmente en el Apocalipsis. Por lo tanto, pareciera que existen «muchas realidades» cuando solamente existe una: ¿la tuya, la mía, la del otro…? No, sólo existe una porque «una es la Verdad», aquella que Dios Padre desde toda la eternidad ha querido que vivamos el día de hoy. En la teoría existen muchas pero, ¿y en la práctica, cómo saber cuál es la única realidad verdadera? Para ello tenemos necesariamente que recurrir a las fuentes, al lugar mismo donde está la palabra de Dios, es decir, a las Sagradas Escrituras, a la Revelación que han sido inspiradas por el Espíritu Santo y que por lo tanto no puede haber error. Allí está la Verdad. No pretendo decir nada nuevo, sencillamente es poner en orden algunos pensamientos y así intentar hacer abrir los ojos de quién, hasta ayer, estaba a mi lado en la misma trinchera, y que por circunstancias que sólo Dios juzgará, ha abandonado su puesto creyendo que era su deber ó movido por la obediencia, seguir a quien ahora, tristemente, se ha convertido en un falso pastor.

Partimos de la base, porque así lo dijo Nuestro Señor, que para ser su discípulo debemos renunciar al mundo, cargar con la cruz y seguirle, es decir, seguir Sus Huellas. Toda persona que se precie de ser «católico» debe cumplir con este mandato divino y así lo testifican los miles y miles de santos que lo pusieron en práctica y que gracias a ello conquistaron su lugar en el cielo. Es decir, para poder conquistar nuestro lugar en el cielo debemos primero «morir» a nuestro yo, a nuestro hombre antiguo. Después y sólo después de morir podremos «resucitar» a una nueva vida. Y así Nuestro Señor, como maestro divino, nos lo enseñó dándonos el mejor ejemplo: El murió el Viernes Santo para resucitar el domingo de Pascua, es decir, con Su Ejemplo nos enseñó que jamás podrá acontecer la resurrección sin antes haber pasado por la muerte. Como enseña el catecismo: «no hay redención sin efusión de sangre».

Por el mismo principio sabemos que la Iglesia Católica, Esposa mística de Cristo, debe sufrir y padecer lo mismo que sufrió y padeció Nuestro Señor aquí en la tierra. Debe, según está profetizado, padecer y morir a semejanza de Su Esposo, debe padecer su agonía, su crucifixión y su muerte, y después, y sólo después podrá alcanzar el triunfo profetizado. No puede haber Triunfo si antes, humanamente hablando, no acontece la derrota. La Santa Iglesia nació perseguida, su vida ha transcurrido en la persecución y profetizado está por Nuestro Señor que morirá perseguida. Igual que la vida de Nuestro Señor aquí en la tierra. Así tenemos miles de mártires de todos los tiempos que prefirieron «ser derrotados, humanamente hablando pero vencedores, sobrenaturalmente hablando», y por ello la Santa Iglesia siempre llamó al martirio «Triunfo y no derrota».

Es en este punto donde comienzan las objeciones con mayor peso: «Nuestro Señor prometió que jamás abandonaría a Su Iglesia»; «Nuestro Señor aseguró que estaría con Ella hasta la consumación de los siglos»; «las puertas del infierno no prevalecerán sobre Ella», etc. etc. etc. Podría daros muchos y muy distintos argumentos para que os deis cuenta que vuestras objeciones «no contradicen» lo dicho en el párrafo anterior, sino que vienen a «reforzar y confirmarlo». ¿Cómo?

Aunque parezca muy complejo es mucho más simple. Uno de los errores que han venido a dinamitar «nuestra trinchera» (entiéndase la postura tradicional nacida gracias a la labor de monseñor Lefebvre al fundar la FSSPX, no la actual) es confundir a la Iglesia (con mayúscula), Esposa mística de Cristo, Una, Santa, Católica y Apostólica, la única Iglesia, con la iglesia (con minúscula) visible que nació con el CVII y que, con el paso del tiempo y con anuencia y consentimiento de sus autoridades, ha venido ganando terreno y dispersando desde su mismo seno las tinieblas del Error, a tal punto que según las palabras de la Santísima Virgen María en La Salette «eclipsará» a la Iglesia.

Esta distinción entre Iglesia e iglesia fue una de las mejores enseñanzas que monseñor Lefebvre nos pudo legar cuando escribió aquél artículo «La visibilidad de la Iglesia y la situación actual», el 09 de septiembre de 1.988 en Ecône, precisamente para que sean luz en estos tiempos de tinieblas. Allí nos enseña cuáles son las notas de la verdadera Iglesia y con esa humildad que siempre le caracterizó – entiéndase «humildad» que se basa en la Verdad y no como actualmente nos quiere hacer creer quién ocupa la sede de Pedro – reconoce que esas notas «no están en la iglesia oficial ó conciliar sino en su obra, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X». Y si os cabe alguna duda leed aquella conferencia que predicó con motivo de unos retiros sacerdotales el 04 de setiembre de 1.987 cuando dijo, refiriéndose a la iglesia oficial: «Roma ha perdido la Fe, está en la apostasía. Es necesario que sostengamos, que mantengamos nuestra postura. Han salido de la Iglesia, salen de la Iglesia, es seguro, seguro, seguro. Ya no se puede tener confianza en ellos«. ¿Qué, cómo? Sí, monseñor Lefebvre hace más de veinticinco años nos dio luz para que nosotros la aprovecháramos, la colocáramos encima de la mesa para iluminar toda la realidad y no para encerrarla en un armario como desde hace muchos años lo han hecho y lo vienen haciendo «sus hijos espirituales» – cuando no recortando ó tergiversando -, aquellos que por unas pocas monedas de plata han abandonado aquella gloriosa trinchera, aquella que nuestro fundador cavó con sus propias manos, con su propia sangre, a ejemplo del Cordero que da Su Vida por sus ovejas.

Así es, ya monseñor Lefebvre, que veía y explicaba «proféticamente» el futuro, nuestro presente, nos dio las luces necesarias para estos tiempos de tinieblas, aunque como dice el refrán «en casa de herrero, cuchillo de palo»…porque precisamente sus hijos espirituales, su obra, en lugar de seguir fiel a sus consejos y a su doctrina «bajo pretexto de convertir a
Roma«, ha permitido – consciente ó inconscientemente, Dios los juzgará – el salirse de la trinchera y visitar campo enemigo creyéndose inmune al sida espiritual que reina en Roma y así pueden entenderse todas y cada una de las declaraciones hechas por los jefes de fila de la tradición: «La FSSPX será quién restaure la Tradición en la Iglesia»; «Gracias a ella Roma volverá a ser católica»; «De la mano de la FSSPX Roma se convertirá»…… y así podríamos continuar citando hasta la actualidad cuál es la directriz, desde hace ya muchos años, que mueve a la FSSPX. Pero no vale la pena, ya es demasiado tarde.

El enemigo ha logrado inocular en todos sus miembros, obispos, sacerdotes y laicos, gota por gota, el veneno del sida y sus efectos ya son mortales. De la misma manera que la Iglesia Católica, única arca de salvación, comenzó sus coqueteos con el mundo con el CVII y los frutos están a la vista, a tal extremo que la iglesia conciliar ha eclipsado a la Iglesia Católica, ya no vemos a la Iglesia Católica sino a la pseudo iglesia que ha ocupado su lugar, la FSSPX que nació como arca de salvación para recoger a los que querían salvarse de aquél naufragio, por el mismo coqueteo con esa iglesia, con el enemigo, con el error, con Satanás, ha hecho aguas en su casco y aunque intenten remediarlo la línea de flotación es irrecuperable, aunque para la inmensa mayoría de sus miembros crean precisamente lo contrario, crean que con su acercamiento ya han podido «domesticar a la Bestia» y que ya dentro de su jaula se moverán libremente sin peligro de muerte repentina.

Ellos creen que hoy en Roma está la Iglesia Católica y por eso el afán de «ir a Roma», cuando en realidad lo que está en Roma es «lo que ha eclipsado a la Iglesia Católica», la iglesia conciliar que ha ocupado el lugar santo, profetizado por la Stma. Virgen en La Salette, profecía bien conocida por todos. Basta entrar en la página de la FSSPX en Sudamérica, en el apartado «Textos de nuestro fundador», y he aquí que aparece un único texto, aquella conferencia del 16 de enero de 1.979 a los seminaristas de Ecòne, increíble, inaudito!!!! Citan un texto del año 1.979 y no el verdadero testamento de monseñor Lefebvre, que para todo ser humano, corresponde a los últimos años de su vida, cuando después de las consagraciones episcopales en el año 1.988 monseñor sabía que pronto sería llamado a la presencia de Nuestro Señor y por lo tanto, ya sabiendo asegurada su descendencia espiritual y contando siempre con la gracia de Dios, pudo expresar su pensamiento con total libertad y así en reiteradas ocasiones, especialmente aquél 19 de noviembre de 1.989 con motivo del festejo de sus 50º años de su ordenación sacerdotal manifestó su verdadera doctrina, sus verdaderos principios: comienza describiendo la situación de la iglesia, Roma sometida a los poderes masónicos (igualdad, fraternidad y libertad); habrá un gobierno mundial masónico con el congreso político, dirigido por el Anticristo, y el congreso religioso, dirigido por el pseudo-profeta (clara aplicación del Apocalipsis, las dos Bestias del capítulo 13). Debemos prepararnos para ver estas cosas en los próximos años (acaso no lo vemos hoy, año 2.013????). La lucha es contra Satanás (con sus dos cabezas, el Anticristo y el Pseudo-profeta). Son tiempos excepcionales, por lo tanto debemos tomar medidas excepcionales. No podemos minimizar el combate ni la realidad porque seríamos cómplices del enemigo, perderíamos vigor para defender la Verdad y la Fe (acaso no es esto lo que viene practicando la FSSPX desde hace ya muchos años??? Ya no se la escucha predicar enérgicamente la Verdad y a quién la dice, como mínimo, le llaman la atención!!!!!).

Ahora bien, la Iglesia, Una, Santa, Católica, Apostólica y «Perseguida» (nota que San Pío X decía que era también de la Iglesia) jamás será destruida ni aniquilada porque así lo ha dicho Nuestro Señor, pero debe entenderse a la Iglesia como institución divina y no como mera institución humana. Es aquí donde nace la gran confusión. La parte humana podrá flaquear, podrá capitular, pero jamás lo hará la Iglesia como institución divina, como obra nacida de las manos de Nuestro Señor. Y tal es así que para asegurar su existencia basta con que exista un sólo hombre en toda la tierra que guardase la Fe íntegra, virginal y pura, y ahí estaría la Iglesia Católica en el mundo y el poder de Satanás no la habría vencido. Humanamente hablando la Iglesia estaría vencida, sin embargo sobrenaturalmente NO. ¿Comprendéis , en este momento apocalíptico de la Historia, dónde está la Iglesia Católica?

La Iglesia Católica está en todas aquellas almas que aún no han capitulado, que aún no se han rendido, que aún no se han pasado a las filas del enemigo, que aún conservan en su alma la Fe íntegra, virginal e inmaculada. Allí está la Iglesia y aunque sólo quedase una persona en la tierra allí estaría la Iglesia de Cristo, Esposa mística de Nuestro Señor. Ya lo decía el cardenal Pie en un sermón en el año 1.859: «La Iglesia en los últimos tiempos se verá reducida a su mínima expresión, a nivel doméstico, a nivel familiar».

Ya no es la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, como lo decía monseñor Lefebvre, en donde se encuentran las notas de visibilidad de la Iglesia Católica, sino en todas aquellas personas que no dejándose embelesar por las tentaciones del mundo, de Satanás, han preferido, prefieren ser tomadas por «locos», por «traidores y cobardes», por «actuar con celo amargo», «por desesperanzados, pesimistas, temerosos y pasivos»… He aquí la realidad que Nuestro Señor ha querido que vivamos hoy, aunque lógicamente sólo algunas pocas almas, por misericordia de Dios, puedan verla con los ojos bien abiertos y quieran hacer el bien a corta distancia, a corto plazo, a aquellas personas que hasta hace muy poco estaban en la misma trinchera y que bajo las mismas circunstancias que hace más de 50 años, la iglesia oficial quería convencer a los «locos» que denunciaban lo que estaba pasando y bajo pretexto de «obediencia, autoridad y papado» pretendían someter a todo el rebaño.

Sin embargo, en aquél entonces, «la locura de algunos» hizo posible la expansión de la FSSPX y de la obra de la Tradición y así es como pudo extenderse rápidamente por todo el mundo, bajo pena de ser excomulgados, excomunión que sobrevino en el año 1.988 y que en lugar de amedrentar a aquellos locos sirvió para fortalecer la Fe y confirmarlos como verdaderos discípulos de Nuestro Señor. No existió ningún argumento, para aquellos verdaderos tradicionalistas, que les hiciera ceder en su postura, ni siquiera el «sentirse desagradecidos con aquella iglesia que les había otorgado la Fe por medio del Bautismo hacía ya muchísimos años». Era un deber el apartarse, el resistir y así había que hacer para conservar íntegra la Fe.

Y la historia se repite… aunque ahora la separación no sea de la iglesia oficial, cismática y apóstata, sino de la FSSPX que arrogándose los mismos derechos que anteriormente tenía la Iglesia, pretende arrastrar,»bajo apariencia de victoria, de triunfo y de restauración», a su rebaño al campo enemigo. Empero, «algunos pocos locos» le han salido al encuentro y la FSSPX, utilizando exactamente los mismos argumentos que en su momento usó la iglesia oficial, pretenden destruirlos tildándolos de «locos», de «soberbios», de «falsos pastores», pero estos pocos locos saben que para conservar íntegra la Fe no pueden ceder, y siendo nuevamente excomulgados, ahora de la FSSPX, prefieren el destierro, el desprecio y la persecución.

Pues llegado a este punto uno debe preguntarse el significado ó el por qué de aquellas terribles palabras de Nuestro Señor: Acaso cuando vuelva, ¿encontraré Fe sobre la tierra?

Sabemos muy bien por las Escrituras que en los últimos tiempos Dios le permitirá a Satanás, príncipe de las Tinieblas, ejercer su mayor influencia para intentar conquistar las almas y llevárselas al infierno. Influencia siempre ha ejercido pero sólo en los últimos tiempos tendrá permiso para lograr su objetivo que es la instauración de su reinado aquí en la tierra y coronarse como Príncipe de este mundo. Y para ello necesita la sumisión del poder espiritual ya que no le basta sólo el poder político, necesariamente debe haber una completa unión entre ambos poderes (anunciado ya por monseñor Lefebvre). Así, en el orden espiritual, se vale de los falsos pastores y de los falsos profetas y particularmente del pseudo-profeta para consolidar su reino y destruir la verdadera Fe.

Todo esto ha sido profetizado, capítulo por capítulo en el Apocalipsis de San Juan, lectura que aún siendo oscura e imposible de conocer en todas sus líneas, a medida que la historia avanza puede ir por los hechos manifestándose su contenido, y así revelando el devenir de los acontecimientos, que aunque muy tímidamente, son «luz» en medio de las espesas tinieblas del error. Nuestro Señor dijo que cuando sucedieran las cosas predichas en las Escrituras abramos los ojos porque todo lo predicho se cumpliría, que levantemos nuestros ojos y que oremos y velemos porque su Venida estaría cerca. ¿Realmente está cerca la Segunda Venida ó Parusía de Nuestro Señor? «Nadie lo sabe salvo Mi Padre que está en los cielos», sin embargo las señales están para aprovechase de ellas y procurar, mientras tengamos tiempo, prepararnos lo más santamente posible.

Como primera y fundamental señal debemos hablar del «Katejon», aquella misteriosa palabra de las Sagradas Escrituras, que tantos santos intentaron dilucidar, averiguar cuál era el obstáculo que impediría la manifestación del Anticristo. Se pensó que sería el Imperio Romano, sin embargo éste desapareció y no se manifestó el Anticristo. Han habido muchas teorías pero creo que realmente quién ha dado Luz ha sido, nuevamente, monseñor Lefebvre. En octubre de 1.987 escribe un artículo para la revista Fideliter, cuyo título es «Los tiempos de Tinieblas y de la firmeza en la Fe». En él nos recomienda leer la Segunda carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses que habla de la llegada de la Apostasía, y afirma: «Hemos llegado a los tiempos de las Tinieblas. de la Apostasía. El katejon del que habla las Escrituras no es otro que el «poder romano espiritual», distinto del poder temporal de Roma. Yo pienso que vivimos los tiempos de preparación para la venida del Anticristo».

¿A qué hace referencia el «poder romano espiritual»? Al poder que le viene del Espíritu Santo, 3ª persona de la Santísima Trinidad. A Él se le atribuye la Santidad, y precisamente el poder romano espiritual está basado en la «infalibilidad», tarea propia del Espíritu Santo. El y sólo El garantiza la Verdad excluyendo el Error. Por ello, cuando un papa quería promulgar un dogma, pedía la asistencia del Espíritu Santo y así hablar ex-cátedra y excluir todo tipo de error. Siempre ha sido así en la Iglesia. Durante toda su historia la Iglesia se ha servido del Espíritu Santo para declarar Dogmas y esa infalibilidad, es decir, que no se puede equivocar, que no puede existir el error, le venía directamente del Espíritu Santo. Por lo tanto, el Espíritu Santo ha garantizado siempre la «vida de la Iglesia» porque el Espíritu Santo «vivifica a la Iglesia». Sin Su Presencia la Iglesia está muerta.

Es Él y sólo Él quién ha gobernado a la Iglesia asistiéndola perpetuamente, y gracias a esto la Iglesia ha tenido el poder inquebrantable contra el enemigo, ha mantenido la pureza de la doctrina, la Fe virginal e inmaculada, ha vencido a todos aquellos que a lo largo de la historia han querido destruirla, ha otorgado el espíritu de santidad a la Iglesia, Esposa Mística de Cristo. Sin embargo, desde el CVII el Espíritu Santo ha sido excluido voluntariamente, no se ha querido contar con Su Auxilio, «le han quitado del medio»… y con ello, los propios hombres de iglesia con el papa a la cabeza, han removido el katejon ú obstáculo que impedía la manifestación del Anticristo: ya no existe «el poder romano espiritual» como tal, y como prueba podemos remitirnos a quien hoy ocupa la sede de Pedro, Francisco, que públicamente se niega a ejercer el poder espiritual que se le ha confiado, públicamente se hace llamar obispo de Roma en igualdad de condiciones con cualquier otro obispo del mundo sin distinción, públicamente no se reviste con los símbolos propios del papa, públicamente no está por encima de nadie en ejercicio ni en función. ¿Qué más prueba necesitamos? En la iglesia ya no impera la Verdad, impera el Error, ya no impera el Espíritu Santo, fuente de toda santidad, sólo impera el príncipe de las Tinieblas, padre de la mentira, fuente del error, de la apostasía y de la iniquidad.

En cuanto a todas las demás señales, las encontramos en las Sagradas Escrituras, en el Apocalipsis, en las distintas apariciones de la Virgen, en las profetizadas por monseñor Lefebvre, etc., como por ejemplo la que dice que en los últimos tiempos «la Caridad se enfriaría e iría en aumento el crecimiento de la apostasía y del misterio de iniquidad»: en ese momento levantad vuestras cabezas y alimentar vuestra Esperanza en la pronta intervención de Cristo. ¿Creemos sinceramente que este pensamiento puede desanimar ó por el contrario animarnos, teniendo la doliente Esperanza en Su Segunda Venida?. Doliente porque sabemos que nuestra alma sufrirá persecución, desprecio y hasta quizás el martirio (físico ó espiritual), sin embargo sabemos que «nuestro triunfo está asegurado» porque así lo ha dicho Nuestro Señor y que para vivir eternamente en el cielo necesitamos acrisolar y purificar nuestra alma aquí en la tierra. Se toma como ejemplo la madre que debe dar a luz a su hijo y que si bien los dolores son muy grandes, el gozo de haber traído un hijo al mundo hace olvidar todo lo sufrido. La Santa Iglesia también es comparada en la Escritura con la mujer encinta, es decir, los dolores que al final deberá sufrir la Iglesia serán los más terribles pero Su Fruto es tan bello que necesariamente se ofrece a sufrirlos para así obtener el regreso de Nuestro Señor.

Dichos dolores deben acrisolar, purificar a esas pocas almas que dispersas por el mundo intentan mantenerse fieles a Nuestro Señor desprovistas de todo consuelo humano pero asistidas espiritualmente por su Fe y por la virtud de Fortaleza en grado heroico. Y en aquél momento se hará realidad la aplicación de la parábola del trigo y de la cizaña, tan mal interpretada por los pastores y que éste es otro de las señales de los tiempos en que estamos, ya que Nuestro Señor nos quiere decir con ella que en aquél momento vendrá a segar al trigo y a la cizaña, a los buenos y a los malos, a los escogidos y a los condenados, a los fieles y a los apóstatas. Acaso cuando regrese, ¿encontraré Fe sobre la tierra?, dice Nuestro Señor. Así manifiesta que la apostasía será tan generalizada que si aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría.

Su Iglesia reducida a su mínima expresión, es decir, el trigo que aún quede «como trigo» y no se haya convertido «en cizaña», el trigo que no haya apostatado de su Fe, el trigo que «no haya fornicado con los reyes de la tierra ni haya tenido ningún contacto con nadie que haya fornicado con los reyes de la tierra». E ahí la grave cuestión: el peor peligro no radica en que la cizaña ahogue, asfixie al trigo – porque de asfixiarle el trigo se convertiría en mártir y esto no lo quiere la cizaña – sino que la cizaña haga apostatar al trigo, es decir, que el trigo se convierta en cizaña y por lo tanto hasta ese pequeña porción de trigo ya no mantenga la verdadera Fe en su corazón, íntegra, pura e inmaculada.

Y es por ello que Nuestro Señor deberá acortar esos días porque el sufrimiento, la persecución y el martirio será tan tremendo para aquellas pocas almas que aunque sigan siendo trigo, de retrasar Su Venida hasta ese trigo se perdería, apostatarían, se perderían, y en atención a Su Esposa, la Iglesia, vendrá Nuestro Señor a socorrerla antes de tiempo. No podemos imaginar cuán tremenda será aquella persecución que de prolongarse un poco más en el tiempo significaría la muerte de Su Esposa, algo que jamás podrá suceder.

Recemos para que la parábola de las Diez Vírgenes no sea aplicada en su totalidad a nuestras almas, ya que si bien las diez vírgenes estaban en gracia de Dios, es decir, eran «´vírgenes» y potenciales Esposas de Nuestro Señor, sólo cinco le estaban esperando, sólo cinco habían comprendido el momento que estaban viviendo, sólo cinco supieron interpretar las Escrituras, las profecías, sólo cinco vírgenes pudieron entrar al banquete con Su Esposo. Las otras cinco vírgenes, aún siendo vírgenes – estando en gracia – tuvieron que escuchar la terrible sentencia de Nuestro Señor de que las puertas ya estaban cerradas. Recemos para que no sólo estemos en gracia de Dios sino para que también estemos «velando y orando», henchido nuestro corazón y con la cabeza elevada esperando la llegada de Nuestro Señor en Gloria y Majestad y permitiendo el cumplimiento del Triunfo del Corazón Inmaculado de María, anunciado en Fátima. Es en este momento, y no antes, cuando Su Madre, la Santísima Virgen María, aplastará la cabeza de Satanás, dando comienzo al Reino de Nuestro Señor aquí en la Tierra, reino que cada día pedimos al rezar el Padrenuestro: «Venga a nosotros Tu Reino».

                                Tomás Moro, mártir

Sirvan estas reflexiones como testimonio público de agradecimiento a esos «pocos locos» que han sabido, que saben defender la Verdad, la Fe, ser «voz que clama en el desierto», ser verdaderos pastores, ser Luz que disipa las tinieblas, ser verdaderos hijos espirituales de monseñor Lefebvre. Son los que llamo «los cuatro jinetes del Apocalipsis«: Reverendos Padres Basilio Méramo, Juan Carlos Ceriani, Juan José Turco y Gabriel Grosso. Sus nombres han levantado polvareda, sin embargo debemos aplicar lo que tan sabiamente decía Tomás de Kempis en la Imitación de Cristo: «No atiendas a quién lo dice, sino lo que dice».

Recemos cada día por su perseverancia y santificación, y para que algún otro hijo espiritual de monseñor Lefebvre, hoy fiesta de Pentecostés, reciba los dones del Espíritu Santo y pueda dar Luz a las ovejas que, dispersas por el mundo, sólo anhelan el regreso de Nuestro Señor como Rey y Señor de Señores.