SERMONES SOBRE EL SANTO PATRIARCA

Armadura de Dios

SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ

Esposo de la Bienaventurada Virgen María

Y Patrono de la Iglesia universal

Sexto Día

Lunes de la tercera semana

después de la Octava de Pascua

Sermón de San Bernardo

María se desposó con José, o, mejor dicho, según expresión del Evangelista, “con un varón (vir) cuyo nombre era José”.

Le llama vir (varón), no porque fuese su marido sino porque era hombre de virtud (virtus); o, más bien, otro Evangelista, no llama a José simplemente vir, sino vir eius (el varón a quien María tomó por esposo), y esto muy acertadamente, ya que era menester que le considerara como tal.

Debió pues, ser llamado así, porque debía ser tenido por un esposo ordinario.

Asimismo, aunque no fuese padre de Jesús por naturaleza, mereció que le llamasen Padre del Salvador, hasta el punto de que le tuviesen por según la carne, lo que ocurrió, en efecto, como se colige del testimonio del mismo Evangelista: “Tenía Jesús, al comenzar su ministerio, cerca de treinta años, y era, según creían, hijo de José”.

No hay duda, que este José, con quien se desposó la Madre del Salvador, fue un hombre bueno y fiel. Fue, podemos decir, “el siervo fiel y prudente, a quien constituyó Dios” consuelo de su Madre, sustento de su humanidad y coadjutor fidelísimo, sobre la tierra, de su gran designio.

A esto se añade que de José se afirma que fue de la casa de David. Verdaderamente era de la casa de David. Verdaderamente este hombre llamado José descendía de sangre real; noble en linaje y más noble en cuanto al alma. Verdaderamente hijo de David, y digno de tal padre.

Hijo de David vuelvo a decir, en línea recta, y no sólo por la sangre, sino por la fe, por la santidad, por la devoción; como a otro David, Dios lo encontró conforme a su corazón y digno de confiarle sin temor el secretísimo y sacratísimo arcano de este corazón; y también, como a otro David, le manifestó los secretos y misterios de su sabiduría, y le dio el conocimiento del misterio que ninguno de los príncipes de este siglo conoció.

En fin, Dios le concedió ver y oír a Aquél al cual muchos reyes y profetas desearon ver y no le vieron, desearon oír y no le oyeron; le concedió no sólo la gracia de verle y de oírle, sino de llevarlo en brazos y conducirle de la mano, de abrazarle, besarle, alimentarle y guardarle.

Mas no solamente de José, sino también de María se debe creer que descendía de la casa de David. Porque no se hubiera podido desposar con un varón de la casa de David, si Ella misma no lo fuera también.

Ambos, pues, eran de la casa de David; en María se cumplió la verdad que el Señor había anunciado con juramento a David; José fue el confidente y testigo del cumplimiento de esta promesa divina.

Homilía de San Ambrosio

San Mateo tuvo por conveniente exponer la genealogía del Salvador por Salomón, y San Lucas por Natán; el uno parece que quiere atraer nuestra atención sobre la familia real de la cual descendía Cristo, y el otro que quiere atraerla sobre la raza sacerdotal a la cual Cristo también pertenecía.

Mas esto no hemos de tomarlo de tal suerte que creamos al uno más verídico que al otro, sino que ambos concuerdan en una misma fe y en una misma verdad. Y ciertamente, Cristo, según la carne, fue de familia sacerdotal y real.

Rey descendiente de reyes, y Sacerdote de sacerdotes; y no obstante, los oráculos proféticos no se refieren al parentesco según la carne, sino a las prerrogativas celestiales, cuando se expresan en esta forma: “El rey se regocija en la virtud de Dios”; el poder de juzgar lo ha recibido del Rey, su Padre, y además Cristo es Sacerdote eterno según está escrito: “Tu eres Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”.

Ambos Evangelistas son fieles a la verdad: San Mateo, al exponer la genealogía del Salvador por los reyes, y San Lucas al declarar que tiene un origen más santo cuando expone la genealogía sacerdotal que va de Dios a Cristo. Y así este Evangelista ha sido designado bajo el símbolo de un becerro, ya que se ha propuesto ante todo tratar del ministerio sacerdotal.

No nos admiremos tampoco, si vemos que de Abrahán a Cristo hay más generaciones según San Lucas, y menos según San Mateo, pues, como vemos, cada genealogía es descrita con una nomenclatura de personas diferentes.

A la verdad puede haber sucedido, que los unos hayan tenido vida larga, y que los de la otra genealogía hayan muerto prematuramente, ya que vemos con frecuencia que muchos ancianos viven con sus nietos, al paso que a otros les sobreviene la muerte poco después del nacimiento de sus hijos.

También hemos de notar que San Mateo designa a Jacob padre de José como hijo de Matán, al paso que San Lucas consigna que José, con quien estaba desposada María, era hijo de Helí, y Helí de Melco.

Ahora bien, ¿cómo uno puede tener dos padres, a saber Helí y Jacob? José es considerado como hijo de dos padres porque del uno era hijo según la carne y del otro según la ley.

El pueblo judío no comprendió que este precepto de la adopción legal debía asegurar la perpetuidad futura a una raza de difuntos, sino que, tomando el texto por una profecía, sólo según el sentido literal, desfiguró su belleza.

En efecto, debía haber un hermano que suscitara una descendencia a sus hermanos difuntos; no debía ser, empero su hermano según la carne, sino según la pureza de la gracia.

Y por esto quizá está escrito: “El hermano no rescata, rescata otro hombre”, porque este no es un hermano carnal, sino el Hombre Mediador entre Dios y los demás hombres, Cristo Jesús, el cual propagó la gracia de la resurrección.