Conservando los restos
DOMINGO IN-ALBIS
Primera aparición a los discípulos
(1967)
Hemos leído el relato de la sexta aparición del día de Pascua según está en San Juan.
Digo «sexta» contando la de María Santísima. ¿Cómo sabemos apareció a María Santísima? «Porque tenemos entendimiento -dice San Ignacio de Loyola- y leyendo que apareció a otros muchos, queda entendido que apareció primero a su Madre Santísima.» No hay duda posible.
El Evangelista dice «los Once» porque ésa era entonces la designación de los Apóstoles, pero eran diez, ausente Tomás Dídimo, o sea, el Mellizo.
¿Dónde andaba Tomás y qué andaba haciendo? Esto nos da la razón de por qué los Apóstoles no fueron de inmediato a Galilea, como les había mandado el Señor; y una semana más tarde los encontraremos todavía aquí, sea en la casa de Juan Marcos, sea en el Cenáculo, como es más probable. ESTABAN ESPERANDO A TOMÁS, o buscándolo.
Tomás había huido o se había escondido de miedo: pesaba entonces sobre ellos la acusación de violadores de tumbas, uno de los crímenes más castigados de la antigüedad. Al fin Tomás tuvo más miedo todavía de andar suelto, y cayó al Cenáculo, donde los Apóstoles le narraron la aparición de Cristo y él se negó caprichosamente a creerla, diciendo las palabras que todos saben; o sea, repitiendo las palabras que le acababan de decir los Apóstoles, a saber, que ellos habían visto a Cristo y habían tocado sus manos y sus llagas, o sea, las cicatrices de sus llagas.
Tres cosas hizo Cristo en esta aparición: primero, quitó el temor y la incertidumbre a los suyos; segundo, les enseñó las Escrituras; tercero, instituyó el Sacramento de la Confesión.
I – Los dos Discípulos de Emaús, Cleofás y el otro, que pudo haber sido Lucas, habían venido corriendo a anunciar que habían visto a Jesús; y los Apóstoles comenzaron a discutir con ellos (no Pedro ciertamente, el cual ya también había visto); cuando de repente Cristo «estuvo» en medio dellos: el verbo griego «éstee» indica apareció en medio de golpe; no pasó por las puertas –cerradas.
Se conturbaron y espantaron creyendo ver un fantasma. Cristo los reprende y les dice: «Los fantasmas no tienen carne y huesos, mirad mis manos y mis pies, palpad y ved.» Entonces la incredulidad de miedo se cambia en incredulidad de gozo, como cuando decimos: «Me parece que estoy soñando.»
«¿Tenéis algo que comer?», continuó Cristo. Pescado asado y miel en panal. Comió Cristo y los convidó con bocados; por eso pudo decir más tarde San Pedro en su sermoncito al Centurión Cornelio: «con Él comimos y bebimos después de su Resurrección.
No vale la pena ocuparse de las patrañas que han urdido los racionalistas actuales sobre este lugar, con el fin de borrar la Resurrección; pues son ridículas. Lo curioso es que ni siquiera son originales dellos, pues han sido precedidos por los viejos herejes del siglo II, como Marción y Eutiques.
Hablando de Marción el Doketa, dice Tertuliano que tenía este procedimiento: borraba todos los versículos del Evangelio que iban contra su doctrina, conservando solamente los que podía torcer en pro. Exactamente igual hacen estos sabiazos ahora; de modo que aquí tienen que borrar todo; y así dice el apóstata Loisy que todas estas apariciones en Judea son inventadas y añadidas al Evangelio mucho tiempo después. ¿Cómo lo sabes? Yo estoy convencido. ¿Cómo lo pruebas? Lo digo yo.
II – Después Cristo «les abrió la inteligencia de las Escrituras», es decir, les explicó los Profetas, como a los de Emaús; principalmente las Profecías de su Pasión y Resurrección: «No abandonarás mi alma en los infiernos. Ni permitirás que tu Santo se pudra», dijo Davi. Y además todo el libro de Jonás, que Él mismo había explicado a los judíos como símbolo de la Resurrección.
Cristo tuvo que explicar las Escrituras a los Apóstoles; mas ahora mi amigo N. N., protestante, dice que él abre la Biblia y la entiende hasta el más ocultísimo sentido …
Lástima grande… Que no sea verdad tanta belleza.
¡Cuánto esfuerzo y estudio ahorrado, miles de libros sobre la Escritura, con sólo agarrar a éste y hacerlo Papa -sabe toda la Biblia a primera vista!
III – Cristo instituye el Sacramento de la Confesión en la siguiente forma: sopló sobre los Apóstoles y dijo: «Como mi Padre me envió, así os envío a vosotros. Os doy el Espíritu Santo. A los que perdonaréis los pecados, les serán perdonados; y a los que retuviereis, retenidos son. «
O sea:
«Así como mi Padre me envió a juzgar y perdonar los pecados … «
«Os doy el Espíritu Santo … «, no «os envío el Espíritu Santo» -pues eso será el día de Pentecostés.
«A los que perdonareis y a los que retuviereis, perdonados y retenidos son … «, en tiempo presente.
Si Cristo hubiese dicho solamente: «A los que perdonéis … » podía caber una duda.
Pero al añadir, «a los que retengáis … «, queda instituido un juicio con sentencia absolutoria o no absolutoria.
Para sentenciar en un juicio, hay que conocer la causa; para conocer la causa, en el caso de los Apóstoles y los sacerdotes, el penitente debe declarar sus pecados: los sacerdotes no tenemos la facultad sobrenatural de Cristo de ver sin más ni más los pecados.
Cristo podía decir sin más: «Perdonados te son tus pecados», como hacen ahora algunos pastores protestantes; nosotros no podemos.
Estas palabras de Cristo significan la institución del Sacramento de la Penitencia, no se las puede interpretar de otra manera, es imposible por más vueltas que les des.
La Penitencia, que Lutero llamó «carnicería mental» -carnificina-, es un gran bien que Cristo legó a la Humanidad; incluso cura enfermedades nerviosas; y por lo menos ahorra pecados, evita las recaídas.
Es un bien que es mejor no tener que usar, como son todos los remedios -y los médicos-; pero las enfermedades existen.
Quiero recordar aquí que, si no existe conciencia de pecados graves, la confesión no es obligatoria ni necesaria, aunque sea aconsejable la confesión de meros pecados veniales -si no se hace demasiado o en forma demasiado ligera.
Ni siquiera en Pascua es obligación de confesar, si no hay conciencia de pecado grave: en ese caso el precepto de la Iglesia «confesar al menos una vez al año» se vuelve consejo (nunca está de más), y «comulgar» queda como precepto.
Bien hizo Cristo en instituir la Confesión y el Bautismo después de resucitado, pues en efecto son resurrección del alma.
Hemos de estarle agradecidos por este Sacramento, que es todo lo contrario de lo que dijo Lutero; y la mejor manera de agradecerlo es practicándolo bien; y que los curas se embromen.