P. CERIANI: SERMÓN PARA EL CUARTO DOMINGO DE EPIFANÍA

CUARTO DOMINGO DE EPIFANÍA

En aquel tiempo entró Jesús en una barca, acompañado de sus discípulos, y he aquí que se levantó una tempestad tan recia en el mar que las ondas cubrían la barca; mas Jesús estaba durmiendo. Y, acercándose a Él sus discípulos, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Díceles Jesús: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, puesto en pie, mandó a los vientos y al mar que se apaciguaran, y siguióse una gran bonanza. De lo cual asombrados todos los que estaban allí, se decían: ¿Quién es éste que los vientos y el mar le obedecen?

El Evangelio de este Cuarto Domingo después de Epifanía nos dice que Jesús entró en una barca, acompañado de sus discípulos…

Fueron diversas las ocasiones en que Jesús estuvo relacionado con una embarcación…, y siempre fue en circunstancias que incomodan, que importunan, que fastidian, que irritan, que abruman a nuestras apreciaciones y deseos…, aunque, por lo general, el final fue dichoso…

En una oportunidad lo hizo para predicar desde ella, dada la cantidad de gente que se había congregado en la playa. Y luego pidió a Pedro dirigir la nave a alta mar; el famoso duc in altum, a pesar de toda una noche previa de trabajo infructuoso…

Poco tiempo después, caminando junto al mar de Galilea, vio a Pedro y Andrés, que echaban la red en el mar, y les dijo: Venid en pos de Mí y os haré pescadores de hombres. Al instante, dejando las redes, le siguieron. Pasando adelante, vio a Santiago y Juan en su barca, con Zebedeo su padre, que estaban arreglando sus redes, y los llamó. Ellos al punto, abandonando la barca y a su padre, le siguieron.

En otra ocasión, la que relata el Evangelio de hoy, mientras Jesús dormía, se levantó una tempestad tan recia en el mar, que las ondas cubrían la barca…

La siguiente situación fue más incomprensible para los Apóstoles, dado que, después de la primera multiplicación de los panes, los obligó a reembarcarse, precediéndole, a la ribera opuesta, mientras Él despedía a la muchedumbre. Mas la barca era combatida por las olas. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Jesús a ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar, se turbaron diciendo: Es un fantasma; y en su miedo, se pusieron a gritar.

Las circunstancias de la quinta oportunidad sirvieron para una gran, pero áspera lección. En efecto, los Apóstoles habían olvidado tomar pan, y no tenían consigo en la barca más que uno solo. Jesús les hizo entonces esta advertencia: ¡Cuidado! Guardaos de la levadura de los fariseos, de los saduceos y de Herodes. Por lo cual ellos se hicieron esta reflexión unos a otros: Es que no tenemos panes. Mas conociéndolo, Jesús les dijo: ¿Por qué estáis pensando en que no tenéis panes? ¿No comprendéis todavía? ¿No caéis en la cuenta? ¿Tenéis endurecido vuestro corazón? Teniendo ojos, ¿no veis; y teniendo oídos, ¿no oís? Cuando partí los cinco panes entre los cinco mil, ¿cuántos canastos llenos de pedazos recogisteis? “Doce”, le dijeron. Y cuando partí los siete panes entre los cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de trozos os llevasteis? Le dijeron: “Siete.” Y les dijo: ¿No comprendéis todavía? ¿Cómo no entendéis que no de los panes os quería hablar al deciros: Guardaos de la levadura de los fariseos, de los saduceos y de Herodes? Entonces, comprendieron que no había querido decir que se guardasen de la levadura de los panes, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.

Finalmente, luego de varias apariciones después de resucitado, cansados de esperar a Jesús en Tiberíades, algunos discípulos subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya venía la mañana, Jesús estaba sobre la ribera, pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dijo: Muchachos, ¿tenéis algo para comer? Le respondieron seca y ásperamente: ¡No!

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Si releemos estos pasajes y reflexionamos sobre todas las circunstancias, podremos apreciar que Jesús se relacionó con los discípulos y la barca siempre en medio de contrariedades y situaciones enojosas a nuestra voluntad y a sus gustos.

Por lo general, en la barca suelen ver los exégetas una imagen de la Iglesia. También puede simbolizar cada alma en particular.

Si hacemos una aplicación de la tempestad sosegada a nuestra situación actual, podemos extraer fructuosas lecciones que confirmen nuestra fe y exciten nuestra confianza frente a las tempestades que hoy se levantan por todas partes.

Tenemos que convencernos de que nuestros temores son infundados, pues Nuestro Señor no permanece ajeno a estos asaltos y, lo que es más importante, Él intervendrá en el momento oportuno.

Por lo tanto, debemos afrontar las tempestades con espíritu sereno y corazón tranquilo, sin apoyarnos en recursos humanos, sino sólo en Dios.

Al mismo tiempo, hemos de rechazar el miedo que debilita; y, al contrario, debemos vivir con plena confianza; lo cual no impide sufrir, ni orar, ni pensar en los medios de defensa… Pero que Nuestro Señor no tenga que dirigirnos la amarga reprensión: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?

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En la excelsa poesía Jauja, del Padre Leonardo Castellani, encuentro simbolizada la clave de nuestra perseverancia en medio de las diversas vicisitudes de la travesía hacia el Reino de los Cielos. Intentemos profundizar en su idea, símbolo de la audacia y del denuedo del alma. Resumo lo que ya comenté en noviembre de 2018 (Ver AQUÍ)

Ante todo, notemos que el Padre Castellani identifica la Isla Jauja con el Reino de los Cielos, al cual se llega al cabo de un itinerario lleno de dificultades y que exige un gran esfuerzo, propio del magnánimo. En este contexto, las ideas centrales del poema son las siguientes:

— El viajero sabe adónde va. El motivo del viaje es la búsqueda, pues no se trata de un paradero incierto, sino de la prosecución de un objetivo: Busco la isla de Jauja, sé lo que busco y quiero.

— El viaje es hacia una isla que no figura en los mapas, pues no es de este mundo; y para cuyo acceso no alcanza, pues, el conocimiento de la geografía, ni de la cartografía, ni de las ciencias naturales de este mundo; el viajero hubo de deshacerse, de romper todas estas cosas, pues no le proporcionaban el saber necesario para este viaje. Por eso no la pueden ver los marinos comunes, aunque sean descubridores de mundos.

— No está indicada, pero se presupone la vocación, el llamado; de otro modo el viajero no se habría embarcado hacia Jauja; al contrario, lo hizo porque es la isla prometida.

— Lanzarse a la aventura de buscar Jauja implica una decisión personal y exige el salto al vacío de la fe.

— El viajero se mueve por la fe; la cual pide arriesgarlo todo, aun sin ver, basada en la esperanza, que todavía no posee lo anhelado.

— La promesa la formuló alguien que merece crédito, y que tiene derecho a exigir lanzarse a una travesía tan arriesgada. Rema mar adentro… He aquí, manifestada por estas pocas palabras, la vocación de San Pedro.

— Se llega a Jauja en soledad; y el estado de alma del viajero es un estado de desapropiación y de aislamiento.

— No es una empresa para el hombre común; y esto implica ascesis, sufrimiento y soledad; en resumen, magnanimidad. Duc in altum… significa o se traduce por grandes deseos, ideales nobles y elevados…

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Antes de iniciar la travesía hay que hacer los preparativos; hay que despojarse e incluso romper lazos puramente naturales, como los Discípulos al dejar las redes, la barca… Prodigar la vida…, prodigar el futuro…: Jesús, amarte es pérdida fecunda…, como dijo Santa Teresita

Una vez emprendida la navegación, comienzan los obstáculos a sortear, que son de diversas clases:

1ª) Las fuerzas de la naturaleza, como para los Apóstoles en el Mar de Galilea.

2ª) Las relaciones humanas, sea el dolor de la despedida, como los Discípulos con su padre Zebedeo; sean las dudas que plantean; sean las burlas que hacen; sean las murmuraciones y críticas; sean las tentaciones e insinuaciones a abandonar la travesía.

3ª) Las condiciones propias del viaje y de sus tripulantes; incluida la expectativa del inminente naufragio, pues El naufragio es seguro y es la ley del crucero y a Jauja Sólo se arriba lanzando al arrecife el bote y atacando desnudo a nado el caz.

4ª) Flaquezas del mismo navegante: cansancio; Hambre, no habían pescado nada…, no llevaban más que un pan…; Riesgo absoluto y tentaciones.

Además de todo esto, como para los Apóstoles, cuando no está Jesús presente, el pasaje por la oscuridad se verifica en la desaparición de las Mágicas visiones de Jauja, que hacen de la travesía una labor audaz y da a la misma Jauja una apariencia fantasmagórica, pues apenas se atisba, entre las brumas, enseguida desaparece y obliga al marinero a marchar a oscuras.

Como en el lago: Jesús estaba sobre la ribera, pero los discípulos no sabían que era Jesús…

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El poema requiere una lectura alegórica y mística, pues, para el Padre Castellani, Jauja simboliza el itinerarium mentis ad Deum, pues para alcanzar el Reino de los Cielos es menester realizar un recorrido espiritual, se trata del estadío religioso del que ha superado el meramente ético.

Hay que conocer y entender bien esa descripción magnífica realizada por el Padre Castellani de los tres estadíos, o también tres clases de almas., según la cual tenemos que la vida estética es la dominada por el placer; la vida éticaestá bajo el signo de la lucha y la victoria; la vida religiosa es la regida por el sufrimiento.

La vida estética es la de los que viven en la superficie de las cosas; es la vida dominada por el placer, aunque sea el placer estético. Es la vida en el plano de las sensaciones, de las imágenes, del sentimentalismo. No es que no tengan razón y raciocinio; pero la razón está rebajada de plano.

El vivir en el plano estético trae el vivir en las apariencias, en la exterioridad, el sentimentalismo, el atolondramiento, la irresponsabilidad…; para curarlos hay que subir al plano moral, por medio de un salto.

La vida ética es la que está polarizada a la lucha y la victoria.

El hombre ético es el que es poseído por el sentimiento de justicia y el orden; el hombre adherido a la moral.

El gran estadista es el tipo de esta vida; que por eso se la llama «vida política». El gran estadista es el hombre de la pasión ética, de la lucha, de la victoria en el campo de la moral, es decir, en el campo del alma de los hombres, las multitudes y las naciones.

Este tipo es el que constituye —es decir, debería constituir— la media de la vida humana, el tejido general de la sociedad, o en último caso, lo que llaman las clases dirigentes.

El estadío religioso está bajo el signo del sufrimiento; lo cual quiere decir que el hombre que está en el plano religioso es el hombre que ha mirado, de una vez por todas, cara a cara a la vida —y también a la muerte—; y, habiendo aceptado la vida y la muerte, se ha puesto de un golpe en el centro de la realidad, y se ha puesto en relación de inmediatez con lo divino.

Al hombre religioso este mundo le aparece como una lucha sin victoria, es decir, como un sufrimiento, y en eso se diferencia de los otros dos. Por lo cual puede contemplar esos dos mundos de los otros —el mundo de lo sensible y el mundo de la moral— con un poco de «humorismo». Y esto, y nada más que esto, es la «tristeza cristiana»…

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Decíamos que Jauja simboliza el itinerarium mentis ad Deum, pues para alcanzar el Reino de los Cielos es menester realizar un recorrido espiritual, se trata del estadío religioso del que ha superado el meramente ético.

Es el movimiento hacia Dios, es el Camino de Perfección o Las Moradas, de Santa Teresa; la Subida al Monte Carmelo, de San Juan de la Cruz. De este modo, la navegación hacia Jauja exige la resignación de todo, la aceptación del sufrimiento y el empeño de toda la vida hacia la santidad.

La vida del hombre religioso es una peregrinación, un camino de sangre, un vía crucis, una especie de oscuridad, porque Dios le resulta inaccesible e incomprensible; y, sin embargo, se aferra a Él con obstinación, es como navegar sobre 10.000 metros de agua en una canoa que hace agua.

Al inicio del camino espiritual hay un llamado, que es el toque de Dios en el alma, es la herida del ciervo herido, es la dulce llaga. Es el llamado de Jesús a los discípulos en la playa, invitándolos a dejarlo todo…, el Duc in altum a San Pedro…

En Jauja, es la promesa la que pone el alma en marcha en la búsqueda del Bien atisbado, y cuya ausencia vale todos los sacrificios y dolores, tentaciones y despojos.

Todo el poema está escrito en primera persona del singular porque el viajero se ha tenido que hacer Singular, otro tema preferido del Padre Castellani.

En el poema Jauja, la nave es el alma, y la tripulación, los galeotes, son sus facultades, inteligencia, voluntad, afectos y especialmente pasiones, que en el inicio del recorrido espiritual son fervientes, porque ya no hay otro objeto que reemplace al deseo de la fruición de Dios y las cosas no son obstáculo para la búsqueda de la fuente de todos los bienes creados.

El recorrido espiritual es propiamente la búsqueda, porque Dios es oculto, y en sus designios está el hacerse buscar. Jesús, que se hace el encontradizo en medio del mar embravecido… caminando sobre las olas encrespadas…, o no se deja reconocer estando en la playa…

Se trata, como ya sabemos, de una búsqueda guiada por la fe, zarandeada por las pruebas y purificada por las dos noches, la del sentido y la del espíritu.

Toda la poesía es una exposición de las purificaciones activa y pasiva, construida mediante antítesis y paradojas.

Para que el alma no desfallezca durante la noche del sentido, Dios va alternando períodos de luz y oscuridad, desolaciones y consolaciones.

En cuanto a la noche del espíritu, exige la superación de las pruebas espirituales de diverso origen: el demonio, el mundo, la carne.

El demonio sacude al alma desde afuera, como las fuerzas naturales a la nave.

La carne también se rebela; son los motines de la tripulación, es decir, de las pasiones y de los apetitos, que deben ser sometidos y apaciguados… El desgano de los Apóstoles tras la noche de trabajo infructuoso…

Es clara la referencia al ejercicio ascético del agere contra ignaciano; así como a la resistencia heroica a las tentaciones sensuales.

El mundo, por su parte, suma su persecución, siembra la duda y atenta contra la fe, pues las objeciones en contra del viaje del alma hacia Dios son presentadas por hombres serios, sensatos, representantes de la sabiduría o filosofía, de la prudencia o ética laica y de la ciencia humana del descreído mundo actual: Me decían los hombres serios de mi aldehuela: Si eso fuera seguro con su prueba segura, también me arriesgaría, yo me hiciera a la vela, pero arriesgarlo todo sin saber, es locura.

Es la levadura farisaica, saducea, herodiana…

La respuesta es tajante y firme, propia del magnánimo: Pero arriesgarlo todo justamente es el modo; pues Jauja significa la decisión total. Y es el riesgo absoluto y el arriesgarlo todo es la fórmula única para hacerla real…. Confiado en tu nombre lanzaré las redes

Pero, precisamente, se trata de apostarlo todo para perderlo todo; por eso Jauja no tiene tantos adeptos y muchas almas retroceden cuando empiezan las dificultades: Dar dos recibir cuatro, cosa es de petardista.

La dificultad crece cuando la persecución proviene desde el interior mismo de la Iglesia, que es el puerto donde el alma debe abastecerse con la Doctrina y los Sacramentos: Las gentes de los puertos donde iba a bastimento, risueñas me miraban pasar como a un tilingo. Yo entendía en sus ojos su irónico comento, aunque nada dijeran o aunque hablaran en gringo.

Esta ha sido siempre y será la mayor cruz de los mártires y de los santos: el rechazo y exclusión por parte de las autoridades constituidas, las mismas que debían haberlos protegido.

Entre tanto, durante el vencimiento de obstáculos, tienen lugar las iluminaciones que mantienen al alma en camino hacia Jauja.

Es Jesús que se hace presente, sea al despertar en la barca, sea acercándose a ella caminando sobre las aguas, sea desde la playa.

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Con la octava estrofa termina la descripción del recorrido realizado, pues todas están construidas en tiempo pretérito. Todos los sufrimientos, soportados con paciencia y magnanimidad, han robustecido el alma para lo que se avecina, y la han confirmado en su única aspiración: Busco la isla de Jauja, sé lo que busco y quiero.

Para alcanzar el Reino de los Cielos, el despojo ha de ser total; el naufragio y la desnudez equivalen la Nada de San Juan de la Cruz, que es el medio para alcanzar el Todo: El naufragio es seguro y es la ley del crucero, pues los que quieren verla sin naufragar, son locos… Quieren llegar a ella sano y limpio el esquife, seca la ropa y todos los bagajes en paz, cuando sólo se arriba lanzando al arrecife el bote y atacando desnudo a nado el caz. Busco la isla de Jauja de mis puertos orzando y echando a un solo dado mi vida y mi fortuna.

Es temerario jugarse la vida y la fortuna si se cuenta con una sola tirada de dados, pero en este caso la partida se está jugando contra Dios.

Santa Teresita lo expresó de este modo: Vivir de amor es darse sin medida, sin reclamar salario aquí en la tierra, yo me doy sin cuento, bien segura de que en amor el cálculo no entra…

La espera puede hacerse larga y ardua; pero la perseverancia y constancia son condiciones para la victoria, pero serán premiadas con la posesión de Jauja

Junto a la incertidumbre del momento en que ocurrirá, la seguridad del acceso definitivo al encuentro con Dios aligera y alivia un tanto el corazón.

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Y Jesús dormía o no estaba con ellos. ¿No parece que Dios duerme o nos deja solos en medio de todas nuestras pruebas actuales? En medio de la tormenta, Dios parece permanecer ausente o sordo… mientras la tempestad prosigue sus estragos… Desatinan y se acobardan las almas: ¡Dios nos abandona! ¡Se aproxima el fin!

Las borrascas del mar fueron prontas y pasajeras. Su simbolismo no exigía más; pero la realidad simbolizada, sí, pues las convulsiones o revoluciones se van sucediendo y se prolongan en el tiempo, y hacia el fin de los tiempos, ¡nuestros tiempos!, se han instalado como un estado y ambiente habitual.

En esta situación, nuestra perseverancia encuentra su sostén y firmeza en las claridades del pasado; su confianza y esperanza en el claroscuro futuro de las profecías; y su mérito en la obscuridad del presente.

Mientras perseveramos, admiremos y adoremos la conducta de Dios… Tal perseverancia es muy razonable, y Dios la espera. Es bienhechora, y el gozo y la paz son sus frutos…

El mundo nos parece a menudo más tormentoso que el emborrascado mar de Tiberíades; tempestad que viene de los vientos exteriores, pero, también, y quizás más, de profundos remolinos escondidos…

En este océano del mundo, la nave navega y se mantiene a flote. Jesucristo es el Señor de los vientos y de las olas; y, si permite su furor, será siempre, sin embargo, su vencedor.

Esta fe, debemos tenerla de manera irresistible.

Si a veces tenemos que pasar por una de esas grandes tormentas que azotan a la Iglesia, si incluso nos toca sufrirla y derramar nuestra sangre, nunca debemos dudar del triunfo definitivo de la barca sobre los elementos enfurecidos.

Solo debemos tener nuestra propia parte de resistencia. Todo cristiano debería estar ocupado remando en la barca; no importa si sufre mucho, lo que necesita es perseverancia.

Entonces, no nos dejaremos impresionar por las formas y la fuerza de la tormenta; no nos desanimaremos, nuestro remo debe seguir batiendo las olas, a pesar de los aparentes fracasos.

Debemos seguir luchando de todos modos, debemos enfrentar el viento y las olas, y esto requiere una virtud de fuerza, perseverancia y confianza inquebrantable, que solo el Piloto divino puede comunicar.

En nuestras luchas, en el mar a veces tormentoso de nuestras almas, le oímos decir: ¡No temas, soy yo!

¡Soy yo!, con mi poder y mi amor.

¡Soy yo!, y estoy aquí, aunque no me veas, no me sientas.

¡Soy yo!, y veo tus luchas.

¡Soy yo!, y conmigo el buen resultado es seguro.

¡Soy yo!, y es por mí que tú remas.

¡Soy yo!, y yo seré tu recompensa.

¡Oh Jesús!, nunca quiero dudar de tu presencia. Cualesquiera que sean los accidentes de mi navegación espiritual, siempre escucharé con confianza tu voz pacificadora y entusiasmante: ¡Soy yo!