Conservando los restos
PARÁBOLA DEL CONVITE
(Mateo 22, 1-14)
Respondiendo Jesús les habló de nuevo en parábolas, y dijo: “El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo. Y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas, mas ellos no quisieron venir. Entones envió a otros siervos, a los cuales dijo: “Decid a los convidados: Tengo preparado mi banquete; mis toros y animales cebados han sido sacrificados ya, y todo está a punto: venid a las bodas”. Pero, sin hacerle caso, se fueron el uno a su granja, el otro a sus negocios. Y los restantes agarraron a los siervos, los ultrajaron y los mataron. El rey, encolerizado, envió sus soldados, hizo perecer a aquellos homicidas: y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: “Las bodas están preparadas, mas los convidados no eran dignos. Id, pues, a las encrucijadas de los caminos, y a todos cuantos halléis, invitadlos a las bodas”. Salieron aquellos siervos a los caminos, y reunieron a todos cuantos hallaron, malos y buenos, y la sala de las bodas quedó llena de convidados. Mas cuando el rey entró para ver a los comensales, notó a un hombre que no estaba vestido con el traje de boda. Le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin tener el traje de boda?” Y él enmudeció. Entonces el rey dijo a los siervos: “Atadlo de pies y manos, y arrojadlo a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.”
INVITADO 1. — ¡Hola, Samuele! ¿No fuiste alora a la yerra de convite?
INVITADO 2. — Por lo visto no fuiste tampoco vos, Samuni.
INVITADO 1. — Ni éste neanque … ¿eh, Sámez?
INVITADO 3. — Yo no fui porque vi que ustedes no iban, jinojo.
INVITADO 1. — Yo mai casado una setimana fa, qué vai a andare a convitese; mi moquer e muy esiquente; e el Patrón é demasiado esiquente. Demasiado. Por demáse.
INVITADO 2. — Yo le dije que había comprao una yunta de bueyes y tenía que probarlo. Podía probarlo mañana, verdá. Pero, ¿no dice él mesmo que con los biene que nos arrienda habemo de ganar más biene; y si no, se los quita?
INVITADO 3. — Es tremendo. Yo me compré una casita en Lobos. Es tremendo el hombre, jinojo. De miedo que me quite el Potrero del Sauce me perdí un viajecillo a Europa gratis que me había ofertao mi amigo el deputao al Congreso Mundial de Progreso Rural que se reúne en Aberdeen, o no sé cómo se llama, en la Escocia. Y eso me escuece; y no es chiste, jinojo.
SAMUEL. — Ya lo veo hablando inglés básico al gallego, ¿eh Samuni?
SAMUNI. — Éste te habla toda la lengua come per un tubo. Gayego inteliquente. Decire gayego e decire inteliquente, é lo mismo. Lengua no le falta al gayego, te lo dico ío.
SAMEZ. — Inglés o no inglés, había que aprovechar la bolada, como dicen ustés, caños. Pero este patrón es como todos los patrones, ¡y ojo avizor, que asan carne! ¡No ponerse a tiro, digo yo!
SAMUEL. — Es mucho pior que los otros patrones.
SAMUNI. — É raro el hombre, é raro. Ocorrencia que le da, no la entiende ni Mandinga, propio. É demasiado reliyoso, beatón … e esiquente.
SAMEZ. — Y hay que tener paciencia … y barajar. De Lobos a Laboulaye, toda la tierra es suya. ¡Latifundio!, como dice el Deputao. Pero eso lo vamos a acabar y pronto. ¡Reparto! ¡Reforma agraria! El socialismo arreglará todo.
SAMUEL. — Yo me contentaría con reformarle las leyes. ¡Mire que tiene leyes! Que no haya tropas de potros y burros juntas; que no siembren lino dos años seguidos, sino lino y girasol; que no conchaven peones sin pasar por intendencia; que no maltraten a los peones … ¡como si nojotro no sabemo! …
SAMUNI. — Parece don Cuan Manuel de Rosa, el tirano. Cada mañanita que se levanta, te inventa una leye, te inventa. ¡Ma déque sola a la quente, hombre! ¡Déque tranquila a la quente decente!
SAMEZ. — ¡Y que a mí me obligó a pagarle el oro y el moro a la chiquilla embarazá! ¡A mí! Podía yo haber ido al Jué, jinojo, no tenía pizca de obligación. Pero no quise. Pagué … y a las venideras me atengo. Pagué. Pero voy a recuperarlo como que hay Dios. Así lo proclamé en el comité. Las próximas votaciones … veremos. Se verá si hay arrastre o no hay arrastre, por la Virgen de Compostela.
SAMUNI. — É jue linda la fiesta, corpo di Baco: gayina gorda, chanchito, asao con cuero de ternera, empanada, vino carlón. Diga ostede que uno tiene la sua personalitá, e con eso cregoyo bruto ío non me méscolo, la otra vece me hicieron una broma que yo no te la aguanta; no, no te la aguanta … ni a tu agoela.
SAMUEL. — ¡Épa, amigo, a mí no me meta!
SAMEZ. — Mejorando lo presente, se dice.
SAMUNI. — Ostede claro que no, somo compañero desde el negocito de lo cuero vacuno … e ío, con el que me ayuda, sono más fidele que un pato.
SAMEZ. — Ya deben andar en el baile y la corrida de sortijas.
SAMUEL. — No, en una punta sigue la yerra; y en la otra están comiendo, se ve por la polvadera. La corrida es al atardecer …
SAMUNI. — ¿E se no damo una güeltita por el lao del asao con cuero?
SAMEZ. — Mejor no, jinojo. Casi todos los arrendatarios le han hecho huelga al convite, y nos van a arreparar en cuanto asomemos el hocico. Que se casa el hijo único, el heredero … Muy bien, que se case. Es la pinta del padre, como un buevo y otro buevo. Se hace el mansito. Pero nos va a ir igualmente, son carne y uña. Ellos cobran; nosotros trabajamos, caños.
SAMUNI. — ¿E quién é el que viene ayá, del lao la estancia?
SAMUEL. — Por lo que veo es el Chivato, el pordiosero …
SAMUNI. — ¡Se le han colao anque lo pordiosero, lo bistracco!
SAMEZ. — ¡Hola, Chivato, ven aquí, que tú siempre tienes noticias!
CHIVATO. — Déjeme, don Same, que no paro hasta mi rancho. Anda mal la cosa.
SAMEZ. — ¿Qué pasa?
CHIVATO. — ¡Lo han echao al Arremolino al chiquero de los chanchos! ¡Lo han arrevolcao en el barro! ¡Y áhi quedó! ¡Yo rajé!
SAMUEL. — ¿Hay pelea?
CHIVATO. — ¡No! ¡Qué! ¡El Patrón viejo! Se le enojó el Patrón Viejo porque se entró al salón así no ma como yo, de camiseta, chancletas y bombacha sucia. Yo apreté el gorro porque yo andaba igual. Y bueno, ¡pa qué invitan!
SAMUNI. — Te lo dico ío … ¿A vo te invitaron?
CHIVATO. — A todo el pobrerío del Bajo, a los que estaban en la pulpería ¡y hasta los méndigos de la puerta de la iglesia! De que vio el Patrón Viejo de que loj arrendatario le hacían la güelga al banquete, mandó a la pionada a traerse todo el pobrerío de Lobo pa yenar el salón y no hacer un papelón, porque comida ¡hay ayí a patadas! Y yo caí con todos. “¡Pero limpios!», dijo el pión. Y yo, ¿dónde voy a limpiarme, y ¿había tiempo tan siquiera? El Arremolino dentró muy garifo y se sentó adelante, que creo que a chivo tenía olor … como yo. ¡Qué lindo que estaba el salón! El Novio y la Novia en la cabecera, vestidos que no te digo, todo adornao con laurel rosa y azahar, el Patrón viejo en una tarima, ¡y las mesas! Todo el pobrerío se había bañao y limpiao, eso es cierto, que de angurriento no más el Arremolino… y yo … nos descuidamo. Pero yo no dentré. De la puerta no más biché, y vi que lo sacaban entre tres a los tirones. Pegó un grito el Patrón Viejo y yo me apreté el gorro. Mandó que lo echaran al chiquero. “¡Te voy a enseñar a andar limpio!»
SAMUNI — Eh, como ío te lo dico. El Padrón ese é come Cuan Manuel de Rosa. Prepotente. Aprovechadore.
SAMEZ. — Zambomba, en una fiesta de bodas, le da por la brutalidá. No hay derecho, hombre. Es iracundo, pero hasta allá. Iracundo, hombre, y atrabiliario. Estrangurria parecería que padece. Por eso no me le quise poner a tiro …
SAMUEL. — Ni yo; por si sospechaba algo del negocio de los cueros.
SAMUNI. — Neanque ío; porque no me gusta lo cregoyo, que paréceno spañolo de lo tiempo de la Reconcuista cuando se lo manyábano vivo a lo indio. Prepotente e aprovechadore.
CHIVATO. — Pero no saben lo mejor: se viene para aquí un pión a hablar con ustede. Allí está. Mandó peones pa toos los puesto, a hablar con los encargados que no quisieron asistir. Al empezar el banquete los juntó en grupo y les dio istruciones.
SAMUEL. — ¿Qué istruciones?
CHIVATO. — Pregúntelén a él. Ahí está. Pregúntelén a él. Él sabrá. Yo rajo, por las dudas. El comesario y un montón de melicos andan con ellos.
PEÓN. — ¿Ustedes son arrendatarios?
SAMEZ. — Los mayores. ¿Qué hay?
PEÓN. — Nada especial. Se acabó el banquete.
SAMUEL. — Suponemos. No iban a comer tóo el día.
PEÓN. — Se resintió el Patrón de la «güelga» de ustedes.
SAMUNI. — lo mai casado una setimana fa …
SAMEZ. — Yo compré una casita en Lobos esta mañana misma, y usted comprende …
SAMUEL. — Tenía que probar la yunta nueva …
PEÓN. — Dijo el Patrón que ninguno de ustedes probará su banquete.
SAMUNI. — E pacienza, qué va a fare.
SAMUEL. — Mire qué gracia. ¡Ya se acabó!
PEÓN. — Repartió todas sus tierras entre los que asistieron, el pobrerío completo. Deja todo, y se mete fraile. Trapense, que le dicen. El hijo tiene una estancia en el Sur, y no necesita. El padre ha tenido esa ocurrencia; y ustedes lo conocen: no lo para naides. Repartió todo. El pobrerío anda como loco con la alegría.
SAMUNI. — ¡Ma qué dice! ¡Stá loco!
SAMEZ. — ¡La punta… de la Virgen de Compostela! Era demasiado religioso. ¡Cualquier cosa hay que esperar de un beato! ¡Pero es la ruina!
PEÓN. — Párense. No es eso lo que venía a decirles. Venía a decirles el desalojo. Ha dado orden de desalojo de todos los arrendatarios que le han hecho el desaire …
SAMEZ. — ¡Pero no, no pué ser, hombre!
SAMUEL. — Como sea cierto eso, me conocerán.
SAMUNI. — Ma osté no va a salir vivo de acá, querido, esto no se poede fare. Ma me échano a la caye, con moquer e todo. Ma me échano a la miseria viva. Ma me esguázano el cogote con esto. Ma non é vero, é mentira, vamo, osté miente; ¡e osté, é un mentiroso!
PEÓN. — Aquí están los papeles.
(Los tres se echan sobre el peón y lo golpean hasta dejarlo por muerto. Después huyen hacia el despoblado. Aparece el Comisario y tres milicos, uno levanta al muerto, el resto sale a todo rebenque en seguimiento de los fugitivos.)