RADIO CRISTIANDAD: EL FARO

Conservando los restos

A SU ENCUENTRO

Narrado por Fabián Vázquez (once minutos)

Al día siguiente, un gran gentío
que había venido a la fiesta,
habiendo oído que Jesús venía a Jerusalén,
tomaron ramos de las palmas y salieron
A SU ENCUENTRO
exclamando: ¡Hosanna, hosanna!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor,
el Rey de Israel.
(San Juan, XII, 13)

OBVIAM EI

Hay muchas maneras de ir a su encuentro, y si se contasen sus discípulos el día de Ramos, su aprisco desbordaría.

Pero hay en Él una variedad de aspectos, una complejidad que desconcierta a nuestra sabiduría bastarda, y no sabemos bien, cuando se nos dice que nos encaminemos hacia Él, bajo qué forma se nos va a presentar.

Ir al encuentro de la muerte, del enemigo, de una mala noticia; ir como el marinero al encuentro del mar proceloso y de la tempestad salvaje; ir al encuentro del Maestro nocturno, del Esposo de medianoche; ir al encuentro de Judas y de la cohorte; ir al encuentro de la justicia o de la calumnia, son modos de ir muy distintos, y que tal vez me serán impuestos.

¿Cuál será en el horizonte ascendente de mi vida, en el trayecto desconocido señalado a mis días venideros, el encuentro que me está preparado?

Señor, yo no puedo mentir; no puedo decir que mi sendero esté expedito, y que delante de mí no haya más que mi sombra. Te veo cerrándome el paso, sé que hoy como ayer y como mañana, voy a concluir por hacer lo que me exiges cada día; sé que en eso eres inevitable, y que, desde tu venida a la tierra, eres el término a donde van a parar todos los pasos de los hijos de los hombres.

Yo te veo. Tus labios no han hablado aún y ya te pregunto, porque mi cobarde sopor se conmueve ante tu llegada, y todos mis defectos se sobresaltan confusamente, dispuestos a defenderse, como un ejército al oír la voz de alerta en plena noche.

Tu llegada es luminosa, y mi alma, como los murciélagos, prefiere naturalmente las muelles sombras del crepúsculo.

Obviam ei. He sido lanzado hacia Ti con todo ti peso de mi ser y con toda la fuerza de tu gracia, y vamos a encontrarnos.

¿Qué serás Tú para mí?, ¿bajo qué terribles apariencias vas a mostrarte? ¿No me sumergirán mis miserias como las olas de Genezaret a tu apóstol cuando se encaminaba hacia Ti?

He aquí que estamos ahora cara a cara, y sobre mis ojos que se entreabren, siendo tu mirada fija, inmutable y todopoderosa, y la suerte de mi vida va a jugarse tal vez para siempre en este momento supremo en el que debo comprenderte, y en el que por la pureza de corazón debo ver lo que es Dios.

(…)

Es absolutamente inútil querer eludir su encuentro, y sería hipócrita, el querer hacerse el disimulado y pasar al lado de Jesucristo suplicante, queriendo aparentar como que no se ha visto nada, ni se ha oído nada.

Los generosos no son los que se juntan al cortejo triunfal, y arrojan palmas cuando todo el mundo canta Hosanna. Son más bien los sinceros, que sin ilusiones acerca de la aspereza de los obstáculos, y sabiendo que los guijarros del camino les harán sangrar los pies, han respondido deliberadamente al Redentor: Estamos dispuestos a seguirte por todas partes, para todo y por siempre.

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