Conservando los restos
ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN ACTUAL
Y SU SOLUCIÓN
(a la luz del magisterio del R.P. Leonardo Castellani)
(II)
LA DESTRUCCIÓN DE LA TRADICIÓN
[SAN AGUSTÍN Y NOSOTROS, 3/54), Edic. Jauja, capítulo V, págs 91-107]
¿Cuál es la característica de nuestra época sino un inmenso movimiento por destruir hasta la raíz la tradición occidental y una heroica decisión de conservarla y revivificarla? (Prólogo, página 10).
Es desagradable ser profeta de desgracias, y paga mucho más ser profeta de venturas; y yo pido a Dios me haga mal profeta de desgracias. Pero la destrucción de la tradición en Occidente es una cosa que está allí delante, y cerrar los ojos ante ella es como cerrar los ojos andando por la calle. Abrir los ojos puede ser un remedio en todo caso, por aquello de que «La primera medicina es saber la enfermedad»
(…)
¿Existe pues una «antitradición», es decir una tradición mala y otra buena? No existe propiamente hablando una «antitradición»; lo que existe en la historia son ataques continuos a la tradición vigente, que no forman entre sí un todo, porque son diferentes y hasta opuestos entre ellos.
(…)
La Humanidad camina hacia la resolución del gran drama de la Historia, drama que tiene un protagonista y muchos antagonistas.
(…)
La situación actual del mundo, eso que llaman la «crisis contemporánea», es la de una destrucción progresiva de la tradición occidental y de una defensa de ella. La Iglesia Católica, que es tradicionalista por excelencia, no hace nada nuevo desde el Concilio de Trento: se limita a defender lo que hay: «confirma cetera, quæ moritura erant»; y las sucesivas rupturas, de la tradición religiosa (Lutero), de la tradición filosófica (Descartes), de la tradición política (Rousseau), y consiguientemente de la tradición social, e incluso de la tradición artística, se producen desde diferentes sectores y con diferentes motivos. Una casa es una casa: los que asaltan una casa pueden venir de diferentes partes, pero los que la defienden responden desde el centro.
(…)
¿Qué podemos hacer nosotros, si todo esto depende de una serie de destrucciones sucesivas y forma parte de una destrucción que avanza? «Conserva las cosas que han quedado, las cuales son perecederas», le manda decir Jesucristo al Ángel de la Iglesia de Sardes, la quinta Iglesia del Apokalipsis; lo cual quiere decir «atente a la tradición», que es lo que ha hecho la Iglesia desde el Concilio de Trento. Pero el texto griego dice un poco diferente y más enérgico: «robustece lo que ha quedado, que de todas maneras ha de perecer».
Pero esto es inhumano, se nos manda luchar por una cosa que va a perecer, luchar sin esperanza de victoria, lo cual es imposible al hombre. Es imposible al hombre que está en el plano ético, cuyo signo es la lucha y la victoria; pero no al hombre que está en el plano religioso, el cual lucha por Dios, y sabe que la la victoria de Dios es segura, y que él ha nacido para ser usado, quizá para ser derrotado, ¿qué importa? ¡Hemos nacido para ser usados! ¿Por quién? ¡No por el Estado, por el Padre que está en los cielos! «Porque sabes que no llegarás, por eso eres grande», dijo un poeta, que por cierto no se puso nunca en este plano, nunca fue grande.
Tenemos que luchar por todas las cosas buenas que han quedado hasta el último reducto, prescindiendo de si esas cosas serán todas «integradas de nuevo en Cristo», como decía San Pío X, por nuestras propias fuerzas o por la fuerza incontrolable de la Segunda Venida de Cristo. «La Verdad es eterna, y ha de prevalecer, sea que yo la haga prevalecer o no».
Por eso debemos oponernos a la ley del divorcio, debemos oponernos a la nueva esclavitud y a la guerra social, y debemos oponernos a la filosofía idealista, y eso sin saber si vamos a vencer o no. «Dios no nos dice que venzamos, Dios nos pide que no seamos vencidos».
¡La Iglesia es eterna!, dicen los democristianos. La Iglesia es eterna en le sentido que Jesucristo habló; pero la organización externa de la Iglesia, digamos el Vaticano, no es eterna: esa organización ha sido quebrada y reformada muchas veces. Y la Iglesia será quebrada al fin del mundo. Lo que es eterno es el alma del hombre unida a Dios… unida a Dios para ser usada.
¿CÓMO SALIR?
[Las Canciones de Militis – Cabildo Nº 570 9/5/1944]
¿Cómo vamos a salir de esto? La gente ya quiere salir. A lo mejor Dios quiere que estemos «adentro» un rato largo todavía.
Destrozando las sociedades naturales en favor de la agrupación financiera, el liberalismo ha arrasado políticamente a nuestra nación, convirtiéndola en una Sahara sin oasis.
La salida es reconstruir las sociedades naturales.
La primera sociedad natural es la familia. Ese es el orden natural; la célula social es la familia.
Uno se pregunta de inmediato si ese mismo es el orden de ejecución política, o sea, el orden de oportunidad.
Es necesario restaurar al plano político la familia, el gremio, la comuna, la corporación, las instituciones paraestatales (Universidad, Ejército, Iglesia) y, por último, al mismo Estado.
En todo proceso de cambio sustancial la totalidad domina las partes. El Estado ha sido debilitado a fondo y desplazado en parte por la llamada «democracia», instrumento de dominación de las fuerzas económicas.
Es necesario que el Estado recobre cuanto antes su esfera propia y adquiera la absoluta autoridad que le falta; la cual es de orden moral y consiste en el consenso popular y en la confianza y entusiasmo del pueblo.
Todo el panorama del mundo está dominado por el gran hecho de la lucha de clases, y por los dos movimientos modernos que se pretenden soluciones a la injusticia y al caos: el comunismo y el nacionalismo.
El nacionalismo hasta ahora carece de doctrina y se presenta como una serie de reflejos necesarios y nobles, pero que aún no parecen trascender la región del sentimiento y del instinto. Corre el peligro de ilusionarse: de querer sustituir las soluciones específicamente políticas (que no posee) por la apelación a los sentimientos nobles como sacrificio, combatividad juvenil, heroísmo guerrero, aspiraciones al Reino de Dios.
Muchas de las soluciones propuestas son plagiadas del socialismo; y su dirección focal no es el sentido militante de la vida, propio del cristianismo, sino el sentido burgués rebañego, propio del socialismo.
Una prueba concreta del empirismo nacionalista y su penuria de filosofía política es su conducta frente a la Iglesia. Ha tomado hacia ella dos actitudes igualmente pueriles: aprovecharla o molestarla.
Primera: He aquí una sociedad antigua y misteriosa, fuertemente organizada. Me conviene ponerla de mi parte para uncirla a mi política
==> Le haré concesiones y subsidios (actitud italiana).
Segunda: He aquí una sociedad antigua y misteriosa, fuertemente organizada. Me puede estorbar en mi política
==> La aplastaré políticamente (actitud prusiana).
Las dos actitudes ignoran supinamente la naturaleza incluso histórica y empírica del Catolicismo, y lo ponen simplemente a un lado del camino, lo mismo que los liberales.
La inteligencia argentina tiene hoy una tarea y un deber sacro, que es pensar la patria. Fuera de eso, todo lo demás es pereza mental, falta de conciencia o esa sutil degeneración intelectual que se llama diletantismo.
TEORÍA Y PRÁCTICA
[Las Canciones de Militis – Cabildo Nº 589 28/5/1944]
Si por nacionalismo se entiende un fenómeno histórico sociológico del mundo actual aparecido después de la guerra del 14, que pretende ser la solución al problema político contemporáneo entre la insuficiencia indudable de la solución liberal y la falsedad manifiesta de la solución marxista, entonces eso todavía no tiene doctrina.
Entre nosotros hay que dar otra definición de nacionalismo: una cosa todavía informe, compuesta de dos elementos sentimentales: una repulsión total hacia el estado de cosas llamado «régimen», unida a una viva emoción de patria.
Entre la pura teoría (que es filosofía) y la pura práctica (que es arte política) existe una zona media en donde la idea se encarna y en donde el problema singular se intelectualiza.
Eso se llama doctrina política.
Y eso es absolutamente necesario para fijar el médano. La idea es el viento. Los hechos son la arena. El árbol es la doctrina que se nutre de los dos.
Doctrina significa una cosa que se puede enseñar.
El Evangelio es la idea. La práctica son los hechos concretos de los cristianos. La doctrina son el Canon, las obras de los Padres, la Teología, la Liturgia, la Moral, el Derecho Canónico.
Hay que pensar la patria, y no basta hacer muchos discursos, muchos cambios de personal técnico…
Le temo al vicio capital de la mente argentina que es la improvisación.
Le temo a los sabelotodo, a los avivados, a los explosivos, a los facilones, a los practicones, a los suficientes, a los presuntuosos, a los precipitados, a los copistas, a los plagiarios, a los agitados, a los aplebeyados, a los eufóricos y a los fanáticos.
San Juan de la Cruz dijo: «Hay algunos que se arrojan impetuosamente a la acción careciendo de contemplación. Creen que van a salvar al mundo con sus predicaciones y sus obras. ¿Qué hacen ellos en el fondo? Muy poco bien. Algunos nada. Otros positivamente dañan».
RECUPERACIÓN ECONÓMICA
[Decíamos ayer 6/11/1944]
Dígale a la gente la verdad obvia de que estamos encadenados económicamente y enseguida se alborota y quiere oír ruido de rotas cadenas. Pero nadie les hace ver que esas cadenas se las pusieron como a Sansón, porque se dejó cortar la melena. Y quien se la cortó fue una prostituta.
La recuperación económica de la Argentina es imposible sin echar a la prostituta y dejar crecer la melena. Y eso pide luz, energía y tiempo.
La recuperación económica de una nación moderna, o sea la fractura del potente capitalismo internacional, o sea el derribo del Torito de Oro, es empresa superior a las fuerzas de un hombre solo, de un escuadrón de hombres y de un ejército de hombres, si no tienen a Dios con ellos, o sea al Hijo de Dios, cuyo nombre es Verbo o Sabiduría.
Queremos decir que se trata de una empresa de orden moral. Y que su centro de gravedad es la Justicia.
El nuevo orden justo está indisolublemente ligado a la solución de nuestro problema político; y nuestro problema político es un problema total, poliédrico, que abarca incluso facetas religiosas, problemas que mi tío el cura definía diciendo: «Políticamente, la Argentina es un desierto, porque se ha atrofiado en el argentino el sentido de lo sacro», queriendo aludir a la Justicia, esa palabra tan genuinamente sacra.
La recuperación económica es imposible, a no ser como parte de una gran Restauración. Una gran restauración presupone una gran Renovación espiritual. Una gran renovación espiritual no es dable sin una Resurrección de la Justicia.
La Justicia en la Argentina está enferma, si es que no ha muerto. Por tanto, lo que tiene que pasar aquí por ahora, de acuerdo a las inmutables leyes de la moral, es que seguirá el extranjero llevándose nuestros bienes temporales, en tanto que sigamos mostrándonos incapaces de retener y restaurar nuestros bienes eternos.
Una sociedad no puede existir sin justicia. En la sociedad argentina la justicia ha estado y sigue estando desfalleciente, por lo menos en el Estado.
ELEGÍA EN UN DESIERTO
[Decíamos ayer 27/10/1944]
¡La recuperación económica! Despídanse de ella.
Por una dura misericordia de Dios, el católico no puede conseguir la añadidura si no consigue primero el Reino.
Desde que hemos dejado entrar el divisor, no podemos quejarnos que se lleven el dividendo.
Despidámonos de la recuperación económica hecha por medios económicos. Dicen que el problema económico depende del problema político. ¡Alto! La recuperación económica supone una restauración total. Una restauración total supone el restablecimiento de la justicia. Y el restablecimiento de la justicia supone la adoración de la Verdad y la primacía de la Inteligencia.
Creo que los únicos que pueden salvarnos son los Estados Unidos. Los grandes servicios, ¿quiénes nos los hacen sino aquellos que nos quieren embromar? ¡Esos Estados Unidos van a conseguir al fin unirnos y hasta santificarnos! Van a hacer que acabemos por encontrarnos a nosotros mismos. Si no fuera por ellos, seríamos capaces de volvernos iguales que ellos.
¿QUÉ TENEMOS QUE HACER?
[Cristo, ¿vuelve o no vuelve?]
Hay mucha gente desanimada por la política. Andan preguntando: «¿qué tenemos que hacer?». Algunos ni siquiera preguntan, sino que resueltamente dicen: «No hay nada que hacer».
Para un cristiano, la respuesta es muy sencilla: hay que salvar el alma.
– ¿Y la Patria?
– Salvar la Patria también, de ese modo.
– Primero salvar el alma, y ¿después?
– No. Las dos cosas juntas. A la vez, pero la segunda condicionada a la primera.
– No entiendo, dice el argentino, que le gusta más la política que el alma.
– Es muy sencillo. Ustedes, muchas veces quieren poner orden afuera sin tener primero orden adentro.
En concreto: hacer todo el bien que uno puede alrededor suyo, a corta distancia, lo que está a mano, sin embarazarse de grandes planes, de grandes empresas, de grandes proyectos, de grandes revoluciones.
PRIMERO POLÍTICA
[Las ideas de mi tío el cura, XV, págs. 133-139]
En cuanto gran país presentemente,
como cualquiera lo sabe,
Si el problema moral es el más grave,
el político empero, el más urgente.
Eso quiero decir yo con la fórmula «primero política». Primero en el tiempo, no en la naturaleza.
Esa fórmula tiene dos sentidos falsos; pero puede tener un sentido sano. Es una fórmula ambigua, como casi todas las que usa este mundo confusionario.
Primer sentido malo: que la política, en el sentido hegeliano, sea la primordial de las humanas operaciones, por arriba de la virtud y de la contemplación. Error pantheo-cesarista de Hegel = estadismo.
Segundo sentido malo (más sutil): que lo político es heterogéneo a lo moral; la política un puro arte y no una ciencia ni una prudencia, y que puede y debe, por ende, ser concebida y cultivada independientemente. Viejo error filosófico. Este es el desliz amoralista de Macchiavello = exitismo.
Sentido sano: dado que por ley necesaria del agir humano los errores teológicos y amorales descienden siempre a encarnarse en realizaciones políticas, puede darse el caso de un Estado de tal suerte invadido por ellos que la operación restauradora del orden sea forzada de empezar por abajo: que una acción política inmediata condicione sinequanón toda otra acción de orden superior.
En sí, según el orden esencial de las cosas, lo político se subordina a lo moral. Subordinación total, fundada sobre la subordinación de los fines: pues el fin de la política no es Dios mismo, por consiguiente, por elevado que sea, está infinitamente por abajo del fin de la moral, que es Dios mismo, soberana beatitud del hombre.
Pero, en el orden de la ejecución, el medio próximo y condicionante de todos los demás, el cual debe presuponerse para asegurar el porvenir de la inteligencia y la restauración del orden, es una redistribución de la autoridad en la polis que no sea contra la naturaleza.
Sin esa condición, todos los esfuerzos individuales de orden social, moral, intelectual, religioso (esfuerzos en sí más nobles, más necesarios y siempre indispensables que la actividad de un afiliado a un grupo político) quedarán impotentes a producir un resultado durable en la vida común de los hombres.
«Primero política». Si ese «primero» se refiere, no a la naturaleza sino al tiempo, no al fin intentado y al orden de la intención (lo que sería divinizar al Estado), sino a las condiciones que deben suponerse en el orden de la ejecución, es una verdad de simple buen sentido.
Yo no sé si en mi patria esa acción política de que hablamos ha llegado a ser talmente apremiante que condiciones cualquier otra obra de orden superior. Pero lo sospecho. Y pongo tres ejemplos:
1º) La escuela: la escuela argentina es laica, que no quiere decir neutral; siendo impía es emponzoñada. Todos los niños pobres argentinos son violentados a comer ese alimento. El orden natural y normal, la regulación racional y justa, se obtendría por la repartición proporcional (gran proyecto del Dr. Juan Cafferata). Ahora bien, eso solamente se puede obtener por medios políticos, así como la actual injusticia y violencia se impuso al país desprevenido y dormido por medios abusivamente políticos.
2º) La prensa: cuando el hijo del pueblo sale de la Primaria-Gratuita-Laica-Obligatoria, ¿su instrucción ha terminado? Recién entonces va a empezar. La escuelita le ha dado únicamente el órgano de la instrucción intelectual, saber leer y escribir. Pues bien, ¿quién se encarga de esa información que comienza al salir el argentino-pueblo de la Primaria? -y conste que no hablo de la educación total sino sólo de la intelectual-. La Prensa, sin género de duda, incluyendo dentro de ese término también las revistas, las novelas, los espectáculos, las diversiones y la popularísima de ellas, el cine. La verdadera escuela de hoy es el diario y el espectáculo: y diarios y espectáculos están hoy «industrializados», entregados al mercader y sojuzgados a la ley del Lucro. Dime quien te divierte y te diré quien te domina. La Prensa «grande», que sólo es «gorda», no educa al país; lo deseduca, lo embrolla, lo desvae, lo hace pensar en lo que le importa, perder el sentido común que le queda. Lo mece en el mundo sideral de la luna de Valencia.
Tampoco esto tiene arreglo fuera del dominio político; pues su origen está en el político Mito novecentesco de la LIBERTAD DE PRENSA. La Libertad de Prensa, corrupción de una santa verdad que se podría llamar «primacía del pensamiento», es en la práctica hodierna simplemente «la patente al sofista», la libertad de aprovecharse el intelectualmente fuerte del débil, la licencia para el muchachón de trompear al pibe. Esclavitud del pensar.
3º) La cuestión social: pongamos la cuestión agraria argentina, que es su aspecto más apremiante.
También aquí una acción política aparece ligada hondamente, si no preliminariamente, a toda vasta acción apostólica.
El orden actual oprime al chacarero y está minado de grandes abusos, unos queridos, otros tolerados o al menos no impedidos por los que rigen.
No basta que los Papas hagan magnas Encíclicas doctrinales en defensa del trabajo y la justicia social; es menester que varones católicos, con el don de la vocación política, las encarnen (a costa de su vida, si es preciso) en hechos institucionales.
UNA ACTIVIDAD NOBLE
[Reflexiones Políticas Jauja Nº 32 agosto 1969]
A la Argentina, si algo la salva será la Religión y no la Política. De acuerdo. Pero eso no quita que la Política sea una actividad noble y necesaria.
Los antiguos la llamaban el arte de las artes; y el viejo Aristóteles dijo que era la «ciencia» más importante, después de la Metafísica; y a veces, antes.
Y Santo Tomás, después de explicar por qué Aristóteles dijo que la Metafísica era la ciencia más alta, va luego y en la Ética dice que la política es la ciencia más importante. Después dijo Santo Tomás, por su cuenta, que es la obra de misericordia más grande, pues el buen gobernante descubre, explica y efectúa el Bien Común, que es el bien de todos; o por lo menos de muchos.
Claro que estos antiguos entendían la Política como la Ciencia y el Arte del Bien Común; pero a nosotros ya nos han enseñado en las clases de Educación Democrática que la Política consiste en apoderarse del Gobierno por las buenas o por las malas, a tuertas o a derechas.
Eso de «política primero», en la Argentina se ha vuelto verdad y no solamente verdad, sino urgencia.
«Política primero» no quiere decir que la Política esté por encima de todo, Religión incluso, sino que en ciertos adjuntos llega a ser lo primero, no en la dignidad, sino en el tiempo. Y así en la Argentina, si no se resuelve primero el problema político, no se puede resolver ninguno de los otros, aunque sean en sí superiores y principaliores; o sea, económicos, financieros, religiosos, artísticos, científicos; ni siquiera el sempiterno «problema de la Educación».
Ahora bien, la vocación de político, que hoy tiene algo de cazador furtivo y de mártir, cuando falla en una nación, la nación se va al desbande. Y el que tiene vocación política y, por pereza o lo que sea, no la llena, se condena.
PARA CONSTRUIR UNA NACIÓN
[Reflexiones Políticas Jauja Nº 6 junio 1967]
Por obra del aire del tiempo, la ciudadanía argentina está convertida en un inmenso arenal (por obra del liberalismo francés individualista).
Los granos de arena pueden estar juntos, pero unidos no. A lo más pueden formar médanos, ayudando el viento. Para eso necesitan un objeto sólido donde apoyarse y el viento en remolino. Pero no darán jamás ni bosques, ni colinas, ni tierra laborable.
Los «partidos» no unen realmente. Unen artificialmente. No suman, al revés, restan y dividen, como su mismo nombre lo indica.
Los grandes estamentos sociales de hoy, Capitalismo y Comunismo, unen a una minoría y la dividen contra todas las demás. Ellos a los partidos los instrumentan a eso. Y su tendencia es a destruir todas las otras fuerzas sociales; y convertir al pueblo, ya vuelto masa, en un rebaño, y a sí mismos en sus pastores-mercenarios.
Lo que une naturalmente a los hombres es la familia, la comuna, el gremio, la provincia, la región; y los estamentos particulares (Ejército, grupos religiosos, grupos intelectuales).
Sobre esos «cuerpos intermedios» puede construirse la estructura escalonada de una genuina nación. Sin ellos la resultante necesaria son esclavajes y despotismos.
Es axiomático: para construir realmente una Nación son necesarios los cuerpos políticos intermedios.
Deben restaurarse las instancias intermedias.
Que yo no sepa cómo se restaura eso, ni cómo se empieza siquiera, no hace contra la verdad del axioma.
Eso compete al político, no al teórico.
LA RESTAURACIÓN SERÁ RELIGIOSA O NO SERÁ
[Reflexiones Políticas Jauja Nº 12 diciembre 1967]
Belloc escribió que la «herejía moderna» (o sea, ese vasto movimiento de apostasía que nos invade) traía a la civilización tres cosas terribles: esclavitud, crueldad y un bajón de la inteligencia.
En la Argentina reina una perfecta falsificación de valores en todos los órdenes: político, eclesiástico, económico, literario, educación, prensa.
Don Leopoldo Lugones decía: «Se puede notar, verificar a cada decenio, el decrecimiento general de la inteligencia media argentina».
De la inteligencia pende todo.
Por eso digo que no hay remedio. No hay remedio hay que decir a los nacionalistas grandilocuentes y efusivos. No hay recetas, no hay soluciones rápidas, no hay política que valga.
No hay remedio, no se aflija; usted fórmese, cíñase tranquilamente a su trabajo y sus estudios; gánese la vida, empezando por la vida eterna.
Lo único que puede usted hacer por la patria ahora, es hacerse un hombre, para dentro de diez años.
El consejo de Santo Tomás en nuestra situación actual es tener paciencia y hacerse mejor cristiano.
«La revolución será moral o no será» -suele citarse este apotegma de Peguy. Pero hoy, Santo Tomás lo completaría, puesto que es apotegma aristotélico: «La Restauración argentina será religiosa o no será».
El nacionalismo argentino no puede ahora lo bastante para volcar la situación, aunque puede alguito para preparar el vuelco. El nacionalismo será católico o no será. Y entonces los nacionalistas salvarán al menos su alma.
[==> El nacionalismo será tradicionalista o no será]
HABLA EL VIGÍA
[Decíamos ayer]
¿Para qué seguimos? ¿Para qué obstinarse frente a lo imposible? ¿No dice la Escritura que hay tiempo de hablar y de callar? ¿Y no es tiempo de callar cuando una histeria colectiva hace inútil toda argumentación o consejo, cuando las fuerzas ciegas de la materia tienen su hora y están decididas a aprovecharla?
Seguimos hablando para que siga respirando la Patria. Mientras habla una nación, no está muerta; aunque esté con el alma en un hilo. Lo que decimos non vendrá a ninguna consecuencia ni producirá nada: sea. Pero sola en medio de la oscuridad, nuestra nación necesita hablar alto para no tener miedo. Para que el día de mañana cuando el historiador diga: «la prepotencia del dinero y la furia de la ambición con el carnerismo de la ignorancia y el miedo hicieron meter la cola entre las piernas o agitarla en innobles zalemas al amo a todos los argentinos…» para que entonces se pueda decir: NO A TODOS, para eso hablamos. Hubo un año en el cual se profirieron las más capitales mentiras de obra y de palabra, al Año de la Victoria, de las Listas Negras y de la Paz Permanente para todo el género humano: y todos los argentinos enmudecieron. NO TODOS. Es menester que la Argentina de los próceres, de Garay y Roque González, no muera del todo ni un solo instante. Por eso hablamos. Por eso seguimos.
Mientras nosotros hablemos todavía, no estamos muertos los países del Plata. Ahora, si por la desunión absurda entre los argentinos, la desidia de los magnates y capitostes y la extraordinaria capacidad de nuestra clase dirigente para no poder nada y no dirigir nada, a nosotros nos eliminan del mapa, ya pueden ustedes pegar el grito de los males actores en los dramas calderonianos: ¡Muerto soy! O por mejor decir, ni siquiera los van a dejar gritar. Con nuestro silencio, la vieja Argentina suena en silencio, SI ESO FUERA POSIBLE.
Quizá porque hemos vivido una vida próspera y un poco muelle, los argentinos somos ineptos para unirnos en sociedad, a no ser para hacer daño; y además estamos muy acostumbrados a ser, en lo material, lo intelectual y lo moral, muy bien servidos gratuitamente. El argentino como el español no ayuda a nadie ni agradece nada, porque se cree ÉL SOLO, sobre todo en cuestiones de cultura, religión o patria.
Pero ahora vienen tiempos de masas, de inmensos movimientos colectivos, de colaboración no solamente entre hombres y entre clases, sino entre naciones y entre continentes. Si no somos capaces de unirnos los argentinos, somos menos que nada, y más valía que siguiéramos siendo una colonia de España.
Si no valemos a superar nuestros míseros prejuicios, odios, injurias, ofensas, rencores, envidias, represalias, puntilloserías, venganzas y egoísmos, estamos listos como nación independiente.
Y concretamente aplicando a nuestro diario: no nos van a aplastar. Pero si por fatalidad llegaran a aplastarnos, para lo cual no se van a parar en villanía más o menos, no piensen que la Argentina va a seguir lo mismo. Con nosotros caería algo esencial a la Patria.
Los bonzos que nos han tratado de locos; los mercaderes que han ignorado cómodamente nuestra existencia ocupados en calcular sus rentas; los talegudos que nos miran como a locos mientras defendemos el orden que ellos parasitan; los acomodados para quienes somos leve distracción matinal indiferente; junto al gran rebaño de los carneros: cuando desaparezca esta trinchera que son nuestras almas, se encontrarán ellos frente al enemigo que menosprecian ciegamente; y ellos, ellos tienen algo que perder.
Lo que nosotros tenemos que perder, ya lo hemos dado hace tiempo por perdido. No nos pueden quitar más que la vida. Y hay maneras de perder la vida que no son sino ganarla, como es perderla por Dios, o perderla por el Bien Común, que es una cosa que se supo de antaño en la Argentina.
Pero lo otros, los bonzos, los mercaderes, los talegudos, los acomodados, los carneros, llámense o no se llamen católicos, esos tienen un miedo atroz de perder la vida, y un miedo peor aún de perder el dinero.
Se está formando una nueva religión ante nuestros ojos; y una nueva religión necesita sacrificios de sangre, sea de mártires, sea de animales.
Argentinos, el día que nos veáis desaparecer aplastados por la crueldad y la mentira, poned las barbas en remojo. Hasta ese día habéis tenido patria.
De todos los hombres que viven actualmente en la Argentina, ninguno será feliz; pero a todos se les ofrece la opción de vivir una vida más o menos limpia y morir en su ley; o de vivir y morir como el animal inmundo en la pocilga y para el matadero.
Argentinos: Ninguno de los hombres que viven actualmente podrá escapar a esa opción.
¿NO HAGO NADA?
(Manresa, 7 de diciembre de 1948)
Corazón, tente en pie sin doblegarte
De la injusta opresión a la insolencia;
Aunque estoy loco, tengo yo mi arte:
“Nam furor sæpe fit læsa patientia”.
Luchando sin más armas que mi triste
Corazón contra el mal peor que existe
¿No hago yo nada? Lucho,
Sangro y no caigo al suelo.
No hago mucho,
Pero hago más de lo que puedo…
Centinela aterido,
No dejo sospechar que estoy herido,
Ni dejo conocer que tengo miedo…
Herido, helado, aguanto la bandera;
No deserto la inhóspita trinchera.
Y aunque sé que la muerte me ha podido,
Estoy de pie y estoy ante ella erguido,
Marcando el SOS de la brega
A un auxilio que no me llegará
Sino un momento tarde, si es que llega,
Y que muerto de pie me encontrará…
La otra mitad la hará sobre mi tumba
Otro infeliz, después que yo sucumba…
¡Corazón!, ¡tu mitad se ha hecho ya!