Conservando los restos
CASA DE TRAFICANTES
Narrado por Fabián Vázquez (once minutos)
Y a los que vendían… dijo Jesús:
Quitad esto de aquí, y
no hagáis de la casa de mi Padre
CASA DE TRAFICANTES
(San Juan, II, 16)
DOMUS NEGOTIATIONIS
El espíritu de oración encuentra resistencias en nosotros. Como cuerdas flojas, no producimos al contacto de los sucesos más que sonidos confusos y apagados, nada de música vibrante y límpida.
Cuando Dios entra en nosotros para hablarnos, cuando sus reproches o sus avisos hacen ademán de penetrar en nuestro templo, la chusma de traficantes instalados allí bajo sus pórticos se amotina y le cierra el paso.
Porque mi alma es un lugar de tráfico en el que no impera otra ley que el lucro. Regateo y calculo, y califico a estos torcidos manejos de sabia experiencia, de firme sentido común, de prudencia consumada y encomiable. ¡Cuidado! No sea que por casualidad Dios quiera engañarme; que sus proposiciones oculten celadas, y que trate de sacar ventaja en detrimento mío: es menester que examine bien sus deseos para ver si concuerdan con mis intereses; es menester a todo trance que negocie con sus exigencias un pequeño modus vivendi; y que me arregle para que me conceda deducción en mis cargas y moratorias en mis pagarés.
Pero todo el que trafica con Dios es un idólatra, y el abyecto paganismo que aún no he eliminado hace que lo vea todo conforme a la perspectiva de mi provecho terrestre, como la ictericia que vuelve amarilla, la pupila de los biliosos.
Y a través de mi óptica convencional y del espejismo de mi debilidad, llego a creer que podemos, Dios y yo, frente a frente, en mi mesa de cambista, discutir las condiciones de nuestros contratos.
(…)
Un Dios discutido, un Dios de quien se duda, ya no es un Dios sino un ídolo: porque en tanto Dios es Dios en cuanto es único y supremo.
(…)
¡Qué desgracia la del que tiene su voluntad dividida! Su confusión no le permitirá oír más que el griterío interior, y sus rumores le privarán para siempre del verdadero reposo plácido y activo.
Tu alma no es un bazar en el que se trafica; es por vocación un santuario en el que se adora.
¿Por qué has obstruido los pórticos con tus condiciones previas, con tus peros, con tus reservas, con tus dilaciones, con tus rodeos, y por qué no ayudas al Señor a derribar todas las mesas de los cambistas que truecan valores perecederos por otros, también, perecederos, y que no se enriquecen más que con lo que mata?
¿Por qué no permites a Cristo que entre en su casa como soberano, como Dios incontestable, a quien se recibe de rodillas, con una humildad reverencial y sin doblez?
Las quejas, las recriminaciones, los rencores, los malos humores, todo ese pueblo de Jebuseos y de Amorreos, que han sentado sus reales en mi tierra santa, que todo eso se vaya, Señor, para que Tú solo reines en mí, pacíficamente y para siempre.
La oración podrá llegar hasta el principio de mi acción e impregnarlo todo en mi vida, si me he decidido a suprimir mi paganismo y a no refugiarme tras estúpidas normas de falsa prudencia, y si, poniendo cada cosa en su lugar, comprendo que tu lugar, oh Dios mío, no es el primero sino el único.
Porque todo lo demás no es nada sino en Ti; Tú no eres el primer término de una serie, ni nosotros nos vemos obligados a dejarte cuando debemos ocuparnos de otra cosa, porque Tú eres el absoluto, y por lo tanto el incomparable.
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