
Durmientes Los ciegos dormitan y el Maligno danza triunfante y orondo por entre sus camas. En sus duermevelas les vierte palabras al oído –impuras, heréticas, vanas–. Y mientras difunde sombras y falacias, pudre cuanto toca con sus mustias alas. Una meta tiene su lucha sin pausa: ver a Dios depuesto, a la cruz vedada y al hombre endiosado (¡como si el mañana no fuera a volverlo cenizas sin ascuas!). Y así entre promesas vacías y falsas que al par que subvierten, ofuscan y engañan, caen los seducidos en sutiles trampas de infernal hechura, de maligna casta. Súbita crecida de marea amarga, que envenena un mundo que aspira a un mañana sin luz, sin cordura, sin moral, sin alma; vacuo y desprovisto de virtud y gracia. Los ciegos dormitan y el Maligno danza triunfante y orondo por entre sus camas, mientras los que velan –fervorosa guardia– prosiguen con Cristo rumbo a la alborada. ...
