El 8 de Diciembre de 1854, Pío IX proclamaba el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Cuatro años más tarde la Santísima Virgen venía a confirmar dicha proclamación en sus reiteradas apariciones que hizo a la humilde Bernardita, en la gruta de Lourdes al decirle: » Yo soy la Inmaculada Concepción». En el oficio y misa de este día, que Pío X extendió a toda la Iglesia, se glorifican la grandeza de este misterio y los innumerables favores otorgados por María en ese lugar de bendición.
LA FUENTE
Una misteriosa conversación se advierte entre la Reina de los Cielos y la humilde pastorcita de la tierra, no desdeñando aquella comunicar a ésta un tercer secreto.
Y ahora, añadió la Virgen después de una pausa, ve a beber y lavarte en la fuente y come la yerba que brota junto a ella. Bernardita se quedó en suspenso al oír la palabra fuente, y sin apartar los ojos de la Virgen, se dirigió hacia el río, pues por aquellos parajes no había más agua que la que arrastraba el Gave a algunos pasos de las rocas.
Una palabra y un ademán de la Aparición la detuvieron en su camino. «No es ahí» le dijo; «yo no te he dicho que bebas en el Gave, sino en la fuente que está aquí». Bernardita empezó a escarbar en la tierra , en el lugar que le indicaba la aparición. De improviso, en el fondo de aquella cavidad abierta por la niña tornóse húmedo. Un agua misteriosa empezó a filtrarse gota a gota bajo las manos de Bernardita, y a llenar aquel hueco…
El agua que al principio tan tenuemente brotaba de las entrañas de la tierra iba paulatinamente aumentándose hasta llegar a ser una fuente caudalosa. Las gentes, impulsadas por una secreta inspiración, acudían a beber de aquella agua, y hasta los enfermos, muchos de ellos incurables, al ser bañados, sanaban de sus dolencias…
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ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
Dóciles a la invitación de tu voz maternal, oh Virgen Inmaculada de Lourdes, acudimos a tus pies en la humilde gruta donde aparecisteis para indicar a los extraviados el camino de la oración y penitencia, dispensando a los que sufren las gracias y prodigios de tu soberana bondad.
Recibid, oh reina compasiva, las alabanzas y súplicas que pueblos y naciones, unidos en la angustia y la amargura, elevan confiados a Ti.
¡Oh blanca visión del paraíso, aparta de los espíritus las tinieblas del error con la luz de la fe! ¡Oh mística rosa, socorre las almas abatidas, con el celeste perfume de la esperanza! ¡Oh fuente inagotable de aguas saludables, reanima los corazones endurecidos, con la ola de la divina caridad!
Haz que nosotros tus hijos, confortados por Ti en las penas, protegidos en los peligros, apoyados en las luchas, amemos y sirvamos a tu dulce Jesús, y merezcamos los goces eternos junto a Ti. Amén.
Oración compuesta por Pío XII
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Compartimos con nuestros lectores un pequeño relato sobre Bernardita y Nuestra Señora de Lourdes.
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