ESPECIALES DE CRISTIANDAD CON EL P. CERIANI: FEBRERO 2012 – 2 PARTE: ESTUDIO SOBRE EL APOCALIPSIS (1º ENTREGA)

Los siguientes son los audios de los 2 programas que dan inicio al estudio profundo del Apocalipsis que realizaremos durante todo el año.

Audios para escuchar y bajar:

1º Entrega: Introducción al Estudio del Apocalipsis, estilo y llaves para la interpretación.

Primera Parte:

Segunda Parte:

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2º Entrega: Carta a las Siete Iglesias: Carta a Éfeso, Smyrna y Pérgamo.

Primera Parte:

Segunda Parte:

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EL   APOCALIPSIS

Al cuadro de la fundación de la Iglesia y a la exposición de su doctrina convenía que el Espíritu Santo agregase algunas revelaciones sobre su futuro para estimular a los fieles y sostenerlos durante las persecuciones.

Convenía también que la Biblia, que se abre con la recitación de la creación del mundo y de la caída de Adán, terminase por el anuncio del fin de los tiempos y del reino eterno del Salvador.

El Apocalipsis responde dignamente a esta idea. San Juan acaba el monumento comenzado por Moisés = «Moyses divinæ sapientiæ inchoator; Ioannes divinæ sapientiæ terminator» (San Buenaventura).

San Juan escribió el Apocalipsis durante su exilio en Patmos, a fines del reinado de Domiciano, en el año 95.

No hay temeridad ni presunción en buscar comprender este libro. Si se lo estudia con pureza de intención, con humildad y docilidad, si se añade el deseo de comprender lo que a Dios plazca descubrirnos y la disposición de respetar lo que quiera ocultarnos, ¿qué presunción puede haber en dicho estudio? La temeridad consistiría más bien en declarar ininteligible o sin utilidad práctica un libro del cual el Espíritu Santo ha dicho: «Beatus qui intelligit. Beatus qui audit verba prophetiæ libri huius» (1:3; 22:7).

La Iglesia está lejos de creer que la lectura del Apocalipsis sea peligrosa o inútil; Ella incluyó diversos pasajes en el Misal y le consagra una semana entera del Oficio.

Los intérpretes más célebres ven en el Apocalipsis un cuadro simbólico de los triunfos del Salvador sobre el mundo infiel y sobre el mundo prevaricador; triunfo que se cumplió por la ruina de la idolatría en los primeros siglos y que se consumará al fin de los tiempos por el juicio universal. «La Iglesia perseguida al principio, luego victoriosa y tranquila, he aquí ciertamente la verdadera llave de este libro».

Es cierto que este libro tiene sus dificultades. No es un libro histórico o una exhortación; es un libro profético, lleno de predicciones y de símbolos. Esto constituye una doble fuente de obscuridad.

Las predicciones no tienen jamás la claridad de los relatos. Muchas veces ellas ofrecen tan sólo un boceto, un golpe de vista, un resumen de los acontecimientos futuros. Cuando se realicen, los hechos resaltarán la significación y descartarán las imaginaciones erróneas. Mientras tanto, es natural que ellas den lugar a conjeturas y que se presten a diversas interpretaciones. Esto sucedió con las profecías del A.T.

La naturaleza del lenguaje simbólico agrega una dificultad a aquellos que no están familiarizados con el estilo profético. San Juan describe el futuro en visiones, y lo hace en forma de cuadros simbólicos, de imágenes emblemáticas.

Los espíritus aventureros dan rienda suelta a la imaginación; los espíritus minuciosos, que quieren que se les precise todo, se quejan de no entender nada.

Diseño: siguiendo al R.P. Leonardo Castellani, nos proponemos exponer una interpretación literal de la profecía de San Juan que sea coherente, razonable y fundada.

Coherente; es decir, que dé un significado único y seguido, desde el principio al fin, de las diversas visiones del libro.

Razonable; es decir, basada en los principios de la Fe, de la Tradición, de la Ciencia Exegética y de la realidad histórica.

Fundada; es decir, teniendo en cuenta y aprovechando el sentir de los Santos y los descubrimientos que han hecho sucesivamente los grandes intérpretes.

La base de esta interpretación es el llamado sistema esjatológico, que considera el Apocalipsis como una profecía del fin del siglo y la Segunda Venida de Cristo; combinado, empero, con los otros dos sistemas: el histórico, que ve en las visiones un panorama simbólico de toda la historia de la Iglesia; y el preterista, que interpreta el libro como una descripción profético-alegórica de la lucha de la primitiva iglesia con el Imperio y la caída de la Roma pagana.

Presupuestos:

1) El Apocalipsis es una profecía. Una profecía no es una historia, a modo de una crónica adelantada, sino otro género diverso, con leyes muy distintas. Tampoco es una filosofía de la historia.

2) Es una profecía coherente; un hilo único de pensamiento seguido corre a través de él.

3) Es una profecía de los últimos tiempos: esjatológica-histórica. Se refiere a la Parusía o Segunda Venida de Cristo, como claramente lo advierte el profeta desde el principio hasta el fin. Profecía referente a la Segunda Venida de Cristo con todo cuanto la prepara y anuncia, que no es, ni más ni menos, que el desarrollarse en continua pugna las Dos Ciudades.

Pero la Parusía comienza, en cierto modo, con la Ascensión, ya que no es sino la presencia oculta de Cristo en su Iglesia y en la historia. Presencia vuelta visible en el desenlace de la larga lucha y profunda aspiración al Reino, que es la historia de la Iglesia.

De donde se puede decir que la Parusía de Cristo, como la del Anticristo, han tenido anticipos parciales, realizaciones analógicas, a maneras de bosquejos; de los cuales los principales son la caída y destrucción de Jerusalén y la caída de Roma después de Constantino.

Así pues, el Profeta, antes de predecir los tiempos propiamente parusíacos, profetiza, en esquema, toda la preparación de ellos y su germinación histórica latente por medio de tres primeras visiones que resumen toda la historia de la Iglesia en forma simbólica: el Mensaje a la Siete Iglesias, los Siete Sellos y las Siete Tubas.

Es una explanación, en forma de visiones, del Sermón Esjatológico, en que Cristo mismo preanunció su Venida y los signos que la precederán; del cual constituye la exégesis auténtica. Es, por lo tanto, la cúspide de todas las Profecías de la Biblia, así como de la Metafísica de la Historia de la Iglesia, y del mundo por extensión.

4) En un sentido, este libro abraza «todo el tiempo de la Iglesia, desde la Ascensión de Cristo hasta la Segunda Venida», como dijo San Agustín; con el acento puesto en el término. El término de un movimiento contiene su dirección; es decir, todos sus momentos, al menos a grandes rasgos; y sin conocerlo no se pueden conocer bien su principio y su medio.

5) El tema central es la Persecución y el triunfo de la Iglesia. Este tema central da unidad al libro y coordina las diversas y divergentes visiones.

La clave de todo el Libro es la Guerra como plaga mundial y como institución permanente del mundo moderno. Jesucristo ha dado esa clave cuando dijo: «Oiréis guerras y rumores de guerra. Este es el principio de los dolores. Pero no aún en seguida será el fin».

Tres veces en el Apocalipsis, en tres visiones distintas, está marcada un lugar para la guerra como fenómeno universal y catastrófico: en el Segundo Sello, en la Sexta Tuba y en la Sexta Fiala; después de los cuales sigue inmediatamente el terremoto de la Gran Persecución y el Advenimiento Parusíaco.

Colocando nuestra época histórica en esos lugares, quedan fijadas por el mismo hecho las otras Tubas y las otras Fialas, y todo el Libro se estructura lógicamente y es susceptible de investigación e incluso de prueba.

6) El modelo inmediato o typo que tenía San Juan delante es la lucha con el Imperio Romano y su caída y destrucción. Pero el antitypo u objeto principal del Libro es la última persecución, la gran tribulación, el sobrenatural triunfo de la Iglesia, vistos por transparencia.

Es común en las profecías la superposición de dos sentidos literales, uno inmediato y otro mediato. El profeta predice un suceso próximo, en el cual ve, por transparencia y prolongación de líneas, otro suceso mayor, más remoto, difícil y arcano.

Esto se denomina estilo ambivalente: la profecía proyecta un hecho concreto en otro hecho concreto; y superpone dos eventos típicos reales.

El Libro tiene dos sentidos literales; no literal literalísimo, sino literal simbólico. Es evidente que las visiones del Apocalipsis son metafóricas y no pueden entenderse en sentido literal propio o recto.

El sentido literal metafórico queda determinado por el hecho de que el sentido recto es imposible y el alegórico no es inmediato.

En razón del typo y del antitypo, este sentido es doble.

                                 Propio o Recto

                   Literal{

                                 Simbólico o Metafórico

SENTIDO{

                                  Alegórico

                   Místico{     Tropológico

                                  Anagógico

El sentido literal es aquel que resulta del sentido natural de las palabras, tomadas en su acepción ordinaria.

El sentido literal propio es aquel en el cual las palabras designan aquello que representan ante todo al espíritu.

El sentido literal metafórico es aquel en el cual las palabras no deben ser tomadas en estricto rigor, sino como imágenes. Se llama símbolo a una cosa o imagen concreta que significa otra cosa concreta, aunque invisible (cartel, humo, sacramentos).

El sentido místico es la expresión simbólica de una verdad religiosa o espiritual.

El sentido alegórico es una imagen concreta (objeto material) que representa una cosa abstracta (objeto espiritual), comparándolas entre sí (las parábolas).

El sentido tropológico es aquel que encierra una lección para las costumbres.

El sentido anagógico es aquel que da una idea de la bienaventuranza eterna.

 

7) El método del hagiógrafo es la recapitulación: las visiones del Apocalipsis vuelven atrás continuamente => todas ellas terminan en la Parusía, pero empiezan de nuevo cada vez, tomando toda la materia o parte de ella desde otro ángulo.

Las numerosas visiones que componen la revelación se encadenan entre sí y marchan al término; pero su marcha no es recta, sino espiraloide. El escritor cesa en su narración y vuelve atrás en una nueva visión; cesa al llegar cerca de la Parusía y recomienza con un nuevo aspecto o desde un punto más cercano a ella.

El Libro no es un relato seguido, ni tampoco una repetición del mismo suceso en diferentes formas o figuras: es el mismo tema visto desde diferentes enfoques, sinfonizado por visiones que lo van explicando cada vez más hasta la visión del Reino Milenario y la Jerusalén Celeste, que es el objeto y foco de las otras.

A este modo de expresión se lo designa con el tecnicismo de recapitulación, dado por Tyconio Donatista (en 380) en una de sus Siete Reglas, pero vislumbrado ya por Tertuliano y definido por Victorino Mártir, el primer comentador del Apocalipsis.

El proceder literario del Apocalipsis no es el de la epopeya, ni el de la oda, sino más bien el de la poesía dramática. Una tragedia está toda contenida en el primer acto, pero con saltos atrás frecuentes que iluminan más y más el sucinto planteo o marco del principio.

San Juan vio temáticamente el drama de la Historia del mundo en los tiempos parusíacos

8) Las visiones se desarrollan alternativamente en el Cielo y en la tierra; y también algunas en un punto intermedio, que se puede llamar el tiempo histórico o el mundo de las relaciones morales: la conversión de Israel, las herejías, los cismas, la destrucción de una ciudad o reino, la guerra, la persecución.

9) El Apocalipsis es un libro de esperanza: incluso la predicación de cosas tremendas  -junto con la seguridad de esquivarlas para los fieles-  es para dar ánimo.

División:

El texto del Apocalipsis fue escrito todo seguido, sin divisiones. La división en 22 capítulos proviene del inglés Esteban Langton y es del siglo XIII.

Hay una división más natural en 7 partes de San Beda el Venerable.

Mas para el intérprete, la división más cómoda es la de las diversas visiones, que resultan 20. Esta es la división más natural de todas y la más antigua, pues fue usada en el siglo VI por Primasius.

El Libro está compuesto de una serie de 20 visiones, enchufadas unas en otras y todas parusíacas, porque todas ellas, no importa dónde comiencen, terminan en el Advenimiento; las cuales profesan anunciar lo que hay ahora y lo que debe venir luego en consecuencia, es decir, el fenómeno de la persecución religiosa cruel y sangrienta, en la cual se encontraban en forma extrema los cristianos del siglo I; y la continuación y consumación de ese misterio demoníaco. En una palabra, el porvenir trascendental de la Iglesia y de la Humanidad.

PRIMERA PARTE: (HISTóRICO-esjatológica)

 1) Mensajes a las Siete Iglesias (I-III)

 2) Visión del Libro y el Cordero ((IV-V)

 3) Visión de los Siete Sellos (VI)

 4) Signación de los Elegidos (VII)

 5) Visión de las Siete Tubas (VIII-IX)

 6) Visión del Libro Devorado (X)

 7) Visión de la Medición del Templo (XI: 1‑2)

 8) Visión de los Dos Testigos (XI: 3‑14)

 9) Visión de la Séptima Tuba (XI: 15‑19)

SEGUNDA PARTE: (ESJATOLOGICA-histórica)

10) Visión de la Mujer Coronada (XII)

11) Visión de las Dos Bestias (XIII)

12) Visión de las Vírgenes y el Cordero (XIV: 1‑5)

13) Visión del Evangelio Eterno (XIV: 6‑7)

14) Visión del Segador Sangriento (XIV: 8‑20)

15) Visión de las Siete Copas (XV-XVI: 19)

16) Visión de la Gran Ramera (XVI: 19-XVIII: 8)

17) Visión del Juicio de Babilonia (XVIII: 9-XIX: 10)

18) Visión del Reino Milenario (XIX: 11-XX: 10)

19) Visión del Juicio Final (XX: 11‑15)

20) Visión de la Jerusalén Triunfante (XXI-XXII) 

GRAFICO DEL APOCALIPSIS

CAPÍTULO PRIMERO 

El primer capítulo contiene el prólogo del libro (1‑8) y una visión (9‑20).

  1. A) El prólogo (1‑8) contiene:

1º: Encabezamiento: 1‑2

1) El título = Apocalipsis = «Revelación de Jesucristo», del griego apó = des y kalypto = velar, ocultar.

2) Su autoridad divina = «que Dios».

3) Sus destinatarios, los cristianos = «a sus siervos».

4) Brevedad del tiempo = «que pronto deben suceder».

5) El modo de la revelación (visión imaginaria) = «anunció y explicó por medio de su ángel».

6) El nombre del autor = «Juan».

7) Su condición de Apóstol = «el cual testifica la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo».

8) Su condición de testigo ocular de los hechos de Cristo = «todo lo cual ha visto».

De entrada quedan excluidos los principales errores de los herejes posteriores respecto de este Libro: que no procede de San Juan Apóstol; que la Parusía ha de verificarse dentro de miles o millones de años; que no es una profecía.

2º: Recomendación: 3

Reitera el carácter profético del Libro y la cercanía de su cumplimiento.

(7 bienaventuranzas: I: 3; XIV: 13; XVI: 15; XIX: 9; XX: 6; XXII: 7; XXII: 14).

3º: Dirección: 4‑8

«Juan, a las siete Iglesias que están en Asia» (enumeradas en el versículo 11).

Las Siete Iglesias representan simbólicamente y a la luz profética las siete épocas históricas de la Iglesia Universal.

Los Mensajes a las Siete Iglesias representan la pintura simbólica de siete épocas distintas de la vida de la Iglesia: la primera es la Iglesia Apostólica y la Séptima es la Iglesia Esjatológica.

«Mándalo», simplemente a la Iglesia, extendida en el espacio y en el tiempo.

Este es el fundamento de la escuela llamada HISTÓRICO‑escatológica. Fue indicado por San Agustín en el siguiente texto: «totum hoc tempus, quod liber iste complectitur, a primo scilicet adventu Christi usque in sæculi finem, quo erit secundus eius adventus» (Todo el tiempo que el libro éste abraza a saber, desde la Primera Venida de Cristo hasta el fin del siglo, en que será su Segunda Venida, De Civitate Dei, XX, 8).

San Juan designa a Cristo con tres palabras griegas intraducibles exactamente en castellano (un verbo y dos participios activos sustantivados) y que designan:

‑ su Divinidad = «Aquel que es» (el Siendo).

‑ su Humanidad = «que era» (el Era).

‑ su futura Venida = «que viene» (el Viniéndose).

Sigue la declinación de los títulos de Cristo Mesías.

En el versículo 7 cita a Daniel, a Zacarías, a Ezequiel, al Éxodo, a San Mateo y a San Judas. El Apocalipsis hormiguea de citas y alusiones del A.T. = en los 404 versículos se encuentran 518 citas del A.T., de las cuales 88 están tomadas de Daniel.

Llama la atención la definición que el Salvador da de sí mismo en el versículo 8: «Yo soy el alfa y la omega, el que es, y que era, y que viene, el Todopoderoso» (cfr. Ex. III: 14 y Apoc.I: 17 y XXII: 13).

La denominación de «Cristo Pantocrátor» se vulgarizó como apelativo de Cristo en la Iglesia Oriental = «el que todo lo manda», «el Omnipotente».

  1. B) La visión preparatoria (9‑20):

«Yo, Juan, vuestro hermano y copartícipe en la tribulación y el reino la paciencia en Jesús, estaba en la isla llamada Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús.

Me hallé en espíritu el día del Señor, y oí detrás de mí una voz fuerte como de trompeta, que decía: «Lo que vas a ver escríbelo en un libro y envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea».

Me volví para ver la voz que hablaba conmigo. Y vuelto, vi siete candelabros de oro, y, en medio de los candelabros, alguien como Hijo de hombre, vestido de ropaje talar, ceñido el pecho con un ceñidor de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve; sus ojos como llama de fuego; sus pies semejantes a bronce bruñido al rojo vivo como en una fragua; su voz como voz de muchas aguas. Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su aspecto era como el sol cuando brilla con toda su fuerza.

Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él puso diestra sobre mí y me dijo: «No temas; Yo soy el Primero y el Ultimo, y el viviente; estuve muerto, y ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo.

Escribe, pues, lo que hayas visto: lo que es y lo que debe suceder después de esto.

En cuanto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra y los siete candelabros de oro: las siete estrellas son los Ángeles de las siete Iglesias, y los siete candelabros son las siete Iglesias».

En esta visión‑marco se reafirma el carácter profético del Libro.

Tenemos aquí una de las imágenes de Cristo que el profeta nos da en este libro. Hay que buscar solamente el sentido de la imagen total y no el de sus pormenores, sin caer tampoco en el error contrario de «los rasgos superfluos».

San Juan quiere dibujar una figura sobrehumanamente imponente, tanto que a él lo derriba al suelo, que represente el poder y la majestad del Hijo del Hombre, a cuya autoridad soberana atribuye los mensajes que dirige a las Siete Iglesia de Asia y, proféticamente, a las siete épocas de la Iglesia Universal. Además muestra la presencia y la acción incesante del Salvador en medio de esta Iglesia (Mt. XXVIII:20) y su sacerdocio eterno (13).

El versículo 19 parece ser un texto clave:

«Escribe, pues, lo que hayas visto; lo que es, y lo que debe suceder después de esto». 

LOS CUATRO SEPTENARIOS

En el Apocalipsis hay cuatro septenarios: las Siete Iglesias, los Siete Sellos, las Siete Tubas y las Siete Copas.

Estos Septenarios están relacionados entre sí, como lo indica el mismo número 7, que en la Escritura simboliza lo divino, lo arcano, lo directamente trabado a Dios.

Pero no significa la misma cosa repetida; ni tampoco cuatro cosas distintas y seguidas cronológicamente. La relación es mucho más sutil: son como cuatro enfoques de la Parusía, con la toma cada vez más cerca de ella. Todos terminan siempre en la Parusía, pero no comienzan los cuatro en el mismo punto: son cuatro retratos diferentes del fin del mundo, tomados cada vez más cerca, y desde un nuevo punto de vista.

Las cuatro visiones representan toda la historia de la Iglesia; pero el punto de enfoque está corrido hacia el comienzo en la primera y fuertemente hacia el final en la última.

Los Mensajes a las Siete Iglesias representan la pintura simbólica de siete épocas distintas de la vida de la Iglesia: la primera es la Iglesia Apostólica y la Séptima es la Iglesia Esjatológica.

Los Siete Sellos representan esta última Iglesia Esjatológica explicada por sus causas próximas, que son la Institución, la Propagación, la Crisis, la Persecución y el Desenlace.

Las Siete Tubas representan como siete grandes catástrofes que determinan cada una un nuevo evo, una época nueva en la historia. Y esas catástrofes son de índole religiosa: son grandes herejías.

Las Siete Copas simbolizan los castigos extraordinarios de los últimos tiempos, la parte causal y eficiente de lo que llamó Jesucristo la Gran Tribulación; que, exacerbados y puros en los tiempos últimos, han existido siempre en la humanidad que resiste a Cristo. 

1ª VISIÓN = MENSAJE A LAS SIETE IGLESIAS (II-III)

Los capítulos segundo y tercero contienen, pues, los mensajes monitorio-proféticos a las Iglesias: las siete cartas.

Las siete cartas que siguen tienen cierta relación con la situación de la Iglesia de Asia en el momento en que fueron dictadas a San Juan.

Dado el carácter simbólico del número siete y la advertencia general que se repite al fin de cada carta, éstas son destinadas a todas las épocas: las cosas que vendrán, previstas en las cosas que hay ahora è typo y antitypo.

Desde la antigüedad ven muchos comentaristas en el número 7 un símbolo de lo perfecto y universal, de manera que las siete Iglesias representan una totalidad (S.Juan Crisóstomo, S.Agustín, S.Gregorio, S.Isidoro): corresponden a otros tantos períodos de la historia de la Iglesia Universal.

Lo que persuade que la Siete Iglesias son tipos simbólicos de siete épocas de la historia de la Iglesia es primeramente que así lo pide la unidad del Libro. La primera visión está encastrada firmemente en el cuerpo del Libro y cubierta por el título.

Los siete mensajes llevan todos la misma estructura y la misma distribución de los elementos constitutivos:

– Indicación del destinatario.

– La referencia a alguno de los atributos de Cristo, mencionados en su descripción (1: 12-16), menos el título de sexta Iglesia, que es nuevo.

– Examen del estado de la Iglesia, con el mensaje compuesto de una alabanza y un reproche. Para la segunda y la sexta sólo hay elogio; para la séptima sólo reproche.

– Exhortación; a veces es amenaza.

– Promesa («al vencedor»), con la frase típica que indica el misterio: «Quien tiene oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias«, que se encuentra antes del premio en las tres primeras Iglesias, mientras que en las otras cuatro viene después del premio. Todos los premios aluden literalmente al Capítulo XX, que los resume.

– La fórmula cada vez más apremiante en que Jesús anuncia su venida: «vengo a tí», «vengo a tí presto», «hasta que Yo venga», «vendré como ladrón», «mira, pronto vengo», «estoy a la puerta y golpeo». No figura en la segunda Iglesia.

Nota: En cada Iglesia se promete un premio a los de ella que vencieren, a los victoriosos del reproche que, superándolo, irán a constituir la edad que sigue: es decir, se promete en realidad a la Iglesia siguiente, a los que han de constituir la comunidad religiosa de la nueva época y no a los de la ya deficiente y caduca.

Por lo tanto, resulta que a las tres primeras Iglesias, incluyendo a la de Éfeso, se les promete el premio después de decirles que «escuchen», es decir, que escudriñen. Lo que se les promete son premios eternos.

A las cuatro últimas Iglesias, se les promete premios temporales y después se les dice que «escuchen».

El más conocido comentarista en la patrística es San Victorino de Pettau, quien caracteriza los siete períodos de la siguiente manera:

1) el celo y la paciencia de los primeros cristianos.

2) la constancia de los fieles en las persecuciones.

3) y 4) períodos de relajamiento.

5) peligro por parte de los que son cristianos solamente de nombre.

6) humildad de la Iglesia en el siglo, y firme fe en las Escrituras.

7) las riquezas y el afán de saberlo todo cohíbe a muchos para seguir el recto camino.

Este sistema, con más o menos variantes se mantuvo durante la Edad Media y encontró, en un escrito atribuido a San Alberto Magno (Opera, París, Vives, MDCCXC), la siguiente exposición. Ponemos entre paréntesis la interpretación del Padre Leonardo Castellani:

ÉFESO: el período de los Apóstoles, persecución por los judíos: «Per Ephesum signatur status Ecclesiæ tempore Apostolorum, quando in eis erat voluntas Domini».

(la Iglesia Apostólica, hasta Nerón).

ESMIRNA: el período de los mártires, persecución por los paganos: «Per Smyrno, signatur status Ecclesiæ in tempore martyrum, quando lætantes et cantantes ibant ad supplicium».

(la edad de las persecuciones, desde Nerón a Diocleciano [hasta Constantino]).

PÉRGAMO: período de los herejes: «Per Pergamum, signatur status Ecclesiæ en tempore hoereticorum».

(la Iglesia de los Doctores y de las Herejías, hasta Carlomagno).

TIATIRA: período de los Confesores y Doctores y herejías ocultas: «Per Thyatiram, signatur status Ecclesiæ in tempore Confessorum et Doctorum».

(la Iglesia del Dominio, de la Cristiandad, desde Carlomagno hasta Carlos V).

SARDES: período de los santos sencillos, durante el cual se introducen las riquezas y el escándalo de los malos cristianos que aparentan piedad: «Per Sardim, signatur status Ecclesiæ in tempore sanctorum simplicium… quando temporales divitiæ Ecclesiæ datæ sunt».

(la edad llamada del Renacimiento, desde Carlos V hasta la Revolución Francesa; o bien hasta nuestros días).

FILADELFIA: abierta maldad de los cristianos: «Per Philadelphiam… dicit Glossa quod signatur tempore Antichristi aliqui de Judæis deceptis prius… postea convertentur ad fidem».

(la Iglesia de la Parusía; quizá esta misma época de la «era atómica»).

LAODICEA: período del Anticristo: «Per Laodiciam, signatur status Ecclesiæ in tempore Antichristi».

(la Iglesia de los Mil Años, o sea, desde el retorno de Cristo hasta el Juicio Final).

Al igual que el P. Castellani, San Alberto Magno duda acerca de las dos últimas Iglesias, pues pone al Anticristo en la Iglesia de Laodicea y también en la de Filadelfia.

En la Edad Moderna han difundido este modo de interpretación el santo sacerdote Bartolomé Holzhauser, Manuel Viciano Rosell y otros.

El beato Holzhauser interpreta de este modo:

ÉFESO: la Iglesia Apostólica, hasta la persecución de Nerón.

ESMIRNA: la Iglesia de los mártires hasta Constantino

PÉRGAMO: la Iglesia de los Doctores hasta Carlomagno.

TIATIRA: la Iglesia de la Cristiandad Europea hasta Carlos V.

Y desde allí la Iglesia de SARDES, que es la nuestra, hasta la aparición del Gran Rey y el Gran Papa.

¿Se acabó la época de SARDES, o estamos ahora en ella, esperando que venga con la de FILADELFIA el triunfo de la Iglesia y la restauración de la Cristiandad? Más adelante se dirá… (cfr. Iglesia de Sardes) 

ÉFESO (2: 1-7)

«Al Ángel de la Iglesia de Éfeso, escríbele: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que anda en medio los siete candelabros de oro: Conozco tus obras; tus fatigas y tu paciencia; y que no puedes sufrir a los malos y que pusiste a prueba a los que se dicen apóstoles sin serlo, y los has hallado mentirosos.

Y tienes paciencia: y padeciste por mi nombre sin desfallecer.

Pero tengo contra ti que has dejado tu amor del principio.

Recuerda, pues, de donde has caído, arrepiéntete y vuelve a tus primeras obras; si no, vengo a ti y quitaré tu candelabro de su lugar, a menos que te arrepientas.

Tienes en cambio a tu favor: que detestas las obras de los Nicolaítas, que yo también detesto.

Quien tiene oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias: Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios».

Éfeso significa ímpetu, según el Cardenal Billot.

Es la Iglesia gobernada por San Timoteo, el hijo espiritual de San Pablo. Representa la primera edad de la Iglesia, la impetuosa predicación apostólica, la Iglesia Apostólica, hasta Nerón.

Riquísima en «obras, trabajos y paciencia» fue la Iglesia Apostólica, que se difundió en poco más de un siglo por todo el Imperio.

Pero, nacen las primeras herejías del seno mismo de los Apóstoles (Nicolao = uno de los siete Diáconos; Hech.VI:5; II Cor.XII: 11) y se producen los primeros martirios, por la expoliación y rapiña de los bienes de los cristianos palestinos.

La caridad fraterna de los primeros fieles fue extraordinaria; pero ya no tienen los cristianos la comunidad de bienes.

Cuando una Iglesia ‑o una época de la Iglesia‑ decae y se corrompe, lo que Dios hace es simplemente retirarle su luz, con lo cual termina de pudrirse, surgiendo en otro lugar el resplandor de la fe y el fervor. El Señor le anuncia que moverá su candelabro, quizá de Jerusalén a Roma.

La primera herejía (Nicolaísmo) se parece mucho a la última herejía; y se puede decir que transcurre transversalmente toda la historia de la Iglesia y es como el fondo de todas las herejías: una especie de gnosticismo dogmático y laxismo moral; un sincretismo: una falsificación de los dogmas católicos, adaptándolos a los mitos paganos, sin tocar su forma externa por un lado (idolatría); y concordantemente, una promiscuidad con las costumbres relajadas de los gentiles (lujuria).

El premio es el conocido símbolo del Génesis. 

ESMIRNA (2: 8-11) [no hay reproche]

«Al Ángel de la Iglesia de Esmirna escríbele: Esto dice el Primero y el Ultimo, el que estuvo muerto y revivió.

Conozco tu tribulación y tu pobreza  ‑aunque eres rico‑  y las calumnias de los que se llaman judíos sin serlo y son en realidad la sinagoga de Satanás.

No temas por lo que vas a padecer. He aquí que el diablo va a meter a algunos de vosotros en la cárcel; es para que seáis probados; y sufriréis una tribulación de diez días. Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.

Quien tiene oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias: El vencedor no será alcanzado por la segunda muerte».

La edad de las Persecuciones, desde Nerón a Diocleciano.

Smyrna en griego significa mirra; substancia usada en la antigüedad como restaurativo en las heridas y para preservar de la corrupción; substancia amarga, símbolo en la Escritura de dolores corporales y de embalsamiento.

Alusión a la Muerte y al triunfo sobre la Muerte: «Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios».

La persecución atroz sobrellevada por Cristo es la riqueza de la Iglesia desde el siglo II al V.

Las persecuciones fueron de carácter satánico: crueldad superhumana, iniquidad, para hacer renegar de la fe.

Las calumnias de los judíos contra los cristianos (verdaderamente blasfemas) fueron el fermento de las persecuciones.

Los «diez días de tribulación» significan las diez persecuciones.

Esa cárcel no será mera cárcel: «mantente fiel hasta la muerte». La cárcel era la antesala del de los azotes, del patíbulo.

La «segunda muerte» es el infierno (XX: 6 y 14; XXI: 8). 

PÉRGAMO (2: 12-17)

«Al Ángel de la Iglesia de Pérgamo escríbele: Esto dice el que tiene la espada aguda de dos filos.

Sé dónde vives: allí donde está el trono de Satanás. Y con todo retienes mi nombre y no has negado mi fe, ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel, que fue muerto entre vosotros, ahí donde habita Satanás.

Pero tengo contra ti algunas pocas cosas: mantienes ahí algunos que sostienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a dar escándalo a los hijos de Israel para que comieran carnes inmoladas a los ídolos y fornicaran.

Así tú también mantienes algunos que sostienen la doctrina de los Nicolaítas.

Arrepiéntete, pues; que si no, vengo a ti presto y lucharé contra ellos con la espada de mi boca.

Quien tiene oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias: Al vencedor le daré del maná escondido; y le daré también una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, un nombre nuevo, que nadie conoce, sino el que lo recibe».

Pérgamo significa libros y señala la Iglesia de los Doctores y de las herejías, hasta Carlomagno. Es la ciudad que, si no inventó el «pergamino», por lo menos se hizo el emporio de su fabricación e industria, dándole su nombre.

Era el baluarte del paganismo, una de sus fortalezas («el trono de Satanás»), donde se levantó por primera vez un templo al Divino Augusto, primer santuario de la adoración sacrílega del hombre por el hombre, que será la herejía del Anticristo.

La fuerza del paganismo era su cultura y su violencia.

Pérgamo simbolizaba la cultura con sus pergamineros y sus copistas.

En el Anticristo habrá dos cosas: un sacrilegio y una herejía.

Se hará adorar como Dios, lo cual es un sacrilegio.

Para ello se servirá como de instrumento de un culto religioso derivado espuriamente del mismo Cristianismo, es decir, de una herejía cristiana.

El estado religioso durante las persecuciones era similar o análogo, es decir, el typo: el culto sacrílego del déspota coronado estaba apoyado por todos los cultos supersticiosos de la mitología.

El poder político deificado y encarnado en un plebeyo genial y apoyado por un sacerdocio, será la abominación de la desolación y el reinado del Anticristo.

La Iglesia se enfrenta en esta época con otra prueba no menos peligrosa y más sutil: la pululación de las herejías. Está sosteniendo el nombre de Cristo en el corazón mismo del paganismo; y lo que es más de notar, arrebatándole a Satán sus arsenales: la cultura y las letras, que los Apologistas y Doctores convierten, purificándola; trabajos que culminan en la genial obra de la sabiduría cristiana que es la Ciudad de Dios: «El vencedor no será alcanzado por la segunda muerte».

Sobre Balaam cfr. Nm. XXIV: 3, XXV: 2, XXXI: 16 y Judas 11. La doctrina de Balaam, muy de acuerdo con la de los nicolaítas, es la que enseñó a los hijos de Israel a fornicar con los extranjeros y está aplicada aquí en sentido religioso a la fornicación espiritual, que ya no es con los ídolos, sino con los poderosos de la tierra (XVII: 2 y XVIII: 3), es decir, a la que vive en infiel maridaje con el mundo (Stgo. IV: 4).

Todas las herejías en general tienen esas dos partes: un relajamiento en la moral y una contaminación con lo idolátrico, que caracterizan el Nicolaísmo.

Las herejías de este tiempo trajeron la elaboración de la doctrina evangélica; pero también produjeron la desintegración del Imperio, por obra sobre todo del Arrianismo, que fue la más poderosa y duró cinco siglos.

Estas herejías son innumerables y tocan puntos de más en más sutiles de la doctrina trinitaria y cristológica. Mas el fondo de todas ellas es la racionalización del Cristianismo, y el intento de podar y suprimir el misterio, lo cual muestra la influencia del paganismo: reducir los misterios de Dios a la medida del hombre. A esto añadía el Arrianismo una intensa actividad política: aprovechamiento de la religión para las ambiciones personales.

El premio designa la vida espiritual: la gracia y la vida eterna.