
Angustia
Señor, dame paciencia para sufrir la angustia
de ver como prosperan los designios del mal,
ya que ando por la vida con la mirada mustia
y el ardor de una herida recubierta de sal.
Pues llueven andanadas de odio y de desprecio
contra tu Santo Nombre y tu devota grey
mientras se gratifica la estupidez del necio
y el vil se abre camino blindado por la ley.
Repugna esta crecida de instintos animales
y pueblos despojados de su sana razón
que exhiben con orgullo sus pecados mortales
y aceptan mansamente su propia destrucción.
Son tales los niveles de vicio y de bajeza
que horadan los pilares de nuestra sociedad
que el bien es una mínima isla de pureza
flotando en un océano de crimen e impiedad.
Yo sé que el mal presente, Señor, tendrá su hora
de súbita derrota, de trágico final,
cuando al debido tiempo regreses sin demora
para arrojar al fuego las páginas del mal.
No pido tu consuelo; concédeme la gracia
de serte fiel y digno, de andar cara a la luz
y de eludir la ruta que lleva a la desgracia
–epílogo de aquellos que abominan tu cruz–.
Por eso te suplico que en este amargo trance
–cuando se estigmatizan el bien y la razón–
ampares a tu pueblo para que un día alcance
el premio inmarcesible de tu consolación.
