Meditaciones para el Mes del Sagrado Corazón de Jesús

Extractadas del libro

AMOR, PAZ Y ALEGRÍA”

Mes del Sagrado Corazón de Jesús según Santa Gertrudis.

Por el R. P. Dr. André Prévot, de la Congregación Sacerdotes del Corazón de Jesús

DÍA 24

La víctima universal y perpetua del Corazón de Jesús, según Santa Gertrudis

Otra característica peculiar de la espiritualidad de Santa Gertrudis es la intención universal. Ella pide prestado a todos para dar a todos; su corazón se ensancha a la medida del Corazón de la Gran Víctima que se dio toda entera por la Redención de todos nosotros, y dice como el Rey Profeta, cuyo corazón, era según el Corazón de Dios, como el gran Apóstol, cuyo corazón era el eco fiel del Corazón de Jesús: “Partíceps ego sum omnium; ómnibus debitor sum (Yo participo del bien de todos y doy a todos mis propios bienes).

Tal debe ser la Víctima verdaderamente unida al Corazón de Jesús, sacrificada y generosa como Él; inmolándose por todos, como Jesús en el Calvario; uniéndose a todos, como Jesús en la Eucaristía, dándose a todos para siempre, como Jesús en el Paraíso.

I. LA VÍCTIMA LO DA TODO

La Víctima lo da todo a todos y para siempre; y no solamente por la oración, pero además y sobre todo por la acción y el sacrificio. Sin duda el apostolado de la oración que, uniéndonos a las intenciones del Corazón de Jesús, nos hace orar por todos, es ya una obra magnífica, pero es preciso extender la misma intención de celo a todas nuestras obras y a todos nuestros sacrificios. La Unión en el altar puede ayudarnos a unirnos a la acción universal del Corazón Eucarístico de Jesús. La Unión al Corazón de Jesús Víctima nos asocia a la perpetuidad de su Sacrificio.

Observemos que el corazón humano ha sido formado según el modelo del Corazón de Jesús; pues, al formar este corazón de carne, el Verbo eterno pensaba que un día se lo apropiaría por la Encarnación: Christus cogitabatur homo futurus, y le disponía de modo que pudiera llegar a ser apto para llenar el plan divino. Luego, según este plan, el Corazón de Nuestro Señor debía ser el centro de todo, recibiéndolo todo de todos los miembros de su Cuerpo Místico, para devolvérselo todo y unir así a todos los hombres en Él. He aquí por qué nuestro corazón de carne es, del mismo modo, el centro de la vida animal para con todos los miembros de nuestro cuerpo. Ahora, pues, si nos establecemos en el Corazón de Jesús, por una unión constante; si no formamos más que un solo corazón con Él según lo reclama el amor, como Él, con Él y por Él, recibiremos todo de todos, lo mismo que nosotros daremos todo a todos. He aquí lo que el Dulce Maestro hizo comprender a Santa Gertrudis, he aquí lo que los escritos de la santa nos inculcan en muchos pasajes.

II. LA VÍCTIMA SE APROPIA, POR LA CARIDAD, LOS BIENES DE TODOS

Santa Gertrudis pide primero, a la misma Santísima Trinidad, la alabanza, la acción de gracias, la alegría, para derramarlas enseguida sobre toda criatura. Ya citamos varios ejemplos y podríamos multiplicarlos si fuera necesario.

Ella se apropia, enseguida, como también vimos, por la unión de la caridad, los méritos, las alabanzas, las gracias, todos los bienes de todos los santos que, por su parte, se apresuran a responder a sus deseos. He aquí otro ejemplo de los más notables:

«Un día, fiesta de la Asunción, Gertrudis (IV.48), para prepararse a la sagrada Comunión, recitó tres veces el Laudate Domi omnes gentes, pidiendo como solía (obsérvese bien esta expresión, se trata aquí de los hábitos de Santa Gertrudis, de los principios espirituales que ella seguía) la primera vez, a todos los santos, que ofreciesen por ella al Señor todos sus méritos para que le sirviesen de preparación; la segunda, hizo la misma oración a la Santísima Virgen y la tercera a Nuestro Señor Jesucristo. Al instante vio a la Santísima Virgen levantándose y viniendo a ofrecer por ella a la Santísima Trinidad, los méritos incomparables que la elevaron sobre todos los Ángeles el día de su Asunción. Después, María, dejando su lugar, hace señas a Gertrudis para que se aproxime: «Ven, querida hija mía, colócate en mí lugar con toda esta perfección de virtudes que sobre mí atrae las complacencias de la adorable Trinidad, a fin de que le agrades tanto como yo misma».

Gertrudis sintió que todas las complacencias del Señor reposaban sobre ella, los Ángeles y los Santos que se le acercaron para honrarla. Habiendo comulgado enseguida, Gertrudis ofreció al Señor esta comunión por el aumento de la alegría y de la gloria de Su Bienaventurada Madre, en retorno del don de sus méritos que le había hecho. Entonces Jesús, ofreciendo, al parecer, un presente a Su dulcísima Madre, le dice: «He aquí, Madre mía, que os devuelvo el doble de lo que os pertenece, sin quitarlo sin embargo a aquella que habéis querido favorecer por mi amor».

También Gertrudis se apropiaba los bienes de sus hermanos de la tierra, como vimos en el Capítulo 5. Ella se apropiaba, en fin, los bienes del universo entero, por ejemplo en esta fórmula que repetía a menudo:

«Yo te saludo, Jesús, Divino Esposo, adornado de tus Llagas, como de otras tantas flores; con el afecto de todas las criaturas y el deleite de Tu divinidad os abrazo, y beso estas Llagas que el amor te ha hecho. Ave, Jesu, Sponse floride, cum delectamento divinitatis tuae, et ex affectu totius universitatis, te salutans amplector et in vulnus amoris te deosculor”.

III. LA VÍCTIMA DA A TODOS

Este es también uno de los principios, una de las fórmulas habituales de Santa Gertrudis. Por ejemplo, cuando tomaba algún alivio, lo ofrecía a Nuestro Señor con la intención de obtener un aumento de alegría y de gracia para toda criatura en el cielo, sobre la tierra y en el Purgatorio: Ut cedat in augmentum salutis omnibus celestibus, terrestribus et purgandis.

Una noche en que Santa Gertrudis no había podido dormir, se sentía tan cansada que ya no le quedaban fuerzas. Y sin embargo el amor pudo proporcionarle las fuerzas necesarias para ofrecer al Señor su mal, según su costumbre, por la salvación de todos.

Santa Gertrudis recomendaba a los demás las mismas prácticas (III, 74): «…que tratasen, con todas sus fuerzas, de atraer a Dios a todos los hombres, en unión de este amor con el cual el Señor obró la salvación del mundo entero, en unión con el Corazón del Salvador”.

Santa Matilde hacía lo mismo, y parece que era la práctica de toda su comunidad en esa época, una de las resoluciones tomadas en la escuela de Santa Gertrudis.

El Corazón de Jesús había enseñado estas prácticas a Gertrudis, con la recomendación expresa de comunicarlas a otras almas.

«Un año, en el segundo domingo de Cuaresma (II, 92), rogaba al Señor le diera alguna instrucción que fuera útil a las almas, para observarla durante la semana siguiente; Jesús respondió con estas palabras del oficio del día: «Tráeme dos cabritos gordos», es decir, el cuerpo y el alma de todo el género humano. Comprendió ella, con esto, que Nuestro Señor quería que le diese satisfacción por toda la Iglesia; Rezó entonces cinco Padre Nuestro en honor de las Cinco Llagas del Salvador, por todos los pecados cometidos en el universo por los cinco sentidos corporales; luego tres Padre Nuestro por todos los pecados cometidos por las tres potencias del alma; y ofreció estos Padre Nuestro al Señor en unión de la perfectísima intención que hizo brotar esta oración del Corazón divino por la salvación de todos nosotros. Con esta ofrenda el Señor se mostró completamente satisfecho. En retorno bendijo a Gertrudis de un modo inefable, dándole la bendición de todo el género humano, de manera que ella sola recibió todas las bendiciones que el Señor hubiera concedido a todos, si se hubieran preparado como ella. Luego, cada uno puede, con prácticas iguales, recibir el efecto de tal bendición.

Al domingo siguiente, Gertrudis al pedir al Señor que le enseñe alguna práctica para toda la semana, Él le respondió: «Compra con treinta y tres Padre Nuestro todos los méritos de los treinta y tres años de mi vida; después haz participante de este provecho a toda la Iglesia».

Hecho esto, reconoció que así toda la Iglesia se encontraba maravillosamente adornada con el fruto de la vida perfectísima de Jesucristo.

Finalmente, el cuarto domingo, nuestro Señor le dijo: «Haz entrar a los que haz adornado durante los siete días anteriores, con el fruto de mi santa vida, pues deben comer en mi mesa»

«¿Y cómo puedo hacerles entrar?», respondió Gertrudis.

Y entonces expresó a Nuestro Señor este ardiente deseo por la salvación de todos los que ya hemos citado. Nuestro Señor le respondió: «Tu deseo basta para todo». Al mismo tiempo le hizo ver que toda la Iglesia tomaba asiento en su mesa, y agregó: «Tú servirás hoy a esta multitud”. Entonces Gertrudis besó devotamente las cinco llagas del Salvador para sacar de ellas la satisfacción por todos los pecados del mundo, el suplemento de todas las miserias o negligencias, y la abundancia de todas las gracias. Nuestro Señor le concedió lo que pedía, bajo la forma de los cinco panes del Evangelio del día, que los bendijo dando gracias a Dios y se los dio para distribuir a toda la Iglesia. Así le hizo comprender que cuando se hace alguna acción, por pequeña que sea, por la salvación de la Iglesia, aunque solo se rece un Padre Nuestro o Ave María, Nuestro Señor acoge esta acción como un fruto de Su Santa Humanidad, por ello da gracias a Dios su Padre, la bendice, y multiplicándola, en virtud de esta bendición, la distribuye a la Iglesia universal. Cada uno puede seguir las mismas prácticas que Santa Gertrudis, «y puede estar seguro de obtener de la Misericordia de Dios una gracia similar”.

Dígnese el Corazón de Jesús hacernos comprender, como a Santa Gertrudis, cuán agradables son a Dios estas prácticas, pues le procuran una gloria universal, realizando el voto del Rey Profeta, in omni loco dominationis ejus benedic anima mea Domino, y la petición de la Iglesia, que demos gracias a Dios de manera universal y perpetua, semper et ubique; hacernos gustar cuán ricas son para nosotros mismos, ya que el Señor no dejará de recompensarnos con la misma medida, haciéndonos participar de los bienes de todos; cuán útiles son para nuestros hermanos, que así se ven ayudados, aliviados y socorridos!

CONCLUSIÓN PRÁCTICA

1. Servirnos, al menos algunas veces, de estas obras de Santa Gertrudis.

2. Podemos ayudarnos para esto de la excelente obrita llamada Oraciones de Santa Gertrudis.

3. No perdamos de vista que estas prácticas, que están basadas en el dogma de la Comunión de los Santos, no pueden tener más que una eficacia proporcional a nuestras disposiciones, y que deben estar muy particularmente acompañadas de la humildad, que alejará todo peligro de ilusión o de ambición espiritual.