Conservando los restos
LA SUPRESIÓN DEL SANTO SACRIFICIO
***
ESCUCHAR ESPECIAL DE CRISTIANDAD
***
Estamos a cincuenta años del Novus Ordo Missæ… Estamos a cincuenta años de la segunda reforma protestante… Con esa reforma no católica comienza la operación de supresión del santo sacrificio…
Luego de haber estudiado la historia de la Santa Misa desde San Pedro hasta San Pío V y de haber analizado las diversas partes de la Santa Misa de Rito Romano y sus correspondientes oraciones, hemos considerado los antecedentes remotos e inmediatos de la misa nueva.
A continuación, emprendimos el estudio general y particular de ésta. De este modo, consideramos los autores y los fines de la nueva misa, examinamos la explicación de la nueva misa dada por los innovadores modernistas, especialmente la Institutio Generalis.
Una vez acabado este análisis, comenzamos el estudio de los cambios producidos en el Ordo Missæ.
Los reformadores querían absolutamente la desaparición del Misal Romano, el aniquilamiento del Rito Romano.
Entrando ya en los detalles, realizamos un estudio de los ritos del Novus Ordo Missæ.
Continuamos luego con el análisis de algunos temas en particular, primero desde el punto de vista canónico.
Nos detuvimos primero en lo que llamamos una Legislación Revolucionaria, y vimos en detalle el ataque a la Bula Quo primum tempore de San Pío V por medio de la Constitución Missale Romanum.
Luego tuvimos que considerar los dos indultos de 1984 y 1988 y el pérfido Motu proprio Summorum pontificum, de Benedicto XVI.
Hemos concluido expresando que la Misa no basta para corresponder a la Fe; y que por eso hay que descartar la vuelta a la Fe por medio del birritualismo…
Lo que se impone es la llegada o la vuelta a la única Misa Romana por medio de la verdadera Fe.
Si no se regresa a la profesión íntegra de la Fe, sin rupturas con la Tradición, la dialéctica con el Misal Romano no dejará de ser una diabólica astucia.
Y recordamos las palabras de Monseñor Lefebvre:
No es una pequeña cosa la que nos opone.
No basta que se nos diga: “pueden rezar la Misa antigua, pero es necesario aceptar esto”.
No, no es solamente eso lo que nos opone, es la Doctrina.
Ha llegado el momento de comenzar el estudio teológico de la misa montiniana, previamente se hizo necesario establecer los principios de la Teología Católica sobre el Santo Sacrificio de la Misa.
Lo cual nos hemos propuesto considerar tres cuestiones:
– Los Sacramentos en general, especialmente su significación y la intención del ministro.
– La Sagrada Eucaristía como Sacrificio.
– Forma de las dos Consagraciones y Tono en que han de ser pronunciadas las palabras.
Ya hemos estudiamos la significación de los Sacramentos y la intención que debe tener el ministro.
En el último Especial comenzamos el segundo tema, con el Prólogo de Monseñor Barbado Viejo al Tratado del Padre Alastruey. Hoy concluimos esta cuestión:
ESENCIA DEL SACRIFICIO DE LA MISA
Veamos, pues, cómo expone esta cuestión el Padre Gregorio Alastruey, en su Tratado de la Santísima Eucaristía.
La esencia del Sacrificio de la Misa se puede considerar relativa y absolutamente.
ARTÍCULO I
De la esencia del Sacrificio de la Misa relativamente considerado
La esencia del Sacrificio de la Misa, relativamente considerado, puede estudiarse ya en cuanto dice relación al Sacrificio de la Cruz, ya en cuanto se compara con el Sacrificio de la Última Cena.
Cuestión 1ª: Si el Sacrificio de la Misa es representativo y conmemorativo del Sacrificio de la Cruz.
El sentido de la cuestión propuesta es que el Sacrificio de la Misa es representativo y conmemorativo del Sacrificio de la Cruz, no en cuanto nos dé una representación vacua e inane del Sacrificio de la Cruz o excite un recuerdo meramente subjetivo, sino en cuanto es conmemoración objetiva y representación viva y llena, conteniendo a Cristo Hostia de la Pasión y representando, haciendo presente nuevamente, la Pasión misma, esto es, la separación del Cuerpo y de la Sangre bajo las distintas especies del pan y del vino.
Tesis: El Sacrificio de la Misa es representativo y conmemorativo del Sacrificio de la Cruz.
Razón teológica
a) La Eucaristía fue de tal manera instituida, que en virtud de las palabras de la Consagración se pone directamente el Cuerpo bajo la especie de pan y la Sangre bajo la especie de vino.
Ahora bien, esta distinta Consagración no es sino una separación simbólica del Cuerpo y de la Sangre de Cristo; por lo que se la considera como su muerte o inmolación mística, que como por imagen real representa objetivamente la muerte de Cristo en la Cruz o el Sacrificio del Gólgota.
b) Esta objetiva representación del cruento Sacrificio de la Cruz es esencial al Sacrificio de la Misa; porque la razón del Sacrificio depende de la institución positiva de Cristo; y Cristo quiso esta representación de la inmolación del Calvario, y de tal manera instituyó el Sacrificio Eucarístico, que por su misma naturaleza y modo de ofrecerse diga relación al Sacrificio de la Cruz.
c) Así el Sacrificio de la Cruz es sencillamente absoluto, puesto que no se refiere a ningún otro Sacrificio como a su signo y representación; mientras que el Sacrificio Eucarístico es esencialmente relativo al Sacrificio de la Cruz, y su representación viva y expresa.
d) Sin embargo, a la Misa, con ser objetiva representación del Sacrificio de la Cruz, no se le puede negar ni regatear su cualidad de verdadero y propio Sacrificio; porque, como dice el Papa Pío XII: «El augustísimo Sacrificio del Altar no es una pura y simple conmemoración de la pasión y muerte de Jesucristo, sino que es Sacrificio propio y verdadero, en el cual el Sumo Sacerdote, por incruenta inmolación, hace lo que hizo una vez en la Cruz ofreciéndose a sí mismo al Eterno Padre como hostia gratísima» (Enc. Mediator Dei)
La Misa, pues, aunque sea un Sacrificio esencialmente relativo al Sacrificio de la Cruz, sin embargo, no está constituido solamente por esta relación, sino que esta relación le es de tal manera esencial, que sin ella no existiría verdadera y propiamente aquel Sacrificio que Cristo instituyó «en memoria de su tránsito de este mundo al Padre, cuando nos redimió por la efusión de su sangre» (Trento.)
***
Cuestión 2ª: Si el Sacrificio de la Misa es uno y el mismo con el Sacrificio de la Cruz.
Tesis: El Sacrificio de la Misa es uno y el mismo con el Sacrificio de la Cruz; sin embargo, se diferencia de él según la diversa manera de ofrecerle.
Razón teológica
a) La hostia o víctima ofrecida en el Sacrificio de la Cruz es Cristo Señor según la naturaleza humana, que derrama su propia sangre y sacrifica su vida para honrar y aplacar a Dios y procurar la salvación de los hombres.
Pues bien, la víctima en el Sacrificio de la Misa es el mismo cuerpo y sangre de Cristo, y, por tanto, el mismo Cristo, en cuanto se hace presente bajo las especies de pan y vino, como dice Pío XII: «El divino Redentor, según la naturaleza humana en la verdad de su cuerpo y de su sangre».
b) Es diverso el modo con que Cristo ofreció entonces el Sacrificio de la Cruz y ofrece ahora el Sacrificio Eucarístico; porque aunque sea una y la misma en la Cruz y en la Misa la acción sacrificial interna de Cristo, esto es, su oblación inflamada de amor a Dios y a los hombres; sin embargo, hay diversidad en la acción sacrificial externa, porque en la Misa, según enseña el Concilio de Trento: «Se inmola de modo incruento el que en el ara de la Cruz se ofreció una sola vez cruentamente»
***
Cuestión 3ª: Si el Sacrificio de la Misa se distingue accidentalmente del Sacrificio de la Cruz.
Tesis: El Sacrificio de la Misa se distingue accidentalmente del Sacrificio de la Cruz.
La diversidad accidental entre el Sacrificio de la Misa y el de la Cruz surge:
a) De parte de la víctima, la cual, aunque sea numéricamente la misma en uno y otro Sacrificio, sin embargo, en la Cruz la víctima era Cristo pasible y mortal, mientras que en la Eucaristía Cristo se ofrece impasible e inmortal.
b) De parte del oferente. En la Cruz, Cristo se ofreció por sí mismo al Padre de modo visible, mientras en la Misa se ofrece de modo invisible por ministerio de los sacerdotes.
c) Por parte del efecto, que en el Sacrificio de la Cruz es la satisfacción y el mérito para completar la obra de la Redención; mientras que en la Misa es la aplicación del mérito y satisfacción consumada en la Cruz, toda vez que Cristo nada ya de nuevo merece después de su muerte.
***
ARTICULO II
De la esencia del Sacrificio de la Misa absolutamente considerado
Al tratar de determinar la esencia del Sacrificio de la Misa absolutamente, puede considerarse, el Sacrificio:
1º) por parte de la cosa que se ofrece,
2º) por parte de la acción sacrificial.
1º) De la esencia del Sacrificio de la Misa por parte de la cosa que se ofrece
Por parte de la cosa que se ofrece en el Sacrificio de la Misa se pueden considerar:
a) la substancia del pan y del vino,
b) las especies sacramentales,
c) y el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Tesis: La víctima que se ofrece en el Sacrificio de la Misa es el Cuerpo y la Sangre de Cristo en cuanto derramada en la Pasión o el mismo Cristo paciente.
El Concilio de Trento (ses. XXII, c, 2) dice: «En este divino Sacrificio que se ofrece en la Misa, se contiene y se inmola incruentamente el mismo Cristo que de modo cruento se ofreció una vez a sí mismo en el ara de la Cruz».
Santo Tomás: «No ofrecemos otra oblación que la que Cristo ofreció por nosotros; esto es, su sangre»
«No es otra oblación, sino la conmemoración de aquella hostia que Cristo ofreció»
***
Cuestión: Si para que Cristo sea la cosa ofrecida o la víctima en el Sacrificio de la Misa, es necesaria nueva inmolación.
Es cierto que en la Cruz y en la Misa es una misma la víctima, como lo enseña el Concilio de Trento (ses. XXII. c. 2): Una y la misma es la víctima, uno mismo el que ahora se ofrece por ministerio de los sacerdotes y se ofreció entonces en la Cruz. Sólo es diverso el modo de ofrecer.
Pero discuten los teólogos sobre cómo se haya de entender la identidad de la víctima.
Quienes consideran necesaria en el Sacrificio de la Misa una nueva inmolación, que constituya a Cristo en hostia del Sacrificio, ponen una identidad meramente material, la sola identidad de sujeto victimal, como si en la Antigua Ley un cordero ofrecido en sacrificio fuese, a ser posible, resucitado y sacrificado de nuevo, en cuyo caso la víctima sería la misma no formal, sino sólo materialmente, porque habría identidad de sujeto victimal, pero no de acción o inmolación.
Más acertadamente otros teólogos, excluyendo del Sacrificio de la Misa toda mutación o inmolación real de Cristo que le convierta en hostia, puesto que ya lo es y lo será siempre por el Sacrificio del Calvario, propugnan la identidad formal de la víctima en la Cruz y en la Misa.
Al mismo tiempo afirma esta sentencia que en la Misa hay inmolación mística, que representa la inmolación hecha en la Cruz, pero de tal manera que la Misa no sea un mero símbolo o figura del Sacrificio del Calvario, sino verdadero sacrificio.
De ahí que diga Santo Tomás: «Aquella hostia es perpetua, y de tal manera fue ofrecida una sola vez por Cristo, que pueda ser ofrecida también a diario por sus miembros» (In 4 Sent, dist. 12, expos. textus)
San Buenaventura: «Por lo mismo que Cristo no debió morir muchas veces, ya que su única muerte satisfizo por los pecados cometidos y por los que en adelante se cometieren; basta, por eso, que muriendo nos dejase la víctima de su cuerpo inmolada una sola vez por nosotros, para que a diario la ofreciésemos místicamente a Dios Padre por los residuos de nuestros delitos en conmutación de la muerte, a la que a diario estamos sujetos por el pecado»
Melchor Cano: «Aunque el cuerpo de Cristo en la Eucaristía esté vivo y la sangre circule por él, sin embargo, no es ofrecido por nosotros en cuanto que está vivo y la sangre corre por sus venas, sino que es ofrecido su cuerpo en cuanto inmolado, y su sangre en cuanto derramada en la Cruz. Y aunque haya pasado aquella oblación e inmolación externa, sin embargo, de tal manera sigue siendo acepta a Dios y es tan perdurable su virtud, que no es menos eficaz hoy delante del Padre que en el día en que la sangre brotó de su corazón desgarrado. Por eso ahora ofrecemos verdaderamente con Cristo la misma hostia de la Cruz. Esta imagen y ejemplar en nada impide que ofrezcamos ahora la misma sangre que Cristo derramó en la Cruz, como si ahora se derramase ante nosotros»
En efecto, en la Eucaristía está presente sacramentalmente bajo las especies distintas de pan y vino, que representan la Pasión del Señor, el mismo Cristo, que resucitó ya de entre los muertos para no morir más y reina en el Cielo impasible y glorioso.
Ahora bien, Cristo en el Cielo es formaliter la misma hostia del Calvario con todos los méritos y todas las satisfacciones de la Cruz y por la Cruz, no en cuanto que ahora se sacrifique de hecho en el Cielo, sino en cuanto que, sacrificado cruentamente en la Cruz, se sacrifica ahora incruenta y sacramentalmente en nuestros Altares para aplicarnos la satisfacción y los méritos de su muerte.
En efecto, Cristo ofreció una vez el Sacrificio cruento de su Cuerpo y Sangre como precio de redención por los pecados de todos (Hebr. 9, 28), y de tal manera completó la Redención en sí y objetivamente, que después de ella no quedase más que hacer sino su aplicación a cada uno.
Pero, como la Redención considerada en su aplicación es de todos los días y corre perennemente para la salvación de los hombres, puesto que éstos redimidos una vez con redención objetiva son redimidos sin cesar subjetivamente; esto es, con la aplicación de la redención objetiva; por eso Cristo quiso que fuese perpetua también la oblación de la redención por medio del Sacrificio Eucarístico, que nos aplica la redención objetiva.
***
2º: De la esencia del Sacrificio de la Misa por parte de la acción sacrificial
Cuestión 1ª: Si la esencia del Sacrificio de la Misa consiste en sola la Consagración de ambas especies con orden, sin embargo, a la comunión como parte integrante.
1º) En el Sacrificio de la Misa se distinguen principalmente seis acciones:
a) La oblación del pan y del vino en el Ofertorio de la Misa.
b) La Consagración del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.
c) La oblación del Cuerpo y de la Sangre del Señor inmediatamente después de la Consagración por estas palabras: “Por tanto, Señor, nosotros tus siervos y tu pueblo santo, en memoria de la sagrada Pasión del mismo Cristo, tu Hijo, Señor nuestro, como de su resurrección de entre los muertos y también de su gloriosa ascensión a los cielos, ofrecemos a tu excelsa Majestad de tus propios dones y dádivas la hostia pura, la hostia santa, la hostia inmaculada, el pan santo de vida eterna y el cáliz de perpetua salud”.
d) La fracción de la Hostia y conmixtión de las especies.
e) La Comunión por el sacerdote de una y otra especie consagradas por él.
f) La distribución de la Sagrada Comunión.
2º) Es cierto para todos que la oblación del pan y del vino, que se hace en el Ofertorio, no constituye la esencia del Sacrificio de la Misa.
Esa oblación es mera preparación para el Sacrificio. La víctima del Sacrificio de la Misa es Cristo Señor Nuestro, el cual en este momento todavía no está presente en el Altar.
3º) También es indudable que la distribución de la Comunión a los fieles no entra en la esencia de la Misa.
La distribución de la Comunión no es Sacrificio, sino participación del Sacrificio. Por lo que el Concilio de Trento (ses. XXII, c. 6) aprueba y recomienda también aquellas Misas en las cuales sólo él sacerdote comulga sacramentalmente.
4º) La cuestión, pues, queda limitada a las otras cuatro acciones, esto es, si la esencia del Sacrificio de la Misa consiste en sola la Consagración de ambas especies o en alguna otra acción total o parcialmente.
Es hoy sentencia común la que afirma que la esencia del Sacrificio de la Misa consiste en sola la Consagración de las dos especies, con orden, sin embargo, a la Comunión del sacerdote como parte integrante.
En San Mateo 26, 26-29; San Marcos 14, 22-24; San Lucas 22, 19-20; I Corintios 11, 23-26, se narra la Institución de la Santísima Eucaristía hecha por Jesucristo en la Última Cena.
Pues bien, las palabras y acciones de Nuestro Señor que en dichos pasajes se refieren y que forman el argumento para demostrar que la Eucaristía es verdadero Sacrificio pertenecen precisamente a la Consagración.
Santo Tomás: «La consagración del crisma o de cualquier otra materia no es Sacrificio, como lo es la consagración de la Eucaristía» (III, q. 82, a. 4, ad 1).
«Este sacramento se efectúa en la consagración de la Eucaristía, en la cual se ofrece Sacrificio a Dios» (III, q. 82, a. 10, ad 1).
Razón teológica:
El Sacrificio de la Misa es esencialmente representativo del Sacrificio de la Cruz.
Pues bien, en sola la Consagración separada de las especies del pan y del vino se halla la verdadera representación del Sacrificio del Calvario.
Porque la separación de las especies (bajo las que se halla presente el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo en virtud de las palabras de la Consagración), aunque no sea una inmolación física y real, es, sin embargo, una inmolación mística o sacramental, maravillosamente apta para representar a Cristo inmolado, es decir, separados su Cuerpo y su Sangre, como lo estuvieron en la Cruz.
Sin la Consagración de ambas especies no hay representación perfecta del Sacrificio de la Cruz.
Porque la sola Consagración del pan con las palabras de la forma, no representa la muerte del Señor; puesto que sólo en oposición a la otra especie y a la otra forma muestra su Cuerpo muerto y exangüe.
Asimismo, la Consagración sola del vino por las palabras de la forma representa la Sangre del Señor como derramada, pero no ofrece a nuestros sentidos a Cristo íntegro y total inmolado por nosotros por la efusión de su sangre.
Por eso dice Santo Tomás:
«Por tres razones también se reparte en doble especie: (…) b) por su significación, por ser el memorial de la Pasión del Señor, por la cual se separó del Cuerpo la Sangre de Cristo; por cuya razón, en el Santo Sacrificio, se ofrece por sí la Sangre, aparte del Cuerpo.» (In Ep. ad Cor. I Cor 11, 23-24, lect. 5).
«… porque la Sangre, consagrada por su lado, representa de modo especial la Pasión de Cristo, por la cual su Sangre quedó separada del Cuerpo y, por consiguiente, en la consagración de la Sangre era conveniente se expresase la virtud de la Pasión de Cristo» (In Ep. ad Cor. I Cor 11, 25-26, lect. 6).
«… La Sangre consagrada separadamente del Cuerpo es representación viva y expresa de la Pasión de Cristo. Por eso se hace mención de su efecto en la Consagración de la Sangre más bien que en la Consagración del Cuerpo, que es el sujeto de la Pasión —passionis subiectum—, como lo indican las palabras del Señor: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros, como si dijera: que se somete a la Pasión por vosotros» (III, q. 78, a. 3, ad 2).
Donde se ve que Santo Tomás atribuye a la Consagración de la Sangre la parte principal en la representación del Sacrificio de la Cruz que se verifica en la Misa, toda vez que enseña que en la Consagración del Cuerpo se representa el sujeto de la Pasión, pero en la Consagración de la Sangré el misterio mismo de la Pasión de Cristo, operada por la efusión de su Sangre.
Es, pues, necesaria la Consagración previa del Cuerpo, porque es menester, para que la representación de la Pasión pueda obtenerse, que haya sujeto, y en la Cruz lo fue el Cuerpo de Cristo lacerado y separado de su Sangre en el momento de su muerte.
La Comunión del sacerdote es necesaria para la integridad y complemento del Sacrificio. Por esta razón se la debe considerar de derecho divino, como impuesta por Cristo, que instituyó el Sacrificio.
Así, el sacerdote oferente debe en la Misa comulgar siempre; y debe comulgar con las mismas especies en que hizo la Consagración, para así conservar la unidad del Sacrificio entre la esencia y la parte integrante. Por lo que, si el sacerdote se accidentara después de la Consagración y se viere impedido de comulgar, le debe substituir otro sacerdote que consume el Sacrificio (De defectibus in celebratione Missæ occurrentibus, X, 3)
***
Cuestión 2ª: ¿Cómo verifica la consagración en la Misa la esencia del Sacrificio?
Comúnmente, los antiguos teólogos admiten la inmolación mística como constitutiva del Sacrificio de la Misa, aunque la expliquen de diversas maneras.
Según esta sentencia, la consagración verifica la razón de Sacrificio, porque es inmolación mística o sacramental de Cristo bajo las especies separadas de pan y vino, que representan y renuevan incruentamente la inmolación cruenta de la Cruz; y es al mismo tiempo oblación ritual hecha por Cristo Sacerdote principal por ministerio de los sacerdotes, visibles, en honor y reconocimiento de la suprema majestad de Dios.
Tesis: La Consagración Eucarística es Sacrificio, en cuanto que Cristo, por la separación sacramental de su Cuerpo y de su Sangre bajo las distintas especies que representan su inmolación cruenta en la Cruz, es incruenta, mística o sacramentalmente inmolado y sacerdotalmente ofrecido.
En efecto, dos cosas son necesarias en el Sacrificio, a saber: la inmolación de la víctima y su oblación; y ambas concurren en la Consagración Eucarística.
La inmolación de Cristo en la Misa bajo las especies separadas del pan y del vino no es física y cruenta, sino mística, sacramental e incruenta; por lo tanto, no conviene unívocamente, sino sólo analógicamente con la inmolación de la Cruz.
Basta, sin embargo, esa inmolación para la razón de Sacrificio, porque la destrucción o muerte de la víctima en el Sacrificio no se requiere por sí, sino por su significación simbólica.
Ahora bien, esa inmolación mística o sacramental de Cristo, sacerdotalmente ofrecida, tiene verdadera razón de signo sacrificial, puesto que significa y representa el Sacrificio de la Cruz, de tal manera que este mismo Sacrificio de la Cruz esté contenido realmente bajo las especies, aunque en el orden sacramental.
Las especies de pan y vino, en cuanto que por virtud de las palabras de la Consagración ponen separadamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo, representan y contienen a Cristo paciente formalmente como víctima de la Cruz, que en calidad de tal padeció y derramó su sangre para honrar y aplacar a Dios y redimir al género humano.
La oblación sacrificial es un acto de la voluntad que presenta y dedica a Dios la víctima del Sacrificio. Cristo, que es el sacerdote principal del Sacrificio Eucarístico, se presenta a sí mismo a Dios en la Consagración y se ofrece místicamente inmolado por la separación sacramental del Cuerpo y de la Sangre bajo las distintas especies de pan y vino: inmolación mística que, a la vez que le pone presente en el Altar, muestra externa y sensiblemente la víctima misma de la Cruz y el mismo Sacrificio del Calvario.