Creo en la resurrección de la carne…, en la vida perdurable… Amén
El Evangelio de mañana y el sermón que acabamos de publicar me ayudan a reflexionar…
Al pensar infinidad de veces en la muerte, he tratado de considerar todo lo que con ella viene aparejado.
Nacemos, y a partir de ese momento empezamos esta carrera a diario, hacia la muerte.
¡Cuántos temores, cuántas reflexiones, nos trae al alma este santo pensamiento!; pero también, cuando el mismo no está bien orientado por la luz de la fe, ¡cuánto desasosiego, cuánta negación, y hasta rechazo, puede provocar!Y esto es algo natural al hombre, ya que no hemos sido creados para morir…
Las noticias, a diario, hablan de la muerte, con números, estadísticas…; pero no se ve detrás de ese telón lo que pasa después: ¿qué será de esa alma?, que tiene que enfrentar el momento más difícil y determinante desde que ha sido creada, que es el Juicio de Nuestro Señor.
Recuerdo dos momentos diferentes de mi vida, en donde pude experimentar tan de cerca la muerte:
Por un lado, la muerte de mi abuela, de 95 años, que murió santamente; así, de viejita. Vi, desde pequeña, como de a poquito su cuerpo iba envejeciendo; pero con qué tranquilidad y naturalidad lo vi… Se fue transformando en niña, otra vez… Y cuando el Señor decidió que ya era la hora, la llamó… Estaba cansada, es verdad; pero no por ésto pedía morir; y así como un día nació, un día murió. Preparó ese largo tiempo, ese momento único y determinante…; y finalmente…, fue cuando el Señor lo quiso…
El otro momento fue ver morir a mi madre, tras un cáncer… Triste, muy triste, ver su cuerpo, todavía lozano, envejeciendo de golpe, perdiendo esa vitalidad que la caracterizaba… Pero también dió ejemplo de aceptación a la Voluntad de Dios, cargó su enfermedad; y de a poco, así como una vela va perdiendo su luminosidad, cuando se consume, así se fue su vida, con la Santa Extremaunción, y rodeada del amor de sus hijos y nietos… Ahí estaba yo, tomando su mano, siendo espectadora directa, y en primer lugar, de ese momento final, donde su alma dejaba ese cuerpo, ese vestido…
Y, ¿por qué?, preguntarán los que leen, traigo estos recuerdos y los relato… Pues, porque leo a diario artículos, y veo cómo se bastardea la obra de Nuestro Señor, veo cómo los seres humanos siguen luchando por tener el control de todo, de la vida y de la muerte, e intentan ser Dios…
Por ejemplo…, tengan en cuenta esta noticia:
INCLUSO POR SUS PROPIAS FAMILIAS
Médicos británicos advierten que los ancianos se verán presionados a recibir la eutanasia, si se legaliza.
Un grupo de alrededor de ochenta médicos británicos han hecho pública una carta en la que aseguran que en caso de que su parlamento apruebe la eutanasia -suicidio asistido-, los ancianos serán presionados para que acepten que se les aplique. Los galenos advierten que reciben a muchas personas mayores que les manifiestan su preocupación porque se consideran una carga para sus familias debido a sus enfermedades y limitaciones.
La ancianidad, o una enfermedad terminal, es difícil, si… es una Cruz, sin Cristo… Imposible de sostener…, ¿cómo aceptar algo que no era innato a nosotros?
Por eso el mundo, que cada vez es más un mundo antiteo, cree que tiene el poder en la medicina, en las leyes, de decidir cuándo es el momento para que la persona muera. Cuando esta es una molestia, cuando sufre demasiado, cuando… no puedo verla sufrir más…
¿Y a dónde queda el tiempo para expiar mis pecados, el tiempo precioso que el Señor me otorga para ganarme el Cielo?; porque, aunque el mundo predique lo contrario, ese tiempo es como un bonus track, en donde el Señor me da más chances para salvarme…
La muerte es un misterio…; es algo que, solamente cuando nos desprendamos de este cuerpo que nos tiene atados a lo material; veremos caer de nuestros ojos ese velo que no nos deja ver con claridad, que esto es pasajero…, que es un tiempo de caducidad, y después viene lo que no tiene fin, lo que es eterno…
¿Vale, por tanto, perder algo que es para siempre, por algo temporal?
Es difícil, nadie dice que sea fácil, hay muchas lágrimas para derramar, muchas penas para cargar, muchos dolores físicos y espirituales…; pero, y ahora cito a una amiga muy querida, si vemos un piedra en el camino, que no nos permite mirar más allá, lo que hay que hacer, es subirse encima de ella, para poder poner la mirada en donde debe estar…
Para terminar, trato en mis momentos de desaliento, poner en mi alma, en mis labios y en mi corazón las palabras de Santa Teresa:
Acordaos, hijas mías, aquí de la ganancia que trae este amor consigo y de la pérdida no le tener, que nos pone en manos del tentador, en manos tan crueles, manos tan enemigas de todo bien y tan amigas de todo mal.
¿Qué será de la pobre alma que, acabada de salir de tales dolores y trabajos como son los de la muerte, cae luego en ellas? ¡Qué mal descanso le viene!; ¡qué despedazada irá al infierno!; ¡qué multitud de serpientes de diferentes maneras!; ¡qué temeroso lugar!; ¡qué desventurado hospedaje! Pues para una noche una mala posada se sufre mal, si es persona regalada (que son los que más deben de ir allá), pues posada de para siempre, para sin fin, ¿qué pensáis sentirá aquella triste alma?
Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo es una noche la mala posada. Alabemos a Dios. Esforcémonos a hacer penitencia en esta vida. Mas ¡qué dulce será la muerte de quien de todos sus pecados la tiene hecha y no ha de ir al purgatorio! ¡Cómo desde acá aun podrá ser comience a gozar de la gloria! No verá en sí temor sino toda paz. (Camino de perfección, cap. 40, 9).
REFLEXIONEMOS. NO NOS DEJEMOS ENCEGUECER, ATONTAR, CON LO QUE EL MUNDO NOS PROPONE, VIVAMOS PREPARÁNDONOS PARA ESE ÚLTIMO Y DEFINITIVO MOMENTO, QUE ES MORIR…



